20 nov 2008

XCVIII aniversario de la Revolución

Ceremonia Conmemorativa del XCVIII Aniversario del Inicio de la Revolución Mexicana
Fernando Gómez-Mont, secretario de Gobernación/Discurso; 20 de noviembre de 2008;
Licenciado Felipe Calderón Hinojosa, Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos; licenciada Margarita Zavala Gómez del Campo.
Ministro Guillermo Ortiz Mayagoitia, Presidente
de la Suprema Corte de Justicia de la Nación; Senador Gustavo Enrique Madero Muñoz, Presidente de la Mesa Directiva del Senado de la República; Diputado César Horacio Duarte Jáquez, Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados.
Estimados colegas del Gabinete del Presidente Calderón, distinguidos maestros historiadores y deportistas que hoy premiamos. Respetables legisladores, integrantes de las Fuerzas Armadas, servidores públicos e invitados especiales, señoras y señores:
La historia es la maestra de la vida, decía Marco Tulio Cicerón. Esta frase hoy nos invita a
buscar en nuestro pasado algunas de las respuestas que necesitamos.
La historia nos vincula a través del tiempo, nos da un sentido de pertenencia y nos hace comprender que hemos sido todos, con menor o mayor sacrificio, quienes hemos construido y seguiremos construyendo a México.
La historia de México es punto de encuentro que encauza los intereses legítimos de la República. Nuestra historia hermana a los mexicanos, es a la vez vivo testimonio y experiencias inagotables sobre las que se ha forjado una Nación y sobre la que hemos construido un sistema de instituciones que tienen como deber, articular en un proyecto común las expectativas y anhelos de un pueblo enormemente diverso.
Los hombres y mujeres que emprendieron la lucha aquél 20 de noviembre de 1910 ocupan el sitio de honor en este acto conmemorativo. Gracias a ellos el pueblo mexicano vive en el imperio del derecho, con libertades ciudadanas, con posibilidades de mejoramiento social, con elecciones libres y con la premisa constitucional de ser tratados como iguales ante la ley.
El movimiento revolucionario fue relevante en muchas dimensiones: construyó nuevas normas y realidades que transformaron al país. Ese espíritu de renovación recobra en esta compleja hora nacional un aliento transformador para actualizar nuestro marco jurídico y revitalizar la vocación de nuestras instituciones públicas, para articular razonablemente la vida social y fomentar la libertad y el bienestar de cada mexicano.
La gran lección del movimiento revolucionario reside en la necesidad dinámica de adecuarse y adaptarse, pues debemos renovar el pacto republicano mirando a la realidad del Siglo XXI, en un ambiente de paz, de respeto, de concordia, pero sin olvidar la historia nacional.
El sacrificio heroico de muchas mexicanas y mexicanos nos obliga a perseverar en el esfuerzo de poner al día las instituciones republicanas mediante el debate que es diálogo fructífero y el acuerdo que busca ponderar las muchas visiones que alimentan al alma de México.
El próximo año viviremos una nueva contienda electoral federal, misma que se asume como circunstancia histórica propicia para fortalecer un espacio social respetuoso, dialéctico, fértil y sereno para apuntalar la esperanza y el aliento de nuestra vida pública.
Que este sea el ámbito para que se enriquezca la agenda nacional y para que se persevere en el ímpetu reformista que viene caracterizando el trabajo político de los últimos años y de los próximos meses.
Resultaría vano venir a recordar aquellos acontecimientos sucedidos hace 98 años solo por el lugar privilegiado que la fecha ocupa en nuestro calendario.
Si no nos exigimos también contrastar aquellas motivaciones políticas y sociales, con los pendientes que tenemos ante el ideario y el devenir de la República.
El pacto civil emanado de la Revolución es un expediente que se actualiza constantemente.
Revolución en su definición primigenia significa giro, vuelta, cambio, y eso, precisamente, simboliza el movimiento trazado en 1910. En ese entonces México se encontraba en una situación crítica.
Bajo el lema de Sufragio Efectivo, no Reelección, Madero movilizó al país con el propósito de remover una estructura basada en la autoridad paternal de una sola persona, a cambio de la acción vivificante de la legalidad en las instituciones.
El anquilosado régimen fue incapaz de ajustarse a los reclamos de una generación que estaba lista para actualizar la vida política del país. El estallido revolucionario creó el escenario donde esa generación se dio la oportunidad de experimentar la vida republicana, a pesar del clima de tensión y de violencia.
Hoy quiero recordar tres episodios claves en esa década convulsionada.
El primero. El proceso mediante el cual Madero llegó legalmente a la Presidencia y su propio mandato, caracterizado, entre otras circunstancias, por el ejercicio pleno de la libertad de expresión, por un sistema de contrapesos entre los Poderes de la Unión, por la expresión de la voluntad popular a través del voto y por el goce de la soberanía de los estados integrantes de la Federación, elementos por los cuales estos meses, con frecuencia, han sido equiparados con el periodo que conocemos como la República Restaurada.
El Segundo episodio fue protagonizado por los jefes revolucionarios durante la existencia de la soberana Convención Revolucionaria, reunida entre el 14 y el 15.
Un grupo de representantes populares pudieron discutir un proyecto de República que procuraba incluir la diversidad geográfica y social que hasta hoy caracteriza nuestro país.
No obstante, las divisiones internas, así como el momento militar internacional, impidieron que dicho proyecto fructificara inmediatamente. Finalmente, los años de reflexión y de enfrentamientos tuvieron un punto de confluencia en el Congreso Constituyente, reunido entre el 16 y el 17, de cuyas sesiones resultó la Carta Magna, que hoy nos rige. Ahí se refundó la República, recogiendo la experiencia del Siglo XIX y de la propia Revolución.
Quienes abrazaron el sueño de una Nación más justa y entregaron su vida en la Revolución sabían que la mejor forma de luchar para que en la Nación floreciera un régimen de libertades, era mediante la consolidación del Estado de Derecho.
Hoy México enfrenta una lucha inédita en contra de aquellos que desafían al Estado de Derecho, son delincuentes que cobardemente corrompen, amenazan y envenenan a nuestra juventud.
Combatirlos y derrotarlos significa honrar también los ideales revolucionarios. El Gobierno del Presidente Felipe Calderón reitera su determinación para intensificar esta lucha, pues siguen vigentes las causas por las que se decidió librarlas.
Seguiremos con la absoluta convicción de que en nuestro país somos mucho más, una abrumadora mayoría, los que queremos vivir en paz, que aquellos que delinquen. Esa mayoría de mexicanos nos exige la aplicación del Estado de Derecho en todos aquellos espacios amenazados por la criminalidad.
Gracias al trabajo coordinado entre el Gobierno Federal, gobiernos de los estados, Gobierno del Distrito Federal y municipios, se han logrado resultados históricos en aseguramiento de drogas, armas y dinero; así como en la detención de importantes narcotraficantes y bandas de secuestradores.
Pero el justo reclamo ciudadano nos exige ir mucho más allá de los resultados hasta ahora alcanzados. No podemos sentirnos satisfechos hasta que las familias mexicanas se sientan seguras en cualquier región del país.
No podemos sentirnos satisfechos hasta que contemos con policías de probada honestidad en los tres órdenes del Gobierno, altamente capacitados y equipados; policías que combatan con eficacia la criminalidad, que cuenten con los mejores instrumentos de información y de inteligencia y lo respalde un servicio civil profesional de carrera que dignifique su función.
No podemos sentirnos satisfechos hasta actualizar el marco jurídico de seguridad y justicia a la nueva realidad del país. No podemos sentirnos satisfechos hasta que arraiguemos en nuestra sociedad la cultura de la legalidad y hagamos de la denuncia ciudadana y prevención del delito una práctica cotidiana en cada ciudad, en cada escuela y en cada comunidad.
En esta lucha sin cuartel tenemos que articular mayores consensos, respetando nuestras diferencias para avanzar más aprisa y refrendar así la vocación democrática del Estado mexicano.
No daremos un paso atrás hasta desmantelar las redes de narcotraficantes y secuestradores, destruir sus mecanismos de lavado de dinero y sus casas de seguridad, asegurar sus recursos, sus mercancías, sus armas y consignar ante el Poder Judicial a todos y cada uno de ellos. Sólo así cumpliremos con los postulados revolucionarios de libertad, igualdad y seguridad consagrados en la Constitución del 17.
Señoras y señores:
México está en movimiento y camina hacia nuevos horizontes. El empuje de mexicanos, como a quienes hoy premiamos y los desafíos que tiene el país, no permiten respiro ni dan pie al anquilosamiento de las instituciones.
El Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad, y las reformas estructurales que el Congreso de la Unión ha aprobado en los últimos meses, son decisiones que perfilan el rostro de lo que será México en el Siglo XXI.
Se acerca el Centenario de la Revolución y el Bicentenario de la Independencia. Queremos que todas las mexicanas y los mexicanos y, en especial, los niños y los jóvenes conozcan la trascendencia de tan singulares eventos históricos y hagan propios valores como democracia, equidad, buen gobierno, soberanía, justicia y libertad, pues como diría Jesús Reyes Heroles: Nuestra Revolución es liberal porque cree en las libertades espirituales y políticas del hombre, y en la fundamental de ellas: la libertad de conciencia.
Por eso hoy, en ese ánimo y para preservar la memoria que orienta, rige y desarrolla la conciencia, premiamos a los depositarios que la interrogan, que la escudriñan y que nos la actualizan constantemente.
Así pues el Premio Ernesto de la Torre Villar, cuya temática es la Independencia de México se entrega hoy al doctor Carlos Herrejón. El Gastón García Cantú, por la Reforma Liberal, al maestro Moisés González Navarro. El Salvador Azuela, por la Revolución Mexicana al doctor Arnaldo Córdoba. El Daniel Cosío Villegas, por el México Contemporáneo, a la doctora Soledad Loaeza.
El José C. Valadés, por Memorias y Testimonios, a don José N. Iturriaga de la Fuente. Y el Manuel González Ramírez, Fuentes y Documentos, al Archivo General de la Nación representado por su titular, el maestro Jorge Ruiz Dueñas.
Esta fecha emblemática nos recuerda la Nación libre y soberana que somos, la voz viva de nuestro pueblo, el colorido de nuestras expresiones culturales que nos distinguen ante el mundo.
Vivimos en un país plural, donde hemos logrado la alternancia en el ejercicio del poder sin más armas que el respeto al sufragio.
Con la mirada puesta en el futuro, orgullosos de nuestro pasado tomemos las riendas de nuestro destino y llevemos a México a ser la Patria generosa y justa por la que la lucharon los héroes que hoy conmemoramos.
Sigamos por esta ruta de trabajar con respeto y diálogo por un México digno y capaz de un destino deslumbrante, un México en el que todos podamos formar familia, asegurarle a cada ciudadano oportunidades de desarrollo humano, en el que podamos ser productivos con el esfuerzo de un trabajo honrado y ver el porvenir y sus riesgos sin angustia.
En suma, un país en el que disfrutemos de la justicia, la democracia y un entrañable amor por México.
-MODERADORA: En estos momentos el ciudadano Presidente de los Estados Unidos Mexicanos hará entrega de los premios del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, acompañado del licenciado Fernando Gómez-Mont Urueta, Secretario de Gobernación y del licenciado José Manuel Villalpando César, Director General del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México.

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