4 abr 2012

Guerrero: Circo, abusos y limosnas; reportaje de la Turati

Guerrero: Circo, abusos y limosnas
Marcela Turati y Ezequiel Flores, reporteros.
Revista Proceso #, 1 de abril de 2012
Muchas comunidades de Ometepec, Guerrero –epicentro del sismo del 20 de marzo–, vieron sumada la desgracia a su miseria ancestral. Cuando la mayoría de las casas de adobe dañadas en el terremoto de 1985 apenas acababan de ser reparadas, el reciente movimiento telúrico las echó abajo… Por lo demás, la ayuda oficial no llega sino a cuentagotas y con firma electorera. Lo que sí llega son las cámaras de Televisa y de Laura Bozzo, o la esposa del gobernador Aguirre, que recomienda a los damnificados bailar zumba.
COSTA CHICA, GRO.- El amuzgo Israel Santiago Coronado se hizo famoso en horario estelar de televisión por la valentía que mostró durante el sismo del 20 de marzo, cuando protegió a su hermana mientras el techo de su casa se les venía encima.
“Nos sentimos contentos porque son paisanos de aquí, un pueblo humilde al que nunca-nunca había llegado Televisa o ninguna persona por más daños que hubiera”, comenta Crisósforo Nolasco, secretario del comisariado del ejido de Huixtepec, municipio de Ometepec, mientras camina sobre las dunas rojas que hasta la semana antepasada eran viviendas de adobe. De pie quedó el puro esqueleto: los troncos que las sostenían.

El 20 de marzo Huixtepec saltó a la fama porque del vientre de su mítico cerro puntiagudo salió el temblor de 7.4 grados Richter que zarandeó el centro del país.
De la sacudida y sus secuelas (al cierre de esta edición iban más de 200 réplicas), 39 casas de este pueblo se pulverizaron, 150 se dañaron y 365 tienen grietas tan grandes que las vuelven inhabitables. En total 544 de las casi 900 viviendas que había –la mayoría de adobe, todas de indígenas– quedaron inservibles.
En Oaxaca y Guerrero el estimado preliminar de casas dañadas es de más de 12 mil, según la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol).
Las que no se cayeron parecen enormes casas de muñecas sin techo. Su piso es cascajo. Sus muebles quedaron bajo la arena. Las paredes aún erguidas se ven despostilladas; tras el polvo se alcanza a ver la silueta de alguna Virgen de Guadalupe, el sello de recuerdo de la Secretaría de Salud o el número telefónico del hijo albañil en Acapulco o la hija empleada en el DF, rayado con plumón en el marco de la puerta.
Los amuzgos no saben cuándo les cumplirán las promesas.
“Nomás estamos pase y pase en la tele, pero nos gustaría que viniera la ayuda, que comenzaran las construcciones porque se vienen las lluvias”, dice el comisario Cirilo Hernández Silverio, quien se topa entre las ruinas a unos camarógrafos de Televisa que le piden que pose para el noticiario.
Varios de sus paisanos están tumbando sus casas, descreídos de que el gobierno los ayude a arreglarlas, como no ocurrió tras el terremoto de 1985 o luego del huracán Paulina.
“En los otros temblores no vino nadie a vernos; ahora sí porque ya hay camino. En el 85 la ayuda del gobierno llegó pero fue muy ralito, la gente quedó con mucha necesidad y remendó su casa. La gente la está asegurando con castillo y trabe para que no se caiga, pero la casa sigue siendo de adobe, porque no hay dinero”, agrega el comisariado ejidal Constantino Benito Pablo.
Aunque en Huixtepec son notorios los daños, el Ejército no consideró necesario abrir un albergue para los damnificados. El 28 de marzo, cuando Proceso visitó la comunidad, la gente esperaba que los soldados regresaran (dos días ayudaron a la gente a sacar sus pertenencias del derrumbe, pero luego siguieron su camino) y que los técnicos de la Sedesol pasaran a evaluar los daños.
Desde el 20 de marzo los amuzgos duermen sobre el suelo, en colchonetas o petates afuera de sus casas, en la calle o hacinados en algún patio. Los estragos ya se notan: “Mucho chiquitillo tiene diarrea, gripa, tos porque corre mucho el aire aquí con el sereno”, dice el comisario. La gente sigue traumada, nerviosa, insomne, ansiosa porque la tierra no deja de convulsionarse. Cada tanto el cerro ruge y saben que es momento de correr.
La ira y el “show” mediático
En la radio independiente Ñomndaa (“La palabra del agua”) en Xochistlahuaca, desde la que se da orientación a la gente, surgió un debate: ¿La ira de Dios se desató porque una persona de Arroyo Seco se portó mal y quiso asesinar a su mamá o el desnaturalizado matricida que provocó el temblor es oaxaqueño, como afirman los de Arroyo Seco?
Un grupo de hombres de Huixtepec, municipio vecino, discute otras posibles explicaciones del sismo:
“Dicen que el cerro viejo de Huixtepec por dentro tiene un brazo de mar que quiere escaparse… El cerro está vivo, está encantado, el que entra por su grieta a buscar a sus chivas perdidas ya no sale… Si te parabas en la cueva y ponías un pañuelo, volaba y ya no regresaba… Dicen que tiene mucha imantación y vuelve locos a los aviones que pasan, los jala… Se supone que en tiempos pasados el cerro hizo erupción, yo lo he visitado, tiene rajaduras grandes de piedras que estaban unidas… Muchos vienen a estudiar al cerro pero de regreso ya no pasan a decir qué problema tiene… Es un cerro-volcán apagado porque el agua no huele a azufre… Antier me contó mi primo que salía humo de la tierra y le dije ‘no crees chisme, primo, si saliera de la tierra sería venenoso’… El cerro ruge, avisa”.
Y justo durante la discusión el cerro eructa desde las tripas y el suelo brincotea.
“La gente llama a la radio, preocupada; preguntan quién los va a ayudar, cuándo irán a ver sus casas, dónde se gestiona la ayuda para material. No hay suficiente información. Cuando el gobierno quiere juntar a la gente porque tiene un interés electoral, se contrata un altavoz para que repita y repita la información. Ahora la gente no sabe qué hacer, cuánto tiempo va a temblar o a dónde pueden ir. Protección Civil brilla por su ausencia”, repela David Valtierra, colaborador de la radio comunitaria.
De pronto llegan probaditas de ayuda.
El 23 de marzo unos tráileres con el logotipo Guerrero Cumple, cargados con despensas, se estacionaron afuera de la presidencia municipal de Xochistlahuaca, donde fueron convocados los damnificados. Entre porras orquestadas por el animador del evento, fue recibido el gobernador Ángel Aguirre, quien trajo a la peruana Bozzo, que saludó a los asistentes con su grito de guerra: “¡Que pase el desgraciaaaaaaadoooo!”
El gobernador prometió despensas, nuevas viviendas, programas de empleo temporal para la reconstrucción y advirtió a la gente sobre “los vivales” que podrían aprovecharse de la tragedia, por lo que señaló que su hermana Rosalinda Aguirre vigilará que no los sorprendan.
Siguió el turno de Laura Bozzo: “Yo, señores, soy del pueblo. Cuando hay un desastre soy la primera en estar porque vengo representando a la Fundación Televisa que quiere ayudar (…) rehabilitaremos escuelas con computadoras, aulas deportivas y una serie de cosas para evitar el alcohol y las drogas, los problemas que tenemos. ¡Estoy acá y estaré siempre con ustedes!”, prometió como en cualquiera de los programas donde realiza falsos milagros.
“La abogada de los pobres” abrió los brazos porque se debe a su público, mandó besos desde el templete, se placeó como estrella mientras recibía aplausos.
Si a muchos pueblos todavía no han llegado los brigadistas, sí lo han hecho las televisoras. Si la gente no tiene información, sí tiene consuelo. Si la gente no tiene pan, sí tiene circo.
“Es una ofensa. Traen a esa señora que promete escuelas, canchas deportivas, a gente que quizás no le entendió porque son amuzgos monolingües. Es una burla para la gente que busca ayuda y le traen un show”, dice Valtierra desde la radio pirata que la policía ha tratado de desmantelar varias veces.
Ayuda a cambio de la credencial…
En Plan de Pierna, Xochistlahuaca, el anciano Pantaleón Quirino muestra su casa de adobe partida como piñata. Desde hace 45 años, después de cada desastre natural, él zurce esa casa que ya se ve tan remendada como su ropa de manta.
El patrimonio familiar (tiene esposa y tres hijas) son tres guajolotes, tres marranos, una milpa y una letrina ecológica; a él, por no ser priista, no le dieron piso de cemento. Veinte mil pesos le cuesta volver a levantar su casa, a la que le quedan sólo los palos telarañientos que eran el sostén de paredes y tejas.
“Antes aquí la casa era de zacate, había temblor, se movía recio, se rajaba la tierra, pero no se movía, no se caiba, no había miedo. Empezamos a construir de adobe y teja, uno piensa que va a estar más bien y no, viene el temblor, se parte. Ahorita ya no quiere uno adobe, ahorita puro material, tabicón, cemento, para estar más bien, pero cuesta más y somos campesinos de puro maíz”, explica el anciano Abel Ortiz Ramírez.
Elizabeth Ortiz Castro, su hija, recuerda que el terremoto del 85 coincidió con el festejo de su graduación escolar, que “hasta las cazuelas de mole se movían y todita su casa (la que ahora se desmorona como polvorón) se fue de viaje”.
“Tardamos mucho para volver a hacer los adobes –explica–, conseguir la tierra, que se seque, los cargas en burro, en hombro, entre todos acarreando con la cabeza, y a reconstruir. Apenas tiene siete años que le pusimos el castillo (la varilla con salpicadas de cemento) para que si tiembla, nos dé tiempo de salir.”
“No esperamos nada”, dice don Abel, veterano de la política de autoconstrucción de los más pobres: reforzando muros, embarrando cemento, remendando lo remendado, hasta el próximo desastre que estrella sus sueños y pertenencias contra el piso. La diferencia es que desde que hay carretera su desgracia se exhibe en televisión.
… y a cuentagotas
No en todos los pueblos hay apoyo. Según la organización de derechos humanos Tlachinollan, en Metlatónoc y la zona de La Montaña faltan por contabilizarse los daños. Cochoapa, pueblo de Ometepec, resultó afortunado: el Ejército instaló un albergue que malcobija a 300 pero alimenta tres veces al día a 500 damnificados.
Durante la comida, decenas de niños descalzos hacen fila con un plato, una cuchara y un vaso. Unos van en parejas: no hay platos para que todos tengan su ración de papas con chorizo y caldo de frijol.
En los alrededores, otros niños cuyas casas se mantuvieron en pie observan a los que sí comen. “Aunque suena triste aquí se alimentan mejor que en su casa”, comenta una promotora comunitaria sabedora de que la dieta de muchos es de tortillas con chile.
El secretario de Desarrollo Social, Heriberto Félix, rasuró dos comunidades de su viaje a Oaxaca, pero envió a los brigadistas a calificar daños, prometió materiales para viviendas (el máximo gastado será de 50 mil pesos, la promesa estándar con la que apagó en febrero el escándalo por las muertes de hambre en la Tarahumara) y empleo temporal para que las reconstruyan los afectados.
Las quejas por el uso electorero de los programas comienzan a aparecer en el recorrido. En la radio independiente señalan que, ante la desinformación, la gente acude a los candidatos en pos de soluciones. Se dice que la exalcaldesa y candidata a senadora Acedeth Rocha reparte láminas de asbesto. En la alcaldía de Ometepec acusan al gobernador de trabajar sólo por los de su partido. En Xochistlahuaca dicen que la ayuda llegará sólo a los priistas.
Cada tanto los damnificados ven llegar un convoy con despensas de parte del gobernador, que entrega su esposa Laura del Rocío Herrera.
El 28 de marzo estuvo en El Santiago, Xochistlahuaca, donde cientos de indígenas hicieron fila para recibir una despensa o una cobija –no las dos cosas– a cambio de una copia de la credencial de elector y el vale que dice “cortesía de Laura del Rocío”.
La otra Laura –que ha vuelto políticas de estado los pensamientos positivos y el cuarto y quinto pasos de Alcohólicos Anónimos– instó a los presentes a que dejaran la violencia intrafamiliar y a que no maltrataran la naturaleza para que no vuelva a temblar. Al final dejó un devedé para que las mujeres se ejerciten bailando zumba. Sólo le faltó donar el reproductor y la televisión para que esas mujeres puedan bailar y olvidar su desgracia.

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