8 jul 2024

PRI: Quo Vadis, entre la vida y la muerte/ Heriberto M. Galindo Quiñones

PRI: Quo Vadis, entre la vida y la muerte/ Heriberto M. Galindo Quiñones

El Partido Revolucionario Institucional (PRI), mi partido, se encuentra en una peligrosa encrucijada que lo está conduciendo a una muy grave crisis que podría ser definitiva en sus 95 años de edad.

El otrora poderosísimo partido político mexicano de fama mundial se encuentra en su peor momento, y se debate entre la vida y la muerte, sin saber a dónde dirigirse; – Quo Vadis– derivado de pugnas y contradicciones en su interior y de la impresionante disminución política territorial y de su notable debacle observados durante los últimos comicios electorales.

Contra lo que muchos afirman, en mi opinión la actual dirigencia nacional ha actuado con valentía y con energía, con aciertos y con errores, con luces y con sombras. También ha enarbolado y operado estrategias, discurso y acciones de pelea frente a Morena y sus aliados, que son hoy por hoy el partido en el poder y el partido del poder, y en ello ha tenido éxitos y fracasos al dar grandes peleas políticas, pero al interior los pleitos tampoco se han hecho esperar y han derivado en confrontaciones lacerantes que le han significado costos notables, renuncias y expulsiones.

Los cuestionamientos de un frente y de otro han ocupado la atención pública y las primeras planas y portadas de los medios de comunicación social más los espacios de los más destacados comentaristas como nunca antes, y lo peor es que la crisis continúa y al parecer está lejos de concluir.

El PRI actual devino del Partido Nacional Revolucionario (PNR), fundado bajo el aliento y el impulso del general Plutarco Elías Calles, y del Partido de la Revolución Mexicana (PRM) reformado de fondo y de forma por el liderazgo del general Lázaro Cárdenas del Río.

Hoy este partido se debate entre el umbral del resurgimiento con los nuevos bríos que le pudieran generar ideólogos y operadores políticos innovadores y creativos, emergentes y de nuevo cuño; o se encuentra en el final que podría implicar por un lado la muerte y por otro la fundación de un mejor partido, lo cual lo ubica en un auténtico Quo Vadis que, si no se define bien a bien, esta crisis lo podrá conducir a una de sus crisis históricas más notables, más pronunciada aun que la que se generó durante el cisma que sucedió durante el periodo gubernamental del presidente Miguel de la Madrid, cuando surgió la llamada Corriente Democrática encabezada por el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y por el licenciado Porfirio Muñoz Ledo, entre otros destacados mexicanos.

A lo largo de la historia de sus 95 años se han celebrado sendas asambleas y de ellas han surgido trascendentales reformas de actualización ideológica: en la declaración de principios, en el programa de acción y en los estatutos, que son los documentos básicos del PRI; pero siempre las reformas fueron para evolucionar y para adecuarse a la nueva realidad política nacional e internacional y de cara al futuro; y ayer en la 24 Asamblea Nacional se aprobó eliminar el principio de la no relección vigente en los estatutos desde que fueron aprobados durante la dirigencia nacional de Beatriz Paredes Rangel.

Calles tuvo el gran talento y la visión de convocar a la unidad de las innumerables fuerzas políticas pulverizadas pero en vigor existentes en las distintas regiones del país, lo hizo en busca de arribar a una era creadora de instituciones y lo logró.

Cárdenas le dio un aliento más apegado al pueblo pobre, a los campesinos y a los obreros en situación de vulnerabilidad, con una tendencia más hacia la izquierda nacionalista.

Fue la visión modernizadora y más hacia la derecha incluyente del licenciado Miguel Alemán Valdez –a la luz de su candidatura presidencial– en las postrimerías del gobierno del general Manuel Ávila Camacho la que inspiró la institucionalización del PRM y lo transformó en Partido Revolucionario Institucional, dando acceso a los sectores medios, profesionales y empresariales que junto con los sectores agrario, obrero y popular con pleno espíritu pluriclasista le dieron una fuerza fenomenal que consolidó su otrora hegemonía que duró en el poder hasta el año 2000 habiendo resurgido en 2012 y vuelto a caer en 2018.

Así se llegó a la época del Carlos Alberto Madrazo, quien intentó democratizar al PRI y tras el fracaso obtenido con su Ensayo democrático porque lo reventó la oposición interna operada por los poderes y por los intereses fácticos y no fácticos de la época del presidente Gustavo Díaz Ordaz.

Ya en tiempos del presidente Luis Echeverría al asumir don Jesús Reyes Heroles la estafeta del partido, el PRI recibió la más grande y verdaderamente histórica bocanada ideológica aún no superada, pues con su discurso visionario e innovador, con su conducta intachable y con su operación política aseada logró sentar un precedente político admirable que no ha sido igualado y menos aún rebasado. Luego vino Muñoz Ledo quien junto con don Augusto Gómez Villanueva y el licenciado Hugo Cervantes del Río, bajo la dirección del presidente Echeverría, operaron la campaña política del candidato José López Portillo hasta llevarlo a la Presidencia de la República.

Reyes Heroles se concentró entonces en el diseño de la gran reforma política madre que abrió la puerta a las minorías.

Pasaron los años por el PRI para bien y para mal, con muy buenos, buenos y regulares dirigentes, pero con el poder y la influencia implacables del presidente de la República en turno. Desde antes de Luis Donaldo Colosio y después del sonorense hasta Alejandro Moreno Cárdenas, cuyo mayor error, deshonra o falta de política es pretender relegirse y perpetuarse en la dirigencia nacional hasta pasado 2030, no obstante que la fecha de su final está definida.

Fue muy lamentable lo acontecido ayer en el seno de la asamblea celebrada con restricciones nunca antes vistas, pues no imperaron las buenas maneras, el raciocinio, la prudencia, el diálogo ni el debate civilizado.

Yo le tengo aprecio al dirigente nacional del PRI y por eso a título personal, amistoso y político le solicité que se acogiera a los mandatos estatutarios del PRI y de la legislación vigente, que no pretendiera relegirse y que anunciara la conclusión de su mandato y convocara a un proceso electivo para que surgiera su sucesor.

Penosamente no hizo caso a la atenta solicitud que le hice, con respeto y comedimiento y sin ofensas, diatribas ni denuestos.

Mi propuesta no fue única, pues un colectivo numeroso también se lo planteó y no se logró hacerlo entrar en razón para que termine su periodo prolongado conforme a lo aprobado con antelación.

El pronóstico es reservado y no son constructivas las ofensas ni los ataques.

Lo mejor para el PRI y para la democracia es el acuerdo en lo fundamental, el espíritu de unidad y de conciliación y la visión para remprender el camino para vencer retos y enfrentar con éxito el porvenir para volver a influir positivamente en la vida nacional como antaño.


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