17 may 2009

Mario Benedetti

A Mario Benedetti
Willie Schavelzon* -
Barcelona - El País, 18/05/2009;
Mi querido Mario,
Hace 44 años que nos conocimos, jugando al pin-pon en un hotel en La Habana. Durante este largo tiempo anduvimos juntos, como tu editor en Argentina, en México y en España, luego como tu agente, y siempre como lector y como tu amigo. ¡Cómo extrañaré los 14 de septiembre de cada año, el día en que jugábamos a ver quién era el primero en llamar al otro para desearle feliz cumpleaños!
Tu vida ha sido una enseñanza de amistad y de ética; tu invariable posición frente a la vida y a la política ha sido un modelo para mí y para cientos de miles de lectores, que te seguimos queriendo, te seguimos leyendo y para quienes seguirás siendo siempre un ejemplo de humildad y coherencia intelectual. Me siento tan orgulloso de la amistad y la confianza que me otorgaste... Mario, ¡cómo te echaré de menos! El mundo, hoy más que nunca, necesita de gente como ti. Desde ahora, todos estaremos mucho más huérfanos. Con todo mi cariño y mucha tristeza, te despido con un gran abrazo.
*Willie Schavelzon es agente literario
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Una vida que no tiene respuestas
La claridad y su apuesta por las emociones consiguieron que los lectores se identificaran masivamente con la obra de autor de 'Poemas de la oficina'
JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS - Madrid - 18/05/2009
"La vida es una máquina / para la que no hay respuestas / ni repuestos". Eso dicen unos versos de Máquina, un poema incluido en Testigo de uno mismo, el último libro de Mario Benedetti, publicado pocos días antes de su muerte y lleno, no ya de versos finales sino, como decía él mismo, gran futbolero, de "versos semifinales".
Puede que Benedetti supiera más de repuestos que de respuestas. De hecho, uno de sus muchos primeros trabajos lo consiguió en una empresa de recambios del automóvil. Recaló en ella después de dejar colgado el bachillerato y de pasar por el Liceo Alemán de Montevideo. También después de pasar penurias porque un falso amigo estafó a su padre, químico, vendiéndole una farmacia vacía. Fue en Tacuarembó, la capital del estado al que pertenece Paso de los Toros, el pueblo en el que nació Mario Benedetti en 1920.
En 1945 publicó su primer libro, La víspera indeleble, un poemario que nunca quisó reeditar. Contaba Benedetti que su visión de la lírica cambió al descubrír en Buenos Aires la poesía "sencilla y clara" de Baldomero Fernández Moreno. Hasta entonces, la poesía que se escribía en el Río de la Plata estaba tejida con un léxico de importación: "Los poemas estaban llenos de corzos y gacelas. Animales que aquí no hay", recordaba el autor de Poemas de la oficina (1956).
Puede que éste sea el libro en el que aparece ya madura la voz del Benedetti más conocido: sencilla, irónica, sentimental, como dicha en medio de una conversación. En un tiempo en el que la poesía parecía hecha para ser declamada engolando las esdrújulas en un campo de fútbol, el escritor uruguayo se unía al tono cercano de Nicanor Parra y Ernesto Cardenal. De esa pasta están hechos títulos como Noción de patria (1963), Poemas de otros (1974), Cotidianas (1979) y El olvido está lleno de memoria (1995). Esos libros le valieron en 1999 el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el más importante del género, pero, sobre todo, le valieron el fervor de un público que se identificaba con poemas amorosos como Corazón coraza, Hagamos un trato o Táctica y estrategia. Las canciones de Daniel Viglietti o Joan Manuel Serrat y un filme como El lado oscuro del corazón, de Eliseo Subiela, no hicieron más que multiplicar la fama del poeta más popular de América Latina después de Neruda.
Además de poesía, Mario Benedetti escribió de todo: artículos de periódico, ensayos, teatro y narrativa. En 1960 publicó La tregua, una novela adaptada para el cine por Sergio Renán que en 1977 optó al Oscar que terminaría llevándose Amarcord.
Su compromiso con la izquierda uruguaya le costó, tras el golpe de Estado de 1973, un exilio que le llevó a Cuba y de allí a España, después de ser expulsado de Perú por un policía que se quedó dormido mientras él hacía las maletas y, de paso, se deshacía de documentos comprometedores. Al despertar sólo acertó a decir: "Por favor, no se lo diga a mis jefes". Mario Benedetti tardó 10 años en volver a Uruguay. Hacía ya tiempo que había escrito que su noción de patria era "la urgencia de decir nosotros".

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