8 may 2007

Irán

  • Política exterior e interior en Irán/

Por Mahmud Sariolghalam, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional de Irán (Universidad Shahid Beheshti) en Teherán.

Publicado en La Vanguardia, 07/05/2007;

Traducción: Juan Gabriel López Guix

En su libro titulado ¿Necesita Estados Unidos una política exterior?, Henry Kissinger afirma de modo convincente: “Son pocos los países del mundo con los que Estados Unidos tiene menos razones de querellarse o más intereses compatibles que con Irán”. Expresado de otro modo, las palabras no importan, los intereses perduran. Lo que se declara ante las cámaras es mucho menos irrelevante. Son la geopolítica y la geoeconomía las que marcan la dirección y definen horizontes de modo determinante. En realidad, a la comunidad mundial le resulta demasiado oneroso que Irán y EE UU se comuniquen por medio de la retórica y las declaraciones altisonantes. En la actual situación de tensión, Washington tiene más responsabilidad porque su poder es mayor. En tanto que actor global, EE UU no tiene por costumbre comprender la política interior de otros países a la hora de planificar su estrategia. El subconsciente estadounidense supone que EE UU es muy poderoso y que los demás países deben aceptar sus prioridades. Sin embargo, Irán es un caso único. Posee un sofisticado sistema político. Y su vida política, abigarrada y múltiple, no debe entenderse a partir de lo que suele ocurrir en la política de Oriente Medio.
A diferencia de la Unión Soviética, Irán no es un sistema monolítico. A pesar de las limitaciones, hay grupos organizados que compiten por tener influencia. Los iraníes utilizan un lenguaje claro para decir lo que quieren en un país donde la ambigüedad es una virtud y la sutileza una práctica social. La retórica no sólo forma parte de la política iraní; constituye una parte integral de la cultura. Quizá no hay otro país con un talento oratorio tan vigoroso. (Empero) La retórica y los gestos públicos no deben confundirse con la política.
Los medios de comunicación y los analistas occidentales suelen fijarse en los clérigos iraníes y creer que son el grupo más relevante a la hora de entender la política iraní. De modo curioso, hay un importante grupo de profesionales en el poder, de forma muy mayoritaria ingenieros y médicos, que considera que el país debe luchar contra todo lo occidental. No debemos infravalorar la influencia política de los funcionarios con un título de ingeniero. Su ortodoxia ideológica es mucho más intensa. En todo el mundo musulmán no hay un solo fundamentalista famoso con un título en ciencias sociales; todos los fundamentalistas destacados son ingenieros o médicos. Su comprensible pobreza conceptual en temas sociales, económicos y políticos ha hecho en parte que la política iraní experimente un interminable proceso de prueba y error.
Los ingenieros y médicos que formulan la política económica y toman las decisiones sobre política exterior no reconocen la diversidad y aplauden el provincialismo. Para ellos, sólo hay una solución para todos los problemas y una respuesta para todas las preguntas.
En Irán, los ingenieros definen y establecen los criterios de la corrección política. De modo similar, los médicos explican las raíces del conflicto árabe-israelí y especulan en la televisión nacional sobre el pensamiento estratégico estadounidense reciente. Al tiempo que los ingenieros leen en Irán los últimos libros traducidos en el campo de las ciencias sociales y se dedican a formarse, el país pasa por otra revisión de una teoría reciente. La lógica binaria de la ingeniería en la política interior y exterior iraní ha generado un enfoque mecanicista y una perspectiva a corto plazo sobre los procesos humanos complejos. Esta construcción mental deja poco espacio para el matiz, la complejidad, las opciones alejadas del maniqueísmo en la solución de los problemas y una definición a largo plazo de la vida.
De modo similar a la experiencia soviética y china en la década de 1970, existen en la actualidad diferencias en Irán entre los internacionalistas y los revolucionarios; los primeros defienden la integración con el resto del mundo manteniendo al mismo tiempo la soberanía, mientras que los últimos creen en un distanciamiento de la comunidad internacional en casi todos los asuntos. Desde una perspectiva sociopolítica, las dos escuelas de pensamiento reflejan la divergencia de opinión en el seno de la sociedad iraní. Los partidarios de ambas poseen una fuerte base política, económica e institucional. Los revolucionarios se funden con la historia. Los internacionalistas están dispuestos a competir, influir y ser influidos: son políticos sofisticados. Los revolucionarios apuntan a tratar con las masas y, en consecuencia, defienden el populismo. Los internacionalistas están convencidos de que la eficacia es resultado del internacionalismo. Entienden las proporciones. Se trata de un debate natural en todas las revoluciones. También en Irán son los propios iraníes quienes deben determinar el resultado final.
La política iraní no debe interpretarse a partir de una única institución. Hay destacados políticos internacionalistas, muchos de ellos clérigos, dedicados a atenuar las tensiones y lograr un equilibrio. El Parlamento iraní también se muestra proactivo haciendo llamamientos en favor de actos sensatos y conteniéndose ante declaraciones provocadoras. Los medios de comunicación impresos, dirigidos en su mayoría por periodistas profesionales, no pierden ninguna oportunidad para alertar acerca de las consecuencias de acciones innecesarias. El actual acercamiento iraní a América Latina es seriamente puesto en entredicho no sólo por politólogos o estrategas de la seguridad nacional, sino también por grandes ayatolás de la ciudad de Qom, el equivalente chií del Vaticano.
Irán tiene hoy la segunda mayor comunidad judía de Oriente Medio, después de Israel. Las cuestiones importantes para un iraní medio son la seguridad laboral, el empleo, la educación, el orgullo y el prestigio internacional. La diferencia entre Irán y gran parte de Oriente Medio es que no existen estructuras sociales antijudías. Los iraníes han convivido durante siglos con cristianos y judíos.
Sobre la cuestión nuclear, una solución pacífica es una posibilidad si se recurre a la diplomacia de lanzadera y a los canales privados. En relación con su seguridad nacional, Irán tiene un verdadero interés en que el país sea estable. De modo reciente, las iniciativas iraníes y saudíes han aliviado las tensiones en Líbano entre el Gobierno libanés e Hizbulah. Con la aparición de una diplomacia saudí activa, el rey Abdalah posee la influencia para que Irán se acerque al proceso de creación de consenso palestino.
A pesar de la violenta retórica de ambos bandos, Irán y EE UU comparten un amplio abanico de intereses. EE UU ha derrocado a dos enemigos acérrimos de Irán, los talibanes y Sadam. Teherán y Washington poseen un interés común en un Irán integrado con un sistema político en que cada persona tenga un voto. El flujo sin obstáculos de petróleo en el golfo Pérsico es un objetivo estratégico de ambos países. El enfrentamiento con Irán es innecesario. Un ataque militar a ese país volvería a orientarlo hacia el militarismo.
Los iraníes prefieren las reformas graduales. No cabe duda de que la intervención estadounidense sería rechazada por todo el espectro político. El fundamentalismo islámico nació la última vez que EE UU intervino en Irán y derrocó a Mohamed Mossadegh, el primer ministro elegido de forma democrática en 1953. Es necesario prestar atención a las complejidades de la política interior de Irán para comprender sus políticas y declaraciones. A muchos occidentales puede parecerles que el país está sumido hoy en el caos. Sin embargo, los europeos, que poseen una inclinación hacia la historia, deberían extraer lecciones de su experiencia única. Cuando los iraníes hoy adolescentes lleguen al poder, Irán podría convertirse gracias a la fuerza y la lógica de la globalización en el único Estado verdaderamente moderno del Oriente Medio musulmán.

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