28 ago 2022

Manolete, mito vivo

 Manolete, mito vivo/ Andrés Amorós.

ABC; Domingo, 28/Ago/2022;

Decía el poeta Rilke que cada ser humano, además de vivir su propia vida, también «muere su muerte propia». Vivió su muerte Manolete en Linares, el 28 de agosto de 1947, hace ya 75 años. Pero su figura mítica sigue ahí, sin sufrir la roedura del tiempo.


La muerte del héroe supone siempre una inexplicable tragedia; a la vez, suele completar la definición de su perfil vital. Así podemos verlo también en el caso de Manolete: ¿por qué una figura de su categoría mataba miuras en una feria de pueblo? Nada sorprende, en cambio, que sufriera la cornada mortal en la suerte suprema. Todos los profesionales coinciden en que era un estoqueador excepcional, de una ejemplar honradez. Cualquiera puede comprobarlo fácilmente en los vídeos que de él se conservan: a la hora de la verdad, se perfilaba en corto y por derecho –como mandan los cánones clásicos y hoy rara vez suele verse– y se iba detrás de la espada, recto como una vela.

Toreaba con él, esa tarde, Luis Miguel Dominguín, su joven rival, nueve años más joven, que luchaba entonces por arrebatarle el cetro de la torería. Muchos años más tarde, me contaba mi amigo Luis Miguel: «Le dije: '¡Manolo, a matar!' Como era tan noblemente soberbio, me miró con su habitual altanería y, en lugar de terminar la faena, la alargó un poco más. Juro de corazón, y que Dios me castigue si miento, que habría dado quince años de mi vida por salvarlo, por verlo otra vez soberbio, retador. Yo sólo he conocido dos toreros capaces de llenar una plaza de ambiente torero sin necesidad de que en ella hubiese un toro. Esos dos toreros han sido Manolete, por su solemnidad, y Cagancho, por su empaque».

Todavía añadió Luis Miguel, al verme tomar notas: «No dejes de poner con mayúsculas que yo te he dicho que Manolete ha sido el torero más honrado de cuantos yo he visto».

Exactamente lo mismo me dijeron otros grandes maestros, como Marcial Lalanda: «Para mí, Manolete es el torero más honrado que yo he conocido. Por su responsabilidad ante los aficionados, siempre se jugaba la vida. (Así la perdió)».

Ciento veinte corridas de toros compartió carteles con él Pepe Luis Vázquez. Con su habitual sencillez, me decía: «Su línea era muy distinta de la mía pero yo le respetaba mucho. Él quería ganar manteca ('dinero') muy rápido; yo, más despacito».

Era una actitud que el propio Manolete definía así: «Por muy malo que sea un bicho, yo trato de sacar partido de él, y jamás pienso en que pueda cogerme. Si la muerte me llega, nunca me cogerá en ese momento feo de la cobardía sino con el gesto rabioso del luchador». No se equivocó.

Esa tragedia la vivió España entera aquel 28 de agosto, a través de las pocas noticias que daba entonces la radio. Aquella tarde, en Linares, sólo estaba un fotógrafo profesional, Cano, que acompañaba a Luis Miguel. Suyas fueron las históricas fotografías que dieron la vuelta al mundo: la cornada, el traslado a la enfermería; luego, amortajado, con el crucifijo entre las manos, y Lupe Sino, desconsolada… Muchas veces me lo repitió Canito: «Tenía una personalidad única, todo el mundo lo respetaba. Yo lo quería de verdad, lo he llorado, toda la vida, más que a mi padre»

A Linares acudió uno de sus mayores partidarios, Ricardo García, K-Hito, director de la revista 'Dígame'. En Alicante, el 28 de junio de 1943, lo había bautizado de nuevo: «No pude tomar notas ni en el primero ni en el cuarto, se me cayó el cuaderno, perdí el lápiz… «¡El Monstruo, el Monstruo!»». Luego, en Nueva York, al diestro le gustó que unos yanquis desconocidos lo aclamaran como «The Monster».

No es fácil comprender ahora lo que supuso Manolete para el pueblo español en aquellos años. Lo explica así Antonio Bellón, crítico taurino de 'Dígame', que acompañó esa tarde de Linares a K-Hito, su director: «Cuando acabó la guerra de España, vino la segunda guerra mundial y, claro, quien más quien menos, se decía: 'Ganan los aliados, pues nos cortan el pescuezo los aliados. Ganan los comunistas, pues vienen los comunistas y nos cortan el pescuezo también'. Manolete consiguió, con el toreo, quitarle al pueblo las preocupaciones, evadirse del pan negro, el racionamiento, el aceite, las tasas, los trenes estropeados y los coches con gasógeno. Manolete contribuyó a hacer renacer en la gente el deseo de volver a los toros, a divertirse».

En julio de 1939, apenas terminada nuestra guerra civil, visitó España el conde Ciano. Para su mujer, la hija de Mussolini, Rafael García Serrano le quiso regalar «lo mejor que tuviera y lo mejor que tenía era aquella foto de Manolete dedicada».

Un mes antes de la tarde de Linares, le había dicho Manolete a El Caballero Audaz: «Pienso lo menos posible en la muerte. ¿Para qué morir, todavía, cuando uno apenas se ha asomado a la vida y se está congelado en los 15 años? Que la muerte venga a su hora, ¡bien está!, pero que nos quite de la vida, que nos rompa las ilusiones que tenemos para el porvenir, es una pena».

Su herencia como torero sigue viva. No he conocido a ningún diestro que no respete al máximo su personalidad, su honradez, su entrega. Hoy mismo, Morante asume su responsabilidad de primera figura del toreo actual matando miuras en Linares, en homenaje a Manolete.

Lo admiraron los poetas que vivían en la España de Franco. Por ejemplo, Foxá, que lo ve como un heredero del mundo más clásico: «Viene el toro de Grecia desde el Mediterráneo, / ¡oh toros entre redes de los vasos de Creta!». Pero también fascinó a los escritores españoles que estaban exiliados en México. En su libro 'Parnaso manoletista', mi amigo Fernando del Arco ha reunido centenares de poemas dedicados a él y sostiene que es el personaje histórico universal más cantado por los poetas, después de Jesucristo.

Su personalidad desborda sus cualidades estrictamente taurinas. Me gusta recordar el testimonio de 'el Genio', Orson Welles: «He visto grandes faenas de Manolete pero no he conocido a ninguna persona que sea más grande como hombre que Manolete. Si yo fuera español, estaría orgulloso de haber vivido en el mismo siglo que él».

Estamos orgullosos de Manolete, como de tantos héroes españoles. Su hora llegó hace ya 75 años, en Linares, pero su mito sigue vivo. Y así seguirá.


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