Las cartas de amor de Sabines
ARMANDO PONCE,
Revista Proceso # 1716, 20 de septiembre de 2009
Se llama Los amorosos. Cartas a Chepita, y es la recopilación de 103 misivas del amoroso Jaime Sabines a su esposa, Josefina Rodríguez. Lo publica Planeta en su colección de Joaquín Mortiz.
La recopilación, hecha por Chepita, comienza con una carta-poema de 1946; algunos versos del joven poeta de 21 años:
Ya casi no puede andar mi corazón.
Siento tus manos, siento sobre mis ojos un líquido silencio,
siento morir la noche, a solas, sin los dos.
Crece en la sombra el viento.
Josefa como tu nombre, como yo,
Dime por qué ha nacido Dios.
Se reproducen luego cuatro misivas de 1947, 26 de 1948, 40 de 1949, 32 de 1950, 1951 y 1952, para concluir con una escrita en Río de Janeiro el domingo 12 de mayo de 1963, en la que le pide dé “muchos besos a mis hijitos lindos”.
Además de contar cómo se conoció con Jaime Sabines (ambos de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas) “desde muy pequeños”, narra en la presentación Josefa Rodríguez viuda de Sabines, Chepita, que un día el poeta Marco Antonio Montes de Oca solicitó a su colega algunas de esas cartas para publicarlas, a lo cual ésta se negó: “Las cartas eran mías, no de Jaime, y sería yo quien decidiría por ellas”.
Ahora decidió hacerlo “porque deseo compartirlas con los lectores de Jaime Sabines, que vean una faceta poco conocida de él, y que sirvan para comprobar que Jaime el poeta y Jaime el hombre son en realidad la misma persona, el mismo hombre. El hombre que amé y que extraño tanto”.
Otra presentación la hace Carlos Monsiváis, quien señala que las cartas “admiten claramente su publicación porque, además de atestiguar una vitalidad amorosa en pleno desarrollo, contienen ejercicios de prosa poética con fragmentos afortunados que remiten a la gran literatura que ya escribía Sabines desde entonces. En un sentido muy preciso, en el del mismo impulso lírico, partes de esa correspondencia se vinculan directamente con el ánimo de los dos primeros notables libros de Sabines, Horal y La señal”.
Así mismo, la narradora Bárbara Jacobs escribe una tercera presentación, en la que dice:
“Las cartas de Sabines lo pintan a él, pero también a ella, ‘la muchacha de la promesa’. Independientemente de la idealización que él hubiera hecho del objeto de su amor y basándome en exclusiva en lo que las cartas de Sabines me trasmitieron de ella, puedo afirmar que Josefa Rodríguez era una joven alegre, afable, enfermiza como buena romántica, armoniosamente integrada en su medio familiar y social, y que, para la época y el lugar de provincia en el que vivía, resultó, por lo menos profesionalmente hablando, adelantada a su tiempo, pues se recibió y trabajó de odontóloga.”
El contenido del volumen de 206 páginas está concentrado por los editores en una frase de Monsiváis reproducida en la portada:
“Un formidable alegato lírico y un estar dentro de la mentalidad poética del autor.” l
Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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