20 jun 2006

¿Otra vez Marcola?


Después de 48 horas de rebelión en cárceles brasileñas las autoridades penitenciarias lograron controlar la situación que provocó la muerte de dos reclusos, uno de ellos decapitado.Los presos amotinados en una penitenciaría de máxima seguridad (¡?) de Viana, vecina a Vitória, capital del Estado brasileño de Espírito Santo -unos 500 kilómetros al norte de Río de Janeiro- liberaron a los rehenes que mantenían desde el sábado 17 de junio , poniendo fin a una rebelión violenta. Y a pesar de que el motín ha concluido, aún se desconoce el número exacto de rehenes. Sí se sabe, en cambio, que entre ellos había 214 mujeres y 50 niños, todos familiares de los 771 presos.
Una vez más, la causa de la rebelión fue el traslado de los jefes de bandas de narcotraficantes a otras cárceles. Y hasta este momento los motines no son responsabilidad del Primer Comando de la Capital (PCC) dirigido por Marcos William Herbas Camacho, alias Marcola.

Y al igual que la rebelión del pasado mes de mayo, la causa de la rebelión ha sido, una vez más, el traslado de jefes de bandas del narcotráfico a otras cárceles de mayor seguridad.
Además de las rebeliones de los motines de Espírito Santo, en Vila Velha, los presos mantuvieron durante cinco días una rebelión que dejó un muerto y mantuvo al menos a cuatro religiosos como rehenes; el otro motín ocurrió en Linhares, a unos 140 kilómetros de la capital del Estado. Uno de los presos fue arrojado desde la azotea de la cárcel local, logrando sobrevivir.
Y claro ¡las imágenes fueron difundidas en la TV!
Además, tambien se han registrado motines similares en ocho cárceles del Estado de São Paulo, uno en el Estado de Rondonia -en la región amazónica- y otros dos en el interior del Estado de Paraná -al sur de Brasil-, además de las tres rebeliones de Espírito Santo.Las autoridades brasileñas insisten en que ninguna de las demandas de los amotinados ha sido atendida, pero admiten que en cualquier momento se pueden registrar nuevos brotes subversivos con acciones incluso más violentas. Sin embargo, reconocen que es prácticamente imposible, por carecer de un sistema efectivo de inteligencia e información, impedir la explosión de motines simultáneos.
Y es que el sistema carcelario brasileño padece los mismos males a lo largo de todo el país. Entre ellos, el principal es el exceso de población y otro es la corrupción incontenible, que permite que jefes de pandillas y de grupos que controlan el narcotráfico sigan ejerciendo su liderazgo desde prisiones supuestamente de máxima seguridad.En Río de Janeiro, la tasa (soborno) cobrada por agentes penitenciarios para la introducción y el mantenimiento de teléfonos móviles en las cárceles oscila alrededor de los 300 dólares. En São Paulo es un poco más caro: 350 dólares por introducirlos y 60 mensuales para que no sean confiscados.
Hay además, una tabla de precios para drogas, entrada de prostitutas y seguridad especial.
Este sistema ha permitido el fortalecimiento de una fuerte y sofisticada red denominada: Primer Comando de la Capital (PCC), que se impuso por todos los presidios y provocó una ola de atentados el pasado mes de mayo con un número superior a 400 muertos en las calles de São Paulo.
Entonces, los asesinatos y las rebeliones simultáneas en más de ocho cárceles sólo cesaron cuando Marcola, el jefe máximo del PCC, que supuestamente se encuentra en situación de aislamiento total, ordenó por teléfono celular el repliegue.
Difícil situación en Brasil y la verdad es un problema de el sistema carcelario en todos nuestros países.
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