20 may 2011

Falsa acusación

Columna JAQUE MATE/ Sergio Sarmiento
Falsa acusación
Publicado en Reforma, 20 May. 11
"La falta absoluta de pruebas sólo demuestra que la conspiración está funcionando". Anónimo
El caso no debió haber llegado al pleno de la Suprema Corte. De hecho, el juez de primera instancia no debió siquiera haber dictado auto de formal prisión. El que la maestra Magdalena García Soto haya permanecido tres años y ocho meses en la cárcel es síntoma de los males del sistema de justicia de nuestro país.
La maestra García Soto del Instituto San Felipe de Oaxaca fue acusada por Leticia Valdés de haber llevado a su hijo, entonces de cuatro años de edad, en repetidas ocasiones a un gimnasio de la escuela para ser violado por dos maestros. La acusación era tan fuerte, y la señora Valdés tan hábil para obtener espacio en los medios, que nadie quiso ver la debilidad o la inexistencia de las pruebas.
Ha tenido que ser el pleno de la Corte el que asuma esta responsabilidad. Los ministros Margarita Luna Ramos, Sergio Aguirre Anguiano, Fernando Franco, Luis María Aguilar, Guillermo Ortiz Mayagoitia y José Ramón Cossío revisaron las pruebas y encontraron que eran inexistentes. Por eso otorgaron el amparo liso y llano que permitió la liberación de la maestra García Soto. Los ministros Sergio Valls y Mario Pardo Rebolledo votaron por conceder un amparo para efectos.
Fuera de la declaración del menor, no hay ningún indicio de que la maestra haya participado en el delito que se le imputaba. De hecho, lo más probable es que la violación no haya tenido siquiera lugar.
Nunca se determinó que el niño hubiese sufrido los desgarres de tejidos distintivos de una violación. La madre afirma haber encontrado líquido seminal en el ano, pero los estudios de laboratorio que se llevaron a cabo 14 horas después no demostraron que fuera semen: sólo describen un líquido viscoso blanco sin espermatozoides y señalan su pH. El mismo estudio señala que el líquido tenía olor de semen, pero el médico que lo firma reconoce que nunca lo olió y que ni siquiera estaba en Oaxaca cuando se hizo el estudio. No hay certeza, por otra parte, de que el líquido procediera realmente del pequeño.
No sólo no se comprobó que la maestra hubiera llevado al niño a la hora del recreo todos los días para ser violado, sino que esto hubiera resultado imposible. En el camino la habrían visto los alumnos y el resto de los maestros, quienes han testificado unánimemente que ello no ocurría. El tiempo en el que supuestamente se llevaban a cabo las violaciones era el recreo: media hora, en la cual los niños comían su almuerzo y después jugaban. El pequeño nunca llegó tarde a la clase ni se advirtió que faltara en el patio. En el gimnasio donde supuestamente se le violaba, había a esa hora sesiones de actividad psicomotora para niños de maternal. Ni ellos ni sus maestras advirtieron que un niño estuviera siendo violado frente a ellos.
Los ministros Olga Sánchez Cordero, Juan Silva Meza y Arturo Zaldívar, que rechazaron el amparo, han señalado que se debe dar un peso especial a las declaraciones del niño. Y quizá tengan razón. Pero ese peso no puede ser mayor que todo el cúmulo de pruebas de descargo. Si una declaración de un testigo tiene más peso que todas las demás pruebas, ya no necesitaremos ni jueces ni tribunales: una simple acusación comprobará cualquier culpa.
La madre, que tiene un historial de litigios, siguió llevando a su pequeño a la escuela por lo menos cinco días hábiles después de que supuestamente supo que su hijo estaba siendo violado. Al parecer ni ella misma creía su historia. En estas circunstancias es inconcebible que no se haya decretado desde el primer momento la libertad de la maestra... y de los otros acusados.

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