20 ene 2018

La Administración de EU echa el cierre por la falta de acuerdo en el Senado sobre la inmigración

Llegada la hora de la votación, los republicanos perdieron: 50 votos a favor, 49 en contra.
La Administración de EU echa el cierre por la falta de acuerdo en el Senado sobre la inmigración

Los líderes republicanos y demócratas esta semana en el Congreso. JOSHUA ROBERTS REUTERS
Los demócratas votaron contra la prórroga de fondos federales. 
Trump exigía financiación para el muro con México a cambio de evitar la posible deportación de 700.000 dreamers. Las negociaciones prosiguen hoy
Nota de Jan Martínez Ahrens/
El País, Washington 20 ENE 2018 
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha sufrido este sábado su mayor y más humillante derrota. Justo al cumplirse un año de su investidura, se convirtió en el primer mandatario en ver cómo se cierra su Administración pese a tener el control del Congreso. Castigado en bloque por los demócratas, que votaron contra la prórroga de fondos federales, Trump recogió el amargo fruto de su incapacidad para el diálogo, de su obsesión con el muro y de su desprecio a los dreamers, cuya suerte quiso usar como moneda de cambio. "Él ha sido el culpable de que no haya acuerdo; no su partido", señaló el líder demócrata, Chuck Schumer. Las negociaciones se reemprenderán hoy.
Trump presionó tanto que al final todo estalló. Su insistencia en mantenerse firme en su agenda antimigratoria estrechó el margen de maniobra de los republicanos y ahuyentó a los demócratas. Lo que debería haber sido una negociación relativamente tranquila, como ocurrió en septiembre y diciembre, devino en una batalla parlamentaria cuyo resultado mostró la enorme fractura que sufre Estados Unidos.

No es la primera vez que se cierra la Administración. El shutdown ya ocurrió en 1994, 1995, 2013 y con mucha más frecuencia en los años setenta y ochenta con los presidentes Jimmy Carter y Ronald Reagan. Tampoco supone su paralización completa. El cierre afecta a un 38% de empleados “no esenciales” y mantiene activos a aquellos destinados a tareas de seguridad, salud y defensa, así como la seguridad social. Pero el coste es inmenso. No sólo en términos económicos. Muestra a unas élites políticas, y en este caso a un presidente, incapaces de llegar a un pacto para asegurar el pleno funcionamiento del Estado.
El fracaso abre además un periodo de tensión aún mayor que el vivido hasta ahora. La negociación, lejos de terminar, prosigue pero con el trasfondo de una Administración que tiene el cierre echado. Las lecciones son muchas. La primera, que tras un año de Gobierno Trump, la inestabilidad sigue en aumento. La segunda, que el hombre que prometió drenar el pantano de Washington y domeñar a sus políticos ha sucumbido a sus peores prácticas. “Nuestro país necesita un buen shutdown para arreglar este lío”, bromeó en Twitter el 2 de mayo pasado. Ahora, lo ha conseguido.
La negociación que condujo a este fracaso fue vertiginosa. La medianoche del viernes terminaba el plazo para que el Congreso extendiese el cheque que permite funcionar al gigantesco aparato burocrático federal. La votación era incierta. El jueves, los republicanos, con mayoría en el Congreso, habían logrado superar la prueba en la Cámara de Representantes con 230 votos a favor y 197 en contra. Pero la batalla del Senado se adivinaba mucho más difícil. Allí, la prórroga tenía que ser validada por una mayoría cualificada de 60 votos sobre 100. Los republicanos, con 51 escaños, necesitaban el respaldo de los demócratas. Y estos mostraban su renuencia a seguir dando oxígeno a una Administración que ha pisoteado a los inmigrantes y puesto al borde de la deportación a casi 700.000 dreamers.
Las discrepancias eran profundas y en el escenario cobró cuerpo la vuelta a un cierre como el de 2013, que mantuvo a la Administración 16 días bajo mínimos y que costó al país miles de millones de dólares. La demócratas aprovecharon la tensión. Y los republicanos, a diferencia de las cómodas prórrogas logradas en septiembre y diciembre pasado, entendieron que esta vez la partida se jugaba al borde del precipicio.
El presidente suspendió su viaje de fin de semana a Florida y convocó a la Casa Blanca al líder de los demócratas en el Senado, Chuck Schumer. Los dos neoyorquinos, viejos conocidos, mantuvieron una corta y opaca reunión. A la salida solo hubo buenas palabras. “Algo hemos avanzado”, dijo Schumer. “Excelente reunión preliminar”, tuiteó Trump. El reloj siguió corriendo en contra.
Sobre la mesa, se dirimía no solo la extensión temporal de fondos federales, un trámite necesario cuando los presupuestos no han sido aprobados, sino el núcleo de la política de Trump: la inmigración. Desde que en septiembre el presidente revocó el programa creado por Barack Obama para dar cobertura a dreamers (inmigrantes sin papeles llegados a EEUU cuando eran menores), frenar su deportación se ha vuelto un objetivo preferente de los demócratas, fuertemente anclados en el electorado hispano.
Trump, en una maniobra muy propia de sus años inmobiliarios, vio en esta necesidad del adversario la oportunidad para lograr su sueño dorado: el muro con México. Y hace dos semanas ofreció devolver la protección a los dreamers a cambio de que se le financiase la obra con 18.000 millones de dólares.
La propuesta, entendida como un chantaje por la oposición y una nueva humillación por México, no hizo más que enturbiar un ambiente ya de por sí enrarecido por el frenesí antimigratorio de Trump, quien en una incontenible espiral ha retirado la protección temporal a 200.000 salvadoreños, 59.000 haitianos y 5.300 nicaragüenses y después les ha llamado“países de mierda”.
Todo esta tensión confluyó el viernes en los pasillos del Capitolio. No se dirimía una cuestión presupuestaria. El pulso tenía como protagonista a los desheredados de Trump. A cientos miles de inmigrantes perfectamente integrados en una sociedad que un día les dijo que los aceptaba y que ahora ven ante sí el espectro de la deportación.
Ante este desafío, de poco valieron los intentos de los republicanos de ofrecer a los demócratas la extensión por seis años de un programa de salud para niños sin seguro. Tampoco su pretensión de lograr una prórroga por un solo mes. Schumer y los suyos decidieron presionar más. Con la Casa Blanca y el Congreso en manos republicanas difícilmente nadie iba a culparles a ellos. El cierre de la Administración, además, podía darles una palanca negociadora. “Si aceptamos ahora la propuesta de los republicanos, volveremos donde estábamos hace un mes y perderemos la capacidad para negociar”, llegó a decir Schumer.
Llegada la hora de la votación, los republicanos perdieron (50 votos a favor, 49 en contra). "Esta noche, los senadores demócratas pusieron la política por encima de la seguridad nacional, las familias de militares, los niños vulnerables y la capacidad de nuestro país de servir a todos los americanos. No negociaremos el estatus de inmigrantes fuera de la ley mientras los demócratas toman a ciudadanos cumplidores de la ley como rehenes de sus demandas", afirmó la Casa Blanca en un comunicado enviado un minuto antes de la medianoche.
Una vez declarado el cierre, el demócrata Schumer lamentó la interferencia de Trump y su incapacidad para permitir que su partido llegase a un acuerdo. "Cuando me reuní con él llegué a creer en un acuerdo, lo mismo ocurrió al tratar con los republicanos. Pero el presidente no ha querido que haya pacto. Él ha sido el culpable", sentenció.
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Qué supone el cierre del Gobierno de EE UU?
NICOLÁS ALONSO
El País, Washington 20 ENE 2018 -
El cierre de la Administración de EE UU por la falta de acuerdo entre los demócratas y republicanos para renovar el presupuesto supone que muchos de sus servicios serán cancelados y sus funcionarios no recibirán remuneración. La última vez que ocurrió fue en 2013. La anterior en 1995. Ha ocurrido siete veces en la historia.
¿Por qué ocurre?
Cada vez es por un asunto legislativo distinto. Las diferencias entre ambos partidos se encuentran este año en torno al DACA, un programa al que Donald Trump puso fin en septiembre y que concede residencia y permiso de trabajo a inmigrantes ilegales que llegaron al país siendo menores, los conocidos dreamers. Los republicanos no quieren negociar una ley ahora, pero los demócratas, preocupados por la expiración de ese programa en marzo, quieren que quede solventado con el presupuesto del 2018.
¿Trabajan los funcionarios?
Depende. En algunas agencias federales, que proveen servicios esenciales, como el Servicio Postal, el Departamento de Veteranos —encargado de gestionar hospitales, clínicas y servicios médicos—, el Departamento de Seguridad Nacional o el Departamento de Justicia, la mayor parte de los funcionarios seguirán trabajando. Pero en una mayoría de ministerios, la gran parte de los empleados serán despachados hasta que los parlamentarios lleguen a un acuerdo. Entre ellos se encuentran el 78% del Departamento de Defensa o el 83% del Tesoro.
En el cierre de 2013, unos 800.000 de los 2,1 millones de funcionarios federales tuvieron que quedarse en casa sin trabajar. Durante el cierre del Gobierno, ningún funcionario recibe su sueldo, aunque una vez reabierto se les recompensa por los días sin remuneración.
¿Y las tareas de emergencia?
La polícia, los servicios de emergencia y el Ejército seguirán trabajando, pero también sin recibir un sueldo por esos días. Sin embargo, no está claro si agencias como FEMA, dedicadas a la recuperación de las zonas afectadas el pasado otoño de 2017 por los desastres naturales, permanecerán abiertas. Actualmente participan en labores de rescate en Puerto Rico, Texas, Florida y California, donde las secuelas de los huracanes y los incendios siguen presentes.
¿Abrirán los parques naturales?
Habitualmente los parques y las reservas naturales son cerrados al público. Este año, la Administración Trump ha dado un giro y declarado que estos quedarán “tan accesibles como sea posible”. Pero ha advertido de que servicios colaterales como la recogida de basura serán suspendidos. Esta categoría también incluye los monumentos nacionales así como los zoos.
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El presidente Trump, ha puesto precio al futuro de los dreamers: 18:000 millones de dólares para financiar su muro con México. Esa es la propuesta que ha presentado al Congreso y que corre el riesgo de bloquear cualquier acuerdo con los demócratas. Un fracaso en las negociaciones abriría las puertas a la deportación de casi 700 mil  migrantes que llegaron siendo menores y que se habían acogido a un programa, creado por Barack Obama, que les permitía permanecer en el país.

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