Revista
PROCESO
No. 1999, 21 de febrero de 2015
Entre
el humor, la blasfemia y la muerte/MARTA
DURÁN DE HUERTA
Primero
fue el ataque a la publicación satírica francesa Charlie Hebdo. Un mes después
el fanatismo golpeó un foro sobre libertad de expresión en la capital de
Dinamarca. Y no son casos aislados, pues al menos dos caricaturistas
escandinavos han sido condenados a muerte por extremistas islámicos, quienes
quieren imponer la censura a base de terror. Ahora algunos medios y periodistas
se preguntan: ¿es blasfemia la libertad de expresión? ¿Vamos a ceder terreno
ante los fundamentalistas? ¿Son ellos los que decidirán qué podemos publicar y
qué no?
El
sábado 14 Helle Merete Brix, del Comité Lars Vilks, organizó en Copenhague un
homenaje a los caricaturistas del semanario francés Charlie Hebdo, asesinados
el mes pasado. El acto tuvo lugar en el café Krudttoenden, de la capital
danesa. Pero ese día, desde la calle, un hombre les disparó a los asistentes.
El cineasta Finn Norgaard cayó muerto ahí mismo. Los guardaespaldas del
caricaturista sueco Lars Vilks respondieron el fuego, aunque el atacante pudo
huir. Hubo cinco policías heridos.
En
el Krudttoenden se daba ese día una importante discusión sobre la libertad de
expresión. Estaban presentes el embajador de Francia en Dinamarca, Francois
Zimeray; Inna Shevchenko, activista de Femen, organización feminista cuyas
protestas se realizan con el torso desnudo; además de Norgaard y Agnieszka
Kolek, del Festival Pasión por la Libertad; así como Vilks.
Al
principio la policía pensó que el atentado era contra el embajador francés;
ahora se sospecha que el propósito era matar a Vilks, quien en 2007 dibujó un
perro con la cabeza de Mahoma. Esa caricatura le costó una condena a muerte de
parte de los islamistas. Desde entonces está en la lista negra de Al-Qaeda y
necesita protección policiaca permanente.
“No
voy a permitir que este ataque me asuste. Seguiré haciendo lo que siempre he
hecho”, declaró Vilks vía telefónica a la televisora France 24. Agregó: “Los
terroristas sólo entienden el lenguaje de las armas, así que no tiene sentido
hablar con ellos sobre la libertad de expresión. El futuro no les debe
pertenecer”.
Poco
después del ataque, Vilks declaró al periódico inglés The Guardian: “El
atentado pretende atemorizar a la cultura europea y contribuye a aumentar la
censura”.
El
atentado al Krudttoenden ocurrió el sábado 14 a las 16:00 horas. A la una de la
mañana del día siguiente, el mismo atacante abrió fuego contra una sinagoga,
donde mató al guardia judío Dan Uzan.
Jens
Madsen, de la Politiets Efterretningstjeneste (Pet, el servicio de inteligencia
de la policía danesa), declaró a la agencia AP que el atacante había sido
abatido la madrugada del domingo 15 y no quiso revelar su identidad, aunque la
prensa local sí lo hizo.
Según
los medios escandinavos se trataba de Omar Abdel Hamid el- Hussein, joven de
familia palestina nacido en Dinamarca. Tenía 22 años y un largo historial de
pandillerismo y violencia. La prensa danesa reveló que Hussein acababa de salir
de prisión, donde cumplió una condena por acuchillar a un hombre en un tren. Se
cree que en prisión se volvió un islamista radical.
Según
el periódico danés Ekstra Bladet, Hussein subió a su cuenta de Facebook un
video a favor del Estado Islámico una hora antes del atentado en el café
Krudttoenden. La policía no ha confirmado esta información.
Las
investigaciones siguen para averiguar si Hussein actúo por iniciativa propia y
si fueron los atentados de París los que lo motivaron.
“Cuando
el sospechoso fue abatido por los disparos durante la acción policial, estaba
armado con pistolas”, dijo el comisario Thorkild Fogde en conferencia de
prensa.
La
primera ministra danesa, Helle Thorning-Schmidt declaró que hasta ahora no se
han encontrado ligas entre el atacante y alguna red terrorista.
Westergaard
Desde
2007 los islamistas pusieron precio a la cabeza de Vilks: 100 mil dólares… y 50
mil “para quien degüelle como a un cordero” a Ulf Johansson, editor en jefe del
Nerikes Allehanda, revista sueca que reprodujo la caricatura de Mahoma como
perro.
En
2010 Vilks fue invitado a la Universidad de Uppsala a dar una conferencia sobre
libertad de expresión. Tocó el tema de la homosexualidad y el Islam y lo
ilustró con un video. De pronto, de la primera fila de los asistentes saltó un
islamista que se le fue encima. Los policías sometieron al atacante y el
caricaturista –también escultor y doctor en filosofía– sólo recibió un cabezazo
que le rompió los anteojos.
En
la sala varios islamistas gritaban “Ala akbar” (Alá es grande) al tiempo que
algunos de ellos agredían a los uniformados, aunque acabaron siendo arrestados.
Días después de este incidente, desconocidos prendieron fuego a la casa de
Vilks en Escania, sur de Suecia.
En
2010 y 2011 la policía sueca desmanteló dos complots para asesinar a Vilks.
Tras
el atentado del sábado 14, el controvertido escultor fue llevado a un lugar
seguro y secreto. Ha hecho declaraciones a la prensa, pero sólo vía telefónica.
A la cadena de televisión sueca SVT le dijo: “Creo que el humor es un arma
importante, que siempre sobrevive y es la respuesta a muchos interrogantes en
la vida”.
Agregó
que nunca se arrepintió de sus polémicos dibujos.
El
de Vilks no es un caso aislado: en 2005 Flemming Rose, responsable de la
sección cultural del periódico danés Jyllands Posten, le encargó a Kurt
Westergaard un dibujo que fuera provocador y desatara una polémica sobre la
libertad de expresión y el Islam.
Ese
año, en septiembre, Jyllands Posten publicó 12 caricaturas de Mahoma. En una de
ellas el turbante del profeta era una bomba. Era obra de Westergaard.
“Al
principio, sólo hubo una manifestación en Copenhague, de unas 2 mil personas”,
dijo el caricaturista en febrero de 2010 en entrevista con el diario español El
País. “Una cifra modesta, porque los musulmanes son aproximadamente 4% de la
población danesa. La mayoría iraquíes y somalíes, pero era sólo un aviso de lo que
se avecinaba. Para los daneses ha sido toda una sorpresa lo que me ha
ocurrido”.
Westergaard
de inmediato fue objeto de una fatwa (decreto islamista, generalmente
equivalente a una condena a muerte) y hubo un boicot a los productos daneses,
protestas callejeras, diplomáticas y ataques a las embajadas danesas.
En
2007 las caricaturas fueron retomadas por el periódico sueco Nerikes Allehanda.
Las protestas subieron de tono y Westergaard debió esconderse.
En
2008 los principales periódicos daneses reimprimieron las caricaturas y Al
Qaeda, como respuesta, perpetró un atentando suicida con un coche bomba en la
embajada de Dinamarca en Islamabad, Paquistán. Ese año los agentes de la Pet
arrestaron a tres hombres que planeaban asesinar a Westergaard.
Además
la extrema derecha danesa tomó como bandera el dibujo de la bomba como
turbante. Ello provocó que muchas personas relacionaran al artista con los
neonazis. En mayo de 2010 hubo un atentado fallido contra Jyllands Posten: un
hombre debía entregar una carta bomba, pero le estalló antes de cometer el
atentado y murió.
El
baño blindado
El
1 de enero de 2010 Mohamed Geele, islamista somalí de 28 años, rompió una
ventana y entró a la casa de Westergaard en la ciudad danesa de Aarhus. Iba
armado con un hacha y un cuchillo.
Cuando
Geele entró a la casa encontró a Stephanie, nieta del caricaturista, sentada en
un sillón. Ella se había roto la pierna esquiando unos días antes y no se podía
mover.
Westergaard
en cambio se escondió rápidamente en el baño, el cual la policía había
convertido en un refugio blindado, donde incluso instaló una alarma y un
teléfono. Desde ahí pidió ayuda a la policía que llegó de inmediato y sometió
al atacante dándole un tiro en la mano y otro en la rodilla. En febrero de 2011
un tribunal le impuso a Geele una condena de nueve años de prisión y su
expulsión del país tras cumplir la sentencia. Desde el día del ataque,
Westergaard tiene guardias permanentes en su hogar.
“Ahora
tengo la misma vigilancia que el primer ministro y que la reina Margarita. No
se puede pedir más”, le dijo a El País.
El
asesinato de los caricaturistas de Charlie Hebdo y el ataque en Copenhague le
dieron nuevos bríos a la discusión sobre la libertad de expresión.
Ahora
los periodistas escandinavos se plantean algunas preguntas: ¿es blasfemia la
libertad de expresión? ¿Vamos a ceder terreno ante los fundamentalistas? ¿Son
ellos los que decidirán qué podemos publicar y qué no?
Westergaard,
quien encabeza la lista negra de Al Qaeda y del Estado Islámico, declaró a The
Guardian el sábado 14: “No hay protección que baste para prevenir semejantes
tragedias. La intención era matar a Lars Vilks, no me queda la menor duda, y
estuvo inspirada en el ataque a Charlie Hebdo, que era un pequeño oasis. No
cualquiera se atrevía a publicar lo mismo que ellos. Muchas veces me cancelan
conferencias o exhibiciones por miedo. Hay mucha censura que viene de los
islamistas, pero pocos, como Charlie Hebdo, han seguido adelante”.
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