26 jul 2020

Margarita Debayle/ de Rubén Dario

El poema dedicado a Margarita fue escrito en Corinto, en la isla del Cardón, el 20 de marzo de 1908; fue publicado en el Diario de Granada el 29 de noviembre de 1908 con el título “Cielo y mar. Poema (A Margarita Debayle)”: el Diario de Granada era dirigido por un amigo de Darío, Manuel Coronel Matus (1864-1910), también se publicó en la revista madrileña Blanco y Negro, con el título “Cuento. A Margarita Debayle” y en el Repertorio del Diario de El Salvador con título primigenio “Cielo y mar”.

Está dedicado a Margarita Debayle Sacasa (León. Nicaragua, 4 de julio, 1900, Lima, Perú, 19 de diciembre, 1983); fue hija del doctor Louis Henri Debayle –quien fue médico de Rubén Darío– y de Casimira Sacasa – hija del presidente de Nicaragua Roberto Sacasa–. 
Hay versiones de que el poema fue escrito por la noche a cambio de una botella de whisky; el poeta le prometió hacerla eterna, y se la recitó por la mañana sentados en un tronco de madera.
Margarita llegó a confesar que su encuentro con Darío en la isla del Cardón, en la bahía de Corinto, fue un acontecimiento fundamental en su vida, pues este encuentro movió al poeta a crear dicha composición. 


Margarita recitó el poema de memoria al menos en tres ocasiones: a los 51 años, a los 62 y a los 66, y inalmente, en el marco del centenario natal de Darío –enero de 1967– ella fue consagrada Musa oficial por el Presidente Lorenzo Guerrero, ceremonia que aprovechó para recitar espléndidamente, una vez más, “A Margarita Debayle”. 
Hay una grabación en el Museo y Archivo de León, Nicaragua. 
Métrica y recursos
Sus combinaciones métricas en la primera, tercera y última estrofa de siete, seis y ocho versos, respectivamente, se articulan de forma magistral, con versos de diez, cuatro y tres sílabas. 
Las rimas son consonantes y todas las demás estrofas cuartetas octosílabas, como la segunda estrofa:

Esto era un rey que tenía  
un palacio de diamantes,  
una tienda hecha de día  
y un rebaño de elefantes,  
El poema completo..
 Margarita Debayle/ de Rubén Dario
Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar;
yo siento
en el alma una alondra cantar:
tu acento.
Margarita, te voy a contar
un cuento.
Éste era un rey que tenía
un palacio de diamantes,
una tienda hecha del día
y un rebaño de elefantes.
Un kiosko de malaquita,
un gran manto de tisú,
y una gentil princesita,
tan bonita,
Margarita,
tan bonita como tú.
Una tarde la princesa
vio una estrella aparecer;
la princesa era traviesa
y la quiso ir a coger.
La quería para hacerla
decorar un prendedor,
con un verso y una perla,
y una pluma y una flor.
Las princesas primorosas
se parecen mucho a ti:
cortan lirios, cortan rosas,
cortan astros. Son así.
Pues se fue la niña bella,
bajo el cielo y sobre el mar,
a cortar la blanca estrella
que la hacía suspirar.
Y siguió camino arriba,
por la luna y más allá;
mas lo malo es que ella iba
sin permiso del papá.
Cuando estuvo ya de vuelta
de los parques del Señor,
se miraba toda envuelta
en un dulce resplandor.
Y el rey dijo:  «¿Qué te has hecho?
Te he buscado y no te hallé;
y ¿qué tienes en el pecho,
que encendido se te ve?»
La princesa no mentía.
Y así, dijo la verdad:
«Fui a cortar la estrella mía
a la azul inmensidad.»
Y el rey clama:  «¿No te he dicho
que el azul no hay que tocar?
¡Qué locura! ¡Qué capricho!
El Señor se va a enojar.»
Y dice ella:  «No hubo intento;
yo me fui no sé por qué;
por las olas y en el viento
fui a la estrella y la corté.»
Y el papá dice enojado:
«Un castigo has de tener:
vuelve al cielo, y lo robado
vas ahora a devolver.»
La princesa se entristece
por su dulce flor de luz,
cuando entonces aparece
sonriendo el Buen Jesús.
Y así dice:  «En mis campiñas
esa rosa le ofrecí:
son mis flores de las niñas
que al soñar piensan en mí.»
Viste el rey ropas brillantes,
y luego hace desfilar
cuatrocientos elefantes
a la orilla de la mar.
La princesita está bella,
pues ya tiene el prendedor
en que lucen, con la estrella,
verso, perla, pluma y flor.
Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu aliento.
Ya que lejos de mí vas a estar,
guarda, niña, un gentil pensamiento
al que un día te quiso contar
un cuento. 

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