13 jul 2019

Storytelling/ Jorge Volpi


Storytelling/ Jorge Volpi
Reforma, 13 de julio de 2019
La estruendosa salida de Urzúa ha puesto en evidencia la guerra al interior mismo de la 4T
En su libro más reciente, The Game, donde intenta desmenuzar la civilización que surge ante nuestros ojos a raíz de la revolución digital, el escritor italiano Alessandro Baricco apenas se ocupa de la política justo porque ésta -como la mayor parte de las estructuras monolíticas del antiguo régimen- fue relegada por quienes tuvieron como objetivo desacreditar a todas las figuras de autoridad. Aun así, los políticos de nuestro tiempo también están inmersos en The Game -el nombre que le da Baricco a esta nueva época-, y los más hábiles no dudan en valerse de sus herramientas y sus tendencias para conseguir sus fines.

En una era que privilegia la inmediatez y la prisa por encima de la precisión o la profundidad, los políticos que triunfan son aquellos capaces de revestir sus ideas y acciones con una narrativa -un storytelling- que les permita hacerlas viajar y permanecer en las mentes de los electores. El primero en lograr esta hazaña fue Barack Obama -a quien nadie acusa de populista-, quien convirtió a las redes y al mundo digital no en un accesorio, sino en la parte central de su estrategia, pero quienes lo han seguido han sido, en general, políticos de derecha como Trump.
Los electores, hoy, desconfían de los políticos tradicionales -porque en realidad, bañados por el aura de la revolución digital, desconfían de todos los sacerdotes del pasado- y solo hacen caso a quienes se presentan como outsiders, como opuestos al sistema, aun si en el fondo también lo encarnan o representan, como Trump. Lo esencial no es, pues, la ideología, sino la capacidad de darle un cierto orden y coherencia narrativa a la acción pública. Lo que importa es, insisto, el storytelling.
En México, nadie comprendió mejor, acaso de forma instintiva, esta necesidad como López Obrador. En cada una de sus campañas, pero sobre todo en la última, desarrolló una poderosa narrativa de su figura y de sus metas, muy por encima de los balbuceos de sus contrincantes. Esa narrativa -a la que él mismo dio nombre, Cuarta Transformación o, mejor, 4T- se articula en torno a la idea de un cambio radical para el país que desplace del todo a las viejas figuras de autoridad -los políticos corruptos del PRI y el PAN, sin duda, pero también los viejos líderes sindicales, los empresarios y los miembros de la sociedad civil que se aprovecharon del sistema, y los burócratas entendidos como clase: la mafia en el poder- y coloque a los invisibles, a los pobres y desfavorecidos, en el centro.
¿Quién podría competir contra esta apuesta? Despedazados, PRI y PAN son del todo irrelevantes, lo mismo que la comentocracia -y la prensa- que tanto se empeña en atacar a la 4T. De ahí que el apoyo a AMLO siga siendo tan amplio entre la mayor parte de la población y que, pese a las evidentes fallas, errores y desajustes, a él no parezcan importarle demasiado las críticas, que siempre desestima como parte de ese pretérito achacoso que se resiste a morir. En su narrativa, nada puede parar a la 4T.
Con una sola excepción: la 4T misma. Y eso es justo lo que ha comenzado a ocurrir en estos días. Si la renuncia de Germán Martínez fue un foco de alerta, a fin de cuentas se trataba de una incorporación reciente a Morena. La estruendosa salida de Carlos Urzúa, en cambio, es otra cosa, porque ha puesto en evidencia la guerra que se desarrolla en el interior mismo de la 4T. Una guerra que no parece definirse entre radicales y moderados, sino entre bandos que compiten por la primacía ante AMLO. La grieta es poderosa, porque desarticula la narrativa de un cambio claro y ordenado y deja ver la improvisación -por ejemplo, en términos de austeridad- que ha prevalecido, concediéndoles la razón a sus críticos.
Experto en narrativas, quizás ha llegado el momento de que López Obrador haga un ajuste en la suya: a siete meses de gobierno, y sacudido por esta crisis -que es justo de storytelling-, podría aprovechar para articular el cambio con mayor sensatez y planeación, para retomar temas que ha olvidado -insisto: la reforma al sistema de justicia- y para mostrar que la 4T es capaz de reformarse a sí misma desde adentro.
@jvolpi

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