9 mar 2014

El Chapo” permitió a televisoras extranjeras conocer sus dominios


El Chapo” permitió a televisoras extranjeras conocer sus dominios/
ANABEL HERNÁNDEZ
Revista Procesó No. 1949, 8 de marzo de 2014
En la cima de la montaña más alta de La Tuna, en Badiraguato, Sinaloa, entre una base del Ejército y la finca rosada de doña Consuelo Loera, madre del capo más famoso de México, se yergue una propiedad que destaca por sus altos cipreses, verdísimos jardines, naranjales, coloridos rosales y una enorme palapa. Se llama El Cielo y era una de las guaridas de Joaquín El Chapo Guzmán, quien siempre estuvo a la vista de un gobierno que supuestamente lo persiguió 13 años.

Angus MacQueen y Guillermo Galdós –directores del documental The Legend of Shorty (La leyenda del Chapo), coproducción de Canal 4 de Inglaterra y de las compañías estadunidenses Discovery Channel y Public Broadcast Service (PBS)– hace dos años establecieron contacto con el líder del Cártel de Sinaloa para entrevistarlo.
A finales del pasado diciembre Guzmán se negó a dar “por el momento” una entrevista, pero durante dos años les abrió a MacQueen y Galdós una de las puertas del mundo en el que vivió.
La premier del documental tuvo lugar el viernes 7 en el South by Southwest Festival, en Austin, Texas.

El Cielo
“Él desde chiquillo aspiró siempre a moverse”, dijo doña Consuelo Loera desde su finca en La Tuna refiriéndose a su hijo El Chapo en entrevista para el documental, obtenida, según los directores, por instrucciones del capo.
Ante las cámaras, con rostro sereno como quien habla de las travesuras de sus pequeños, narra que cuando Joaquín era chico enrollaba los billetes de colores del Turista Mundial, y aunque eran de fantasía él le pedía que se los guardara.
“Billetitos que de a 50, que de a cinco… y él juntaba y juntaba y hacía macitos y los amarraba y me decía: ‘Mamá, guárdemelos, guárdemelos’. Eran de colores, pero al verse juntos se veían como billetes. Tenía la curiosidad de juntarlos y yo se los guardaba.
La finca a la que se llega por un camino pavimentado y empedrado está apenas a unos minutos del refugio preferido de Guzmán, hasta donde llegaron las cámaras. El lugar se llama El Cielo y desde ahí El Chapo podía ver la casa de su madre, que él mismo mandó a construir, y el cuartel militar que en coche apenas está a 10 minutos.
Aunque la casa de una sola planta no es ostentosa, Galdós señala a Proceso que el lujo es la majestuosa vista panorámica de sus dominios y la tranquilidad que ahí se respira.
Con la tecnología satelital debe ser un lugar que difícilmente pasaría inadvertido, sobre todo si se encuentra en territorio de Guzmán Loera.
Dicen sus allegados que allá fue El Chapo luego de escapar del penal de Puente Grande en 2001. Y es El Cielo donde fue grabado un video subido a YouTube en 2012 en el cual aparece Guzmán interrogando a un presunto miembro de un bando contrario, amarrado a un poste y con los pantalones hasta las rodillas.
Galdós, periodista de Lima, Perú, señala en entrevista que por su trabajo él ha hecho reportajes en distintas zonas de conflicto en las que invariablemente hay retenes y fuerte presencia de policías o militares.
“Después de subir seis veces al territorio del Chapo mi sorpresa fue que nunca me topé con un retén en el que me revisaran, aunque hay una base militar al lado de La Tuna”, dice.
Agrega que una de las historias que se cuentan acerca de Guzmán es que era tal su cercanía con los soldados que cuando murió uno de sus sicarios más veterano les pagó para que permitieran que en la base militar aterrizara la aeronave que traía el cuerpo y poder despedirse de quien tanto le había servido.
Galdós cuenta que durante las noches que pernoctó en las tierras de Guzmán, su mayor preocupación era que llegara un ataque del Ejército y los aniquilaran. “No te preocupes, de cualquier operativo nos avisan dos horas antes. Al comandante de la ciudad (Culiacán) ya lo tenemos bien arreglado”, le dijeron los hombres del Chapo. Lo cierto es que mientras visitó la sierra de Badiraguato, nunca hubo ni por asomo una incursión militar.
Las huestes
A lo largo del documental aparecen personajes primitivos, elementales, que componen los diferentes eslabones de la cadena de producción y distribución de droga que hizo que Guzmán fuera catalogado por el gobierno estadunidense como el narcotraficante más poderoso del mundo. Viendo y escuchando los testimonios de las huestes del Chapo es difícil pensar que sean exitosos en el negocio de la droga sólo por buena suerte.
Uno de esos personajes es El Flaco, a quien Galdós describe como sacado de una película de Hollywood: al servicio del Chapo y responsable del tráfico de cocaína desde Sinaloa hasta Tijuana, con 20 años de trasegar drogas y nunca detenido, él fue el conducto para entrar a uno de los círculos de Guzmán.
También desfila un pintoresco sinaloense apodado El Chino, quien tiene y canta a cámara su propio corrido. Es un piloto famoso por llevar por aire la droga a Estados Unidos. Es uno de los pocos que enseñan su rostro abiertamente, casi con orgullo, y muestra su habilidad de aterrizar en pistas diminutas en la sierra de Sinaloa, de las cuales hay docenas.
Luego vienen los independientes, los que trafican su propia mercancía en menor escala pero deben respetar los precios que fija el Cártel de Sinaloa y pagar derecho de piso, si no quieren morir. Como ejemplo aparece un traficante que con la cámara de testigo guarda más de seis paquetes de metanfetaminas en distintos compartimentos de una pick-up azul, cada uno con valor de 5 mil 500 dólares, y lo cruza exitosamente a Estados Unidos.
“La impresión que me dio es que estos personajes reflejan la realidad de Sinaloa; todos eran auténticos sinaloenses, gente acostumbrada al mundo del tráfico y el contrabando, un mundo en el que se sienten seguros”, dice Galdós.
Por último se muestra el rostro y modo de vida de los campesinos, el eslabón más frágil de la cadena criminal multinacional que deja millones de dólares en todo el mundo.
El documental exhibe sus vidas humildes pese a las toneladas de droga que sus manos producen; contrastan con la vida que los narcojuniors exhiben en sus cuentas de Twitter y Facebook.
Campesinos niños, adolescentes y adultos aparecen rayando la amapola o cortando, secando y haciendo pacas de mariguana que se van a Estados Unidos.
“Si comparo mi experiencia con traficantes de Río de Janeiro que estaban llenos de oro, esta gente es bien básica; tienen sólo su .38 súper, su cuerno de chivo, una cuatrimoto y su bolsa de perico a un lado”, dice Galdós. La mayoría de los hombres de la sierra consumen cocaína, no mariguana.
 –¿Qué pensaron cuando supieron de la captura de Guzmán a unas semanas del estreno del documental? –se le pregunta a Galdós.
 –Pensamos que le había llegado la hora de cambiar de cara a la organización y que esto era algo quizás que había sido un pacto, un arreglo, que se había acordado su arresto. Me parece muy raro que haya estado solo, sin su seguridad… dicen que andaba protegido como un presidente.
 –¿Por qué piensa que El Chapo les abrió una ventana a su mundo?
 –Sabía que habíamos hablado con gente de organizaciones criminales de otra parte del mundo y que nuestro interés principal era entender cómo funcionaba el negocio… tal vez quería mostrar ese mundo de la sierra y enseñar que no son los productores los que tienen las grandes ganancias. La ganancia está en los que la trafican, pero sobre todo en los que la distribuyen.

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