30 dic 2017

Retorno a Wittenberg/Manuel Fraijó

2017...Es la primera vez que luteranos y católicos conmemoran juntos lo que ocurrió hace 500 años...
Retorno a Wittenberg/Manuel Fraijó es catedrático emérito de la UNED.
El Paìs Sábado, 30/Dic/2017;
Con cierta impaciencia debe estar contando Lutero las horas que faltan para que termine el año de su V centenario. Hay que imaginárselo contento, pero también algo exhausto a causa de tanta conmemoración. Con no poco asombro habrá tomado nota de la visita de los papas Benedicto XVI y Francisco a lugares emblemáticos del protestantismo; especial satisfacción le habrá producido escuchar sus himnos, una de sus mejores herencias, cantados en tantas iglesias católicas; y, como su corazón nunca dejó de ser del todo agustino, le habrá encantado la carta, tan serena y justa, que el prior general de los agustinos ha dirigido a la orden; y él, que tan agrios debates mantuvo con el cardenal Cayetano, habrá leído con asombro y honda satisfacción la excelente monografía que otro cardenal, Walter Kasper, le ha dedicado: Martín Lutero. Una perspectiva ecuménica; especial alegría debe haber sentido al leer el Acuerdo sobre la justificación, un documento ratificado oficialmente por ambas iglesias en el año 1999 que pone de manifiesto que el polémico concepto de justificación no es ya motivo de división; y, cómo no, se habrá interesado por otro documento, este del año 2017, titulado Del conflicto a la comunión. Conmemoración conjunta luterano-católico-romana de la Reforma en 2017. Es la primera vez que luteranos y católicos conmemoran juntos lo que ocurrió hace 500 años.


Retorno a WittenbergCon no poco agrado habrá tomado nota de la paulatina desaparición de la leyenda de las 95 tesis clavadas por él en la puerta de la iglesia de Wittenberg. En realidad, las envió el 31 de octubre de 1517 a Alberto de Brandemburgo y a algunos obispos. Al no recibir respuesta, las envió a “hombres eruditos”. Fueron ellos quienes las difundieron. Lutero lo lamentó, ya que “no van destinadas al gran público”. Pidió disculpas al Papa, asegurándole que no las retiraba porque ya no estaba en su mano.
Pero tal vez la mayor sorpresa se la habrá dado quien le haya informado de que hace ya más de 60 años los católicos celebramos un concilio, el Vaticano II, en el que se aprobaron algunos temas por los que él tan denodadamente luchó: el sacerdocio general de todos los fieles; el uso de la lengua vernácula en la liturgia; la comunión bajo las dos especies; el protagonismo de los laicos en la Iglesia; la importancia de las comunidades locales; la Biblia como alma del cristianismo y de la teología. No sin cierta melancolía, Lutero habrá recordado su insistencia en la celebración de un concilio que Roma solo convocó en 1545, cuando ya no era posible la concordia. El concilio de Trento llegó demasiado tarde.
Y algo atónito se habrá quedado al leer los elogios que un dominico, Y. Congar, le ha dedicado: “Lutero es uno de los mayores genios religiosos de la historia”. Y sabiamente añade: “Lutero no es el Evangelio. Lo importante es ir hacia el Evangelio juntamente con él”. Por suerte, los insultos de ayer han hecho sitio a los elogios de hoy. Y bien que lo necesita el Reformador. En sus últimos años sufrió notables desengaños y decepciones. Tuvo que ver, por ejemplo, cómo algunos protestantes abusaban de la justificación por la fe para entregarse a la pereza.
Con todo, su principal fuente de preocupación fue la Reforma misma. En sus horas de reflexión y soledad debió recordar cómo en 1483, año de su nacimiento, toda Europa era católica; en 1546, fecha de su muerte, casi la mitad del continente se había separado de Roma. Algo que, como sabemos, no ocurrió sin feroces enfrentamientos y abundante derramamiento de sangre. A Lutero le preocupaba el futuro de Alemania y Europa. Él sabía que no era el único responsable de lo ocurrido: fue decisivo el apoyo de los príncipes alemanes, cansados de las injerencias de Roma y de sus exigencias financieras. Pero sin la fuerza religiosa y visionaria del Reformador nada de lo que ocurrió hace 500 años habría sido posible. Captó como nadie los apasionados anhelos religiosos de su tiempo. Lo que no supo fue encontrar un sucesor apropiado. Lutero, que se definía a sí mismo como “un sajón, un rústico y duro sajón”, terminó enfrentándose con muchos de los que habrían podido sucederle. Th. Mann dirá que el Reformador fue “un bárbaro de Dios con bovina cerviz”. De acuerdo, pero aquel bárbaro de Dios, hombre de pensamiento y oración, contemplaba con honda preocupación el resultado de su propia obra.
Y, probablemente, nada le atormentó tanto como su actuación en la rebelión de los campesinos. K. Marx la califica como “el hecho más radical de la historia alemana”. Los campesinos se sublevaron contra la opresión a la que les sometían la Iglesia y los nobles. En un primer momento contaron con el decisivo apoyo de Lutero, pero cuando este constató que también los campesinos se lanzaban al pillaje, al asesinato y a la destrucción de conventos e iglesias, cambió de bando y animó a los señores a sofocar la rebelión a sangre y fuego; sus arengas son de tenor irreproducible. Al frente de los campesinos iba Thomas Müntzer, llamado “místico con martillo” y “reformador sin iglesia”. A Müntzer no le bastaba la libertad interior que predicaba Lutero, quería libertades concretas, políticas y sociales. Fue ejecutado al fracasar la revuelta en la que perecieron unos 70.000 campesinos. Algunos historiadores afirman que el fracaso de esta revolución adormeció por un par de siglos la actitud del pueblo alemán ante los desmanes del poder. Y analistas políticos bienintencionados sostienen que, si Lutero se hubiese aliado con los campesinos, habría corrido su misma suerte y nos habríamos quedado sin Lutero, sin Müntzer, y sin la Reforma. Parece una hipótesis plausible.
A partir de 1525, fecha de la derrota de los campesinos, Lutero entró en una crisis de la que ya nunca se repuso. Su prestigio declinó rápidamente. También su boda, celebrada en el mismo año 1525, sirvió de mofa para sus enemigos y de disgusto para sus amigos. Se había iniciado el declive del Reformador. El hombre que entre 1500 y 1530 publicó el 20% de los textos editados en Alemania se fue quedando sin inspiración. “Culpable” fue también el cuidado de sus seis hijos.
El final le llegó en la noche del 17 de febrero de 1546. Ocurrió en su pueblo, en Eisleben. Fue la muerte serena de un gran creyente cristiano. En realidad, Lutero deseaba ya el final: “He vivido mi vida, ya es hora de que me reencuentre con mis mayores”. Durante sus últimos años no podía andar, lo trasladaban en un pequeño carro. Su cadáver fue trasladado de Eisleben a Wittenberg donde se le tributaron impresionantes honras fúnebres. Melanchthon, su discípulo más fiel e inteligente, pronunció una emocionada oración fúnebre. La concluyó con estas palabras: “Se ha ido el carro y el auriga de Israel”. Después de este agitado 2017, el “auriga” retornará a su silencio de Wittenberg en espera del próximo centenario.

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El ISIS sobrevive en sus combatientes
El fin de su control territorial sobre Irak y Siria no significa el final de la amenaza ‘yihadista’
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ÁNGELES ESPINOSA
Dubái 30 DIC 2017 - 13:40 CST
Miembros de las fuerzas de seguridad iraquíes, en un control militar de Bagdad.
Miembros de las fuerzas de seguridad iraquíes, en un control militar de Bagdad. KARIM KADIM AP
“Un nuevo grupo armado ha aparecido en el norte de Irak; la población local teme que el ISIS se esté reagrupando bajo un nuevo nombre para volver a la guerra de guerrillas”, informaba a mediados de este mes un boletín de la industria del petróleo. Aún no se había cumplido una semana desde que el primer ministro de Irak, Haider al Abadi, declarara la victoria sobre el Estado Islámico (ISIS en sus siglas inglesas) y de que el Ejército ruso también dijera que había derrotado a esa organización yihadista en Siria. El ISIS ha perdido la práctica totalidad del territorio de su autoproclamado califato en esos dos países, pero sobrevive en sus militantes y continúa siendo una amenaza, advierten los analistas.

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“¿De qué victoria estamos hablando? ISIS es sólo el último de los nombres de un grupo que lleva actuando desde la invasión [estadounidense de Irak] en 2003. Se ha logrado una victoria sobre la entidad territorial, pero eso no significa el fin del ISIS como organización. Ya ha tenido altibajos antes. Lo que Al Abadi y otros han declarado es el fin del control territorial que alcanzó en 2014”, explica a EL PAÍS Renad Mansour, investigador del centro de estudios Chatham House, especializado en Irak.

Parecida opinión expresa Tore Hamming, doctor en yihadismo del Instituto Universitario Europeo de Florencia. “Para mí está claro que el ISIS ha sufrido una severa derrota militar, pero que está lejos de estar derrotado. Su modus operandi va a cambiar para centrarse cada vez más en una campaña de insurgencia y terrorismo tanto local como globalmente, y en algún momento puede que se manifieste como un nuevo grupo. Sin embargo, su ideología y su ambición no cambiarán y continuará siendo capaz de movilizar simpatizantes y de golpear a sus enemigos, aunque en menor medida que el período 2014-2017”, señala en un intercambio de correos.

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Desde los cuarteles también se admite que el problema no ha desaparecido. “El ISIS ha perdido la práctica totalidad del territorio que llegó a controlar, pero eso no significa el final de la campaña [militar]”, ha declarado el coronel Ryan Dillon, portavoz de la coalición internacional contra el ISIS. De hecho, el Ejército iraquí y las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS, una alianza de grupos kurdos y árabes apoyada por EE UU) siguen luchando contra los yihadistas en diversas regiones de sus respectivos países. Lo que está cambiado es la naturaleza de la amenaza a la que se enfrentan.

Por un lado, las regiones reconquistadas al ISIS se han convertido en altamente peligrosas para los militantes que han sobrevivido a los combates. Aunque algunos puedan reintegrarse en sus poblaciones de origen y pretender que no tuvieron nada que ver con el califato, el temor a ser identificados por las fuerzas de seguridad o delatados por sus vecinos ha llevado a la clandestinidad a la mayoría, mientras que a los extranjeros sólo les queda huir (ver apoyo). Por otro, privados de los ingresos que les proporcionaba la gestión de un territorio (impuestos, tasas, venta de petróleo), los expertos advierten de su transformación en una banda armada, a medio camino entre terrorista y mafiosa.

Significativamente, desde la liberación de Mosul el pasado julio, el grupo apenas ha presentado resistencia; no lo hizo en Tal Afar (norte de Irak) ni en Deir ez Zor y Mayedin (Siria). En Raqa, su capital, mientras los combatientes extranjeros se enfrentaban a las FDS, cientos de miembros sirios del ISIS sellaron un pacto para ser evacuados de la ciudad. Algo parecido se repitió más tarde con los iraquíes en Hawija. De lo que se deduce que se reservan para la próxima batalla.

¿Cómo de grave es el problema? Las discrepancias son grandes. De acuerdo con los portavoces militares estadounidenses quedarían unos 3.000 combatientes. “No parecen incluir el considerable número de operativos clandestinos” que habría que añadir a las células durmientes, estima sin embargo, Hassan Hassan, autor de ISIS: Inside the Army of Terror (ISIS: En el Ejército del terror). En su opinión, locales y extranjeros suman al menos el doble.

Más allá de las cifras, la clave está en saber qué apoyo pueden obtener. El predecesor del ISIS (Al Qaeda en Irak) también fue derrotado en 2008 para renacer de sus cenizas de la mano de la revuelta siria tres años más tarde. La gestión post ISIS es crucial. Mientras no se solucionen las raíces del conflicto, existe el riesgo de que resurja. “El problema es la ausencia de Estado y la falta de representación de las comunidades locales, lo que crea vacíos, como el que está permitiendo de nuevo el reclutamiento en Diyala”, señala Mansour.

“El mayor reto es el futuro de los árabes suníes. Si no se les integra mejor en los acuerdos nacionales de reparto de poder y continúan siendo percibidos como enemigos [por los Gobiernos y las milicias], se convertirán en tales y seguirán siendo víctimas fáciles de movilizar para los grupos yihadistas suníes, como el ISIS”, advierte Hamming. Este analista apunta también la importancia de los actores internacionales. “Su implicación en los conflictos sirio e iraquí durante la década pasada sólo les ha convertido en un enemigo mayor a ojos de muchos musulmanes suníes”, manifiesta.

En opinión de Mansour, tras vivir bajo su régimen de terror, los suníes saben que el ISIS no les representa. Al mismo tiempo, esa comunidad tiene un problema porque carece de liderazgo o de partidos políticos que defiendan sus intereses. “Existe una brecha entre las élites y los ciudadanos, más importante incluso que las diferencias sectarias, al igual que también sucede entre los chiíes y los kurdos. Están alejándose del sectarismo y la política de identidad”, asegura, dejando abierta una puerta a la esperanza.

Entretanto, prosiguen las especulaciones sobre quién está detrás del grupo armado que ha empezado a actuar en el norte de Irak bajo una bandera blanca con un león como insignia. Aunque la población y los funcionarios locales sospechan que es una reencarnación del ISIS, fuentes de la seguridad kurda aseguran que se trata de una facción de Al Qaeda que se unió al ISIS y ahora vuelve por sus fueros. El líder de Al Qaeda, Ayman al Zawahiri, ya ha llamado a los suníes a unirse para recuperar el espacio que le arrebató el Estado Islámico.


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