25 nov 2013

En la lucha nos veremos: Álvarez Garín


En la lucha nos veremos: Álvarez Garín
El dirigente histórico del movimiento estudiantil de 1968 habla para La Jornada
Lo entrevista Arturo Jiménez
 Periódico La JornadaLunes 5 de agosto de 2013, p. 44
Una de las fortalezas de México ante los muchos problemas nacionales se encuentra en su masivo, amplio y diverso movimiento social, de resistencia popular y antineoliberal, considera Raúl Alvarez Garín, uno de los principales líderes históricos del movimiento estudiantil de 1968, el cual a su vez, agrega, detonó tremendos procesos civilizatorios en el país.
 En una larga entrevista en su casa de Coyoacán, en la que recibe a La Jornada descalzo y en compañía de María Emilia Caballero, su esposa, Álvarez Garín se describe y se muestra como un ciudadano comprometido, con moral y nacionalista al estilo Lázaro Cárdenas, además de optimista ante los actuales procesos de cambio en América Latina tras la llegada de diversos gobiernos de izquierda.
De excelente ánimo y platicador, pese a lidiar con problemas de salud, también aclara divertido que, aunque muchos lo describen como de muy mal carácter, eso no es cierto. Quizás uno de los motivos de su buen talante es el Homenaje a Raúl Álvarez Garín y a la generación del 68, 45 aniversario, que se realizará el viernes 9 a las 5 de la tarde en la sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario.

 Álvarez Garín fue delegado del Consejo Nacional de Huelga por la Escuela Superior de Física y Matemáticas del Instituto Politécnico Nacional; es matemático, autor de libros como La estela de Tlatelolco e integrante del Comité 68, que promueve el esclarecimiento de la memoria histórica de aquellos acontecimientos y el encarcelamiento de los responsables de la represión, la matanza y los presos políticos.
 –Muchos consideran que, además de la parte oscura, represiva, el 68 también fue una victoria, la fractura de un régimen autoritario. ¿Usted qué piensa?
 –Esa manera de verlo se dio por consideraciones de lo que fue el movimiento juvenil en el mundo, especialmente en Europa, con fenómenos de cambio generacional como los rebeldes sin causa o la moda, los jeans y el rock. La nueva generación eran los niños de la guerra, 20 años después, y todo el futuro que se prometía tenía elementos de desesperanza.
 “Se señaló en términos generales que en el mundo se había dado un movimiento lúdico. Esas cosas se interpretaron de una manera trivializada por algunos sectores en México, como si fuera un movimiento sin referencias políticas fuertes. Sin embargo, el movimiento mexicano, a diferencia de los demás, fue de confrontación muy fuerte con un Estado autoritario y con un desenlace tremendo. Ambas interpretaciones tienen elementos de realidad y de verdad.
 Pero lo que ha sido perdurable es la conmemoración y el reclamo anual del 2 de octubre: es un crimen, no se olvida, tiene que ser juzgado. Eso le da continuidad en estos 40 y tantos años. Es una herida abierta que no ha cicatrizado, sino al contrario. Más allá de Tlatelolco y las demandas específicas, lo que reclamamos es que México tenga una vida política sin violencia legal ni extrema ni tampoco arrebatos de cólera e imposición de los gobernantes.
 –En ese sentido, ¿el movimiento del 68 generó procesos civilizatorios?
 –Tremendos. Entre los efectos inmediatos y como un ejemplo está la Universidad Autónoma de Guerrero (UAG), que fue un proyecto muy inspirado en el 68, igual que las prepas populares, aunque asediado por el gobierno. Cada vez que se daba un acto de violencia brutal contra la UAG, ésta hacía una sesión del Consejo Universitario en el lugar en que se había perpetrado.
 –¿El 68 también detonó una transformación cultural?
 –Hubo varios cambios sociales. El primero fue en la relación familiar, porque los muchachos adquirieron una experiencia tremenda que no se correspondía con la figura del padre autoritario. Afortunadamente en México no se dio como conflicto, sino como los padres reconociendo la experiencia y autoridad de los hijos. Eso es importantísimo. También cambió la jerarquización de intereses, pues era más importante vivir con los demás que tener un éxito individual. Además, se reivindicó el origen humilde de muchos estudiantes y se debilitaron las actitudes clasistas.
 Destaca la creación de los Colegios de Ciencias y Humanidades por el rector Pablo González Casanova, quien buscaba que los jóvenes tuvieran una experiencia de vida en un ambiente escolar de investigación, libre y democrático, lo cual operaba contra la enseñanza autoritaria.
 –¿A 45 años, ¿cómo observa a la generación del 68, cuál fue su aporte? ¿Cumplió?
 –Sí, cómo no. Además, ha sido protagonista de momentos importantes en la vida del país. La segunda mitad del siglo XX está muy determinada por acciones de esa generación. Por ejemplo, el asunto de la opción electoral es una consideración teórico-política de cómo modernizar y civilizar la vida nacional: que sea por elecciones, no por violencia, que haya instrumentos. Es una generación consistente, de principios y muy fuerte.
 Destaca además algo que considera incontrovertible: Hoy el movimiento social en México tiene componentes muy significativos en términos políticos y de masas. Si uno ve desde fuera al país, se observa que el movimiento de resistencia popular es masivo: el Ejército Zapatista, los electricistas, los sindicalistas, los maestros, el movimiento indígena. El movimiento antineoliberal en México es tremendo, en dimensiones y en diversidad.
 La siguiente pregunta surge de modo natural.
 –¿Qué es para usted el 68?, ¿qué le viene a la mente al escuchar esa referencia?
 –Como soy un poco obsesivo, la tarea que tenemos enfrente es meter a la cárcel al ex presidente Luis Echeverría, porque sería un hecho político indeleble. No es cierta la idea de que los juicios en su contra no sirvieron para nada. En México quedó admitido que sus delitos son de genocidio y no prescriben, e incluso estuvo en arraigo domiciliario. No es cierto que está exonerado, está libre bajo reservas de ley, y mañana mismo se le podría procesar.
 No me ando construyendo imágenes
 –¿Cómo se ve a sí mismo?, ¿quién es para usted Raúl Alvarez Garín?
 –Me veo poco en el espejo. Lo que sí puedo decir categóricamente es que no me ando construyendo imágenes. Eso lo reflexioné en 1994-95, cuando dejé el Comité Ejecutivo Nacional del PRD. Me pregunté por qué andaba en esas cosas políticas. Por megalomanía no, porque eso no me causa mayor interés. Es más bien como una obligación civil frente a los demás, una cuestión moral, de qué hacer.
 –¿Así se ve, como un ciudadano comprometido?
 –Sí, porque eso ha sido de toda la vida. ¿Por qué te metiste al movimiento del 68?, me preguntan. Pues no me metí, ahí estaba.
 Sin embargo, dice divertido que, para atenuar y justificar pleitos, él mismo se construyó la imagen de que es enojón. Me tomaron la palabra y difundieron por todos lados que yo tenía un carácter de perros. Y la verdad es que no.
 –¿Qué sentimiento le genera México?
 –Mucho orgullo, realmente; el país y los mexicanos, quienes tenemos una manera muy peculiar de enfrentar situaciones: con ironía, diplomacia, formas y tiempos.
 –¿Es nacionalista?
 –Sí, del nacionalismo que construyó el país, al estilo Lázaro Cárdenas, con la creación de instituciones como el Politécnico, las normales rurales, el sistema de salud pública.
 –¿Cómo observa los procesos de cambio en América Latina?, ¿le generan optimismo?
 –Sí, claro. Evo Morales es un maestro de la diplomacia compleja, tiene una sobriedad impresionante. En el 68 teníamos mucha relación con los brasileños revolucionarios, en particular la organización de Dilma (Rousseff, actual presidenta): Vanguardia Armada Revolucionaria Palmares.
 Al principio las varias corrientes revolucionarias hicieron críticas muy duras e injustas a Lula y luego a Chávez y a Kirchner, pero ahora hacen una reflexión común muy importante sobre las diferentes vías y el socialismo.

Al final, aún con ánimo tras dos horas de charla, Raúl Alvarez Garín propone una despedida como antes lo hacían él y sus com-pañeros: En la lucha nos veremos. Y enseguida añade: Está buena, ¿verdad?.

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