16 ene 2022

Homenaje a Carlos Pellicer en Bellas Artes...

 125 Aniversario del Natalicio de Carlos Pellicer Cámara

Estuvieron la esposa del presidente López Obrador, Beatriz Gutiérrez Mueller, Adán Augusto López Hernández, secretario de Gobernación, el consejero de la Coordinación de la Memoria Histórica y Cultural de México, y sobrino del C. Carlos Pellicer Cámara, licenciado Carlos Pellicer López; la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, Margarita González Saravia, directora de la Lotería, Rocío Bárcena Molina, directora  del Servicio Postal Mexicano, el coordinador de Memoria Histórica y Cultural de México, maestro Eduardo Villegas Megías y a directora general del Bellas Artes, Lucina Jiménez López.

Oradores:

ALEJANDRA FRAUSTRO GUERRERO,

Bienvenida, doctora Beatriz Gutiérrez Mueller. Gracias por acompañarnos y un abrazo muy cariñoso al presidente de la República que, sabemos, está pronto a su recuperación.

Querido secretario Adán Augusto López, gracias por estar aquí en este lugar.

Querido Carlos Pellicer López, gracias por acompañarnos esta mañana.

Lucina Jiménez, nuestra anfitriona. Gracias a Bellas Artes por recibirnos.

A quienes nos acompañan aquí hoy en esta ceremonia pequeña, pero no por ello en número de personas y de invitados menos significativa.

Gracias a los compañeros del Gobierno de México que nos acompañan.

Compañeros de los medios de comunicación:

Me honra darles la bienvenida en el principal recinto de las artes en México, espacio vivo y testigo de la historia, espacio que también fue y será siempre casa de Carlos Pellicer Cámara.

El gran poeta, lo fue siempre, independientemente de si escribió un soneto, dirigía una institución o imaginaba un museo, la poética nunca lo abandonaba. Como él mismo decía al haberle encargado el Museo de La Venta: ‘Yo no soy ni arqueólogo ni museógrafo, sino apenas un aficionado a la belleza en todas sus manifestaciones’. La modestia tampoco lo dejaba.

Esos museos con los que nos formamos la mirada y en buena parte los mexicanos contemporáneos forjamos nuestra identidad, son resultado de la mirada de ese poeta, quien no dividió nunca la naturaleza de las expresiones artísticas que nacen de ella, que no separó tampoco la vida cotidiana de la asombrosa obra de arte. Es el caso del Parque Museo La Venta, sólo la mirada de un artista podía haber puesto en valor una cabeza olmeca que quedó en proceso porque la piedra se fragmentó.

Pellicer se ponía en los pies y en las manos de los artistas olmecas para mostrar de la manera más humana esa potencia cultural de nuestro pasado, de la cultura madre y volverla tangible, cercana, natural, en su entorno, apostando por nunca perder la imaginación ni la capacidad creativa, ni mucho menos el asombro por la naturaleza.

Así pensó también uno de los museos más visitados en el mundo, la Casa Azul, que, como él mismo expresó pintada de azul por fuera y por dentro parece alojar un poco de cielo. Es la casa típica de la tranquilidad pueblerina donde la buena mesa y el buen sueño le dan a uno la energía suficiente para vivir sin mayores sobresaltos y pacíficamente morir.

Este museo que nos hace sentir la época creativa e ideales comunes que Diego y Frida compartían, nos hizo imaginar cómo pasaba a quien no les faltaban pies porque tenía alas para volar de la cocina al caballete, a su cama, refugio y cárcel creativa.

Hoy celebramos al poeta, al servidor público, poeta, al hombre valiente de su tiempo, al maestro humanista; él, quien formó mentes, corazones y conciencias, como las que rigen esta nación, qué feliz se pondría de ver a un humanista dando clase de historia a las 7:00 de la mañana todos los días, a la vez que saca de la miseria y el olvido a los millones que quedaron atrás.

Hoy celebramos esos ideales y esa conciencia que permeó en su familia aquí presente, familia también de artistas. Uno de ellos es quien, fiel a su tío, a su convicción de hacer un país con más oportunidades, donde el arte no sea un privilegio para unos cuantos, decide desprenderse de una colección extraordinaria, de gran valor artístico y también sentimental, y donarla al pueblo de México para que a través de las instituciones culturales se difunda y se conozca, no sólo en los grandes artistas, sino al espíritu pelliceriano.

Esa acción hará que ese espíritu siga vivo, porque esta colección es una mirada íntima a sus días, a sus intereses, a su camaradería, a sus causas y anhelos, es la reunión del gran buscador y generador de una gran, gran colección de lo bello.

Gracias, querido Carlos Pellicer López, también revolucionario, sutil, amoroso, pero muy revolucionario. Hoy honras de esta forma a tu tío.  Y gracias por abrir las puertas de tu casa durante meses. Gracias, Julio.

A los compañeros del Instituto Nacional de Bellas Artes, están aquí presentes Georgina Domínguez, Rodrigo Ortega, Omar Vega y desde aquí agradezco a Miriam Guerrero, Sandra Ordaz y Dulce Valdivia.

Gracias, querida Lucina, por coordinar junto con tu equipo este trabajo para que la colección fuera estudiada, catalogada y, como es tu voluntad, Carlos, recibida hoy para enriquecer de manera sustantiva la colección del Museo Nacional de Arte, el Munal, porque allí es donde se podrá difundir, como a Pellicer le hubiera gustado, la historia artística de los muros de su propia casa, sus andares y el amor al proceso artístico.

Esta colección es una gran forma para conocer a Pellicer. Se refleja, en ella como ya lo dije, su mirada, sus causas, sus amores como la naturaleza y la belleza hecha arte, un México profundo por el que luchó, ese México que hoy emerge digno porque es reconocido como nuestra mayor riqueza y no un motivo de racismo, ni discriminación.

Esta colección que hoy el Estado mexicano como representante del pueblo de México recibe, será puesta en valor como se los digo en el Munal, y en agradecimiento una sala de conservación de este museo llevará su nombre a partir de hoy.

Es una colección muy valiosa por las firmas, pinceles y miradas que contiene, muy generosa en volumen, como los cerca de 40 José Clemente Orozco, a quien él describía como promotor de fuerzas plásticas, el hombre que se encerraba como el huracán, el generoso ayudante de la justicia. Para Pellicer, el arte de Orozco fue una hoguera prodigiosa en la que él se quemó como Quetzalcóatl.

Esta colección posee también una gran sección de fotografías, Salas Portugal, Manuel Álvarez Bravo o Berenice Kolko; más de 30 Roberto Montenegro, un hermoso Guido Reni, así como una litografía de Piranesia, artista italiano, arquitecto y arqueólogo con el quien imagino debe haber sentido enorme identificación.

Varias obras de Guayasamin, Nahui Olin, Ruelas, Saturnino Herrán, una de ellas tenemos detrás de nosotros.

Los magníficos desnudos de Santiago Rebull y la enorme complicidad que se encuentra con Doctor Atl, de quien podemos apreciar aquí también el Popo o volcán, y de quien, decía Pellicer, llevaba la temperatura del paisaje en la sangre.

La colección nos hace también conocer de manera muy basta, casi extenuante, a un artista duranguense que vivió en el anonimato y gracias a Pellicer lo descubrimos hoy, se trata de Mario Alonso Ostolaza, quien como Agustín Ramírez se le conoció después de su muerte y que en el caso de Mario Alonso reúne una vasta obra en esta valiosa colección.

Hoy recibimos cerca de 50 José María Velasco, desde bocetos hasta óleos. Quizás una de las llagas más fuertes que sufrió nuestro amado poeta, los bastidores que fueron presa del robo de los lienzos de Velasco, que serían generoso material para conformar un fondo y así ayudar al pueblo chontal de Tabasco. Se presume que este golpe aceleró su partida.

Estos marcos vacíos los expondremos así, con imágenes de los lienzos faltantes, porque no perdemos la esperanza de que, en un acto heroico, quizá, como el que hoy lleva a cabo Carlos Pellicer López entregando este inmenso patrimonio a la nación, aquellas personas que tienen estos lienzos puedan devolverlos o al menos, como hemos hecho en el caso del patrimonio recuperado en esta época, alertar a los traficantes y a los posibles compradores de que se trata de arte robado.

Destaco de esta colección los retratos de Simón Bolívar, que le interesaba coleccionar. Imagino, como un gesto de esa América Unida que él también soñaba y que en este tiempo puede sentirse más cercana, gracias a la visión del presidente López Obrador.

Creo que les dará gusto, como le daría al poeta, que el día de hoy ha llegado a buen puerto en La Habana el Buque Huasteco con una valiosa carga de libros para la Feria del Libro de La Habana, donde somos invitados de honor.

Gracias, secretario Adán Augusto, por ayudarnos en esta misión y el secretario de Marina.

Nos llena de alegría y orgullo transitar estos puentes con el pueblo hermano de Cuba y con toda América Latina a través de la cultura.

Por último, destaco los múltiples retratos del propio Pellicer, hechos desde el lente o el pincel de la amistas y la admiración, Miguel Covarrubias, Álvarez Bravo o la serie de Rafael Donis y este gran retrato que le hace Diego Rivera, a quien lo unió el amor y cuidado por el arte prehispánico, así como las causas libertarias. Decía de la obra de Rivera, el relato genial de la historia de un pueblo que puede y debe ser universal.

Cierro con otras palabras que de muchas maneras han marcado el rumbo de este gobierno, palabras de Pellicer:

‘Y la revolución no se detiene nunca, siempre tiene que hace. Es la lucha de todos los días contra nosotros mismos, contra el egoísmo, contra las ambiciones desmedidas, contra la indiferencia, contra la hipocresía, la verdadera alegría es dar, pelear por los que tienen hambre.’

¡Que viva la generosidad, que termine la indiferencia!'

Muchas gracias y feliz cumpleaños, Carlos Pellicer Cámara.

Muchas gracias.

MODERADORA: Solicitamos la intervención del consejero de la Coordinación de Memoria Histórica y Cultural de México y sobrino de Carlos Pellicer Cámara, licenciado Carlos Pellicer López.

CARLOS PELLICER LÓPEZ:

 ‘A cuánto amor el corazón obliga’, decía en un poema mi tío.

Señor presidente, que sabemos que está aquí en espíritu con nosotros; doctora Beatriz Gutiérrez Mueller, amigos y amigas.

En mitad de este tiempo de sufrimientos es bueno detenernos para recordar a un hombre que supo oponer su alegría, su optimismo a las desgracias que suele entretejer la vida en todos los tiempos.

Carlos Pellicer es uno de nuestros tabasqueños universales. Mientras conozco a los habitantes de esas aguas —como él gustaba llamarlas— más comprendo no sólo las profundas raíces que nutrieron al poeta, sino sus flores y sus frutos, su deslumbrante poesía que bien podemos calificar como tabasqueña, entrañablemente tabasqueña.

Hoy lo recordamos por la fecha de su nacimiento, algo que nunca le hubiera gustado recordar y menos en público. Cuando le preguntaban cuántos años tenía, contestaba: ‘Mire compañero yo puedo tener muchas cosas, menos edad’.

Aquí estamos hoy pensándolo de todo corazón y aprovechando la oportunidad para poner en las mejores manos algo de los poemas pintados que coleccionó en su vida.

Desde hace muchos años, como en los cuentos, esperaba la llegada de este momento, un momento afortunado en el que se cierra una cadena de fortuna.

Cuando murió mi tío Carlos, hace ya casi 45 años, me tocó heredar entre tantas bendiciones la mitad de su colección de pintura.

Desde entonces empecé a pensar dónde y cómo acomodar ese universo. No era fácil, no era prudente legar este acervo a otra administración, a otro gobierno. Ahora es el tiempo, el tiempo ideal.

Desde que tengo memoria estoy, estamos esperando un gobierno democrático, inteligente y honesto, ahora por fin lo tenemos.

Las colecciones de arte hechas para el disfrute personal del coleccionista terminan su ciclo natural cuando desembocan en el dominio público al cuidado del Estado para procurar su difusión y conservación. Si pensamos en los grandes museos del mundo, el Louvre, el Prado, el Hermitage, vemos que naturalmente es el Estado quien los tiene a su cargo y cuidado.

La cultura nace del pueblo, se alimenta de él, y finalmente regresa al pueblo que le dio la vida, sólo así cumple su ciclo vital. Bien decía don Antonio Machado que el mejor destino para su poesía sería llegar al anónimo popular.

El poeta Pellicer desde muy joven comenzó a reunir los más variados objetos, piezas arqueológicas, libros, corbatas, artesanía popular, pinturas, grabados y fotografías. En ello se reflejan sus gustos que casi siempre fueron obsequios de sus autores. No dudo que precisamente durante el tiempo que trabajó aquí en el Palacio de Bellas Artes organizando las inolvidables muestras de Velasco, Clausell, Cordero, Orozco y el doctor Atl, entre tantos otros, la cercanía con los artistas y familiares haya contribuido a incrementar la colección.

Quiero aclarar que en realidad no se trata de una colección, sino de dos conjuntos. Como ya mencioné, uno es el que heredé de mi tío y el otro es el que heredé de un amigo de la familia, Mario Alonso Ostolaza. Mario Alonso Ostolaza, cuya obra prácticamente íntegra forma la segunda colección, es un personaje extraordinario, digno de un cuento o una leyenda.

Trataré de ser breve y no caer en la tentación del cuento. Nació en la ciudad de Durango en 1912 y murió aquí en la Ciudad de México en 1989. Sus padres pertenecían a las familias más distinguidas de Durango, y su papá el doctor Luis Alonso, llegó a ser gobernador al triunfo de Madero.

Al terminar la lucha armada, muerto don Luis, la familia se viene a vivir a esta ciudad, aquí estudia Mario e inicia sus estudios de Química en la universidad, pero poco a poco descubre que su vida es el dibujo y otros intereses, se dedica a aprender todo lo que puede sobre China y Japón, su gusto por los toros se vuelve pasión y el dibujo su lenguaje universal e íntimo, hace amistad con algunos escritores y pintores, pero prácticamente nunca expone su obra.

Por su afición taurina, conoce a mi papá y así se convierte en uno de los amigos medulares de mi familia. Gracias a esta amistad logramos asomarnos algunas veces, muy pocas, a su casa a ver a algunos dibujos y acuarelas. Para nosotros, esas visitas eran acontecimientos inolvidables, pero la voluntad de guardar oculta su obra la mantuvo hasta el final de su vida.

Mario murió y su hermana Yolanda, antes de morir ella, me designó como heredero de este conjunto que consta a grandes rasgos de mil 300 dibujos, unas decenas de obras a color sobre papel y menos de otra decena de pinturas al óleo.

Hoy entrego ambas colecciones para su custodia y difusión en las manos del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura.

Ahora vendrá el tiempo para admirar y situar en nuestra historia de arte esta obra excepcional. Para mí, desde hace años, es una expresión de la más alta poesía.

Ya termino. Oigo a veces por ahí la palabra ‘generosidad’. Sólo quiero aclarar que quienes mejor las merecen son las instituciones como esta, que aceptan un donativo y se comprometen para siempre a cuidarlo, estudiarlo y difundirlo.

Además, bien sabemos, mi mujer, mis hijos y yo, que siempre quedaremos en deuda con este país infinitamente bueno y generoso y que nos lo ha dado todo.

Muchas gracias.

MODERADORA: A continuación, le solicitamos a la esposa del presidente de los Estados Unidos Mexicanos, doctora Beatriz Gutiérrez Mueller, y la directora general del Servicio Postal Mexicano, maestra Rocío Bárcena Molina, llevar a cabo la cancelación del timbre postal Homenaje Al poeta y escritor Carlos Pellicer Cámara.

(CANCELACIÓN DE TIMBRE POSTAL)

MODERADORA: Asimismo, le solicitamos al secretario de Gobernación, licenciado Adán Augusto López Hernández, y a la secretaria de Cultura, licenciada Alejandra Frausto Guerrero, llevar a cabo la cancelación del timbre postal Homenaje al poeta y escritor Carlos Pellicer Cámara.

(CANCELACIÓN TIMBRE POSTAL)

MODERADORA: A continuación, se lleva a cabo la foto oficial.

MODERADORA: Muchas gracias.

Solicitamos a los integrantes del presídium llevar a cabo la develación del billete de lotería homenaje al poeta y escritor Carlos Pellicer Cámara.

(DEVELACION DE BILLETE DE LOTERÍA)

MODERADORA: Estimado público a continuación, escuchemos el mensaje que nos dirige el presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, licenciado Andrés Manuel López Obrador.

PRESIDENTE ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR: Este 16 de enero, en la celebración del 125 aniversario del natalicio del maestro Carlos Pellicer, les comparto este texto que escribí con este motivo.

Cuando conocí al maestro Carlos Pellicer ya era un hombre grande en toda la extensión de la palabra. Se trataba de un escritor consagrado al que Gabriela Mistral había distinguido llamándolo ‘el poeta de América’.

Entre sus muchas aportaciones al arte y la cultura, fundó el Museo Arqueológico de Tabasco en la época del gobernador Francisco J. Santamaría.

Sobre la creación de este museo hay una anécdota graciosa e importante. El 28 de abril de 1952, el maestro Pellicer le escribe al gobernador Santamaría, en un tono de sutil reproche, diciéndole que, como no hay dinero para terminar los cuatro salones faltantes y concluir el museo a finales de junio, ha decidido regresar a la Ciudad de México —textualmente le dice—, ‘en el entendido de que, tan pronto como ustedes se recuperen económicamente, yo volveré con la alegría que he demostrado a ponerme al frente de la organización de nuestro hermoso museo’.

Más tarde, el 20 de agosto de 1952, el gobernador, también maestro en Letras, igualmente simpático, le contesta:

‘Querido Vate:

‘Tengo el gusto de calmar tus inquietudes espirituales por medio de una receta de cinco mil 49 pesos 11 centavos, que en una pastilla, vulgo cheque, medicina o específico original del doctor Santamaría te envío para ser despachada por la farmacia del Banco Nacional de México. Espero tu recuperación y pronto retorno. Y abrázote afectuosamente para que estés en tus lágrimas y adviertas que no nos rajamos.’

Poco después, el maestro Pellicer consiguió trasladar las esculturas monumentales de la cultura madre, de la cultura olmeca, de La Venta, Humanguillo, Tabasco, para inaugurar, el 4 de marzo de 1958, en un terreno de ocho hectáreas a la orilla de la Laguna de las Ilusiones, de Villahermosa, uno de los más espléndidos y originales museos del mundo; casi al mismo tiempo creaba el museo de Palenque, trabajo por el cual el arqueólogo Alberto Ruz, le envió con una carta adjunta el pago de sus simbólicos honorarios, mil 473 pesos.

Asimismo, el maestro Pellicer participó en la fundación de otros museos, como el de Tepoztlán, Morelos, y el de su amiga Frida Kahlo, inaugurado en julio de 1958, así como el Museo Regional de la Universidad de Sonora en 1957. En esa ocasión, hallándose en Hermosillo escribió el poema sobre la huelga de Cananea, este que dice:

‘Cananea, Cananea,

de tus tiros partieron

los primeros alientos de una aurora

que no ha dado la luz que necesito

para decir, de pueblo en pueblo,

que ya no hay tuberculosis producida por el hambre

ni banqueros de bodas de ciento diez mil pesos…’

Aun cuando el maestro Pellicer defendió el arte en libertad, no por consigna, siempre vinculó su labor intelectual y su obra creativa con la actividad política. En su juventud fue activista en la campaña presidencial de su maestro José Vasconcelos, cuando el maximato callista.

Participó en las brigadas internacionales que fueron a España a defender la república de la sublevación franquista. El maestro Pellicer se desempeñó por muchos años presidente del Comité en Defensa y Solidaridad con el pueblo de Nicaragua durante la dictadura de Somoza, y se manifestó y repartió volantes a la llegada a la Ciudad de México del presidente John F. Kennedy en protesta por la invasión de Bahía de Cochinos en Cuba. En fin.

Cuando conocí al maestro Pellicer yo estudiaba la preparatoria en Villahermosa y él era un hombre talentoso y de probadas convicciones humanistas y libertarias. Lo vi por primera vez en el antiguo Museo de Tabasco, ubicado en la Plaza de Armas de Villahermosa; vivía —porque era un hombre humilde, estoico— debajo de una escalera, allí tenía su catre y una caja como buró. Lo recuerdo con su camisa de manta, huaraches, sombrero y lentes negros.

El trato más cercano y constante lo tuvimos cuando me trasladé a la Ciudad de México para estudiar Ciencias Políticas en la UNAM; corría el año de 1973, que me marcó para siempre porque sentí a profundidad la desdicha del golpe de Estado contra el presidente de Chile, Salvador Allende, víctima de la dictadura militar encabezada por el general Augusto Pinochet.

Contaré algunas de muchas anécdotas que guardo de esos tiempos del maestro Pellicer. Recuerdo que una Navidad fui a visitarlo a la calle de Sierra Nevada, en las Lomas de Chapultepec, y luego de hablar de asuntos políticos, de piezas arqueológicas que llenaban su casa, falsas o auténticas, pero bellísimas, y del nacimiento que año con año montaba para el disfrute de muchos, al despedirme me entregó un rollito de billetes, que fueron mi felicidad, porque en esos tiempos, como decíamos, traíamos hambre vieja.

Aunque no era mucho, el dinero alcanzó para invitar a Isidoro Pedrero Totosaus, a Ever Sánchez, Alejandro, a Carlos Cerino Marín, David Izquierdo Mayo y otros amigos a comer gallina con rabadilla en los famosos caldos ‘Zenón’, ubicados cerca de la calle de Violeta, en la colonia Guerrero, donde vivíamos 80 jóvenes becados con hospedaje y — de vez en cuando o de manera periódica— alimentación, en la Casa del Estudiante Tabasqueño.

Tampoco podría olvidar la vez que lo acompañé a una entrevista con el ingeniero Leandro Rovirosa Wade, quien era entonces secretario de Recursos Hidráulicos y fue posteriormente gobernador de Tabasco.

La audiencia tenía como propósito conseguir que se hicieran bordos y muros para proteger de inundación al nuevo museo que se estaba construyendo a la orilla del río Grijalva.

En esta ocasión, por mi imprudencia juvenil y por mi radicalismo, cuestioné fuerte, duro, al ingeniero Rovirosa por lo del plan Chontalpa; sin embargo, el ingeniero Rovirosa, como gran ser humano que era, me tuvo paciencia, fue comprensivo y tolerante, como lo sería después cuando fui director del Centro Coordinador Indigenista Chontal durante su gobierno.

A la salida de la oficina del ingeniero Rovirosa, en un tono serio, simulando enojo, el maestro Pellicer me expresó: ‘A usted, don Andrés —porque así me decía— no lo vuelvo a traer a estos acuerdos’.

Por esos tiempos hicimos un viaje inolvidable de Villahermosa a las Cascadas de Agua Azul, en Chiapas, en compañía del periodista Julio César Javier Ruiz, ya finado, conocido como ‘el Puchitoque’. En Tabasco es común que a todos nos pongan apodo. También nos acompañó Carlos Sebastián Hernández, director del Museo de Tabasco.

En todo el camino fue risa y risa, carcajadas del maestro por las ocurrencias y la picardía tabasqueña de Julio César, que manejaba su auto y llevaba la batuta de la conservación, aunque Carlos Sebastián le hacía segunda en el mismo tono.

Pienso que nadie rompía mejor la solemnidad, real o fingida, que siempre caracterizó al maestro Pellicer y nadie lo ponía de tan buen humor como Julio César, con su ingenio y sus cuentos colorados. De regreso de Agua Azul pasamos a cenar a Palenque en el restaurant de mis padres.

Cuando lo nombraron candidato a senador por Tabasco tuvimos alguna diferencia pues, según yo, como los sostuvo entonces el ingeniero Heberto Castillo, el maestro Pellicer había dado su brazo a torcer. Recuerdo que el día del destape o nominación, en el Ovaciones de la tarde el gran novelista Juan Rulfo, no sé todavía si con autenticidad o ironía, declaró que con el maestro Pellicer como senador le iría muy bien a México o algo por el estilo.

Cuando vi al maestro le pregunté, con ánimo de provocarlo, de picarlo, si sabía de lo dicho por Rulfo que había visto la entrevista, y haciéndose el desentendido, con su vocerrón y seriedad fingida, me reviró: ‘¿Y quién es ese?’

Finalmente, estuve con él en 1976 en la campaña por los pueblos de Tabasco. Su sincero deseo de servir a los más pobres era evidente, real, repetía y repetía: ‘Voy a ser senador de los chontales’.

Desde antes de tomar posesión del cargo de senador, planteó que iba a vender su colección de paisajes de José María Velasco, valuada en siete millones de pesos de aquellos tiempos, y que con ese dinero se haría una fundación o fideicomiso para ayudar a los pueblos indígenas de Tabasco; sin embargo, poco después entraron a su casa, maniataron a Chabelita, su fiel acompañante y ama de llaves, y se robaron las pinturas. A partir de entonces, se entristeció mucho y cayó en cama.

Unos días antes de morir, lo visité. Estaba postrado, pero platicamos. Tenía la esperanza de recuperarse. Me pidió vernos dos días después, con el propósito de buscar una alternativa para lo del fideicomiso para los pueblos chontales. Le dije que no se preocupara, que primero era la salud y él me insistió porque realmente tenía la preocupación por la gente pobre. Por la mañana del 16 de febrero de 1977, día en que volveríamos a encontrarnos, me enteré que había muerto.

Termino diciendo que unos meses antes de su partida, en una entrevista había confesado, dijo lo siguiente:

‘Yo fui político de calle, durante toda mi vida; soy socialista y creo en la igualdad de los humanos. Me entristece la pobreza de la mayoría y la riqueza de unos cuantos; pienso que poco a poco, el mundo entero, y por supuesto México, alcanzarán la justicia.’

Creo que mi maestro se sentiría orgulloso de saber que en su tierra y en su agua, y en todo el país, seguimos trabajando con la misma convicción de siempre: la de no hacerle mal a nadie y atender de manera preferente a los pobres y a los olvidados de México.

Muchas gracias.


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