26 oct 2014

Un texto de agradecimiento

Un texto de agradecimiento/Roberto López Moreno
Acabo de leer el libro de poesía Golpe de agua, de José Falconi, elegante tomo publicado por el Fondo Editorial Estado de México. Antología personal que abarca de 1978 al 2013.

 He aquí un poeta que me ha impactado poderosamente, que me ha estremecido después de la lectura de su libro. Al pulsarlo me encontré frente a la novedad de su verso y ello me arranca un apasionado ¡bravo poeta! Gracias por ligarte y ligarnos en esa forma,  furibunda y lúcida, a nuestro tiempo. Al diablo con lo bien equilibradito para que no se nos acuse de que estamos inventando extravagancias.
 Qué bien Falconi, José Falconi Oliva, hijo de familia de escritores, qué bien que inicias tu libro invocando al “antivanguardista” tan vanguardista como lo fue César Vallejo, uno de los nuestros más deslumbrantes y lo conviertes en la latida y latidora carne de tu epígrafe: “No se va a secar esta lluvia,/ A menos que me fuese dado/ caer ahora para ella o que me enterrasen/ mojado en el agua/ que surtiera de todos los fuegos”.
 Qué manera de inventar y qué regocijo el que tú estés en eso, poeta; qué grata sensación percibir al que no está a gusto y avanza. No estamos a gusto por muchas cosas y avanzamos y requerimos lenguajes nuevos como los requirieron Vallejo, Huidobro, Girondo, cada quien a su manera, sin complejos por ser, poetas legítimos, reinventores del mundo.

La historia de las civilizaciones no se repite, por eso es que hijos somos de los procesos de transformación, entre más adelante, más poeta diría para tu caso, qué mejor ser el que en los momentos del lenguaje propicie los primeros nuevos impulsos, pero sin temor a despeinarnos porque nos podríamos ver mal en los espejos del sabiohondaje.
José Falconi, autor de Golpe de agua, he sentido la enorme necesidad de decirte que desde la primera línea tuya me he identificado plenamente con tu propuesta de discurso. No se vaya a secar esta lluvia porque estamos respirando en el agua que surte todos sus fuegos. Vamos, hacia adelante, los militares le llaman ir a la vanguardia, quizá los poetas debamos buscarle otro nombre que no asuste, pero no eludir, nunca, que esa es nuestra responsabilidad irrenunciable. “Si no pa qué”, dijeran en mi pueblo.
Hay teóricos que dicen que las vanguardias poéticas dejaron de funcionar en el mismo momento en que aparecieron, cuando en realidad aparecieron en Grecia, en la Mesopotamia, en el remoto e incógnito sitio en donde nació el lenguaje; estudiosos nos dan como fecha de extinción de las vanguardias los años 20; otros han llevado su reflexión sobre el asunto hasta una década después; pero hay otros, magnánimos, que dan como fecha de defunción la década de los cuarenta, pero ellos se refieren a movimientos de avanzada que en su momento fueron nombrados con esa palabra. Los ríos no se detienen, cambiarán de nombre pero no de esencia.
La realidad es que en cada tiempo nuestro -y sobre todo en nuestros pueblos tan golpeados por los esquemas culturales que nos imponen las metrópolis-, quizá sin el asustante término que produce prudencias, siempre hemos estado en la búsqueda de nuestro propio lenguaje y siempre, como en tu libro, estamos intentando la apertura de nuevas rutas, que nos digan como seres individuales en nuestro sol diario y como seres colectivos en las manecillas del reloj sombro e infinito.
Alabo la poesía de José Falconi Oliva, porque me vuelve a poner de frente a estas consideraciones. Me vuelve a llenar de entusiasmos y me hace asumirme nuevamente joven poeta latinoamericano, poniéndome, desde la verdad de mis años vividos, joven a la vanguardia de sus tropos novedeando, de sus metáforas vociferomanoteadas, de sus imágenes en donde bien cabe el kris, pero sin explicaciones a pie de página, en donde bien cabe el osebetoy, pero sin cursivas, de su necesidad de grito y escritura, desde su desvergonzadísima sintaxis.

Aquí estamos José Falconi Oliva para enfrentar la magnolia a golpe de agua y escribirle al mundo del mundo. Y de ti no se espera menos. Tu sangre viene rebotando desde las piedras y laderas de Chiapas, desde sus indígenas descabezados por las ambición insaciable, desde sus noches pobladas y despojadas de cadejos y sombrerones, desde sus madererías de dios sobre las tierras labrantías, y esta cita sin comillas es para que no se diga que López Velarde no vanguardió en su muy necesario momento; ya nos había advertido en el mismo puño de voz que los veneros de petróleo nos los había escriturado el diablo.

No puedo irme de estas líneas sin citarte: “yo te beso/ osebetoy/ (te aviso Falconi: le quité las cursivas) podría (aviso a los presentes: aquí viene una grafía formada por un dos romano o un número once, lo que sea funciona, se trata de la representación, según yo, de la fuerza dúa, sistema biológico que nos mantiene reunidos en esta hora; prosigo) (II) amarte/ mi paleógrafo descifra tu lenguaje/ lengua germina tactos/ entre sábanas de mis idas y venidas/ desorden de palabras/ y/ piernas/ en este cuarto mordido/ y vuelto a encender”.

Viva el vanguardeo propuesto por este párrafo y por el resto de tu poesía, ábrara de nuevas cosas que habrán de deslumbrarnos, de sacarnos de nuestra comodidad de dictaminadores que pueden aplaudir o no que el poeta se exponga en las márgenes del cráter étnico, en donde las cuatro palabras siguieron vivas para el hombre, porque así lo dispuso Empedócles en su acto magno.

Hablé de tu estirpe chiapaneca y por ello no quiero dejar de citar este otro párrafo muy nuestro (aquí yo compartiendo orgullosamente la surianidad): “El edificio del amor/ huele a silencio/ que viene de los huesos indios/ y pasta en yerbazales./ Las serpientes/ -un sagrado rumor que va creciendo- se arrastran por lajas harto cálidas/ a las aguas del Grijalva./ Esas aguas han atravesado muchas veces la corteza/ de la noche y el día,/ dormidas en los pulsos de la luz”.

Vamos a seguir siendo José Amador Falconi, y con la vanguardia del filo caminero o sea, la palabra, abramos surco en la gran selva del hombre, inventemos las maneras de volvernos a inventar y estemos bien con nosotros, vale la pena, y estemos bien con los otros, también vale la pena. Y sólo una cosa más: por favor, sigue escribiendo más libros como éste, golpe de agua que también vale la pena. Nuestra obligación de vanguardizar desde la poeticidad que nos dio vida, espera más libros como éste. Gracias en nombre, no digo de todos, sino de todo, José Amador Falconi Oliva. Muchas gracias.



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