Un
texto de agradecimiento/Roberto López Moreno
Acabo
de leer el libro de poesía Golpe de agua, de José Falconi, elegante tomo
publicado por el Fondo Editorial Estado de México. Antología personal que
abarca de 1978 al 2013.
La
historia de las civilizaciones no se repite, por eso es que hijos somos de los
procesos de transformación, entre más adelante, más poeta diría para tu caso,
qué mejor ser el que en los momentos del lenguaje propicie los primeros nuevos
impulsos, pero sin temor a despeinarnos porque nos podríamos ver mal en los
espejos del sabiohondaje.
José
Falconi, autor de Golpe de agua, he sentido la enorme necesidad de decirte que
desde la primera línea tuya me he identificado plenamente con tu propuesta de
discurso. No se vaya a secar esta lluvia porque estamos respirando en el agua
que surte todos sus fuegos. Vamos, hacia adelante, los militares le llaman ir a
la vanguardia, quizá los poetas debamos buscarle otro nombre que no asuste,
pero no eludir, nunca, que esa es nuestra responsabilidad irrenunciable. “Si no
pa qué”, dijeran en mi pueblo.
Hay
teóricos que dicen que las vanguardias poéticas dejaron de funcionar en el
mismo momento en que aparecieron, cuando en realidad aparecieron en Grecia, en
la Mesopotamia, en el remoto e incógnito sitio en donde nació el lenguaje;
estudiosos nos dan como fecha de extinción de las vanguardias los años 20;
otros han llevado su reflexión sobre el asunto hasta una década después; pero
hay otros, magnánimos, que dan como fecha de defunción la década de los
cuarenta, pero ellos se refieren a movimientos de avanzada que en su momento
fueron nombrados con esa palabra. Los ríos no se detienen, cambiarán de nombre
pero no de esencia.
La
realidad es que en cada tiempo nuestro -y sobre todo en nuestros pueblos tan
golpeados por los esquemas culturales que nos imponen las metrópolis-, quizá
sin el asustante término que produce prudencias, siempre hemos estado en la
búsqueda de nuestro propio lenguaje y siempre, como en tu libro, estamos
intentando la apertura de nuevas rutas, que nos digan como seres individuales
en nuestro sol diario y como seres colectivos en las manecillas del reloj
sombro e infinito.
Alabo
la poesía de José Falconi Oliva, porque me vuelve a poner de frente a estas
consideraciones. Me vuelve a llenar de entusiasmos y me hace asumirme
nuevamente joven poeta latinoamericano, poniéndome, desde la verdad de mis años
vividos, joven a la vanguardia de sus tropos novedeando, de sus metáforas
vociferomanoteadas, de sus imágenes en donde bien cabe el kris, pero sin
explicaciones a pie de página, en donde bien cabe el osebetoy, pero sin
cursivas, de su necesidad de grito y escritura, desde su desvergonzadísima
sintaxis.
Aquí
estamos José Falconi Oliva para enfrentar la magnolia a golpe de agua y
escribirle al mundo del mundo. Y de ti no se espera menos. Tu sangre viene
rebotando desde las piedras y laderas de Chiapas, desde sus indígenas
descabezados por las ambición insaciable, desde sus noches pobladas y
despojadas de cadejos y sombrerones, desde sus madererías de dios sobre las
tierras labrantías, y esta cita sin comillas es para que no se diga que López
Velarde no vanguardió en su muy necesario momento; ya nos había advertido en el
mismo puño de voz que los veneros de petróleo nos los había escriturado el
diablo.
No
puedo irme de estas líneas sin citarte: “yo te beso/ osebetoy/ (te aviso
Falconi: le quité las cursivas) podría (aviso a los presentes: aquí viene una
grafía formada por un dos romano o un número once, lo que sea funciona, se
trata de la representación, según yo, de la fuerza dúa, sistema biológico que
nos mantiene reunidos en esta hora; prosigo) (II) amarte/ mi paleógrafo
descifra tu lenguaje/ lengua germina tactos/ entre sábanas de mis idas y
venidas/ desorden de palabras/ y/ piernas/ en este cuarto mordido/ y vuelto a
encender”.
Viva
el vanguardeo propuesto por este párrafo y por el resto de tu poesía, ábrara de
nuevas cosas que habrán de deslumbrarnos, de sacarnos de nuestra comodidad de
dictaminadores que pueden aplaudir o no que el poeta se exponga en las márgenes
del cráter étnico, en donde las cuatro palabras siguieron vivas para el hombre,
porque así lo dispuso Empedócles en su acto magno.
Hablé
de tu estirpe chiapaneca y por ello no quiero dejar de citar este otro párrafo
muy nuestro (aquí yo compartiendo orgullosamente la surianidad): “El edificio
del amor/ huele a silencio/ que viene de los huesos indios/ y pasta en
yerbazales./ Las serpientes/ -un sagrado rumor que va creciendo- se arrastran
por lajas harto cálidas/ a las aguas del Grijalva./ Esas aguas han atravesado
muchas veces la corteza/ de la noche y el día,/ dormidas en los pulsos de la
luz”.
Vamos
a seguir siendo José Amador Falconi, y con la vanguardia del filo caminero o
sea, la palabra, abramos surco en la gran selva del hombre, inventemos las
maneras de volvernos a inventar y estemos bien con nosotros, vale la pena, y
estemos bien con los otros, también vale la pena. Y sólo una cosa más: por
favor, sigue escribiendo más libros como éste, golpe de agua que también vale
la pena. Nuestra obligación de vanguardizar desde la poeticidad que nos dio
vida, espera más libros como éste. Gracias en nombre, no digo de todos, sino de
todo, José Amador Falconi Oliva. Muchas gracias.
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