¡Por fin, ya es oficial! La Presidenta de Filipinas, Gloria Macapagal Arroyo, ha firmado la abolición definitiva de la pena de muerte en ese país asiatico.
De entrada, la abolición -votada en el Parlamento el día 7 de junio-, significa que las condenas a muerte de 1, 200 detenidos han sido automáticamente conmutadas y transformadas en cadena perpetua.
La pena de muerte ya había sido abolida en Filipinas por la Constitución de 1987, pero fue restablecida por el Congreso en 1993, para casos particularmente graves: la presión de la comunidad filipina-japonesa por motivos de secuestro.
Desde 1999, la pena capital, sólo se aplicó en Filipinas en siete ocasiones, porque, a partir del año 2000, entró en vigor una moratoria que fue, en gran parte, resultado de las presiones de la Iglesia Católica: 200 condenados se beneficiaron de tal moratoria desde entonces.
Felicidades al pueblo filipino, felicidades a sus legisladores y a la presidenta Macapagal, y también felicidades a la Iglesia católica que presiona para abolirla.
Desgraciadamente, la abolición de la pena de muerte no afecta a un problema aun más grave y vergonzoso: la eliminación sistemática de sus opositores de izquierda. Y es que 5 líderes de la izquierda fueron asesinados la segunda semana de mayo, elevando a 585 el número desde que Gloria Macapagal Arroyo asumió la presidencia, en 2001.
Además, es un hecho que ese país asiatico goza también de una amplia libertad de prensa, lo que no impide que sea uno de los países del mundo en los que se mata a más periodistas por razones profesionales: 41 desde 2001, y 78 desde el restablecimiento de la democracia, en 1986.
En cuanto a violencia contra periodistas, Filipinas deja bien atrás a Colombia y solo Iraq presenta actualmente una lista más mortal.
La Unión Nacional de Periodistas de Filipinas ha denunciado una “cultura de impunidad” que hace posible los asesinatos, así como que sus autores siempre escapen.
Tiene mucho que hacer Séñora Macapagal.
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