La
segunda visita del presidente ruso al Pontífice: la Iglesia católica no se
alinea al “cordón sanitario” anti-ruso de los círculos occidentales. El “Zar”
está listo para explicarle al Papa la posición rusa
Opinión
de GIANNI VALENTE para Vatican Insider...
06/ 9/2015
Vladimir Putin
está listo para explicarle a Papa Francisco la postura de Moscú en la crisis
ucraniana.
Lo dijo el vocero del Kremlin, Dimitri Peskov, citado por la Tass. “Si el Papa
muestra interés -declaró Peskov-, no hay duda de que el presidente estará
disponible para aclarar detalladamente la posición de Rusia”. La visita de mañana de Vladimir Putin al
Vaticano, por segunda ocasión con Papa Francisco, se materializó en las
agendas reservadas de las diplomacias rusa y vaticana en las últimas semanas.
Como sucedió con la primera vez, también en esta ocasión fue el “Zar Putin”
quien quiso añadir una etapa romana, que inicialmente no estaba prevista en su
visita a Italia, a los encuentros que tendrá en Milán (en donde participará en
la Expo internacional) con la intención de poder hablar nuevamente con el
Obispo de Roma. La petición fue aceptada rápidamente y la cita con el líder
ruso fue incluida sin dudar en la agenda llena de Papa Francisco.
La
veloz disponibilidad del Vaticano representa en sí misma una señal elocuente:
confirma que el Papa y su diplomacia no se prestan a formar parte del “cordón
sanitario” que algunos círculos occidentales quisieran extender alrededor de la
Rusia de Putin. Las iniciativas de Papa Francisco y de su diplomacia vaticana
sobre el conflicto sirio, a partir de la jornada de ayuno y oración del 7 de
septiembre de 2013, se encontraron en sintonía objetiva con la estrategia
diplomática rusa que habría desmantelado poco después la amenaza de una
intervención militar exterior en Siria y habría permitido que Assad comenzara
el proceso de destrucción de su arsenal de armas químicas.
A
casi dos años de distancia, los frentes de colisión entre Rusia y muchos países
occidentales de tradición nord-atlántica se han multiplicado. Pero justamente
alrededor de los casos más incandescentes ha permanecido un canal de diálogo y
de colaboración entre el jefe del Kremlin y el sucesor de Pedro, y ha
encontrado nuevos terrenos para su aplicación. En la espiral de hostilidades
entre Rusia y los países occidentales, en relación con la crisis ucraniana, las
palabras de Papa Francisco no acabaron atrapadas en la mecánica de los
reproches recíprocos. Los líderes rusos, tanto políticos como eclesiásticos,
expresaron públicamente su aprecio por las frases que utilizó el Papa en
relación con el conflicto y sobre la “tercera guerra mundial en pedacitos”.
A
finales de abril, el mismo Patriarca Kirill elogió la postura de la Santa Sede
sobre la crisis en Ucrania: “Papa Francisco y la Secretaría de Estado”, indicó
el Primado de la Iglesia rusa, “han tomado una posición autorizada en relación
con la situación en Ucrania, evitando afirmaciones unilaterales e invocando el
fin de la guerra fratricida”. También la polémica que desencadenó Turquía
contra la Santa Sede después de las palabras del Papa en relación con el
genocidio armenio fue una ocasión para que Putin expresara públicamente su
aprecio por la “visión de juego” del Pontífice: “Considero -dijo el presidente
ruso el pasado 16 de abril conversando con la prensa- que el Papa tiene tal
autoridad en el mundo que encontrará la manera para obtener comprensión con
todas las personas de la tierra, prescindiendo de su pertenencia religiosa”.
Otro signo de que en Moscú el actual Obispo de Roma no es considerado como una
especie de capellán del Occidente.
Es
fácil prever que la crisis en Ucrania será uno de los argumentos principales en
la conversación entre Papa Francisco y Putin, además de la violencia que se
extiende por el Medio Oriente y que provoca también el sufrimiento de las
Iglesias arraigadas en esas tierras desde la predicación apostólica. Con el
recrudecimiento del conflicto sirio, se reforzó el interés por las vicisitudes
de las Iglesias del Medio Oriente por parte de la Ortodoxia rusa y del Kremlin.
La necesidad de proteger a los cristianos en los países árabes ahora es uno de
los puntos fundamentales de la agenda de Putin, que, después de las décadas
ateas del comunismo soviético, reivindica el papel (de carácter “neo-zarista”)
de protector de los cristianos de Oriente (mientras se va eclipsando el
tradicional “protectorado” que en el pasado ejercía Francia en relación con las
comunidades católicas del Medio Oriente). Por otra parte, en sus
intervenciones, Papa Francisco no ha ofrecido ningún punto de apoyo para que
los círculos occidentales (e incluso en la misma Rusia) que instrumentalizan
las desgracias y las persecuciones de los cristianos de Oriente fomenten
sentimientos islamofóbicos. Incluso las palabras más recientes pronunciadas en
Sarajevo, frente a las heridas todavía abiertas de los conflictos
étnico-religiosos que destrozaron el corazón de Europa al final del siglo
pasado, confirmaron que la perspectiva geopolítica de Papa Francisco no
pretende “Santas alianzas” con las potencias del mundo, sino ofrecer el propio
aporte desinteresado para erradicar y prevenir las causas de los conflictos.
Manteniendo las distancias de todos los que intentan recubrir con ideologías
étnico-religiosas los intereses de poder real que provocan los conflictos mismos
(empezando por el tráfico de armas, denunciado insistentemente por el Papa en
sus predicaciones, y la lucha por el
control de los recursos naturales del planeta).
Como
jesuita, Papa Bergoglio sabe muy bien que Rusia, como China, son actores
protagonistas de la historia y que como tales no pueden ser excluidos de ningún
intento sincero para crear una estabilidad compartida en la globalización. Y,
en el horizonte de su enfoque evangélico sobre los problemas del mundo, no
habría que excluir un viaje apostólico a Moscú, por el que manifestó interés
desde los primeros meses de su Pontificado. El diplomático ruso Yuri Ushakov,
consejero de Putin, acaba de declarar que en el encuentro entre Putin y el Papa
“hablarán sobre posibles contactos ulteriores”, pero dijo que no sabía si Putin
invitaría al Papa a Moscú. Este tema, recordó, no compete solamente al estado,
sino también a la Iglesia ortodoxa rusa.
Paradójicamente,
los que están más preocupados del éxito que la figura de Papa Francisco está
teniendo entre los rusos son algunos altos jerarcas del Patriarcado de Moscú. Y
en el Vaticano dejó un pésimo recuerdo la intervención del Metropolita Hilarion
Alfeyev durante el último Sínodo sobre la familia. No se trata actualmente de
un Patriarca, sino de un “ministro del Exterior” del Patriarcado de Moscú. En
aquella ocasión, Hilarion aprovechó la hospitalidad vaticana para atacar fuera
de lugar a la Iglesia greco-católica ucraniana. Y se sabe que el Patriarcado de
Moscú se ha negado a avanzar en el camino ecuménico desde el punto de vista del
diálogo teológico (en el que juegan un papel preponderante los teólogos del
Patriarcado Ecuménico de Constantinopla), privilegiando la línea de la
“alianza” entre las Iglesias en la defensa de los valores morales.
El
actual Sucesor de Pedro ha manifestado concretamente la disponibilidad a
“aprender” de la eclesiología de los hermanos ortodoxos. Pero en el mundo
ortodoxo, por el momento, justamente la Iglesia rusa parece ser la menos
disponible para aprovechar el momento propicio y dejar en el pasado ciertos
cálculos contables de funcionarios de lo sagrado
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