¿Es que ya nadie va a ilusionarse|XAVIER GUIX
El Pais Semanal, 22/01/2012
En los repertorios que usamos para interpretar la realidad, algunas
palabras como ilusión, alegría, optimismo o entusiasmo han perdido brillo. No
se ajustan al contexto, pero sin ellas la vida queda encogida. Siguen ahí,
esperándonos.
En tiempos de indignación parece contrapuesto estar reivindicando el
entusiasmo como motor de nuestra existencia, tanto individual como colectiva.
Sin embargo, es un ejercicio necesario el comprender la simultaneidad de
nuestras emociones, así como las graves consecuencias que conlleva instalarse
en creencias limitantes, más aún cuando se contagian masivamente. Mucha gente
se siente hoy invadida por sentimientos de desesperanza, impotencia y pérdida
de validez personal. No cabe duda de que existen razones y evidencias para
ello. Pero también es cierto que por nuestras venas sigue circulando la vida,
que el corazón sigue batiendo, que todo nuestro organismo sigue despierto y
sensible. No hemos perdido aún, que se sepa, la capacidad de sentirnos vivos,
de decidir hasta dónde queremos que nos afecten los sucesos del exterior y,
sobre todo, no hemos perdido la facultad de seguir sintiendo y amando. Tenemos,
si queremos, la posibilidad de cambiar, de decidir cómo vivir.
TODO OCURRE SIMULTÁNEAMENTE
"Los ideales que iluminan mi camino y una y otra vez me han dado
coraje para enfrentar la vida con alegría han sido: la amabilidad, la belleza y
la verdad" (Albert Einstein)
Existen motivos para la indignación y también para la alegría o el
entusiasmo. Lo malo del asunto es cuando quedamos atrapados en un sentimiento,
en solo uno, y lo convertimos en el filtro por el que percibimos toda realidad.
Sabemos que, atrapados en una emoción, no solo se resiente nuestro organismo,
sino que acuden a nuestra mente ideas y planes tamizados por dicha emoción. Si
hay miedo, por ejemplo, se contrae el estómago, asoman expresiones de terror y
acuden a la mente imágenes dramáticas. Si, por el contrario, sentimos emociones
positivas, los efectos también lo serán.
Lo curioso del bagaje humano es que podemos sentir emociones y sentimientos
contradictorios a la vez. Probablemente, habremos experimentado esas
simultaneidades en situaciones reconocibles: en los duelos se mezclan el dolor
y el amor; en las tensiones de pareja, el amor y el odio; cuando somos duros y
tiernos a la vez con los hijos o con las amistades. Asistimos a un mundo en el
que coexisten la avaricia y la especulación con el altruismo y la compasión.
Dicho así, podemos simultanear la indignación o la sensación de impotencia
con el coraje y el entusiasmo. Aunque aparenten contradicción, pueden ser
experimentados a la vez. Todo dependerá del que fomentemos más, al que
consideremos más competente. La trampa consiste en creer solo en una
posibilidad.
CONTAGIARSE DE ENTUSIASMO
"Los años arrugan la piel, pero renunciar al entusiasmo arruga el
alma" (Albert Schwitzar)
El sustantivo entusiasmo procede del griego enthousiasmós, formado
sobre la preposición en y el sustantivo theós (dios),
lo que suele traducirse como el ser habitado por los dioses, o por las energías
creadoras del universo. El entusiasta tiene el poder de crear dentro de sí
mismo y, lo mejor, contagiarlo a los demás. Esa es una de las claves del éxito
en la vida. El entusiasmo tiene la mayor capacidad de influencia, mientras que
el desánimo ahuyenta. El entusiasta que no vende humo despierta luz en los
demás.
La primera ocurrencia errónea, cuando se habla de estas facultades, es
considerarlas propiedades naturales o genéticas. Pero el entusiasmo es energía
creadora, una fuerza generativa voluntaria. La tenemos todos, porque todos, en
algún aspecto, hemos sentido su fulgor ante expectativas ilusionantes. Lo único
que puede degollar su presencia son las creencias limitantes; aquí podríamos
inscribir los "no puedo", "no sé", "no servirá de
nada", "es imposible", "es muy difícil"...
¿Para qué entusiasmarse ante tantas dificultades como nos pone la vida?
Para convertirlas en posibilidades. ¿De qué sirve el entusiasmo cuando no se
tiene trabajo? Pues precisamente para crear mejores condiciones para
conseguirlo. Seligman confirmó en sus estudios que el entusiasmo se encuentra
en aquellos individuos que piensan que hay que vivir plenamente cada momento de
la vida, evitando el abatimiento y la indefensión.
En cambio, ¿qué se puede esperar del que no cree en sí mismo? ¿Qué acaba
contagiando aquél que anda todo el día indignado? No quisiera con ello
mostrarme poco sensible ante el sufrimiento de muchas personas, entre los que
incluyo a familiares propios. Tampoco propongo brindis al sol y mantenernos
ingenuamente contentos, pero engañados. Solo me pregunto: ¿Cuánto tiempo
queremos permanecer encerrados en el sufrimiento? ¿Tiene alguna utilidad? ¿Cómo
salir de ahí?
DEL DESÁNIMO A LA ILUSIÓN
"La puerta de la felicidad se abre hacia dentro, hay que retirarse un
poco para abrirla; si uno la empuja, la cierra cada vez más" (Sören
Kierkegaard)
Es un hecho que el desánimo forma parte de nuestro vivir. Caer, entonces,
no es el problema. Lo será el tiempo que necesitemos para levantarnos de nuevo.
Hoy sabemos que estos procesos internos, la gestión de nuestras emociones, no
depende solo de los estímulos exteriores, sino del manejo de nuestra mente;
entre otras cosas, porque esa misma mente es la que crea estímulos que se
convierten en estados emocionales. Pasar del desánimo a la ilusión es un
ejercicio que requiere manejar sabiamente nuestros pensamientos y nuestras
palabras, sosteniendo lo positivo y bloqueando toda anticipación negativa o
dramática de un hecho que aún no ha ocurrido. Ocupémonos con entusiasmo del
presente y dejemos para mañana lo que es del mañana.
Decía Gregorio Marañón que el entusiasmo es signo de salud espiritual.
Quizá sea el remedio que necesitamos ante la avalancha y la indigestión de
tanto mensaje catastrofista. Por qué no mirar a nuestro alrededor y poner la
atención en las cosas pequeñas, en los gestos amables, en las miradas tiernas,
en los detalles que contiene un hermoso día de sol o en la pasión que
transmiten los que aman a la vida.
Obras con luz
1. Libros
- 'La fuerza del optimismo', de Luis Rojas Marcos (Aguilar).
- 'La inutilidad del sufrimiento', de María Jesús Álava (La Esfera de los
Libros).
- 'El entusiasmo'. Cuentos y relatos de Antonio Skármeta (Zigzag y
Debolsillo).
2. películas
- 'Mi pie izquierdo', de Jim Sheridan.
- 'Patch Adams', de Tom Shadyac.
- 'La vida es bella', de Roberto Benigni
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