23 oct 2010

Alí y Juan Rulfo

Alí Murió de Tristeza y Juan Rulfo era el Zorro/Juan Eduardo Martínez Leyva
 (22-10-10)



A Guillermo Chumacero, con afecto
Nadie quien haya conocido a Alí Chumacero puede creer que murió de tristeza. Un hombre con su vitalidad, con su sentido del humor, con la fortaleza física y de espíritu que lo caracterizaba, al final sucumbió antes de morir. El parte médico reporta que fue neumonía la causa de su deceso. Seguramente así fue y eso será lo que quede asentado en su acta de defunción. A sus noventa y dos años dos acontecimientos inesperados como indeseables lo asaltaron en su anterior indomable y afable carácter. La amputación de su pierna y la amputación de una parte de su alma confiada fueron la causa de su caída. El médico fue el ejecutor de lo primero y su ayudante de toda la vida, el villano de lo segundo. Parecía que el tiempo de morir había pasado por su vida sin atreverse a tocarlo. "Es más joven mi abuelita que yo, ella murió a los 72 años", escribió el poeta.
La muerte lo había respetado como al violinista de Saramago, tal vez por las mismas causas que al personaje del Nobel también recientemente fallecido. Sin embargo, era sólo una ilusión intermitente. Resultó, para desgracia del mundo de la cultura y para su familia, que Alí era un hombre mortal.
Un escritor tan admirado como poco leído, casi olvidado en nuestra época, fue además de exquisito poeta, el implacable crítico literario. No dejaba títere con cabeza. En asuntos de creación literaria, con él había que andarse con cuidado. Aunque era elogioso con algunos, otros le temían en grado sumo. Recuerdo aquí la demoledora crítica que hizo de "Pedro Páramo", apenas unos días después de su publicación.

Chumacero señaló que la principal falla en la que incurrió Rulfo es el esquema en el que se basó para escribir su novela. El autor intenta hacer una novela fantástica, "pero la fantasía empieza donde lo real aún no termina" En el desarrollo de la novela Rulfo se enreda en una serie de peripecias, concebidas sin delimitar los planos de los varios tiempos en que transcurren, "tornan en confusión lo que debió haberse estructurado previamente cuidando de no caer en el adverso encuentro entre un estilo preponderantemente realista y una imaginación dada a lo irreal. Se advierte, entonces, una desordenada composición que no ayuda a hacer de la novela la unidad que, ante tantos ejemplos que la novelística moderna nos proporciona, se ha de exigir de una obra de esta naturaleza. Sin núcleo, sin un pasaje central en que concurran los demás, su lectura nos deja a la postre una serie de escenas hiladas solamente por el valor aislado de cada una". Y aunque anteriormente, al elogiar "El llano en llamas", advierte que el cuento y no la novela es el campo idóneo para este escritor, termina su ácido comentario diciendo que: "Más no olvidemos, en cambio, que se trata de la primera novela de nuestro joven escritor y, dicho sea en su desquite, esos diversos elementos reafirman, con tantos momentos impresionantes, las calidades únicas de su prosa".

Alí criticaba la obra desde su perspectiva ortodoxa, aún no había aparecido lo que después se denominó el realismo mágico. Cuando Picasso empezó se decía que como pintor era un buen caricaturista, cada nuevo cuadro era recibido por el público con indignación para luego terminar siendo admirado.

El desenlace de la historia del éxito de Juan Rulfo y de Pedro Páramo todos la conocemos. Afortunadamente los lectores de todo el mundo no coincidieron con la apreciación del poeta nayarita. Sin embargo, a diferencia del excéntrico pintor andaluz, a quién la crítica no lo amedrentaba, me temo que a Juan Rulfo sí, sobre todo viniendo de quién venía. Coincidencia o no, Juan Rulfo no volvió a escribir jamás. Augusto Monterroso, ese escritor breve de origen hondureño-guatemalteco-mexicano, a quien Alí reclamaba acerca de sus obras, que "no es recomendable tanta parquedad", parece que encontró la causa del retiro de Rulfo de la práctica de la escritura. Según Monterroso, la causa de que Rulfo no escribiera otra obra literaria, es que él era "El Zorro más sabio".

La gente empezaba a murmurar y a preguntarse: "¿Qué pasa con el Zorro?", y cuando lo encontraban en los cocteles puntualmente se le acercaban a decirle tiene usted que publicar más.
-Pero si ya he publicado dos libros, respondía con cansancio. Y muy buenos –le contestaban-; por eso mismo tiene usted que publicar otro.
El Zorro no lo decía, pero pensaba: "En realidad lo que éstos quieren es que yo publique un libro malo; pero como soy el Zorro, no lo voy a hacer." Y no lo hizo".
Chumacero tampoco volvió a escribir, quizá porque no soportaba su autocrítica, quizá porque también él era como el Zorro.
"La muerte es un tema que acompaña, sobre todo, a los jóvenes. En su mentalidad lírica, el poeta joven está pensando en la muerte. De entre todos los temas del amor, las mujeres y la muerte, éste es el que predomina… La muerte es un tema casi privado del poeta, que trabaja por encima de las contingencias históricas inmediatas". (Escribir Poesía 42)
Alí murió al finalizar un día de otoño, como un poeta joven, pensando en la muerte.
Descanse en Paz

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