9 dic 2012

Primera entrevista a Mons. Robles Ortega

Exigencia episcopal: que Peña Nieto respete libertad y disidencia
Felipe Cobián R. y Jorge Covarrubias, reporteros.
Proceso # 1884, 9 de diciembre de 2012;

Un comentario le merecen al recién nombrado presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, el cardenal José Francisco Robles Ortega, los actos represivos del sábado 1: el gobierno mexicano tiene que asegurar la libertad de los ciudadanos para manifestarse y disentir. En entrevista con Proceso –la primera que concede desde que se hizo cargo de la arquidiócesis de Guadalajara– habla acerca de lo que podría representar el inicio del sexenio de Enrique Peña Nieto en un país tan lastimado
GUADALAJARA, JAL.- El nuevo presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) y arzobispo de Guadalajara, el cardenal José Francisco Robles Ortega, no hace declaraciones estridentes pero dice que espera un gobierno que cumpla sus promesas, que pacifique, que respete la libertad y la disidencia y que pueda ser cuestionado por sus decisiones.

Sucede al cardenal Juan Sandoval Íñiguez, conocido por ser huraño, duro y arrogante. Robles Ortega es cálido, cortés, sencillo, cercano a la gente y a los sacerdotes, como lo exigían presbíteros diocesanos que se rebelaron contra su antecesor.
Robles tiene varias encomiendas: vicepresidente del recién concluido Sínodo de Obispos, desde hace tres años representa al Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam) en Líderes Religiosos por la Paz, del que es moderador, y hace dos semanas fue nombrado miembro del Pontificio Consejo para las Comunicaciones.
Dentro de sus ocupaciones se da tiempo para atender a quien se lo solicite. Hasta a los periodistas, a veces incómodos. El martes 4 concedió a Proceso la primera entrevista desde que se hizo cargo de la arquidiócesis de Guadalajara en febrero pasado.
–¿Qué podemos esperar del cambio de gobierno con Enrique Peña Nieto? –le pregunta el reportero al décimo arzobispo tapatío.
–Siempre un cambio de gobierno nos lleva a renovar la esperanza de un pueblo, no obstante que siempre hay un margen de inconformidad, porque es obvio que en una democracia no se lleva todos los votos el que sale elegido. Pese a ese margen de inconformidad, según el marco legal el que salió es Enrique Peña Nieto.
“Al margen de esas dificultades siempre hay una esperanza de que México prospere, de que sea mejor para todos en renglones muy urgentes y delicados, como los de seguridad, educación, oportunidades de trabajo para todos, atención a la juventud.”
–En medio de las protestas en su toma de posesión y de la inseguridad generalizada, ¿se puede cambiar? ¿No hay riesgo de que las cosas se agraven?
–No cabe duda de que el derecho a la manifestación, a la expresión del disentimiento, debe permanecer, tiene que prevalecer. En lo que debemos tener mucho cuidado es en que esto no derive en actos vandálicos que vayan contra la ley, contra la paz, contra la justicia y sobre todo contra la integridad de las personas. Espero que este haya sido un brote violento desatinado y no vaya a ser la constante. El gobierno tiene que ser cuestionado en sus decisiones, en su desempeño, y tiene que asegurar la total libertad de que la ciudadanía se manifieste por medios pacíficos y legales.
–Tras la guerra fallida del presidente Calderón contra el narcotráfico, ¿qué esperanzas podremos abrigar?
–Esperanzas de que esto se vaya resolviendo, sobre todo porque el presidente dice ser consciente de ese tema y de que debe ampliar la estrategia. No ha dicho puntualmente en qué aspectos o cómo la va a ampliar, pero debemos suponer que por la información que tiene y por su propia visión, sea una estrategia que pronto arroje resultados en la pacificación del país, sobre todo en las regiones más críticas.
–Luego de su elección como presidente de la CEM hay quienes hablan de un emparejamiento con el grupo Atlacomulco, pues usted fue obispo de Toluca y tiene amistad con Peña Nieto…
–El episcopado no hace esas consideraciones o esas motivaciones para elegir a sus servidores como dirigentes. Creo que en ningún momento, ni siquiera en broma o en pasillo, se consideran esos aspectos. La Conferencia del Episcopado lleva otra dinámica; que coinciden los tiempos de la elección de presidente de la República y la del episcopado es otra cosa, pero le puedo garantizar que la Conferencia del Episcopado en ningún momento, para fijarse en mí, tuvo en cuenta esos elementos.
–Se habla de que su nombramiento fue para salir avante en las prioridades de la Iglesia: familia, postura antiaborto, las bodas gay, la libertad religiosa…
–La postura de la Iglesia sobre temas como esos es muy definida. Yo soy un obispo de la conferencia pero le puedo asegurar que lo que yo diga como presidente en esas materias es la postura del episcopado. Es invariable, es la misma, es la única. De tal manera que sea este gobierno que salió electo o hubiese sido otro, de otro partido, con otra persona, la Iglesia llevaría adelante su agenda, que es pastoral, que es evangelizadora y que trata de posicionar en la conciencia de la comunidad estos temas.
–¿Oposición total al aborto, a los matrimonios gay?
–Como tales, como matrimonio. Equiparar esas uniones con el matrimonio es un contrasentido; lo mismo el tema de la vida y de la libertad religiosa. En el marco constitucional ha habido avances y se buscarán más hasta lograr una verdadera libertad religiosa, que no contraviene ni se contrapone a un auténtico Estado laico.
–Un clérigo dentro del episcopado hablaba hace poco de que el sacerdote debería poder ser elegido para un cargo público, aunque el derecho canónico expresamente lo prohíbe…
–En una sociedad de absoluta libertad pudiera caber ese supuesto, pero desde el marco del derecho canónico –que es la disciplina que nos rige en la Iglesia– está excluida esa posibilidad.
El martirio del Santuario
El Santuario de los Mártires, obra magna de Sandoval Íñiguez y que una vez terminado será el recinto católico más grande de América, con capacidad hasta para 20 mil personas, fue objeto de escándalo cuando el gobernador Emilio González Márquez comprometió 90 millones de pesos del erario para su construcción.
Sandoval aceptó el donativo y recibió una primera entrega de 30 millones, pero las protestas –incluso de muchos creyentes– lo obligaron a devolverlo. Esto desaceleró los trabajos. Al convertirse Sandoval en emérito, la construcción se hizo más lenta y durante semanas se paralizó.
Robles dice que va a continuar con el proyecto. Luego de haber solicitado hace meses una revisión, precisa: “No se ha parado en ningún momento, aunque esa es la sensación. La estructura se terminó. Hace ocho días se están corrigiendo algunos detalles que no se previeron o se hicieron sobre la marcha”.
Los integrantes del patronato le pidieron que como iniciador de la obra dejara como responsable directo y al frente del patronato a Sandoval. Robles les respondió, cortésmente, que él era el arzobispo, el responsable de toda la diócesis, y ordenó lo que para algunos fue una revisión y para otros una auditoría.
Ahora aclara: “Les pedí que como nuevo responsable de la arquidiócesis me mantuvieran enterado de todo el proceso. No es propiamente una auditoría. Les pedí que me informaran del estado de las cosas. Ya las conozco (…) Me faltan algunos detalles pero prácticamente ya estoy enterado de todo, no hay nada turbio, nada que no se pueda dar a conocer. Lo que pasa es que este momento de la construcción es lento por lo que se trata y por lo que implica en recursos y tamaño (…)
–La tentación de poder, de influencia, ¿le llega al arzobispo?
–Francamente yo ni por asomo veo esto como un poder, como un lugar de poder. Sencillamente lo veo con mucha responsabilidad. Más que un puesto de poder es una encomienda sumamente seria, de mucha responsabilidad para el presente y para el futuro de esta Iglesia, para el presente y el futuro de la Iglesia de México.
“Como presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano soy un obispo más, no soy un superobispo. La presidencia no me constituye en obispo por encima de todos. Soy un servidor para asegurar la unión, la comunión de todo el episcopado, y encontrar las líneas de trabajo que más convengan a nuestro país. Solamente es eso.”
–Hasta hace muy poco se percibían las ganas de influir en el poder público. Había connivencia con el poder, con un gobernador tan peculiar y un cardenal poderoso…
–Ah, no sé.
–¿Cuál es su relación con el cardenal Sandoval?
–La relación siempre ha sido muy cordial, muy amable. Me conoce desde seminarista; yo lo conozco a él desde que era el padre Juan. En el episcopado llevo 21 años de obispo y él es obispo desde hace un poco más, y siempre las relaciones han sido buenas, respetuosas, cordiales, y esto ha prevalecido aquí también. De mi parte no hay esa tentación de poder. Hay una gran responsabilidad de servicio y de eso debo dar cuenta.
–Al asumir usted el arzobispado prometió un acercamiento con otras religiones. ¿Qué hay de eso?
–Hay canales de diálogo. Estamos por celebrar la Jornada por la Unión de los Cristianos; se hace oración de conjunto y con otras confesiones, abiertos al respeto, al diálogo, nunca al enfrentamiento. Abiertos incluso a colaborar con situaciones y causas que vayan en bien de la sociedad, del bien común. Por las distintas pastorales se busca ese acercamiento y lo está habiendo.
–¿Hay respuesta?
–Hasta ahorita no la he captado tan fluida como la esperaría, como la desearía, pero a la mejor es cosa de ir haciéndola en el camino.
–Con la Luz del Mundo ha habido más que un alejamiento…
–De ellos no he recibido ningún signo de agresión o enfrentamiento. Pero tampoco de mi parte ha habido un acercamiento. Pero lo habrá. Estoy dispuesto. Más bien lo que he percibido en las zonas de la ciudad donde están más presentes es una dificultad de relación con las parroquias, pero no más allá. No violencia, no agresión, sino dificultad por los espacios.
–El mal que han hecho sacerdotes pederastas, y sobre todo el caso de Marcial Maciel, causó daño y hasta aversión a la Iglesia…
–Desgraciadamente ha habido casos graves, comprobados, y la Iglesia ya ha puesto total y absoluta atención a este tema. Otros casos no han sido comprobados, pero la Iglesia ahora tiene la disposición de lo que se expresa con la cero tolerancia.
–¿Por qué hubo encubrimiento? ¿Demasiada tolerancia? ¿No fue exagerada comprensión, caridad tal vez?
–Creo que en un momento la Iglesia pensó tratar de manera correcta estos temas y ahora resulta que se equivocó. En la intención quizá no, pero en el tratamiento sí. La Iglesia ha aprendido, estamos aprendiendo con la historia y estos casos nunca debieron tratarse como se trataron.
–¿Juan Pablo II encubrió o estuvo mal informado del caso Maciel?
–Por lo que entiendo estuvo mal informado. Yo mismo lo he experimentado en otras diócesis. A los quejosos se les hace creer que el obispo o el arzobispo ya sabe… y ha habido casos en que no. Y no me refiero sólo a esta materia, sino a otros muchos asuntos. A veces no llega la información, esa es una realidad. Por eso yo no le puedo decir que sí llegaron y que el Papa no quiso hacer nada. Más bien le puedo decir que por parte del Papa no creo que haya habido complicidad.

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