¿Quién
para la CNDH?/ERNESTO
VILLANUEVA
Proceso no. 1982, 26 de octubre de 2014
No
hay duda de que el tema de la violación de los derechos humanos se ha
convertido en parte protagónica de la agenda nacional. Los asuntos de Iguala y
Ayotzinapa como los focos rojos más recientes se han sumado a otros muchos que
ponen a México como un país cuestionado a nivel internacional, lo que más
impacta al gobierno federal. En ese contexto, se ha cerrado el periodo de
inscripciones para elegir al presidente la Comisión Nacional de los Derechos
Humanos (CNDH), que se realizará al alimón con varios frentes abiertos. Veamos.
Primero.
De cara a la opinión pública internacional, no hay claridad sobre la diferencia
entre las atribuciones de municipios, estados y Federación, debido a lo cual el
gobierno de Enrique Peña Nieto ha tenido que enfrentar varios problemas, entre
los que mediáticamente han destacado los de Iguala y Ayotzinapa. Pero ha habido
muchos otros, como los referentes a diversas desapariciones forzadas, a abusos
de migrantes y a la movilización inédita de estudiantes del Instituto
Politécnico Nacional, que busca promover prácticas democráticas de elección de
sus directivos y la rendición de cuentas, y que amenaza con contagiar a otras
instituciones educativas del país.
Tales
circunstancias han conducido a que la presente elección en la CNDH funcione
como la Bolsa de Valores, en donde no hay nada seguro para nadie conforme
avancen los días que faltan para decidir quién presidirá ese organismo. Los
inscritos son pocos si se comparan, por ejemplo, con los concurrentes a la
elección de la titular de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal
(CDHDF).
En
este escenario, el Senado de la República no puede darse el lujo de perder el
control del proceso por presiones de las más variadas expresiones ciudadanas.
Para el gobierno de Enrique Peña Nieto es preferible quedar mal con las
organizaciones de la sociedad civil que ver cómo se va por la borda su campaña
para atraer inversiones y turismo bajo la percepción extranjera de que hay un
proceso gradual pero constante hacia el asentamiento de prácticas democráticas
en México.
A
esos propósitos fundamentales del gobierno federal se suma la apatía que hasta
ahora muestran las organizaciones de la sociedad civil, las cuales, en lugar de
prestar atención en el momento actual de la CNDH, se han volcado en su mayoría
hacia las protestas por los graves sucesos en Iguala y Ayotzinapa.
Segundo.
Los candidatos son variados. Hasta el momento de escribir este artículo, Raúl
Plascencia Villanueva cuenta con el apoyo del PRI, que ha cerrado filas sobre
su reelección a pesar de los insistentes llamados del rector de la UNAM, José
Narro Robles, para apoyar al todavía abogado general de esa institución
académica, Luis Raúl González Pérez. El PAN, por lo menos su expresión
mayoritaria, se ha declarado también a favor de la reelección del actual titular
de la CNDH.
Si
el reconocido activista de los derechos humanos y expresidente de la CDHDF
Emilio Álvarez Icaza, ahora secretario ejecutivo de la Comisión Interamericana
de los Derechos Humanos (CIDH), se hubiera postulado, seguramente habría
concitado el apoyo de los partidos de izquierda, de una parte del PAN y de una
del PRI, y habría representado una candidatura con más probabilidades que las
que se presentan ahora, pues lo que han hecho es dividir a la izquierda en
varios grupos, según las distintas tendencias que cohabitan en esa formación
política.
Tercero.
Para la sociedad, la situación de los derechos humanos es de crucial
importancia por el incremento de sus violaciones y por el efecto negativo para
el gobierno de Enrique Peña Nieto si el tema no es administrado con pulcritud,
por lo menos en la forma, que, como decía Jesús Reyes Heroles, “es fondo”. l
ernestovillanueva@hushmail.com
@evillanuevamx
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