Crisis
de la democracia, crisis del Estado…/JORGE
CARRASCO ARAIZAGA
Para
el jurista Diego Valadés, el sistema de representación política mexicano vive
dos realidades paradójicas: un Congreso muy eficiente en materia legislativa,
pero muy débil en el orden político, lo que conduce a la ingobernabilidad. Y
explica que ello se está evidenciando en la actual coyuntura electoral, en la
que, insiste, el voto que se perfila será meramente intuitivo. Lo que se
plantea en el fondo, dice, es votar “por el menos malo”. En entrevista con
Proceso, el ministro en retiro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación
sentencia: “El régimen de gobierno en México llegó a sus límites hace mucho
tiempo”…
Lejos
de la normalidad democrática, con expresiones de inconformidad y violencia en
distintas regiones de la república, las elecciones que se realizarán el domingo
7 de junio constatan el equilibrio precario del sistema institucional mexicano,
más allá del reacomodo de las fuerzas políticas en el Congreso de la Unión.
Exprocurador
general de la República y del Distrito Federal, Diego Valadés dice que en esta
crisis de gobernabilidad se ha llegado al extremo de que las propias
autoridades mexicanas han dejado de utilizar los instrumentos institucionales.
Ejemplifica con la crisis de violencia que vive el país desde hace una década:
“La
respuesta institucional ha sido de mucha timidez. No para hacer frente a la
violencia mandando tropas, sino en darle un cauce institucional a las
respuestas del Estado.”
Apunta
que el artículo 29 de la Constitución prevé que ante este tipo de episodios
existe la posibilidad de suspender garantías. Pero, observa, el Estado
mexicano, por no utilizar un concepto que puede resultar desagradable para
muchos, no ha recurrido a ese instrumento que el sistema constitucional ofrece,
y en su lugar lo que hace es suspender las garantías de facto. No se ha hecho
ahora, ni hace seis, ni hace diez años, dice.
“Cuando
a centenares de millares de mexicanos se nos detiene en un retén, se nos está
limitando nuestra capacidad de tránsito, pero no conforme a una facultad
constitucional, sino por un hecho estrictamente de facto. Y lo mismo puede ser
un retén de policías que de militares o delincuentes, porque no se están
aplicando las normas que la Constitución establece.”
Valadés
comenta que la Constitución también señala en su artículo 119 que los Estados
pueden solicitar el auxilio de la Federación cuando las condiciones de
seguridad interna lo exijan, pero –refiere– tampoco se ha querido utilizar esa
prerrogativa. “Ningún estado lo ha hecho. De lo contrario, lo sabríamos porque
esa decisión la deben tomar los congresos locales. Es tal el nivel de la
debilidad institucional que ya no usamos las instituciones”.
Explica:
Con la intervención de los congresos, el gobierno federal no estaría sólo y le
daría una enorme capacidad operativa al Estado mexicano para combatir a la
delincuencia. Pero el problema de la seguridad, que es el que más agobia a
todos los mexicanos, es el que menos se discute de forma sistemática y del que
menos se hace una evaluación sistemática.
¿Cómo
va a acabarse con el proceso de violencia en el país, si no se construyen
instituciones que tengan el apoyo de la sociedad mexicana?, se pregunta Diego
Valadés. Responde: Las instituciones que están combatiendo la delincuencia
organizada están a dos fuegos: de quienes los atacan con violencia “y de
quienes no las apoyamos”.
En
opinión del integrante del Instituto de Investigaciones Jurídicas (IIJ) de la
Universidad Nacional Autónoma de México, este punto constituye una expresión
más del déficit de gobernabilidad, y lo que hace la coyuntura de las
elecciones, dice, “es evidenciar el problema estructural de debilidad
institucional que padecemos”.
Puntualiza:
“En todas las sociedades, cuando se encuentran resquicios a los procesos de
gobernabilidad se producen explosiones o expresiones de violencia, y eso es lo
que en México estamos viviendo cada día”.
Problema
estructural
Para
Diego Valadés, el problema que plantea es de fondo, estructural, de
instituciones débiles que están ocasionando los déficit de gobernabilidad en
México. Considera que la ausencia de responsabilidad de los gobernantes y un
Congreso limitado al proceso legislativo han dado paso a esa ingobernabilidad.
Entrevistado
en la Ciudad de México en vísperas de los comicios intermedios en los que se
renovará la Cámara de Diputados, se elegirán gobernadores en siete estados, así
como ayuntamientos en 17 entidades y jefes delegaciones en el Distrito Federal,
el académico de la UNAM ve en la elección de Nuevo León una posibilidad para
romper la inercia política que vive México desde hace casi dos décadas.
Opina
que un triunfo del candidato independiente Jaime Rodríguez, El Bronco, podría
hacer de Nuevo León un laboratorio político a partir den un gobierno de
coalición sometido al control del Congreso, adelantándose incluso a la reforma
constitucional que entrará en vigor en 2018. Así, afirma, se rompería el
bipartidismo, como ocurrió recientemente en Barcelona, la capital de Cataluña,
aunque con toda proporción guardada.
Fuera
de las expectativas de esa elección, el también exdirector del IIJ de la UNAM
asegura que, ajeno a las condiciones de normalidad democrática, el proceso
electoral está agravado por la mediocridad de los partidos, que han sustituido
las propuestas por denuncias contra sus adversarios, aunque en muchos casos
sean ciertas.
Valadés
habla también de la desconfianza ciudadana hacia los partidos y abunda sobre la
tendencia del electorado a anular el voto que se acentuó desde hace seis años.
Hoy, asegura, lo que se plantea es votar por el menos malo.
“Vamos
a ir a las urnas el 7 de junio a votar de una forma bastante intuitiva y no de
una manera informada”, dice el doctor en derecho constitucional, quien además
es miembro de El Colegio Nacional, de la Academia Mexicana de la Lengua y la
Real Academia Española.
Nacido
en Mazatlán, Sinaloa, hace 70 años, Valadés considera que la votación intuitiva
es propiciada por un sistema institucional muy erosionado y vulnerable que ya
no está dando resultados debido a su agotamiento.
“El
régimen de gobierno en México llegó a sus límites hace mucho tiempo. Lo que
estamos viviendo por lo menos desde hace 15 o 20 años es la inercia y la rutina
de un Estado que no ha acabado de democratizarse.
“Tenemos
un sistema presidencial que resultó muy funcional mientras se apoyaba en un
partido hegemónico. Pero cuando decidimos transitar al pluralismo político, que
era un primer gran paso indispensable y que se expresó con mucho optimismo en
el año 2000, no lo acompañamos con profundas reformas para que todo el sistema
institucional empezara a funcionar conforme a esa nueva expresión plural.”
Las
resistencias
`Valadés
sostiene que las reformas en el país sólo han sido electorales, excepto una,
“que dará resultados en el futuro y que aún es incipiente”: la reforma
constitucional que prevé para 2018 la posibilidad de los gobiernos de coalición
y de reelección de los representantes hasta por 12 años.
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