La gobernanza científica es vital/ César Nombela es microbiólogo y miembro De la Real Academia Nacional de la Farmacia.
ABBC; Martes, 24/Mar/2020;
El mundo entero vive una crisis de dimensiones descomunales, por la emergencia en China hace tres meses de un nuevo virus patógeno para los humanos. Los responsables políticos en cada país han de afrontar medidas que la atajen, se necesitan líderes honrados e inteligentes capaces de elegir para bien de sus pueblos. Pero, cumple llamar la atención sobre la herramienta que es la Ciencia, tan fundamental para gestionar estos problemas.
La atención clínica, diagnóstico y tratamiento, de los afectados; las medidas para detener los contagios y evitar la reinfección; la búsqueda de un control futuro de este agente, depende, todo ello, de un conocimiento científico con sólidos fundamentos. A estas alturas del siglo XXI se sabe mucho de los virus y su poder patógeno y disponemos de una poderosa tecnología para esclarecer en breve, por ejemplo, los detalles de su genoma. Pero, las decisiones de los gestores, que aplican medidas y recursos, deben estar basadas en la propuesta de quienes manejan el conocimiento con rigor e independencia. Las emergencias han de manejarse en función de una gobernanza científica adecuada. Aunque la complejidad frecuentemente no permita respuestas unívocas y los resultados tarden.
En las publicaciones científico-médicas y epidemiológicas se formulan preguntas, como qué hubiera ocurrido si en China las autoridades hubieran permitido al médico Li Wenliang y sus colegas dar la voz de alarma inmediata sobre lo que veían ya como una epidemia emergente. Y se refieren también al Japón, donde hubo un manejo deficiente de información sobre los afectados en el crucero con cientos de viajeros que llegó a sus costas, o a la negación inicial de las autoridades de Irán, empeñadas en hablar de una situación estabilizada, cuando uno de los gobernantes aparecía ya visiblemente afectado por el virus. Y no falta la crítica a la actitud inicial de Trump, calificando de engaño con propósitos políticos la llamada de atención de los científicos sobre la gravedad de lo que se avecinaba.
Tras los esfuerzos de estos meses conocemos mucho de este virus, pero falta mucho para lograr el control que buscamos. Importa que un esfuerzo coordinado permita hallar las respuestas, en un contexto de libertad de investigación de científicos y empresas. No sabemos la trayectoria del virus desde el murciélago, ni la forma en que se generó como tal virus SARS-CoV-2, que infecta de forma tan intensa a nuestras células y afecta a nuestro aparato respiratorio. Los estudios nos habrán de informar en qué radica su poder patógeno, por qué este agente puede ser tan virulento siendo tan similar a otros coronavirus humanos que producen infección banal, y por qué resulta tan contagioso. Ensayos rápidos van a permitir saber cuáles serán los fármacos mejores para tratar la infección. Se habrá de descubrir igualmente cómo es la respuesta de nuestras defensas ante la infección, para que la podamos activar con las vacunas apropiadas. Todo ello es importante para el combate en el que estamos embarcados.
Mientras tanto, constatamos que las drásticas medidas adoptadas por los gobiernos europeos en su conjunto adolecen de una notable heterogeneidad. Y heterogéneos son los resultados, tanto en número de casos como en fallecimientos. Tampoco a nivel europeo ha funcionado una propuesta científica rigurosa; ahora solo cabe valorar los resultados de cada país en estos momentos. Y compararlos. En muchos países se han cometido errores patentes; en España, pocos dudan de que el retraso en adoptar medidas enérgicas, fomentando incluso grandes concentraciones en la jornada del 8 de marzo, ha sido decisivo para el crecimiento exponencial del número de casos que vivimos.
El momento es de aunar fuerzas. Es la hora de aplicar con decisión las herramientas científicas disponibles, para seguir avanzando en la ansiada solución. La opinión pública reclama esas soluciones de los expertos, al tiempo que demanda los cuidados médicos avanzados. Hacer que dispongan de los medios adecuados, estimular la investigación creativa es el papel de las administraciones.
Sin desmerecer al conjunto de universidades y centros de investigación, esenciales en estos momentos, por mi trayectoria y experiencia creo poder afirmar que el CSIC incluye al mayor contingente español de recursos de calidad para la investigación biomédica. Así se puede constatar por el conjunto de sus centros propios o coordinados con universidades y otros OPI. Debería entonces constituir el CSIC un comité asesor multidisciplinar y riguroso para asesorar desde la independencia sobre la presente pandemia, como lo ha hecho en el pasado en otras emergencias. Las referencias científicas son esenciales para su manejo. No será ésta la última pandemia, sabemos cada vez más cómo operan las leyes de la naturaleza. Aprendamos como sociedad de situaciones que nos obligan a un esfuerzo para comprender y manejar la realidad.
Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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