15 dic 2013

LOS MOCHIS, CIUDAD OSCURA Y RADIOFÓNICA


 Los 50 y 60
LOS MOCHIS, CIUDAD OSCURA Y RADIOFÓNICA/Refugio Haro
Riodoce, 10-XI-13

 No había TV, no había pavimento en las calles, el alumbrado público no existía; la energía eléctrica era deficiente, sólo había un diario constante y por ello la radiodifusión era la reina de la comunicación y el entretenimiento, si se consideraba que solamente existían 4 salas de cine, dos de las cuales eran de las llamadas “tropicales”; es decir, sin techo ni otra defensa contra la lluvia.
En el Mochis de mitad del siglo 20 las tenebrosas noches que constantemente generaban los consuetudinarios apagones solamente eran cortadas por la intermitente navaja plateada que era el haz de luz lanzado por el faro del Cerro de la Memoria hacia el horizonte infinito. Servía de guía a la navegación aérea y marítima, pero la gente aseguraba que hasta a los cazadores perdidos orientaba para salir de los matorrales y poder volver a sus campamentos.
Era aún el Mochis de las calles de tierra y lodo, de los canales de riego y drenes que cuadriculaban la incipiente mancha urbana; de los corrales domésticos, de las ordeñas y chiqueros, de las matanzas y venta en la calle de carne “de puerco y puerca”.
Mochis era el campo de la radiodifusión, que inició Paco Pérez, pero la programación era repetitiva. Los gustos estaban por Pedro Infante, José Alfredo Jiménez, Toña la Negra, Lola Beltrán, Miguel Aceves, Cuco Sánchez, Jorge Negrete, Lidia y Amalia Mendoza, Agustín Lara y Luis Arcaraz, entre otros.
La rutina silenciosa de Los Mochis a finales de los cincuenta y principios de los sesenta solamente se interrumpía por el estruendo de las bandas sinaloenses, como la “Mochis, de don Porfirio Amarillas; “La Costeña”, la “Ahome”, y de vez en cuando se aparecían por el rumbo “Los Guamuchileños de Culiacán” y la “Banda del Recodo”. No hay que olvidar el lastimero silbato de la fábrica de azúcar, que se escuchaba en cualquier punto de la ciudad y funcionaba mejor que el reloj público del mercado Juárez porque la gente no necesitaba andar por “el centro” para saber la hora cada 30 minutos.
Los pacíficos habitantes de Los Mochis dormitaban la inactividad en los mercados Juárez y Municipal, pero podían matar el aburrimiento en los billares “La Rata muerta”, el Cafetal, de don Enrique Jackson; en “El Bohemio”, o en cantinas de “conocida reputación”(¿) como “Candilejas”, “El Gato negro”, “La Verde”, “La Sierra mojada”, “El Tabachín”, “La Rondalla”, “La Comadre Leal”, “El Dogout”, “Gambrinus” y los clubes “Corona” y “Carta Blanca”, todos al compás de los silbatazos de los trenes que llegaban a descargar la caña al ingenio por lo que hoy son los bulevares Rosendo G. Castro y Centenario.
Los grandes bailes se celebraban en la “Sociedad Mutualista”, el Club de Leones, el “Club de Caza y Pesca”, llamado después el “Campestre”; en la “Cámara Junior” y el “Señorial”, además de en el exclusivísimo Country Club.
En tanto, procedente del norte y del Distrito Federal, se aproximaba una amenaza musical y mercadotécnica llamada rocanrol.
***

Hace 50 años en Los Mochis
La fiebre rocanrolera invade
Barrios, talleres y escuelas
José Refugio Haro
La fiebre del rocanrol se extendía. En las colonias y algunas escuelas los muchachos se reunían para cantar y hasta para tratar de copiar aquella pegajosa música con los instrumentos que podían conseguir o inventar. 
En 1962 aparece un grupo procedente de la colonia Anáhuac denominado “Los rebeldes del twist” donde destacaba José Luis Lugo “El zurdo”, uno de los pioneros del rock en Los Mochis y quien después sería el requinto de algunos tríos de música romántica.
Simultáneamente al esfuerzo de Los Rebeldes del Twist, otros grupos preparaban su aparición formándose en diversos puntos de reunión. La secundaria Ignacio Manuel Altamirano (IMA), la más popular del rumbo, y el ingenio azucarero que dio lugar a la fundación de la ciudad, eran centros de pasión juvenil por la nueva música, y de ahí surgieron conjuntos que luego se destacarían. 
A finales de los 50, en la secundaria IMA, la ebullición musical de los estudiantes tuvo su primera manifestación , y fue política. Sacaron una canción en que se burlaban del presidente municipal Antonio López Bojórquez, a quien después de una acalorada campaña no le perdonaban el haberse impuesto al candidato de la oposición Rolf Hampl Heinchel, un alemán por los cuatro costados cuyo europeísmo no le valió para derrotar al invicto PRI. 
El presidente López fue víctima de los chistes más crueles. Muy dentro de la imaginaria popular, decían que en un festejo de una agencia de automóviles al que lo invitaron como autoridad, en un momento dado el animador comunicó al alcalde que la empresa le regalaría un auto, merced a sus méritos al frente del municipio. Toño López se puso digno y respondió tajante:
__No, no puedo “asectar”.
__No se apene, señor presidente. Para que no se sienta mal, páguenoslo. Diez pesos, denos 10 pesos por él.
El ranchero llegado al máximo puesto político de ahome, sacando de sus bolsillos un billete de 20 pesos, contestó:
__Así, sí. “Antonces” me da dos. 
Aunque la burla y descalificación contra Toño López era general, los maestros de la IMA intervinieron para que los muchachos sacaran de su repertorio aquella sátira, y entonces los canalizaron hacia la formación de otro grupo musical en el que también participaban algunos maestros, entre los que destacaba el profesor Solchaga. Se llamó “Son Siboney” y, aunque estaba muy lejos de parecerse a un conjunto rocanrolero, fue la base para que se iniciara toda una corriente de la incipiente “Nueva Ola”.
No tardó mucho en aparecer el grupo “La Plaga”, con alumnos del Instituto Musical de Los Mochis del profesor Adolfo Hernández de la Mora. Ahí sobresalían Leonardo “Nayo” Castro Pérez, sobrino del cantante Luis Pérez Meza; Agustín Bandrich, Modesto Navarro Macías, “El Chaca”, y José Luis Pérez, “El Chelín”.
Asentaba el “Nayo” Castro(qepd): “Tocábamos con instrumentos el instituto porque no teníamos propios. Así que todo se componía de un trombón, unas claves y unas guitarras, acústicas, porque eléctricas ¡Cuándo!
“Amenizábamos seguido en el Centro Social Leonístico y no nos pagaban. Lo hacíamos como una colaboración en los eventos cívicos y sociales”.



(Riodoce, 27-X-13)


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