27 feb 2017

Adolescencia programada, el síndrome de Peter Pan

Adolescencia programada/Antonio Sitges-Serra, Catedrático de Cirugía (UAB).
El Periódico, 27 de febrero de 2017..
El término ‘neotenia’ se acuñó a finales del siglo XIX para designar la retención de ciertas propiedades físicas de la edad juvenil en el organismo adulto. En décadas recientes, los psicólogos lo han aplicado asimismo para describir la adolescencia prolongada, una característica cuasi generacional que afectaría a los nacidos alrededor de los tiempos de ‘La guerra de las galaxias’ y otros cuentos posteriores para niños grandes a base de zombis, vampiros imberbes, monstruos amables, superhéroes y cosas parecidas que no pertenecen propiamente a la ciencia ficción sino a la irracionalidad fantástica tan querida por la edad pediátrica. No es casual que esa prolongación de la adolescencia haya sido bautizada paralelamente como síndrome de Peter Pan, en referencia a ese niño eterno que se enfrentó al Capitán Garfio.
Numerosas observaciones realizadas hacia finales del siglo XX confirman comportamientos adolescentes en veinte y treintañeros y certifican la influencia del fenómeno neoténico en la política y las relaciones sociales. Les expongo algunos de los rasgos que caracterizan a los Peter Pan contemporáneos esperando entiendan ustedes mejor ciertos tics del ocio, las costumbres y las orientaciones políticas de tantos adolescentes mayores que tratan de imponer al mundo la volubilidad de su carácter y la intransigencia de sus deseos.

Eso es muy quinceañero. Lo malo es que cuando esa actitud se prolonga, acaba de forma patética conformando carácteres pueriles y rebeldes sin causa: el no por el no y una muy limitada capacidad para el discurso razonable. La desobediencia sobrepasa ya el ámbito familiar para constituir el eje central de la propia conducta en el ámbito social y político.
Hay una dejadez de la responsabilidad personal y, en cambio, una rabiosa y narcisista reivindicación de los derechos propios. Los padres, el jefe, el Estado o la policía son los culpables de cualquier malvivir propio, y por tanto solo cabe luchar por un cambio del sistema que solucione la vida en general y permita alcanzar el todo gratis. Sexo lúdico pero con vacuna antipapiloma, pastilla del día después y aborto a cargo de la sanidad pública. Como profetizaba Queen: ‘I want it all and I want it now’.
Los adolescentes tienen una imagen sesgada de lo real contaminada por sus ideales y su corto andar por la vida. Los Peter Pan arrastran ese sesgo mucho más allá de su segunda década. No digo que no sea deseable, incluso imprescindible, esforzarse por cambiar las cosas que no están bien, pero ello debe hacerse sin perder el sentido de lo real, es decir, comprendiendo la realidad enraizada en la historia y en el presente. Tras los despropósitos ideológicos del siglo XX las quimeras deberían volver al terreno de la mitología y abandonar el de la acción.
Los neoténicos han crecido con internet y las redes sociales y han hecho de estos su marco (in)formativo. No reconocen la autoridad moral o el valor de la experiencia y sospechan sistemáticamente de los medios. Adictos a los ‘smartphones’ resuelven sus dudas en las pantallas de la sabiduría por lo cual ha habido que escribir advertencias en el suelo para que no les atropelle el ‘tram’. Eso sí, se han hecho seguidores gregarios de los oráculos de medio pelo que se exhiben en las redes. Y nunca agradecen nada a nadie.
La adolescencia larga se asocia a ciertos hábitos primitivos tales como vida grupal, dietas esotéricas, tatuajes, anillados nasales, idolatrías, curanderismo y estudiado desaliño indumentario. Muy ‘high-tech’ ellos, pero a la hora del ocio han vuelto a las luchas ancestrales de matavillanos en las ‘play station’. En suma: una cultura de la marcha atrás.
Los niños de veinte y pico años no saben lo que van a ser de mayores; les repugna crecer. La incerteza alcanza al sexo deseado; ciertas tendencias infantiles del feminismo y de la corrección política abogan por educar en el género neutro. La transexualidad podría llegar a ser moneda corriente en esta cultura de la versatilidad absoluta.
La neotenia no es la deseable autonomía de un proyecto personal sino un persistir en el infantil capricho del derecho a decidir (¿qué?) y en la tozuda intransigencia del adolescente. Leo en la prensa que Urbán calificó de “patio de colegio” el cisma de Podemos y también que al ser detenido Coma Roura por una gamberrada neoténica, envió un mensaje en el que nos deseaba “amor eterno”. ¿Ven ustedes?

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