6 nov 2022

!Y el himno se oyó y fuerte!/ Ernesto Hernández Norzagaray

!Y el himno se oyó y fuerte!/ Ernesto Hernández Norzagaray

SINEMBARGO, 4 de noviembre

“Es la vieja historia de sometimiento de las comunidades indígenas antes por los españoles hoy por políticos yoris. Esas que todos, por encima de colores 

“Yoremem matsuawamta chaiwako


Kabbay ta entok jüka wikorite nüye

Läpo büia natsuriati tomti tïna

Kanyonta kusisi pexteko

Läpo büia natsuriati tomti tïna

Kanyonta kusisi pexteko…”

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Fragmento del himno nacional en lengua yoreme mayo.

El canto sonoro, impotente, combativo e inesperado del himno nacional por decenas de indígenas yoreme mayo que habitan en los poblados ribereños de la bahía de Topolobampo estremeció a la audiencia que rodeaba el domingo pasado al Presidente López Obrador cuando por enésima vez visitaba el norte del estado Sinaloa.

Había llegado a Los Mochis el sábado por la tarde y pernoctó en uno de los hoteles en la más estricta reserva. Se sabía que los indígenas buscarían tener contacto con él para manifestar su rechazo a la instalación de la planta de amoniaco que los tres niveles de Gobierno apoyan decididamente en perjuicio de los pueblos originarios y prueba de ellos es que el presidente no les había concedido una entrevista para escucharlos.

Y por eso, los encargados de la gira manejaron los desplazamientos con la mayor discreción. Al día siguiente la comitiva partió temprano hacia el sur por la carretera internacional hasta llegar a Guamúchil, la cabecera municipal de la Alcaldía de Salvador Alvarado, donde habría un acto público para la revisión del Plan IMSS-Bienestar.

Hasta allá, fueron los indígenas pacientes buscando un encuentro con el Presidente “del pueblo”, “el de la gente de abajo”, “los pobres” y “los pueblos originarios” el del discurso indigenista que se esgrime ante el reino de España y al que se le exige en nombre de ellos “perdón por el despojo y la violencia que ejercieron contra la población indígena”.

Cuánta incongruencia entre ese discurso y el rechazó de recibirlos para escuchar las demandas que se expresan a través de la organización combativa del ¡Aquí, no! opuesta a la instalación de esa planta tóxica en las aguas donde por muchas generaciones indígenas han extraído alimento para las familias yoreme y las yoris (mestizas) que habitan las zonas urbanas del norte del estado.

Estos pueblos indígenas milenarios han tenido como pilar la filosofía de una relación estrecha del hombre con la naturaleza. Y eso, es muy notorio en sus cantos, donde hay una referencia constante a la naturaleza. La madre tierra. Y por eso, son contrarios a la concepción del progreso que domina a los políticos yoris que buscan convencerlos de ceder sus tierras y aguas para hacer grandes negocios con empresas suizo-alemanas. Más, no solo eso, el medio ambiente para ellos son un factor de cohesión social. La naturaleza, sus muertos y cultura está anclada al territorio, las aguas.

Entonces, para decirlo en pocas palabras, las partes hablan dos lenguas y dos filosofías distintas. Nunca podrán entenderse. Los yoris obradoristas hablan desde el poder y tienen la mala costumbre de no escuchar los argumentos del otro y es que la decisión está tomada en Palacio Nacional.

López Obrador en una conferencia de prensa no titubeo decir en clave de progreso: “La planta va, porque beneficiara a los productores agrícolas”. Ergo, estamos del lado de la idea de progreso y no importa que con ello se perjudique la existencia de los pueblos originarios del norte de Sinaloa.  Y ahí está el problema. La falta de entendimiento. La tradición naturalista contra el progreso desarrollista y la incongruencia.

Es la vieja historia de sometimiento de las comunidades indígenas antes por los españoles hoy por políticos yoris. Esas que todos, por encima de colores partidarios, alegan defender la causa indígena. Sobre todo, en tiempos electorales, cuando los partidos van a la conquista de sus votos.  Y son capaces de firmar cualquier documento, ponerse los atuendos tradicionales y hasta recibir con cara de satisfacción el bastón de mando.

Pero en el ejercicio de Gobierno los pueblos indígenas son olvidados o sujetos de dádivas para que sigan subsistiendo. Así fue con el PRI, y con el PAN. Y cuando parecía que todo cambiaría con la llegada al poder de la “izquierda” vino la nueva frustración.

Estamos, paradójicamente, ante la nueva versión del “ni te veo, ni te oigo” salinista que aplicaba a la izquierda cardenista. Adquiere singular importancia cuando esa metamorfosis del discurso político esta referido a los indígenas a los que el Presidente no les puede espetar el estigma clásico de “conservadores” que buscan “proteger sus intereses en contra de los de la nación”. ¿Cómo?

Por eso, amarrado al dogma del progreso, se replegó en la multitud del coro fácil. La de los priistas y panistas conversos al obradorismo. A la masa que llena la plaza pública y rinden pleitesía un día sí, y otro también, al señor Presidente.

Para no ir muy lejos, el Gobernador Rubén Rocha, cuando la circunstancia y tensión llamaba a la prudencia y al recato verbal, se rindió al Presidente cuando dijo desde el púlpito: “Yo soy un chairo del Presidente, un seguidor. Si alguien me pregunta: ‘oiga, ¿y está de acuerdo en lo que dijo el Presidente?’ Pues mira, no sé qué dijo, pero si lo dijo el Presidente, estoy de acuerdo con él”.

Estas palabras zalameras e indignas de un gobernante seguramente cayeron como agua fría sobre los indígenas que estaban escuchando. Sabían que por quien habían votado esperanzadores nunca los apoyó. Que desde el primer momento estaba del lado del artífice político de la obra. Y no vio mal, ni siquiera aquella trampa, que se llamó consulta ciudadana y alcanzó a la población urbana de Ahome y hasta los municipios serranos de El Fuerte y Choix, en un afán, por tener como fuera la mayoría de los votos que servirían para justificar la instalación de la planta de marras.

Afortunadamente no sucedió, lo amparos fueron y son hasta ahora un muro de contención legal. Así que los políticos yoris, están ante un dilema pragmático, o renuncian al proyecto, que, dicho de paso, está muy contaminado mediáticamente, o van con todo, incluida una eventual represión porque los indígenas están decididos a seguir defendiendo con todo, la bahía.

Por eso, cuando desde la multitud se escuchó inesperadamente el himno nacional en lengua yoreme mayo vino la sacudida emocional, las reminiscencias del pasado y la tierra, sus muertos y esas aguas que son fuente de vida, resistencia y cohesión, y sobre todo un patriotismo anclado a su historia y sus tradiciones.

Señor presidente: ¡Aquí, no!

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