15 jun 2014

Crónica censurada sobre un filme de Cantinflas


 Crónica censurada sobre un filme de Cantinflas */EFRAÍN HUERTA
Revista Proceso # 1963, 14 de junio de 2014
El siguiente es el texto completo de la crónica sobre la película El mago, aparecida en el número del 15 de mayo del presente año (1949) en el Boletín Cinevoz de la Comisión Nacional de Cinematografía. Esta crónica motivó las protestas de la compañía productora e, inesperadamente, un cambio total en la política de Cinevoz. Esto es: desaparecen las críticas llamadas “adversas” (aun cuando la película comentada sea de lo más malo hecho en el cine nacional) y hacen su aparición, probablemente, las crónicas anodinas, más perjudiciales al cine que una apreciación adversa, pero justa. El productor que protestó, Santiago Reachi, debe darse por satisfecho. No así el público mexicano, al que Posa Films, Reachi y el propio Mario Moreno Cantinflas, han defraudado. No se olvide el ridículo que hizo México cuando en Francia, por imposición del citado señor Reachi, fue exhibido, en plan de gran concurso internacional, ese infame filme, esa burda parodia cantinflesca llamada Los tres mosqueteros. Pero así está el cine. Y así está la crítica de cine, sujeta a los caprichos de los aventureros incultos.
 El filme de la semana: “El mago”
 Una película de Posa Films, S.A., distribuida por Columbia Picturs de México. Director: Miguel M. Delgado. Principales intérpretes: Mario Moreno Cantinflas, Leonora Amar, Ernesto Finance, José Baviera, Alejandro Cobo, Pepe Martínez, Rudy del Moral, Julián de Meriche, Rafael Icardo, Miguel Manzano y Óscar Pulido. Director de fotografía: Raúl Martínez Solares. Historia original de Alex Joffe y Jean Levitte. Adaptación y diálogos de Jaime Salvador. Música de Gonzalo Curiel. Longitud: 10 rollos. Duración: 106 minutos. Estrenada en los cines Metropólitan, Cosmos e Insurgentes, el día 4 de mayo.

 Comentario general: Esta es la cuarta película de una serie que amenaza prolongarse indefinidamente. Ignoramos, en realidad, cuántos temas adquirió Mario Moreno de la sociedad Joffe-Levitte. No importa el número. Importa la calidad y la forma de adaptar los argumentos, originalmente europeos, a la personalidad de nuestro popular cómico. El resultado es negativo. Mario Moreno insiste en rodearse del mismo equipo técnico y literario que tantas veces lo ha hecho fracasar. Y El mago es un nuevo, un rotundo y significativo fracaso para Cantinflas.
 Ahora se trata de otra comedia de equivocaciones. Cantinflas, humilde empleado de la compañía SOY (Su otro yo), se ve envuelto en una inacabable marejada de confusiones, y se convierte, de buenas a primeras, en todo un príncipe oriental. Los escenarios son fastuosos. La trama (pistoleros, hindúes asesinos, cortesanas espías, danzarinas del vientre, etc.) confunde y apena por su inocencia infantil. Todo ocurre en función de pretextos tontos. Por ejemplo: el suplente original del auténtico mago, inventa que tiene que ir a esperar a su novia. Cantinflas toma su lugar… Y de aquí, hacia toda clase de situaciones, en las que el cómico intenta desarrollar a toda máquina su atropellada verborrea.
 Pero este ya no es el mismo Cantinflas de  hace  cinco años. Poco a poco, a fuerza de arrebatarle su ambiente, lo han ido despojando de su verdadera personalidad. De su autenticidad de legítimo heredero del lépero capitalino. Falla y se debilita la vigorosa raíz del clásico vocabulario que él arrancó del pueblo. En algunos instantes de esta película llamada El mago, se siente que él mismo desconfía de su poder interpretativo. Esto es, del arte de hablar sin decir nada… diciéndolo todo. Y la risa viene forzada. Y es un fatigarse siguiendo el relato. Seguirlo hasta llegar al final de cuento de hadas. En la boca queda un sabor agrio, y el espectador se niega a aceptar la fórmula que, conmiserativamente, se ha hecho de rigor al hablar de las películas que Posa Films prepara para su estrella: “Toda la película es Cantinflas”.
 Y el cine no aspira a eso. Ninguna expresión cinematográfica, muchísimo menos las comedias. El mago, triste es decirlo, adolece de todos los defectos. Defectos imperdonables, ya que si una y otra vez y una docena de veces falló el equipo técnico y literario contratado, parece, a perpetuidad, el camino a seguir no puede ser otro que el de hacer cambios radicales. Allí están esa fraseología, esos reprobables diálogos, esas frases de grueso doble sentido, esas situaciones sicalípticas, ese deplorable y vergonzoso instante en que aparece la reserva: aquella figura innoble, innoblemente incrustada como remate a una faena verbal basada en la palabrería más baja que se pueda imaginar.
 “Como premio a sus locuras, el auténtico príncipe obsequia a Cantinflas con una carpa y le cede los derechos sobre un grupo de bailarinas. Y es esa secuencia final, con Cantinflas vendiendo boletos para las tandas nobles, la que más entristece. Pues la carpa es justamente su mundo. Es su México, su clima, su autenticidad. Sus películas El prófugo, A volar, joven, El supersabio y El mago son indecorosos pastiches, indignos de un cómico que fue grande y que pudo haberse mantenido en lo genial.
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 ·      Publicado en Revista Mexicana de Cultura del periódico El Nacional el 31 de junio de 1949.

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