5 dic 2009

Intus legere

La joya de la corona (de la inteligencia)/Enrique Rojas, catedrático de Psiquiatría
Publicado por el EL MUNDO, 04/12/09;
La palabra inteligencia deriva del latín intus legere, que significa «leer por dentro». Se refiere a la capacidad para entender interiormente lo que se observa desde el exterior. Inteligencia es capacidad para distinguir lo accesorio de lo fundamental. También es el atributo para captar la realidad en su complejidad y en sus conexiones. Nos ayuda a resolver problemas nuevos. Tiene dos funciones que se aúnan, que son la acumulación de experiencias vividas por una parte y por otra la aplicación eficiente del conocimiento. Inteligencia es la facultad para aprender a reconocer, a discriminar, a informarse, a sintetizar, a prevenir, a interpretar la realidad.
Hay una vieja polémica que recorre la historia de la psicología sobre este concepto y que habla de un modelo monárquico y otro modelo oligárquico de la inteligencia. La primera analiza un factor que resume y sintetiza a los demás y que gestiona todo el arsenal intelectivo desde esa atalaya. La segunda habla de que son muchas estirpes de inteligencias las que se hospedan en nuestro interior. Yo me adscribo a este segundo modelo, ya que además de ser muchas las inteligencias, entre ellas se llevan a la gresca y parece como si unas y otras lucharan entre sí y se excluyeran.
Puedo hacer un inventario de las mismas, de pasada, para abordarlas en otro momento con detalle: inteligencia teórica, práctica, social, analítica, sintética, discursiva, creativa, matemática, emocional, lingüística y ética. Cada una de ellas tiene su propia geografía, que se solapa en el territorio de la otra, formando un tejido conjuntivo de variedades en donde los límites de unas con otras son difusos, etéreos, vaporosos, desdibujados, de contornos flotantes.
La inteligencia ejecutiva es aquella modalidad que utiliza cuatro herramientas esenciales como instrumentos de la razón: orden, constancia, voluntad y motivación. Hablamos por lo tanto de aquellos ingredientes que tiran, empujan, arrastran y ponen en marcha lo mejor de nosotros mismos si hay una motivación fuerte y consistente. El que no sabe lo que quiere no puede ser feliz. A la persona desmotivada le falta garra, dirección, dinamismo y, por tanto, unas metas y retos concretos que encaminen toda su trayectoria personal hacia una dirección determinada.
Cada uno de estos cuatro elementos de la inteligencia instrumental tiene voz propia y a su vez se conecta con la siguiente. Tratare de explicar esto con más detalle para poner el énfasis en cada una de estas vertientes.
Orden es un término universal, en cualquier idioma que escojamos (inglés, español, francés, alemán, italiano, griego o latín). Su significado es el mismo: lo recto, lo correcto, la disposición adecuada que constituye un todo y el orden tiene muchos matices que se abren en abanico formando un espectro enormemente interesante.
Orden en la cabeza. Esto quiere decir saber a qué atenerse, tener unos criterios coherentes y saber priorizar lo adecuado de lo que no lo es. Lo que es importante, lo que es secundario, lo que es anecdótico, lo primero es lo primero.
Orden en el tipo de vida: saber planificar, evitar la improvisación, saber distribuir correctamente el tiempo para sacarle partido, sin orden nunca saldrán nuestros planes. No confundir el término actividad con activismo, el primero es una labor callada, lenta, sucesiva, de resultados graduales y menos ruidoso. El segundo es ir de aquí para allá pero con poco fruto, más cara a la galería que a la productividad y a la eficacia. En el joven hay un caballo de batalla en este sentido: el estudio, aprender a estudiar y a sacarle rendimiento a las horas.
Orden en la habitación que uno tiene, en su despacho u oficina, en las cosas que uno maneja a diario. Entrar en el despacho de una persona es como un retrato psicológico.
Cualquier orden que se precie surge de una cabeza bien sistematizada, tener orden por dentro no es cualquier cosa: es el placer de la razón: la serenidad, el sosiego, la paz exterior e interior. Su hábito es mas fácil que arraigue si se empieza desde joven. También es necesario priorizar los objetivos. Tener pocas metas y bien delimitadas e ir a por ellas. Tener las cosas claras evita la dispersión y ayuda a planificar las cosas a corto y medio plazo. Ser ordenado tiene unos efectos muy beneficiosos para la personalidad: paz exterior e interior, alegría como resultado de un tipo de vida y de un esfuerzo trabajado sin desaliento. Y eficacia: el tiempo se multiplica y se llega a más cosas. El orden facilita el cuidado de los detalles pequeños. Finalmente convierte a una persona en alguien más libre y responsable.
Constancia es tenacidad sin desaliento. Y significa empezar pocas cosas e ir detrás de ellas sin bajar la guardia. También es tenacidad, insistencia, perseverar, no darse por vencido, saber mirar hacia delante con la ilusión de alcanzar la cima deseada, eso hace que uno se mantenga firme e inalterable.
Una persona poco constante es aquella que empieza muchas cosas y no acaba ninguna. En seguida que viene la adversidad se derrumba y es incapaz de superar las pruebas que la vida a todos nos impone. La constancia nos hace dueños de nosotros mismos. Gracias a ella somos capaces de guiar nuestro destino por encima de los trastornos y vicisitudes de la vida. Ser perseverante en el esfuerzo diario debe ser el eje de cualquier conducta que aspire a lo mejor. Ésta presenta tres notas descriptivas: la actitud constante que es la disposición interior para no desanimarse. Significa saber esperar y continuar. En segundo lugar, el hábito que es la repetición de actos que implican pequeñas renuncias y entrenan para vencerse en lo pequeño, en cuestiones en apariencia insignificantes pero que a medio plazo tienen un gran valor. Y aprender poco a poco. En tercer lugar, espíritu deportivo de lucha: superación de pequeñas derrotas, capacidad para sobreponerse y volver a empezar, crecerse ante las dificultades, imprevistos y frustraciones.
La persona constante se ha endurecido a base de golpes duros, pero también de pequeñas renuncias, de ir ganando en fortaleza: hay que intentar ser consistente, hercúleo, difícil de derribar… Casi sublime en lo puramente humano. La persona constante se hace estable y está dispuesta a buscar lo mejor a largo plazo, aunque de entrada le cueste y signifique un esfuerzo.
La voluntad es la joya de la corona de la conducta. La voluntad es aquella disposición para querer algo y ponerse a buscarlo en esa dirección.
Hay una distinción que me parece muy interesante y es la diferencia entre desear y querer. Desear es pretender algo desde el punto de vista pasajero. Depende de sensaciones exteriores y responde a mecanismos que se disparan con una cierta inmediatez. Tiene que ver con la determinación, la firmeza, el verse motivado por algo y avanzar en esa dirección. El deseo se da más en las personas poco maduras, mientras que el querer se da en aquellas que tienen una solidez más rocosa.
Voluntad es elegir y elegir es anunciar y renunciar. La voluntad consiste en preferir. Se trata de la capacidad para ponerse metas concretas y luchar por conseguirlas. Deberíamos ser capaces de tener una especie de tabla de ejercicios de gimnasia de voluntad: ahora hago esto sin gana porque es mi obligación y después me aplico en esa otra tarea porque es bueno para mí y más tarde hago aquello otro porque sé que hará de mí un hombre o mujer de una pieza. La costumbre de vencerme en lo pequeño. En una palabra, la victoria sobre sí mismo.
El hombre inferior vive aferrado a lo inmediato, al deseo momentáneo que tira de él al sentirse estimulado por su presencia. Mientras que el hombre superior se proyecta hacia delante sacrificando lo inmediato por lo mediato. Toda educación empieza y termina por la voluntad. Y ésta se enriquece a base de hábitos repetidos en esa dirección. Una persona con voluntad llega en la vida mas lejos que una persona inteligente.
UNA VOLUNTAD firme es uno de los síntomas más claros de una personalidad madura y al revés, alguien que tiene una voluntad frágil, débil o quebradiza muestra a las claras una manifestación de personalidad poco madura. Si la felicidad es un resultado, la voluntad es el puente levadizo que conduce al castillo de la felicidad.
Podríamos decir que la voluntad es como una llave multiuso que vale para casi todo y que tiene buena venta en el mercado, voluntad para estudiar, para avanzar en la vida académica con paso firme. Voluntad para trabajar con arte y oficio el proyecto personal de cada uno, para la vida conyugal: es fácil enamorarse pero más complejo mantenerse enamorado. Ahí entra la importancia de esta pieza esencial de la ingeniería de la conducta.
Educar es entusiasmar con los valores. Educar es seducir con lo valioso. Instruir, formar pulir y limar a una persona para que sea capaz de gobernarse así misma. La educación de la voluntad esta compuesta de pequeños vencimientos. La voluntad es firmeza en los propósitos, solidez en los objetivos, ánimo fuerte en las dificultades.
Quien tiene educada la voluntad es una persona más libre y puede llevar su ida hacia donde quiera. Lo diría de una forma más precisa: no eres más libre cuando haces lo que te apetece sino cuando eliges aquello que te hace más persona.
La palabra motivación viene del latín motus, aquello que mueve, que empuja, que arrastra, que tira de nosotros hacia un punto que está en el futuro. Una voluntad bien dispuesta es la que está mejor motivada. El hombre no puede vivir sin ilusiones. Maslow describió las principales teorías de la motivación biológica, psicológica, social y cultural. Para Freud la motivación era la liberación de los instintos. Para Skinner toda motivación se establece en una dialéctica entre premio y castigos. Los agentes motivadores ponen en marcha la voluntad y la tornan a esta fácil, bien dispuesta, capaz de crecerse ante los obstáculos y cansancios propios de cualquier esfuerzo. Estar motivado significa tener una representación anticipada de la meta. Eso arrastra la acción.
En el ser humano el aprendizaje es mucho más importante que el instinto. La inteligencia ejecutiva es una facultad superior, distinguida y aristocrática que encarga el mando sobre el resto de las funciones psicológicas. La escasez de inteligencia ejecutiva no se cura con pastillas, sino con psicoterapia. Esa educación se realiza mediante la adquisición de hábitos positivos que conducen a huir de la filosofía del me apetece a aquella otra de hago lo que es mejor para mí.
El gran escándalo de este siglo XXI es: la perfección de los medios y la confusión de los fines. Leí en una casa romana esta inscripción, nihil difficile volenti: nada es difícil si hay voluntad de superarlo.

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