23 nov 2020

El poder de los militares, el tema en columnas

 Nunca tuve indicios contra Cienfuegos, dijo el presidente López Obrador en la mañanera de hoy, aprovechó para criticar la nota de la agencia Reuters 

Mmm. Nada es casual, dijo...¿Fue entones un asunto perverso de Trump para ganar las elecciones?

El C. presidente afirmó que su Gobierno nunca tuvo indicios de asociación delictuosa entre el general Cienfuegos y el crimen organizado.


"En este caso, no teníamos nosotros información
, no (ni siquiera indicios) (..) por eso cuando me informan oficialmente me llamó a dudar de cómo estaba elaborada la investigación.

"Cómo si estoy aquí todos los días de 6 a 7, recorro todo el País, estoy pendiente... Entonces, por eso pedí que se revisara el marco en que se da la cooperación con las agencias de EU aquí y pedí que enviaran elementos de pruebas", comentó  en la mañanera.

Pero, en la mañanera del 16 de octubre el Presidente dijo otras cosas, ...

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Las columnas políticas hoy, a 23 de noviembre de 2020

HISTORIAS DE REPORTERO/Carlos Loret de Mola /

El Universal

Cienfuegos: la historia detrás de su captura y liberación

Los Cienfuegos fueron llevados a una sala tipo VIP, donde otra persona pidió al general que la acompañara a otra habitación.

Lo único raro que notó el general Salvador Cienfuegos antes de abordar ese vuelo a Los Ángeles fue que un hombre le estuvo tomando fotos discretamente en el aeropuerto de la Ciudad de México. Ese hombre abordó primero y se sentó en la zona de primera clase.

Quien fuera secretario de Defensa Nacional en el sexenio de Enrique Peña Nieto ocupó con su familia los asientos en clase Turista. ¿Quién era ese hombre? En la era de las redes sociales y los teléfonos inteligentes, una foto que intenta no ser detectada no es motivo de particular sospecha.

Así que nada parecía salirse de lo normal. El general Cienfuegos y su familia estaban listos para unos días de descanso en Los Ángeles y San Diego, California. Cuando la nave aterrizó y descendieron para realizar el habitual trámite de Migración y Aduanas, fueron amablemente interceptados por una persona que, tras preguntarles si viajaban juntos, les pidió que la acompañaran como familia, separados de los demás pasajeros.

Aquello parecía mucho más una cortesía para quien fuera un alto funcionario, condecorado por el gobierno estadounidense, que el inicio de la aprehensión de un exsecretario de estado acusado de poner el Ejército al servicio de un cártel del narcotráfico.

Los Cienfuegos fueron llevados a una sala tipo VIP, donde otra persona pidió al general que la acompañara a otra habitación, mientras los demás lo esperaban. De nuevo: para la familia, aquello se veía como la continuación de una deferencia.

No lo era. Le habían tendido la cama, como se dice. Cienfuegos no volvió a reunirse con los suyos. Más de una hora después, la familia recibió la noticia: Salvador Cienfuegos Zepeda, ex secretario de la Defensa Nacional, era acusado de coludirse con el narcotráfico y estaba detenido por las autoridades de Estados Unidos.

El general de cuatro estrellas sólo alcanzó a comunicar a su esposa que realizara un par de llamadas clave a sus cercanos para informar de su situación y pedir auxilio. En la familia reinaron el desconcierto y el drama.

¿Qué había hecho? ¿Por qué lo detenían? ¿Cómo a él, a quien Estados Unidos había tenido la confianza de incluir en el Comando Norte, en el Comando Sur, que fue homenajeado unas semanas antes de dejar su cargo, que tenía un acceso privilegiado al Pentágono, a la CIA? ¿Qué estaba pasando? ¿Había hecho algo y nadie supo? ¿Era una injusticia? ¿Lo habían confundido? “Confíen en mí”, mandó el general Cienfuegos como mensaje, a manera de clamor de inocencia.

Lo que siguió fue una operación de Estado para liberar al general Cienfuegos. Tomó un mes.

Si bien la reacción inicial del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, fue colocar al general Cienfuegos en el basurero de los corruptos del pasado y usarlo como combustible para su narrativa político-electoral, fue el propio presidente de México quien intervino decisivamente para pedir a su homólogo estadounidense, Donald Trump, la liberación del militar de alto rango.

El presidente cambió de opinión sobre el caso debido a la influencia de una persona en particular: el actual secretario de la Defensa Nacional, el general Luis Cresencio Sandoval.

El general Sandoval no sólo es el sucesor del general Cienfuegos en el cargo. Es en buena medida su hechura. A lo largo del sexenio anterior, pasaban mucho tiempo trabajando juntos: reuniones, giras, vuelos, operaciones.

Sería difícil pensar que Cienfuegos se hubiera coludido con el narco y Sandoval nunca hubiera sospechado. Sería difícil pensar que Cienfuegos intercambiara miles de mensajes por celular con un operador del crimen organizado sin que tuviera noticia de ello Sandoval, hombre de su confianza y mando central en las operaciones cotidianas del Ejército.

Por eso, el secretario de la Defensa actual, recogiendo también la preocupación de la élite militar, presentó en la junta matutina al presidente de México una exposición detallada de quién era a su juicio Cienfuegos, por qué era inocente de los cargos de narcotráfico que se le imputaban y por qué había que intervenir a su favor. Habló de su personalidad, de su gestión, incluso de su dinero, de su casa en Ciudad Satélite, Estado de México, y su modo de vida.

Conociendo las posturas del presidente López Obrador sobre el expediente de derechos humanos del Ejército mexicano en el sexenio pasado y su diagnóstico sobre la corrupción del pasado, insistió en que la acusación por la que fue detenido Cienfuegos no tenía que ver ni con una cosa ni con la otra.

El general Cresencio Sandoval, pues, fue clave para que el presidente López Obrador entendiera lo que estaba en juego y decidiera usar el capital político que a lo largo de dos años de gobierno acumuló frente al presidente Trump.

La implementación de esta decisión corrió a cargo del canciller Marcelo Ebrard. Del otro lado de la mesa, además del fiscal William Barr, intervino también el superasesor y yerno del mandatario estadounidense, Jared Kushner.

Un mes y tres días después de aquel vuelo de la Ciudad de México a Los Ángeles en el que lo único raro que notó fue que un hombre le tomaba fotos discretamente, el general Cienfuegos quedó libre. Llegó a México por vía aérea el 18 de noviembre. Pude reconstruir esta historia con base en fuentes cercanas a su protagonista y al gobierno federal mexicano, que me relataron así lo sucedido.

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ESTRICTAMENTE PERSONAL/Raymundo Riva Palacio / 

El Financiero

El anhelo del general

Teóricamente es correcto lo que dijo el secretario de la Defensa, el general Luis Cresencio Sandoval, de que las Fuerzas Armadas no anhelan el poderCierto, porque ya lo tienen. El tamaño de los problemas del país, que no imaginó ni calculó el presidente Andrés Manuel López Obrador, lo obligó a dar un giro de 180 grados, y de querer desaparecerlas, las volvió pilar de su régimen.

El Presidente vive hoy en una jaula de oro protegido por los militares que le han resuelto todo. Pero como nada es gratis, el pago han sido dinero, concesiones, privilegios, encubrimientos y cumplirles una exigencia: defender, a costa incluso de incomodar a su Némesis Donald Trump, al general Salvador Cienfuegos, a quien por presiones mexicanas liberaron en Estados Unidos pese a un expediente de “miles de documentos” que probaban, decían, sus nexos con el narcotráfico.

Entonces, tiene razón el general Sandoval. Si el Presidente quería mantener un cuerpo homogéneo para que le diera cobertura y permitiera hacer todo lo que desea, violentando normas y ajustando o ignorando leyes, tenía que hacerles caso. Con los militares mexicanos no se juega.

No es que tengan un espíritu golpista, por lo que cada vez que se habla del tema, como el propio López Obrador lo ha llegado a decir públicamente, se recuerda que el Ejército es el más institucional de América Latina. Igual se decía del Ejército chileno hasta que el general Augusto Pinochet le dio golpe de Estado al presidente Salvador Allende en 1973 –un evento que tiene fijo el inquilino de Palacio Nacional.

El inhibidor aquí son los tres mil 200 kilómetros de frontera con Estados Unidos y las represalias políticas y económicas que habría con una toma de poder de facto.

Ese escenario no existe, porque López Obrador se los dio. Las Fuerzas Armadas desvanecieron a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. El Ejército absorbió a la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, dejándole sólo la responsabilidad de prisiones y Protección Civil. Se desistió de pasar legalmente la Guardia Nacional al Ejército cuando se revelaron sus intenciones y generó protestas, pero en los hechos, le pertenece.

Tanto es su poder sobre el Presidente, que pasaron sin escándalo ni remociones la violaciones a los derechos humanos que cometió la Guardia Nacional al reprimir la protesta social en Chihuahua, tragándose el régimen décadas de denuncias contra ese tipo de acciones que llamaban autoritarias.

El general Sandoval se siente con autoridad plena y profesa lealtad. La tiene, en efecto con el Presidente, porque López Obrador le permite todo. Incluso temas de índole personal. Como botón de muestra: el general quería que su hijo estudiara un posgrado que da la Secretaría de la Defensa a civiles, donde no se permiten militares.

Para resolverlo, el general retirado, su protector e impulsor, Audomaro Martínez, director del Centro Nacional de Inteligencia, lo inscribió como miembro del aparato de inteligencia civil. Por supuesto, nadie les reclamó.

Tampoco ha habido objeciones para que, en la marca de la casa, ordenara el espionaje de un periodista crítico a las políticas de la militarización policial, que se discutió dentro de las reuniones de gabinete, donde por cierto, no son inusuales las referencias de molestia contra quienes cuestionan las políticas de gobierno.

Es decir, el uso del aparato de inteligencia militar, que está para la defensa de la seguridad nacional, para saciar el coraje del secretario.

Las Fuerzas Armadas lo tienen todo, en particular el Ejército, cuyos mandos cambiaron en meses su ánimo de molestia con el Presidente, en los tiempos que quería desaparecer las Fuerzas Armadas con el argumento de que no había ninguna amenaza externa, a apoyarse plenamente en ellas.

Un ejemplo importante es el Tren Maya, donde se descubrió que en uno de los tramos de la ruta que atraviesa por la selva, había campamentos de entrenamientos de Los Zetas que manejaban ex Kaibiles, los soldados de élite de Guatemala.

El Presidente anunció en octubre que los tramos 6 y 7 del Tren Maya iban a ser construidos por ingenieros militares. Lo que no dijo es que además de ello –era innecesario mencionar los narcocampamentos–, el tramo se lo iba a concesionar a la Secretaría de la Defensa.

Es decir, no sólo participarán en la planeación y la construcción, sino que además les permitirá manejar el tramo como un negocio, igual que con las constructoras privadas que participan en otra parte de la ruta, para que tengan ingresos. Negocio paralelo a los militares, pero hay que señalarlo, tan legal como ilegítimo.

López Obrador ha hecho cierta la frase de que el amor de un gobierno se ve en el presupuesto. Para el próximo año, sus recursos se incrementarán 15.7% del presupuesto de este año de 94 mil millones de pesos. La Marina tendrá un aumento de 2.1% en su presupuesto, que actualmente es de 33 mil millones.

En septiembre se autorizó un incremento salarial para todas las Fuerzas Armadas, retroactivo a enero de este año, y un incremento significativo de plazas, cuando en el resto de la administración sólo hay austeridad. Adicionalmente, como reportó Mexicanos Contra la Corrupción, los fideicomisos del Ejército tuvieron un incremento de mil 48 por ciento, mientras López Obrador ordenaba que se cancelaran todos porque eran vehículos de corrupción.

¿Por qué anhelarían las Fuerzas Armadas el poder? Lo tienen ampliamente sin necesidad de desgastarse, sin que les llamen golpistas, sin que les recuerden 1968, ni Tlataya, ni que para los marinos en la lucha contra la delincuencia organizada nunca existieron los prisioneros, ni que se violen los derechos humanos y se permitan acciones de espionaje contra civiles.

El único lunar negro que tienen con el gobierno es Ayotzinapa, pero ya se verá cómo se desvanecen las acusaciones contra un militar, o se le sacrifica, para que no digan que el general Sandoval quiere todo.

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 Urgen investigar y juzgar a general
De naturaleza política/ENRIQUE ARANDA
Excelsior, 23 de Noviembre de 2020

                México no fue rebasado… ayer, 9,187 casos.

A la vista la infinidad de versiones, burlas y críticas que siguieron a la aún insuficientemente explicada exoneración y acelerada repatriación del general Salvador Cienfuegos por parte de Estados Unidos que, un mes atrás, no sólo hizo alarde de poder y desprecio hacia las instituciones nacionales al detener al exsecretario de la Defensa, sino que también lo acusó de ofrecer protección a un cártel menor del narcotráfico y beneficiarse de la introducción de cocaína, metanfetaminas, y más, a su territorio, el gobierno de la 4T decidió “poner cara” y alentar la realización de una investigación seria y el eventual juicio del militar, aun a riesgo de que ello termine en un sonado fracaso.

La necesidad de acallar voces, según las cuales la vuelta del extitular de las Fuerzas Armadas no fue más que una concesión del saliente Donald Trump al amigo o la burda contraprestación de un acuerdo signado por éste bajo presión de un sector (no oficial) del Ejército, está obligando, a decir de quienes afirman contar con información privilegiada, a acelerar el inicio de pesquisas por parte de la Fiscalía carnal de Alejandro Gertz y un juicio en su caso para el que, hasta ahora, al menos, no cuentan con más información que la que recibieron de parte de sus homólogos americanos.

El asunto, pues, apremia: para contener especulaciones y versiones contrarias al régimen cuando Andrés Manuel López Obrador y los suyos se aprestan a recordar el segundo aniversario de su arribo al poder, sí, pero también para inhibir supuestas o reales manifestaciones de descontento surgidas desde el interior de grupos cercanos al cuestionado militar que igual operan en el ámbito político-partidista que en el propiamente militar. Por ello es que existe urgencia de acción.

No deberá pasar mucho tiempo, entonces, antes de conocer sobre el qué, cuándo y cómo actuarán las autoridades competentes para avanzar en el esclarecimiento de un caso que, hasta ayer, al menos, había generado más dudas que certezas...

 ASTERISCOS
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 El poder de los militares en México
Juegos de poder/LEO ZUCKERMANN
Excelsior
• ¿Quién está, hoy en día, fiscalizando, controlando y limitando el poder de las Fuerzas Armadas en México? Se dirá que un civil, es decir, su jefe, el Presidente de la República.

Lo que más me preocupa del sexenio actual no es el mal manejo de la pandemia por covid-19, la caída de la economía por pésimas decisiones gubernamentales o la progresiva polarización social promovida desde el púlpito presidencial. No. Lo que más me preocupa es la creciente militarización del país.

Nunca, que yo recuerde, el Ejército y la Marina habían tenido tanto poder como hoy tienen en México.

Es algo que nunca prometió López Obrador en sus tres campañas presidenciales. Por el contrario, su postura era regresar a las Fuerzas Armadas a sus cuarteles de donde el presidente Calderón las había sacado para resolver el problema de la inseguridad pública.

No obstante, después de que ganó la elección en 2018, la postura de AMLO cambió radicalmente. En lugar de quitarles la responsabilidad de la seguridad pública, la incrementó con la creación de la Guardia Nacional que, supuestamente, sería civil, pero acabó siendo, en los hechos, militar.

Además, a las Fuerzas Armadas les ha encargado la construcción y administración del nuevo aeropuerto de Santa Lucía, así como la edificación del Parque Ecológico Lago de Texcoco, un nuevo aeropuerto en Tulum, dos mil 700 sucursales del Banco del Bienestar y algunos tramos del Tren Maya. Les solicitó la remodelación de 32 hospitales que quedaron inconclusos en sexenios pasados y coadyuvar en la distribución de gasolinas y medicinas en todo el país. Asimismo, la tarea de evitar el paso de migrantes centroamericanos hacia Estados Unidos, así como el apoyo para ciertos programas sociales, como Sembrando Vida.

Crecientemente, los militares están sustituyendo a los civiles en múltiples tareas del gobierno federal.

¿Le conviene esto al país?

Yo creo que no por una convicción personal: no me gustan los gobiernos militares.

Quizá sean más eficaces, pero aquí entra el eterno problema que puso sobre la mesa el poeta Juvenal: “Quis custodiet ipsos custodes?”. Traducción: “¿quién vigila a los vigilantes?”.

En este caso, ¿quién está, hoy en día, fiscalizando, controlando y limitando el poder de las Fuerzas Armadas en México?

Se dirá que un civil, es decir, su jefe, el Presidente de la República.

Pero aquí viene a colación otro cambio de postura de Andrés Manuel López Obrador.

Cuando detuvieron en Estados Unidos al general Salvador Cienfuegos, exsecretario de la Defensa Nacional durante todo el sexenio de Peña, el presidente López Obrador la presentó como una prueba más de la corrupción de los gobiernos pasados, “de la decadencia del régimen que afortunadamente ya está por acabarse”. Advirtió que, como en el caso de Genaro García Luna, se retirarían de sus cargos a todos los funcionarios que habían colaborado con el inculpado. No tomó en cuenta que todos los mandos actuales del Ejército, de alguna u otra manera, habían colaborado con Cienfuegos en su calidad de exsecretario de la Defensa.

Pocas horas después, la posición del Presidente comenzó a cambiar. Primero, matizó lo de la limpia en el Ejército. Luego, se mostró indignado porque Estados Unidos no avisó al gobierno de México sobre la detención de Cienfuegos. Posteriormente, operó, junto con el canciller Ebrard, para regresarlo a México, cosa que, increíblemente, logró.

No hay que ser ningún genio para saber que detrás de los dichos y hechos de AMLO estuvo la fuerte presión que ejercieron las Fuerzas Armadas sobre su jefe civil. Utilizaron y enseñaron el gran músculo político que tienen. Lograron algo sin precedente: que el procurador de otro país desistiera de perseguir judicialmente a una persona que llevaban años investigando.

Regreso, entonces, a la pregunta: ¿quién vigila a los militares en México? Recordemos que estamos hablando de los servidores públicos que tienen el mayor poder de todos, es decir, el de las armas.

Claramente, el presidente López Obrador no. Ante la presión que ejerció el Ejército sobre su jefe civil, éste cambió su postura e hizo todo lo posible para que los estadunidenses soltaran al exsecretario de la Defensa.

Imaginemos que Estados Unidos hubiera arrestado a un expresidente de la República en lugar de a un exsecretario de la Defensa Nacional. ¿Habría movilizado el gobierno de México todos sus recursos para que la fiscalía estadunidense se desistiera de perseguirlo y lo regresaran a territorio nacional?

Francamente, lo dudo.

De esta forma, se comprobó el gran poder que hoy tienen los militares en México. Ninguno de los 30 millones de mexicanos que sufragaron por AMLO en 2018 votaron por esto.
Al revés, fueron a las urnas creyendo lo contrario.

                Twitter: @leozuckermann

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Un éxito preocupante/Jesús Silva-Herzog Márquez

en REFORMA, 23 Nov. 2020

La liberación del general Cienfuegos es ambas cosas. Un extraordinario triunfo del gobierno federal, sin duda. La diplomacia mexicana fue al rescate del general y logró su cometido. Empleó todos sus instrumentos para revertir la agraviante decisión del vecino. No se quedó cruzada de brazos. No se detuvo en la formalidad de un aviso de inconformidad. Emprendió el camino diplomático, usando todos los instrumentos a su alcance para defender su causa. La resolución final del gobierno norteamericano es sorprendente. Desistirse de los cargos contra el militar mexicano y enviarlo sin dilación a nuestro país fue un giro que nadie habría imaginado. ¿Quién habría pensado que el gobierno de Estados Unidos pudiera recular de esa manera? El triunfo habla de la capacidad de la diplomacia mexicana cuando logra identificar con claridad un objetivo y expone con firmeza sus razones.

El éxito del gobierno federal es, ante todo, del canciller Ebrard. Si el Presidente reaccionó con enorme torpeza al arresto de octubre, el canciller registró de inmediato las implicaciones que el proceso contra el general tendría para la colaboración entre los países y también para la alianza del Presidente con el Ejército. El reflejo de López Obrador fue celebrar la captura de otro representante más del viejo orden y llamar de nuevo a limpiar la casa tras las revelaciones que venían del norte. La inercia de su retórica le impidió advertir los gravísimos efectos de la incriminación. El tiempo le hizo cambiar de parecer, pero la reacción inicial fue muy desafortunada. La respuesta del canciller, por el contrario, daba cuenta de inmediato de todo lo que trastocaba el arranque de la DEA. No solamente recibía el golpe, planteaba una salida y se dispuso construirla. A la nota diplomática sucedieron lo que podemos imaginar como intensas negociaciones con la fiscalía norteamericana y otras agencias de aquel país. Se usaron todos los instrumentos diplomáticos para revertir la decisión del vecino. El gobierno no se quedó congelado ni puso el grito en el cielo. Se puso a trabajar con la discreción necesaria y en el ámbito debido. Al mes de la captura, la Cancillería mexicana obtuvo un resultado que se habría considerado impensable hace unos días.

La respuesta mexicana no fue un desplante. El canciller supo mostrar a sus contrapartes la importancia de la colaboración y el deber que tienen ambos países de cuidar la confianza. Sin esconder la cabeza bajo la arena, sin cambiar de tema por resultar incómodo, sin caer en los reduccionismos elementales que tanto complacen a este gobierno, la Cancillería comunicó el agravio y dejó en claro las consecuencias que podría tener. Obtuvo así un éxito que nadie podría regatearle.

Al mismo tiempo, debe decirse que la victoria preocupa. El éxito diplomático sirve a la opacidad y la militarización. Por su propia naturaleza, las negociaciones de la Cancillería están envueltas en el misterio. ¿A qué se comprometió el gobierno mexicano? ¿Podríamos confiar en que las autoridades mexicanas examinarán las pruebas contra el general con rigor y objetividad? Al reconocer las autoridades norteamericanas que su decisión es abiertamente política, dejan entrever que el costo de la cooperación puede ser la impunidad. Preocupa también esta victoria diplomática porque se inscribe en un inquietante proceso de militarización. En estos dos años de gobierno, el gran aliado del Presidente ha sido el Ejército, la corporación de la obediencia. Si la administración es para el Presidente un elefante flojo, el Ejército es la eficacia que le dice sí, señor. Lo que usted ordene. Al Ejército se le ha entregado la seguridad pública, y la política migratoria; la construcción de las obras predilectas del Presidente y el transporte de la gasolina; el control de las aduanas y la construcción de hospitales. La victoria del canciller es por eso, una victoria más del Ejército, el estamento intocable. La eficacia diplomática puesta al servicio de ese militarismo que es, en la fantasía presidencial, impoluto.

http://www.reforma.com/blogs/silvaherzog/

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“Los militares han pesado siempre”: cómo el caso Cienfuegos destapó el poder del Ejército mexicano

Cuando el exsecretario de la Defensa Nacional de México regresó a su país tras librar una acusación de narcotráfico en Estados Unidos, varios voltearon a ver hacia los altos mandos de las Fuerzas Armadas. Algunos creen que históricamente ellos han movido los hilos del poder desde un segundo plano.


POR: ISAIAS ALVARADO

Univisión, 22 NOV 2020;

A finales de 2018, pocos días antes de asumir la presidencia de México, Andrés Manuel López Obrador se reunió en privado con la élite militar de ese país para hablar sobre su estrategia de seguridad, pero solo recibió órdenes, según lo cuenta el general brigadier retirado José Francisco Gallardo.

“Sale tronado Andrés Manuel. Lo doblaron. Yo dije: ‘señor, si lo amenazaron, si le dijeron algo, díganos’”, dijo Gallardo al programa ‘Los Periodistas’, en el cual advirtió que existe una “cofradía” de generales que supuestamente controla al mandatario en turno y que algunos llaman ‘El Sindicato’.

“¿Qué alcance tiene ese poder fáctico, general?”, le preguntó el conductor Alejandro Páez Varela.

Pues lo estamos viendo… doblaron al presidente”, insistió Gallardo refiriéndose a la presión diplomática que ejerció México tras la detención en California del exsecretario de la Defensa Nacional Salvador Cienfuegos Zepeda. Esa acción derivó en el retiro de los cargos de narcotráfico que enfrentaba.

Fue un hecho inédito y pasó muy rápido: en una audiencia de unos 15 minutos desestimaron la acusación interpuesta en una corte federal de Nueva York, nueve horas después alguaciles estadounidenses ya lo habían trasladado a México y, unos minutos más tarde, la Fiscalía mexicana lo dejó libre.

La mañana siguiente, López Obrador aplaudió la repatriación de Cienfuegos, quien fue titular del Ejército en el sexenio de Enrique Peña Nieto (2012-2018), subrayando que debía haber confianza mutua entre ambos países.

“Es un hecho que reafirma que somos un país libre y soberano (…) Tengan confianza, que nosotros tenemos el compromiso de no fallarle al pueblo”, expresó acerca del proceso judicial que ahora encabezan los fiscales mexicanos.

Es la primera vez que Estados Unidos decide soltar un caso de narcotráfico de alto perfil y devolver al acusado a México para que allá continúen la investigación. El Departamento de Justicia (DOJ) indicó que el objetivo es mantener la cooperación bilateral en la lucha contra el crimen organizado. No explicó más.

Una de varias teorías que giran en torno a este caso es que altos mandos de las Fuerzas Armadas mexicanas se molestaron tanto que le exigieron a López Obrador que lo trajera de vuelta y este obedeció.

“Es tan grave lo que está sucediendo que una hipótesis -efectivamente- es que el presidente pudo ser chantajeado, presionado (...) Me parece que el presidente ha sido víctima de una trampa (...) que alguien lo encerró en una sola opción, casi como un ultimátum”, sostiene Anabel Hernández, experta en narcotráfico, en una entrevista con el periodista Julio Astillero.

Lo que dice Hernández es parte de un acalorado debate en ambos lados de la frontera. Quienes comparten esa idea la vinculan a la cada vez mayor influencia militar en la vida civil de México.

No solo es responsabilidad de soldados y marinos el combate a la delincuencia en las zonas más inseguras del país, sino que también les confiaron la atención médica en medio de la pandemia, el rescate de mexicanos varados en el extranjero por los brotes de coronavirus y la administración de aduanas y puertos.

Además realizan las obras del aeropuerto de Santa Lucía, combaten el multimillonario robo de combustible (huachicoleo) y usaron su prestigio para impulsar el proyecto ferroviario llamado Tren Maya.

El rol del Ejército en la guerra contra las drogas se inició en 2006 y se afianzó a finales de 2017 a través de una ley de seguridad, cuya aprobación deja a los soldados en las calles por tiempo indefinido. López Obrador no permitió que el “pueblo uniformado”, como les llama, regresara a los cuarteles, incumpliendo una de sus principales promesas de campaña. En su gobierno los niveles de violencia son aún peores.

La militarización en México se ha profundizado por la creación de una nueva fuerza castrense, la Guardia Nacional, que se fundó hace un año tomando a elementos de la extinta Policía Federal.

La historia señala que los soldados han sido el as bajo la manga de los presidentes mexicanos y algunos los usaron incluso para reprimir movimientos sociales, llegando hasta la masacre de estudiantes de Tlatelolco en 1968 y la desaparición de opositores durante la llamada ‘Guerra Sucia’. Fue una época oscura en la que había una regla no escrita para la prensa: el presidente, la Virgen de Guadalupe y el Ejército eran intocables.

A pesar de la influencia que han tenido durante 107 años jamás han dado un golpe de Estado en México, a diferencia de la mayoría de los países de Latinoamérica. Algunos sostienen que su poder se ejerce con dureza y efectividad tras bambalinas, por eso no les ha sido necesario quitar a un gobernante incómodo.

“Los militares han pesado siempre, incluso los retirados tienen un trato privilegiado”, afirma Fred Álvarez, experto en seguridad pública, en una entrevista con Univision Noticias.

El roce por el caso Ovidio

Este viernes, en un evento que conmemoró el 110 aniversario de la Revolución Mexicana, el actual secretario de la Defensa de México, Luis Crescencio Sandoval, reiteró su lealtad a López Obrador, en quien recae el mando supremo del Ejército, la Secretaría de Marina y la Guardia Nacional.

“Es evidente que no anhelamos ningún poder porque nuestra razón de ser está alejada de pretensiones políticas o de otro tipo (…) porque dependemos del Ejecutivo, a cuya autoridad nos subordinamos por ley, por la decisión democrática del pueblo de México, pero sobre todo por convicción”, dijo.

Es un acto simbólico que se repite cada 20 de noviembre y que parece tranquilizar al mandatario en funciones.

Pero en la era López Obrador no todo ha sido miel sobre hojuelas. Hubo un roce público en octubre de 2019, cinco días después de la humillación que sufrió el Ejército cuando detuvo en Sinaloa a Ovidio Guzmán López, uno de los hijos del narcotraficante Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán.

Por órdenes del presidente lo dejaron libre, advirtiendo que solo así se evitó una masacre en Culiacán.

Aquel día, en un desayuno de la Asociación de Graduados del Colegio de Defensa Nacional de México, el general Carlos Demetrio Ochoa Gaytán pronunció un discurso sumamente crítico: “Nos preocupa el México de hoy. Nos sentimos agraviados como mexicanos y ofendidos como soldados”.

Ayotzinapa y Tlatlaya

Si bien los arrestos de varios generales acusados de tener vínculos con el narcotráfico han empañado la imagen del Ejército, pocos fueron condenados por ello. Además, distintos reportes señalan que sus efectivos siguen excediendo su fuerza y abusando de los derechos humanos sin ser castigados.

El Ejército es la institución mexicana con más denuncias por desaparición forzada, tortura y ejecuciones extrajudiciales ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), según un informe que documentó la "fallida" estrategia para combatir al narcotráfico, abarcando de 2006 a 2018.

El reporte elaborado por la Comisión Mexicana para la Defensa y Promoción de los Derechos Humanos cita que en ese período torturó a 313 personas, usando puñetazos, chorros de agua, descargas eléctricas, asfixia con bolsas de plástico, ahogamientos controlados (waterboarding) y amenazas.

También advierte sobre abusos sexuales: “Elementos del Ejército han perpetrado crímenes sexuales de diferentes formas, desde tocamientos lascivos hasta violación sexual”, denuncia la comisión.

A finales de septiembre, López Obrador dijo que entre los 70 sospechosos que buscaban arrestar por la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa en septiembre de 2014 había elementos del Ejército. Estos acusados son o eran parte del 27 Batallón de Infantería, con sede en Iguala, en el estado de Guerrero.

Una de tantas versiones es que militares coludidos con narcotraficantes participaron en el secuestro y el posible asesinato de los estudiantes de magisterio. A la fecha, solo un capitán del Ejército ha sido detenido por este suceso que marcó el sexenio de Peña Nieto.

El padre de uno de los jóvenes desaparecidos, Antonio Tizapa, protestó afuera de la Corte de Brooklyn este miércoles para denunciar que Cienfuegos "obstruyó la justicia en el caso Ayotzinapa" siendo el titular de la Secretaría de la Defensa Nacional. Pero ese mismo día, el general retirado se fue a México.

Otro incidente que manchó la carrera de Cienfuegos ocurrió solo tres meses antes del caso Ayotzinapa. En junio de 2014, efectivos del 102 Batallón de Infantería fueron señalados por su presunta participaron en la masacre de Tlatlaya, como le han llamado al asesinato de 22 personas en un almacén de la localidad de San Pedro Limón en el municipio de Tlatlaya, en el Estado de México.

La versión oficial es que se trató de un enfrentamiento del crimen organizado, pero la Comisión Nacional de los Derechos Humanos de México (CNDH) concluyó que al menos 12 personas fueron ejecutadas y que los soldados habían alterado la escena del crimen para que pareciera que hubo un tiroteo.

En 2015, un informe de la organización Miguel Agustín Pro documentaba que los militares tenían órdenes de "abatir delincuentes" en el área de Tlatlaya antes de que se registrara aquella masacre. A la fecha, ningún efectivo castrense ha sido castigado por estos hechos.

A pesar de los escándalos, el Ejército es una de las instituciones mejor calificadas por los mexicanos.

Fred Álvarez, experto en seguridad pública, cree que generales retirados y otros personajes sumaron a la presión sobre el presidente para que repatriaran a Cienfuegos, quizás temiendo una cooperación del exsecretario con la Fiscalía de Estados Unidos para evitar un castigo más grave y un posible juicio escandaloso.

“Eso puso nerviosa a la gente, porque si alguien tiene mucha información sobre todo México (sobre empresarios, partidos políticos, gobernadores) es el secretario de la Defensa”, mencionó.

Álvarez resalta que la influencia militar quedó de manifiesto cuando Cienfuegos regresó a México. “El general llegó vestido de traje y se fue a dormir a su casa. Le dieron un trato exclusivo”, dijo.

A muchos también extrañó el giro en el discurso de López Obrador. Al día siguiente de la captura del general, el 16 de octubre, lo calificó como un incidente “muy lamentable” y enfatizó que era reflejo de la corrupción de los gobiernos anteriores. Pero el jueves lo matizó diciendo frases como “no podemos aceptar que se fabriquen delitos” o “no se puede acusar a nadie si no hay pruebas”.

Anabel Hernández, quien es autora de varios libros sobre la relación entre el Cartel de Sinaloa y el gobierno de México, dice que las frases del presidente parecen anticipar la exoneración del general.

“Es una defensa absolutamente atípica y no es congruente con la primera expresión que hizo el propio presidente un día después de que Cienfuegos fue detenido”, criticó ella en la entrevista con el periodista Julio Astillero.

“Esta situación es escandalosa en todos los ámbitos, tanto en Estados Unidos, como en México”, dijo.

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