6 abr 2020

Las columnas políticas, hoy lunes 6 de abril de 2020

Tal y como lo comente anteayer...Templo Mayor de Reforma, hoy, 6 de abril...
"QUÉ GRAVE el lío que armó el nayarita Antonio Echevarría, pues prácticamente lanzó a sus gobernados a una cacería de turistas ante el temor del coronavirus. Pidió negarles servicios y denunciarlos ante las autoridades. El resultado: pobladores de Sayulita instalaron retenes para amedrentar a los viajeros e impedirles entrar a la localidad. ¡Y esto apenas comienza!.
¿Qué dijo el Gober?
A través de sus redes sociales, solicitó a los habitantes de Bahía de Banderas "se abstengan de prestar servicios a aquellos vacacionistas, que llegaron a casas y departamentos pues corren riesgo".
Hizo la advertencia: "Si identifican a visitantes háganlo saber a la autoridad para enviar servicios de Salud y de Protección Civil a efecto de garantizar su aislamiento".
Como resultado de los tuits del Gober de Nayarit. 
Emití este tuit anteayer....
@fredalvarez
 · 4 abr.
Cuidado!
El Covid-19 esta despertando el fantasma del racismo, la xenofobia y la discriminación @CONAPRED 
Si los Gober como BC, Son, Nayarit, y otros siguen aplicando medidas excepcionales, entonces es mejor C. Presidente aplicar el Estado de excepción que señala Constitución.
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Las columnas políticas, hoy lunes 6 de abril de 2020
Templo Mayor en REFORMA
LO MÁS DESTACABLE del mensaje presidencial fue la revelación de que en México hay -al menos- una persona optimista ante la crisis que amenaza con devastar la economía. Sin embargo, el optimismo de Andrés Manuel López Obrador se percibe, más bien, como timidez ante el momento histórico.
Y ES QUE el mandatario tenía una oportunidad de lujo... ¡y la dejó escapar! Era suya y la dejó ir. No hubo convocatoria a un acuerdo nacional, no hubo un nuevo pacto político y social y mucho menos hubo una propuesta concreta de plan económico de rescate.
LO QUE SÍ HUBO fue un Presidente que decidió apegarse al guion que se sabe de memoria. Más que un mensaje a la nación fue una mañanera dominguera en horario vespertino. Fue ver a un mago que se quedó sin trucos, sin conejo y sin chistera, presumiendo los programas de siempre, aferrado a sus elefantes blancos, sin tantita autocrítica y, claro, culpando de todo a los conservadores.
PARA López Obrador, su fuente de optimismo es la imagen de un Simón Bolívar enfermo, tumbado en la hamaca, diciendo "con loca pasión" que triunfará. Freud estaría encantado.
POR CIERTO que eso de eliminar los aguinaldos de la alta burocracia suena más bien a ocurrencia que a realidad porque, nomás de entrada, se trata de un derecho y una prestación legal de todos los burócratas, sean de base o confianza. Es decir, habría que modificar la Ley Federal de los Trabajadores al Servicio del Estado... y luego esperar la ola de amparos.
LO PEOR es que destruir el servicio profesional en la administración pública no parece ser la mejor ruta para sacar al país del hoyo pues, oootra vez, es querer hacer crecer la economía ahorrando en chicles.
DOBLE DRAMA se vive en el Inegi por el coronavirus: por un lado el país se va a quedar sin importantes indicadores económicos (como el Índice de Confianza del Consumidor) y ya empezó el tsunami de despidos al interior del organismo.
MIENTRAS el gobierno federal exige a las empresas no despedir personal y pagarles el 100 por ciento de su salario en la contingencia, el instituto está aplicando un mega recorte, dejando sin protección médica a quienes anduvieron haciendo trabajo de campo cuando ya estaba desatado el contagio.
QUÉ GRAVE el lío que armó el nayarita Antonio Echevarría, pues prácticamente lanzó a sus gobernados a una cacería de turistas ante el temor del coronavirus. Pidió negarles servicios y denunciarlos ante las autoridades. El resultado: pobladores de Sayulita instalaron retenes para amedrentar a los viajeros e impedirles entrar a la localidad. ¡Y esto apenas comienza!
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 El solitario del Palacio/Raymundo Riva Palacio
El Financiero,
En el momento actual de doble crisis global, el escenario en Palacio Nacional no podía haber tenido una metáfora más apropiada. El presidente Andrés Manuel López Obrador, hablando solo, como está quedándose ante su negativa a reconocer la realidad que enfrenta, y de asumir el liderazgo que todos le piden. Su primer informe trimestral de gobierno, fue más allá de la frontera de lo decepcionante, que era esperado, para convertirse en algo patético.
Perdió la oportunidad de recuperar el consenso nacional con un mensaje de reconciliación nacional en tiempos de crisis, y se hundió una vez más en sus rencores, fobias y traumas. Dejó escapar la convocatoria para enfrentar la crisis económica que le propuso un grupo de notables, varios de ellos de izquierda y algunos camaradas en las largas luchas por el cambio, y enseñó lo que es, un presidente de mira tan corta que se vuelve insignificante de forma acelerada.
Ya sabemos que López Obrador carece de visión estratégica y es inmediatista. También conocemos de la forma como engaña –la gasolina no bajó de precio por una acción de gobierno, sino por el desplome de los precios de crudo-, de sus afirmaciones insostenibles –hace tres meses, cuando inició la pandemia del Covid 19, no informaron a la población, sino minimizaban la crisis y él urgía darse besos y abrazos-, o miente flagrantemente –ya inició acciones para reactivar la economía-. Lo que no se había visto con tanta claridad, es cómo perdió el toque mágico para concitar a que se le siga.
López Obrador no tiene idea de cómo enfrentar la doble crisis que se vive. Retomó, para acompañarse, a Franklin Delano Roosevelt, que asumió la presidencia de Estados Unidos en el clímax de la Gran Depresión de 1929, y que para enfrentarla lanzó una serie de programas y proyectos que se conocen como el New Deal, que buscaba restablecer la prosperidad de los estadounidenses mediante la estabilización de la economía, la creación de empleos y de apoyar a los más necesitados. En efecto, suena como lo que dice López Obrador que está haciendo, pero las diferencias entre ambos son fundamentales.
El New Deal de Roosevelt tuvo dos etapas y duró ocho años. El restablecimiento de la normalidad en México, afirma López Obrador, será en breve. Ni siquiera tiene idea de los tiempos, ni de la evolución misma de la doble crisis. Roosevelt lanzó un plan primero a los 100 días, donde acabó con la prohibición del consumo de alcohol –para legalizar una sólida industria, estimular el consumo y aumentar la recaudación-, creó una organismo para construir presas a lo largo del río Tenesí, una zona muy marginada, para generar empleos y energía eléctrica a bajo costo, y logró que el Congreso aprobara una ley para pagar a los campesinos su producción para modificar el exceso de oferta frente a la demanda y que subieran los precios.
López Obrador no piensa en términos productivos. Mantendrá la transferencia directa de recursos a actividades que no ayudan al crecimiento, sin reactivar la economía con apoyo a las empresas. Roosevelt salió en defensa de los bancos y ordenó que cerraran cuatro días para evitar que perdieran todos sus activos. Un día antes de que reabrieran, le pidió a los estadounidenses que regresaran sus ahorros a los bancos. Al mes, el 75% de los bancos habían reabierto, con esa medida que evitó el colapso del sistema de pagos nacional. Garantizó el derecho a la sindicalización de todos los trabajadores y a ganar más, pero como estímulo a las empresas suspendió las leyes antimonopolio. El liderazgo de Roosevelt, al iniciar su administración, después del desastre de Herbert Hoover, su antecesor, le ayudó a que lo siguieran.
López Obrador no presentó ningún plan de estímulos para las empresas, que generan el 92% del empleo nacional, bajo el supuesto, como se los dijo a los líderes empresariales con quienes se reunió el jueves, que no es necesario porque la recaudación no caerá. ¿De dónde saldrá para pagar impuestos cuando una empresa tenga que cerrar por que no hay consumo para sostener la operación? Sólo su cabeza tiene la respuesta. 
El presidente leyó mal el New Deal o, cuando menos, incompleto. Roosevelt tuvo que realizar una segunda fase porque la primera no alcanzó para la reactivación de la economía –sí de alivio para los más necesitados -. Ni siquiera la segunda fase le alcanzó. No fue el New Deal lo que sacó a Estados Unidos de la depresión económica, sino la Segunda Guerra Mundial. Aún así, la estructura de Roosevelt no tiene nada que ver con el desorden programático de López Obrador.
El contexto también le falla al presidente. El New Deal, en donde tanto abreva –aunque su política económica no es keynesiana, como la de Roosevelt, sino monetarista, como la de la Escuela de Chicago que tanto aborrece en el discurso- no tuvo que lidiar, al mismo tiempo, con una pandemia. El Covid-19, que es la otra gran crisis global, no parece todavía estar en la urgencia estratégica de López Obrador, quien se refirió varias veces en términos generales, superficiales y tramposos, como afirmar que México, es el país con menos infectados después de la India, y el tercero con menos fallecimientos, cuando si se analiza a partir del primer caso de contagio, el avance en México es el segundo más rápido del mundo, sólo superado por Italia. 
Viene lo peor, dijo López Obrador. Añadamos, en todo sentido. Muchos mexicanos creen que el gobierno está en manos incompetentes. López Obrador cree lo contrario. Los resultados dirán quién tuvo la razón. El riesgo es que en las manos del presidente están las decisiones que significarán vidas o muertes, daños económicos prolongados o mitigados. Ojalá tuviera la razón.
twitter: @rivapa
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Una tragedia: no hay plan/Pablo Hiriart
Uso de Razón
El Financiero,.
Tenemos en nuestra puerta la crisis más grande desde 1929 y el presidente López Obrador no anunció nada nuevo a lo que ya ha venido haciendo, como si el mundo siguiera igual que hace seis meses o un año.
Esa parálisis ante el derrumbe de la economía nacional y mundial va a derivar en que las empresas quiebren y pasen a manos del gobierno.
Por lo dicho ayer, el Presidente sólo va a asegurarse de contar con el apoyo del Ejército y de sus clientelas electorales.
Ahí sí entenderíamos qué quiso decir con su expresión de que esta doble crisis le cae “como anillo al dedo al proyecto de transformación” que encabeza y llama 4T.
Hasta que el dinero se acabe, porque no habrá suficientes impuestos que recaudar, ni petróleo a buen precio para vender, y los recursos que utilizará para sostener programas sociales (útiles) y proyectos absurdos provienen de los fondos que le dejaron los odiados 'neoliberales', y son finitos.
Una tragedia doble es la que se viene encima, y será peor que la de 1995 y 1982 (y ésta generada desde el exterior, no por errores de políticos o empresarios en México) porque el Presidente antepuso la ideología a la recuperación.
En salud, lo expuesto por López Obrador fue un compendio de mentiras.
Luego de haberse burlado de los efectos del coronavirus (“ni a influenza llega”), ayer se ufanó que desde febrero se alertó a la población para que tomara medidas (“salgan a los restaurantes, a las fondas... dense abrazos, no pasa nada”).
Dijo que somos el país con menos casos, después de India. Obvio, si el gobierno obstruye que se hagan pruebas, tendemos muy pocos casos. Y como gran oferta para atender la pandemia anunció la compra de siete mil camas. Nada.
En lo económico el panorama es negro, porque a juicio del Presidente no hay urgencias que atender.
Los programas presentan la novedad de que a adultos mayores se les adelantarán dos meses sus pagos (no hay un mes extra ni nada de eso: un adelanto de un mes). Eso es todo.
El gasto del gobierno seguirá en lo mismo: Santa Lucía, Tren Maya, refinería Dos Bocas.
Cero apoyos a las empresas, salvo que se devolverá el IVA en los casos que por ley debe hacerse. Una tomadura de pelo: es su obligación devolver a quien pagó demás.
No hay plan de prórroga de impuestos a pequeñas y medianas empresas. Ni facilidades de pago a IMSS, a Infonavit.
No hay recursos para esas empresas que no tendrán acceso al crédito para sostenerse.
No hay un programa para sostener las cadenas de producción y suministros de productos básicos.
No hay un seguro de desempleo.
En síntesis: viene una brutal caída del consumo privado, de la inversión privada y de las exportaciones.
También tendremos brotes de pillaje e insurgencia social porque de algún lado habrá que obtener algo para comer y dar de comer a la familia: arrebatarlo a otros.
Viene una brutal caída de la oferta por el cierre de empresas. Habrá mortandad de unidades productivas.
Con la 'no propuesta presidencial' se paraliza lo que los economistas llaman 'demanda agregada' ( la gente, al perder sus empleos, demanda menos bienes y servicios y se colapsan las cadenas nacionales e internacionales de comercio).
Sin impulsar la demanda agregada no hay recuperación posible.
Aquí, con todo mundo en su casa, el gobierno no presentó siquiera una esperanza de evitar el quiebre de esas cadenas que sostienen a la economía, que es gente de carne y hueso, y posibilitarían la recuperación cuando la situación comience a normalizarse.
La falta de programas para evitar el colapso de las cadenas de valor provocarán que se contamine la cadena de pagos: empresas que se ven obligadas a dejar de pagar a los empleados, de pagar a sus proveedores, de pagar al fisco, de pagar a los bancos.
No hay que ser experto para entender que eso desata un efecto en cascada: los proveedores –que también son empresas– dejan de pagar su nómina, dejan de pagar a otros proveedores y así sucesivamente hasta el colapso general.
Cero medidas para evitar la ruptura de las cadenas de pagos.
El Presidente cree que apoyar a las empresas es 'salvar' a esos señores gordos con cara de marrano que sus acólitos dibujan en su prensa incondicional, y se equivoca. Si les conceden plazos fiscales, los van a pagar a fuerzas, con sus ingresos.
Tenemos en el país a 95 por ciento de las empresas con menos de diez empleados y no serán sujetos de crédito porque el gobierno las mandó a la quiebra.
¿Por qué el Estado mexicano, que tiene capacidad de endeudamiento, no obtiene recursos para respaldarlas? Ni una palabra de eso.
A la quiebra. Y de ahí, las que le interesen al gobierno, las tomará en sus manos.
Por ahora el país tiene dos retos colosales: enfrentar la epidemia y la crisis económica (que ya había empezado con la caída -0.1 del año pasado). Ambas vienen de fuera y era el momento exacto para unir al país en torno a un programa sensato de defensa de la salud y la economía.
La respuesta del Presidente fue ideológica y no de recuperación.
Se va a agravar la crisis porque al matar empresas el gobierno se quedará sin recursos fiscales para hacer frete a las dos crisis.
Una tragedia.
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Desde el encierro/Jesús Silva-Herzog Márquez
 REFORMA, 06 Abr. 2020
Cuando salga de su encierro, el mundo no volverá a ser el mismo. Esta no es una crisis pasajera. Pocas cosas volverán a su sitio. El mundo no se detiene durante semanas para reactivarse mágicamente de inmediato, como si nada hubiera pasado. El secretario general de Naciones Unidas ha descrito el desafío sanitario como el reto más serio que ha enfrentado ese organismo en toda su historia. Lo es porque ningún desastre natural, ningún estallido bélico, ninguna tensión política ha exigido, como lo hace el contagio, tal coordinación y celeridad de respuesta. Lo es porque ninguna crisis pone en jaque nuestras ideas, nuestras reglas, nuestros reflejos.
La humanidad no existe, decía Carl Schmitt, el teórico del nacionalsocialismo tan querido por los populistas de hoy. Quien pronuncia esa palabra solamente quiere engañar. No existe tal cosa. El abogado alemán lo sostenía para resaltar que la experiencia humana sólo encuentra sentido en alguna parcialidad en conflicto. Nosotros contra ellos. La tribu, el credo, la clase, la raza nos marcan y nos enardecen porque nos ponen en conflicto con alguien más. Por ello la idea de la especie humana era para él una ilusión que en nada correspondía con la historia real. La historia: infinitos episodios de enemistad. Que la humanidad existe más allá del dato cromosómico es, tal vez, la revelación del momento. El virus que, al parecer, incubó en el plato de una sopa de un mercado en Wuhan nos ha hermanado súbitamente porque nos lanza a todos la misma amenaza. Esta es la primera crisis sin espectadores. Nadie está lejos porque nadie está a salvo.
Los reflejos de nuestra política son de otro tiempo. El primer impulso en todas partes fue levantar los muros, como si hubiera aduanas capaces de detener el paso del enemigo. El contagio no respeta los linderos nacionales, pero los gobernantes siguen imaginando que su palabra es magia suprema en sus confines. Levantaré mi muralla y quedaremos todos limpios de la contaminación de los otros. La fatuidad nacionalista es el resorte más absurdo en estos tiempos y, sin embargo, es el recurso más frecuente. El virus chino, lo sigue llamando el demagogo de la Casa Blanca, el mismo que denunciaba la invasión del sur. Para los xenófobos, todos los males vienen de fuera y toda la cura es siempre propia: nuestra historia, nuestra cultura, nuestro dios, nuestras familias.
La crisis ha puesto a los expertos en el centro. Los mismos líderes populistas que hasta hace poco llamaban a desoír sus consejos, que limitaban sus recursos, que se burlaban de su vocabulario y que apelaban a la sensibilidad del pueblo por encima de la fría razón de los científicos, han recurrido a ellos. Tardaron en reconocerlo. Esto es un catarrito dijeron muchos demagogos. En esa negación han intervenido filósofos, ideólogos, predicadores y empresarios. Un filósofo reconocido como Giorgio Agamben sostuvo que el virus era una invención, una treta para decretar un estado de excepción. Un devoto del presidente mexicano, el padre Solalinde, pide castigo para el culpable del invento y recomienda a sus feligreses que se tomen unos tecitos para curarse. El gobernador de Puebla celebra que el contagio sea una avanzada de la lucha de clases. Por la "justicia divina" que se invoca en estos días, morirán los ricos y se salvarán los pobres. Y un empresario como Ricardo Salinas, llamando cobardes a los gobiernos de todo el mundo, apuesta a la racionalidad de la codicia: aceptemos que morirán algunos, pero no detengamos nunca la bendita máquina económica. Ni modo. Que mueran los que deban morir, pero no dejemos de comprar. Esa es, a su juicio, la racionalidad que no se intimida por el miedo. Frente a los barbosas, los solalindes y los ricardosalinas, hay que apostar a la razón y a la decencia. Y al mismo tiempo, podría decirse que la ciencia exhibe también sus limitaciones en esta crisis. No lo digo solamente porque sus respuestas tarden o porque sus conclusiones sean, por definición, debatibles. Lo digo porque la emergencia anhela explicación sobre el proceder del contagio y las vulnerabilidades del virus. Pero también revela un ansia de sentido, un apetito de comunidad, un deseo de expresión, un instinto de arte. No bastan las vacunas. Necesitamos también consuelos.
http://www.reforma.com/blogs/silvaherzog/
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Como anillo al dedo
JAQUE MATE / Sergio Sarmiento
REFORMA, 06 Abr. 2020
"El plan de recuperación que estamos aplicando no se ajusta al modelo neoliberal, neoporfirista”. Andrés Manuel López Obrador
 Habrá quien piense que el Presidente no se da cuenta de lo que está ocurriendo. Pero no. Realmente está convencido de que esta crisis le llega como "anillo al dedo" para fortalecer su proyecto político, la transformación del país.
¿Y cuál es esta transformación? Aumentar los subsidios sociales, impulsar algunos cuestionables proyectos de infraestructura, y concentrar más actividades productivas en manos del gobierno y de las Fuerzas Armadas.
El mandatario había anunciado que ayer daría a conocer su programa de recuperación económica, pero ofreció uno más de esos informes políticos que ha multiplicado. Cacareó, como todos los días, sus proyectos. Explicó que su primera acción contra la crisis económica fue adelantar cuatro meses la pensión para adultos mayores. Enumeró también los apoyos a niños con discapacidad, las Universidades Benito Juárez, las "tandas para el bienestar", el programa de jóvenes aprendices, los apoyos a pescadores, los precios de garantía, el programa de apoyo al campo, los recursos entregados a padres de familia para mantenimiento de las escuelas, los caminos artesanales de concreto, el Tren Toluca-Ciudad de México, los nuevos créditos y reestructuras del Infonavit, el programa de internet para todos y la construcción de sucursales del Banco para el Bienestar.
Dijo también, en lo que calificó de "un dato sin triunfalismo", que "México es, después de la India, el país con menos infectados por el coronavirus y el tercero con menos defunciones". La información es falsa. Hay decenas de países con menos contagios confirmados y muertos; pero en México, además, hay aparentemente muchos contagios no identificados debido a la falta de aplicación de pruebas.
El Presidente reiteró que México se adelantó al mundo y hace tres meses "empezamos a transmitir recomendaciones con el propósito de evitar la saturación de hospitales". No es cierto. El Presidente pedía a la gente salir a la calle y darse besos y abrazos, y él mismo siguió haciéndolo después de que su subsecretario, Hugo López-Gatell, pidió mantener una sana distancia. Afirma el Presidente que en materia sanitaria "Vamos bien, pero no nos confiemos". No hay datos, sin embargo, que lo confirmen.
En cuanto a las "acciones para reactivar rápidamente la economía", López Obrador afirmó: "Decidimos no aumentar los precios de los combustibles. Ahora Pemex vende la gasolina a 30 por ciento menos que antes". Olvidó decir que el precio del crudo ha bajado 70 por ciento. Anunció que Sembrando Vida, que da un sueldo a 230 mil campesinos, se extenderá a otros 200 mil. Dijo que convocará a 31 mil nuevos elementos para el Ejército, la Marina y la Guardia Nacional. Reiteró que no se aumentarán los impuestos, aunque sí anunció que devolverá el IVA con mayor prontitud a los contribuyentes.
Rechazó autorizar rescates a las empresas o a los bancos. No se aplicarán "medidas contracíclicas que solo ayudaban a unos cuantos", políticas neoliberales, pero citó con admiración a Franklin Delano Roosevelt sin recordar que él fue quien por primera vez aplicó las medidas contracíclicas.
"Esta crisis es pasajera, es transitoria", afirmó con optimismo. "Pronto, muy pronto, voy a convocar al pueblo de México a darnos abrazos". Y ¡qué bueno! Pero las políticas económicas que anunció no promueven la recuperación. Fortalecen más bien una visión estatista para el país. No se equivocó cuando dijo que esta crisis le cayó como anillo al dedo.
· MILLONES DE EMPLEOS
"Vamos a crear en nueve meses dos millones de empleos", dijo el Presidente. Pero no dijo cómo. De hecho, lo más probable es que en los próximos meses veamos la destrucción de millones de empleos por una quiebra masiva de pequeñas empresas.
@SergioSarmiento
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Espejito, espejito/Denise Dresser
REFORMA, 06 Abr. 2020
En lugar de presentar un plan de emergencia ante la crisis del coronavirus, López Obrador se miró en el espejo y aplaudió lo que vio ahí. No marcó un mapa de ruta distinto, alterado por la recesión que viene; insistió en andar por el camino recorrido que solo la ahondará. No enunció lo que debía hacer; ensalzó lo que presume se ha hecho. En vez de reinventarse, decidió alabarse. No se movió; tan sólo se acicaló. Frente a un patio vacío, un fiel reflejo de su aislamiento intelectual, reveló los pecados que terminarán golpeando a su gobierno y lastimando al país: la soberbia, el orgullo. La obcecación que -según Von Clausewitz-es una falla de temperamento; un tipo especial de egoísmo que exige genuflexión a los demás. Y eso es lo que ha logrado el Presidente con su plan no-plan: colocar a México de rodillas.
A la merced de ideas muertas, proyectos inviables, cifras irrisorias, optimismo infundado, promesas que no se podrán cumplir. A la merced de un hombre que no entiende la lógica de políticas contracíclicas, que no comprende la importancia de preservar el empleo para no producir más pobres, que equivocadamente equipara todo rescate con el Fobaproa, que confunde el keynesianismo con el neoliberalismo. López Obrador comparándose con Roosevelt quien sacó a Estados Unidos de la Gran Depresión, cuando se comporta más como Herbert Hoover quien la provocó. AMLO repite que su estrategia se centra en poner primero a los pobres, pero al empeñarse en seguir haciendo más de lo mismo, acabará engrosando sus filas. Peor que en la debacle de 1995. Peor que en cualquier contracción económica padecida por nuestra generación.
Porque se requerían acciones extraordinarias, y AMLO reiteró acciones minimalistas. Porque se tenían que establecer las condiciones económicas para que la gente -ante el Covid-19- pudiera quedarse en su casa, y el Presidente no las estableció. Porque se necesitaban apoyos explícitos para el 50 por ciento de la población que vive al día, y él no los proveyó. Demostró que vive en una dimensión Disney, alejada de la realidad del país y del planeta. AMLOlandia, gobernada por quien se vanagloria de lo que ha construido en su imaginación. Un mundo mágico donde el Presidente ignora que sin crecimiento económico, caerá la recaudación. Cuando caiga la recaudación, habrá que recortar el gasto público. Cuando se recorte el gasto público, empeorará la crisis. Cuando empeore la crisis, habrá más pobreza.
Por eso los gobiernos en todas las latitudes están endeudándose para poder gastar más. Para poder preservar el empleo. Para evitar los despidos masivos y las bancarrotas previsibles. Para poder diferir el cobro de impuestos. Para inyectar liquidez a la economía y mantener el consumo. Como lo están haciendo Perú y Argentina y Chile y Holanda y Dinamarca. Países preparándose para los peores escenarios con las mejores políticas. Con la dispersión de recursos por todas las vías, para que quienes padecerán una economía de guerra, tengan armas suficientes para librarla. Y eso entraña volver al Estado benefactor, comprador, pagador, rescatista.
Trágica paradoja la de AMLO que en tiempos de John Maynard Keynes, emula a Milton Friedman. En tiempos en los cuales se busca agrandar al Estado, quiere empequeñecerlo. En tiempos de legitimidad para políticas de izquierda, opta por políticas de derecha. En vez de más generosidad, anuncia más austeridad. En vez de más transferencias, anuncia más recortes. En vez de recursos reasignados para la salud, habrá recursos reforzados para las refinerías. En vez de disposiciones para apoyar al sector informal, habrá medidas para apoyar a Pemex. El Presidente prefiere extraer petróleo antes que proteger el empleo, construir Dos Bocas antes que comprar cubrebocas, financiar el Tren Maya antes que salvar vidas.
Ayer AMLO no inauguró un pacto de Estado para encarar la emergencia. Recitó una oda a sus obsesiones, un poema a sus prejuicios, un canto a sí mismo. En su cabecita de algodón, la familia nos salvará, la cultura nos rescatará, la cancelación de aguinaldos nos redimirá, los programas sociales serán vacuna suficiente contra la pandemia. Y mientras tanto, el Presidente continuará de pie frente al espejo, embelesado. Pero conforme avance la crisis y pregunte: "espejito, espejito, ¿quién es el más bonito?", no encontrará ahí el perfil de un estadista. Verá a un verdugo.
















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