Un
reo de Puente Grande rechaza a la CNDH por parecerse a la SEIDO
LA
REDACCIÓN
Revista Proceso 1977, 20/09/14
PALABRA
DE LECTOR
Señor
director:
El
pasado 4 de septiembre, como a las 16:30 horas, fui llamado al Centro de
Observación y Control del penal de Puente Grande. Me recibió un individuo de
facciones y trato duros, acres. Era prepotente y descalificador.
Me
explicó que llegaba procedente de la CNDH a solicitud de mi esposa Carmen
Sánchez Parada. Le informé que pedimos la intervención de la Cruz Roja
Internacional para mi adecuada atención médica, porque el centro penitenciario
no tiene capacidad para resolver la serie de problemas de salud que me aquejan.
Fue entonces cuando la Cruz Roja Internacional solicitó a la CNDH intervenir. Ésta
se comunicó con mi esposa y le ofreció que me harían una visita en un lapso no
mayor de 15 días.
Una
vez hecha esta aclaración, dicho enviado me preguntó cuáles eran mis problemas
de salud, pero al intentar explicárselos él empezó a cuestionarme sobre lo
expresado. Me exigió que le dijera claramente cuál era el nombre de la
enfermedad que yo tenía, que no quería la descripción ni los síntomas de la
misma. Le respondí que no tenía memorizados los términos médicos, que los
guardaba en mi celda, pero que no los llevé conmigo porque ni siquiera sabía a
dónde iba al acudir con él. En fin, me replicó que quien practicó mi valoración
(refiriéndose al perito médico del Protocolo de Estambul, de nombre Ricardo) no
tiene la capacidad ni está en condiciones de hacerla.
Él
terminó revisándome de manera muy superficial. Aseguró que no tenía nada en el
cuello, que en el oído sólo advertía una infección y que iba a solicitar al
penal mi expediente médico.
Por
lo ocurrido, no deseo que la CNDH le dé seguimiento a mis problemas de salud.
Si lo hace, será en contra mi voluntad. ¿Y por qué digo esto? Porque no confío
en su política, al menos en la del personal que me ha visitado. Hay una falta
de ética, de moral y de sensibilidad ante un ser humano como yo.
Sus
visitas o entrevistas son para mí frustrantes, y más aún, traumatizantes. Me
hacen rememorar los interrogatorios en la SEIDO. Ya solamente faltarían los
golpes y tortura que causan un enorme estrés y que generan una impotencia muy
amarga.
Ya
en la noche, justo antes de descansar, rememoraba toda la experiencia, y seguía
sin entender cómo es posible que pasara todo eso. Recordaba que en cierto
momento me preguntó a qué me dedicaba antes de ser detenido. Le respondí que a
la gestoría, asesoría y organización de las comunidades.
Me
interrogó en el sentido de si había estudiado alguna carrera. Fue trunca, le
contesté. ¿Y cómo trabajó en eso si no tiene una profesión?, dijo. Bueno, fue
el colmo, porque para él sólo las personas con un título profesional, esos
ciudadanos de primera, pueden hacer un trabajo comunitario.
Confío
en que mis abogados y mi esposa sabrán qué hacer con mi caso. Yo únicamente
trato de expresar lo que mi conciencia me dicta. Y si no sirve para algo, que
sea para mí al menos una catarsis, para sacar el estrés que me produjo vivir
esos momentos.
Es
todo por ahora cuanto tengo que decir, esperando poder contar con la
solidaridad de quienes lean estas líneas. (Carta resumida.)
Atentamente
Leonel
Manzano Sosa
Preso
político y de conciencia en el Penal de Puente Grande
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