16 dic 2006

A Tough Beginning


Elogia el periodico norteamericano The Washington Post acciones del gobierno del presidente Calderón.

Señala que Calderón inició su mandato con "agresividad y talento" para lidiar con los legisladores de la oposicion y para buscar resolver los problemas en Oaxaca y Michoacán.
En un editorial titulado "Un duro comienzo", el diario destacó la decisión de Calderón de lanzar una ofensiva contra narcotraficantes, al desplegar 6 mil 500 fuerzas federales en el estado de Michoacán.
El Post señaló que aún cuando nadie espera que desaparezcan las pandillas, el nuevo presidente envió un "importante mensaje": No planea permitir que su estrecha elección produzca un gobierno débil o indeciso. "Esto es afortunado, porque después de seis años de pasividad y estancamiento bajo el ex presidente Vicente Fox, México necesita desesperadamente un líder efectivo", señaló en su opinión institucional.

El Post destacó las acciones iniciales del nuevo gobierno mexicano toda vez que recordó que apenas hace dos semanas la pregunta dominante era si sería capaz de gobernar al país e incluso su físicamente podría juramentar como presidente. "Por fortuna, el señor Calderón abrió su presidencia con agresividad y talento. Fue más listo que los disidentes del Congreso en su ceremonia de juramentación. Ordenó el arresto de los principales líderes de las violentas protestas en el estado de Oaxaca", enumeró.
El diario hace una referencia a López Obrador como "el fracasado candidato presidencial que ahora busca destruir la democracia mexicana".
¡Orale!
A Tough Beginning
Mexico's Felipe Calderón starts his presidency by enforcing the rule of law.

Friday, December 15, 2006; Page A34
WHEN FELIPE Calderón took office as Mexican president two weeks ago, the dominant question was whether he would be able to govern the country. Having won election by a razor-thin margin, he faced a virtual insurrection on the part of the leftist populist he defeated, plus a separate standoff with militants attempting to overthrow an unpopular state governor and escalating violence by drug traffickers. It wasn't even clear that he would manage to take the oath of office, since opposition militants vowed to physically block him from entering Congress.
Fortunately Mr. Calderón has opened his presidency with aggressiveness and skill. He outmaneuvered the congressional dissidents at his swearing-in; five days later, he ordered the arrest of one of the main leaders of the violent protests in Oaxaca state. Next came a raid on the offices of Oaxaca state police and prosecutors, who had failed to act against those who shot and killed some of the anti-government protesters.
This week Mr. Calderón launched an offensive against the drug traffickers, dispatching 6,500 federal forces to his home state of Michoacan. Feuding gangsters there have committed some 500 murders this year, including a series of grisly beheadings. Though no one expects that the gangs will be quickly vanquished, the new president has sent an important message: He does not intend to allow his narrow election to produce a weak or indecisive government.
That is fortunate, because after six years of passivity and political impasse under former president Vicente Fox, Mexico badly needs an effective leader. In addition to the dangers of political rebellion and criminal disorder, Mexico's economy is being held back by monopolies and unions whose resistance to competition and deregulation needs to be tackled. There are also unnecessary obstacles to foreign investment, especially in the energy sector. Mr. Calderón has spoken of the need for tax and fiscal reform that would leave the government less dependent on revenue from the state oil company.
So far Mr. Calderón has accompanied his law-and-order campaign with populist gestures: He slashed his own salary and the presidential budget and adopted some of the social spending measures championed by Andrés Manuel López Obrador, the failed presidential candidate who now seeks to destroy Mexico's democracy. Considering the divided electorate and Mr. Calderón's shaky starting point, that looks wise. Good politics

La entrevista de Jesus Aranda


Manuel, José Arturo, Gertrudis y Javier, dirigentes de cuatro de las seis organizaciones guerrilleras que integran la Coordinación Revolucionaria y Unión de Todos los Pueblos, en la entrevista con La Jornada.
Foto de José Carlo González
Jesus Aranda entrevista a a Manuel -Jose Arturo - Gertrudis y Javier, lideres de Grupos Armandos.
  • La fuerza social debe parar la violencia de Estado
  • Los bombazos en el DF, alerta sobre el gran descontento social
"El mensaje de la represión en Oaxaca fue que está condenado al fracaso cualquier intento para abrir de manera pacífica nuevas rutas de transformación del país, y la resistencia encabezada por AMLO ha contribuido a develar el uso faccioso de las instituciones"

En entrevista con La Jornada, dirigentes de las organizaciones armadas Movimiento Revolucionario Lucio Cabañas Barrientos (MRLCB), Tendencia Democrática Revolucionaria-Ejército del Pueblo (TDR-EP), Brigada de Ajusticiamiento 2 de Diciembre (BA 2D), Organización Insurgente 1 de Mayo (OI 1M), Brigadas Populares de Liberación (BPL) y Unidad Popular Revolucionaria Magonista (UPRM) reconocen que la colocación de tres bombas el 6 de noviembre pasado en la ciudad de México generó una reacción que puso "en tela de juicio" la legitimidad de la acción.
Sin embargo, "creemos que una lectura recta respecto a estos hechos debe conducir a comprender que no son otra cosa que una señal, una advertencia, una alerta, frente a la escalada represiva del gobierno", además de una alerta para que no se repitan episodios dolorosos "que pensamos que habían quedado atrás en la historia, pero que nuevamente están presentes".
Al anunciar la integración de la UPRM a la "coordinación revolucionaria y de unidad", los entrevistados se desmarcan de la opinión de movimientos armados de otros años, que en su momento cuestionaron la lucha electoral.
Con los rostros cubiertos con paliacates y escoltados por seis milicianos con rifles de alto poder, los entrevistados hacen un reconocimiento inusitado a la llamada "izquierda electoral". Manuel, José Arturo, Gertrudis y Javier sostienen un comunicado leído la noche de la entrevista, en el que afirman que la resistencia social representada por la convención nacional democrática ­al negarse a reconocer a Felipe Calderón como Presidente de la República y legitimar simbólicamente el triunfo de Andrés Manuel López Obrador­ "ha contribuido a develar el carácter de clase y represivo, así como el uso faccioso de las instituciones gubernamentales", reafirmando la necesidad de transformar democráticamente dichas instituciones y reconquistar la soberanía.

Apoyan al ex candidato perredista ­aclaran­, "aunque no proponga ninguna alternativa social profunda a la opresión y explotación capitalista".
Sin dudar y con respuestas directas, los entrevistados destacan la "extraordinaria importancia" de la otra campaña, del EZLN; la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), y su réplica nacional: la Asamblea Popular de los Pueblos de México, en la lucha antineoliberal y anticapitalista, "así como el proceso de resistencia, lucha armada y articulación política fraterna que sostenemos diversas organizaciones revolucionarias".
Gertrudis, de la dirección colectiva del MRLB, deja en claro su postura: "tampoco nos engañamos" con que el eventual triunfo de Andrés Manuel López Obrador fuera la solución para el país; pero, "si hay una parte del pueblo que está confiando en él", entonces habrá que apoyar al pueblo, y si el PRD encabeza causas legítimas contra la privatización de las riquezas nacionales y contra el imperialismo, "en eso estaremos juntos".

¿Por qué estar aparte? Si el enemigo es tan poderoso necesitamos estar juntos, subraya.
Mientras los milicianos uniformados montan guardia a un costado de la mesa donde se colocaron los entrevistados, quienes tienen a sus espaldas dos banderas nacionales y en medio dos fotos de Francisco Villa y Emiliano Zapata en Palacio Nacional, los dirigentes de los grupos armados señalan que el caso de Oaxaca tiene particular importancia y es motivo aun de reflexión, porque reconocen que las bombas colocadas en el DF fueron interpretadas por algunos sectores de la sociedad como actos que dieron pie a la represión en contra de la APPO, o que incluso se pensará que se trató de provocaciones montadas por el gobierno de Ulises Ruiz.

El 30 de agosto pasado, una docena de milicianos de la TDR-EP hicieron una irrupción propagandística utilizando ropa militar, capuchas y armas largas en la comunidad Reynosa, perteneciente a Santa Catarina Ixtepeji, en el estado de Oaxaca.
Como resultado de la represión de la Policía Federal Preventiva y la policía local contra la APPO y en apoyo a Ulises Ruiz, la TDR-EP ­que proviene de una antigua fractura con el Ejército Popular Revolucionario (EPR)­ colocó ocho artefactos explosivos en la ciudad de México, de los cuales explotaron seis: dos en el auditorio Plutarco Elías Calles de la sede nacional del PRI, dos en la sede del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) y dos más en las instalaciones de Scotia Bank.

La reflexión
José Arturo, de la TDR-EP, indica: "la represión en Oaxaca ha tenido ya un impacto profundo, y las heridas que ahí están abiertas tardarán muchos años en restañarse; lo único que logró el gobierno federal fue profundizar el descontento y el encono contra un grupo poderoso que ha decidido poner oídos sordos y llevar hasta sus últimas consecuencias el modelo neoliberal".
Gertrudis apunta que "se accionó en Oaxaca porque parte de ese pueblo estaba a la expectativa de qué iban a hacer las organizaciones armadas".
Y reconoce: "es cierto que hay críticas, y que son válidas; precisamente por eso se suspendió el accionar del primero de diciembre, porque la espiral de la violencia no empieza con la violencia del pueblo, sino con la violencia de arriba".
AGRESION DE LA ULTRADERECHA
Habrá quien diga que estas acciones van a generar una escalada represiva pero, ¿qué esperan de un gobierno de ultraderecha que ya está haciendo uso de la violencia con actos como las concesiones de playas a extranjeros, las concesiones del petróleo, la energía eléctrica y el agua?
Pese a su convencimiento, admite: "quisiéramos responder más fuerte. Ahorita lo hacemos simbólicamente, no con afán de venganza, sino con afán de justicia.
"Marcos dice que México está sangrando; nosotros decimos que está haciendo erupción por todos lados. Esa es una realidad, los grupos están emergiendo también en el norte, no nada más en el sur".

¿Hasta qué punto es ético poner bombas? ­se pregunta, y reponde con otras interrogantes. Bueno, ¿hasta qué punto es ético que nos despojen, que en las comunidades indígenas se esté corriendo a la gente? ¿Hasta qué punto es ético recortar el presupuesto a la educación?

En este contexto, Manuel, de la UPRM, organización que apenas ayer formalizó su integración a esta coordinación de grupos armados que el pasado 6 de noviembre reivindicó las explosiones en la capital de la República, comenta sobre lo sucedido en Oaxaca: "causa rabia y dolor que repriman el movimiento social y luego nos digan que los violentos del movimiento armado abrieron la puerta a la violencia, cuando la violencia proviene desde la imposición de Ulises Ruiz".

Y advierte el sentir de su organización, que labora de manera paralela en la lucha político-electoral y que, incluso, ha obtenido puestos de representación popular: "no podemos seguir poniendo la otra mejilla; necesitamos actuar en los dos terrenos, en el político y en el militar".
­Respecto al cambio en su manera de pensar sobre la izquierda que tomó las armas en los años 60 y 70, y que calificó de "traidores" a los que buscaron el cambio por la vía electoral, ¿esto habla de madurez de la izquierda, de una nueva etapa de lucha? ­se le pregunta.
Manuel afirma que han privilegiado el trabajo político a lo largo de los últimos años, y que en el terreno electoral, el hecho de que López Obrador obtuviera 15 millones de votos "nos habla de un proceso álgido en la lucha política nacional, y nosotros necesitamos asimilar esta experiencia".

Estamos creciendo a pasos agigantados ­continúa­, "nada más hay que estar presente en una movilización de Andrés Manuel López Obrador para ver ríos de gente por todos lados, que incluso están planteando la necesidad de escalar de la lucha política, de la manifestación, de la protesta callejera a la lucha armada, porque no están dejando otro camino".

Se están buscando mecanismos para trascender en esta lucha, nos estamos esforzando en capitalizar este descontento, este gran movimiento nacional que se está gestando y apuntalar el proyecto con los compañeros presentes y darle mayor fuerza.
­Por un lado dicen que la opción pacífica se está cerrando, pero también consideran que no se puede repetir lo de Oaxaca. Tal parece que ustedes mismos se estuvieran conteniendo, pareciera que no es el momento adecuado para tomar las armas. ¿No es una postura ambigua en cuanto al uso de las armas? ­se les inquiere, y Gertrudis responde: ¿Por qué no declaramos la guerra ahorita? ¿Esa sería la pregunta, como si hubiera una contradicción?

­Pareciera que no hay una decisión de ustedes de tomar las armas.
José Arturo toma la palabra: "No quisiéramos que la vía de las transformaciones sociales profundas en el país sea la de la violencia, no lo deseamos. Al plantear que nuestra acción son pequeñas señales y la advertencia para que la elite neoliberal detenga esta escalada represiva no tiene que ver sólo con nosotros y nuestra capacidad, sino con el estallido social revolucionario al que están conduciendo con esta bárbara manera de concebir la política.

"Consideramos que no podemos esperar de este gobierno soluciones a los problemas de fondo que vivimos los mexicanos, por lo que tenemos que prepararnos. Y cuando hablamos de abrir nuevas rutas, no necesariamente nos referimos a la violencia, sino a impulsar y organizar un nuevo constituyente.
"Este punto, que al parecer está en la agenda de diferentes movimientos sociales y sujetos políticos, es el que podría permitirnos a las diversas fuerzas articularnos, discutir, establecer un nuevo pacto social, y esto no necesariamente tiene que ser una ruta violenta.
"Las posibilidades de dar una solución de fondo por el lado de las instituciones se cancela cada vez más, pero no así del lado del movimiento social, y (la represión en) Sicartsa, Atenco y Oaxaca son una prueba muy importante de eso, y estos movimientos han hecho hincapié en que son sociales y pacíficos, que han sido obligados a defenderse de la represión de los gobiernos federal y estatales.

"Sin embargo, se aferran a una legalidad, y es necesario defender esos espacios, porque creemos que debe anularse la violencia de los poderosos. Y esto sólo será posible si somos capaces de contribuir a la organización de los más amplios sectores del pueblo.
"Es mentira que las organizaciones armadas estemos aisladas del pueblo; ningún grupo puede subsistir de esa forma. Necesariamente estamos presentes en los movimientos sociales, somos un recurso de autodefensa, somos forma de defensa ante el desprecio de lo que somos como mexicanos, de ahí que consideremos que la fuerza social del pueblo debe parar la violencia del Estado. La fuerza social se debe hacer presente en las calles, en los espacios que los movimientos revolucionarios de los 60 y 70 hicieron posible.
"Hoy no desconocemos que el esfuerzo hecho desde la izquierda electoral, a la que descalificamos en otros momentos, también contribuyó de manera notable.
"Creemos que es falso el dilema de reforma o revolución; lucha legal o lucha armada como dos cosas contrapuestas son un falso problema, y es necesaria la articulación de todas las formas de lucha, de los diferentes procesos y movimientos para lograr una transformación, y si podemos hacerla sin derramar una sola gota de sangre, creemos que esa es la ruta correcta.
"De ahí esta postura que pareciera ser ambigua. Somos grupos armados que no queremos la violencia. En su momento, el EZLN lo expresó de manera muy clara: somos soldados hoy para que otros no lo tengan que ser mañana".
Asimismo, los cuatro descalifican la decisión de Felipe Calderón de incrementar el presupuesto para las fuerzas armadas, en contraste con la reducción a los fondos para educación y salud.
Gertrudis comenta: "Lucio Cabañas decía que 'el soldado también es pueblo'; hay los zetas que se venden al narcotráfico, pero también en las filas del Ejército y la Marina está el pueblo, y tienen sus familias sufriendo o parientes del otro lado. Hay un compañero que fue militar y fue asesinado, y gracias a compañeros que han estado en el Ejército sabemos de grupos paramilitares, como el grupo Catarsis, que existe en Jalisco y Michoacán, comandado por un argentino y un capitán jubilado del Ejército Mexicano, porque están preparando lo que viene, la desaparición, la infiltración. Aparte del Ejército ya tienen inteligencia militar, de la policía, del Cisen (Centro de Investigación y Seguridad Nacional), los grupos paramilitares de ellos, la ultraderecha.

"Por eso ­concluye­ es que exhortamos a soldados y marinos honestos, quienes mayoritariamente son de extracción humilde, a que desobedezcan las órdenes criminales y represivas de sus mandos militares, a abandonar las filas de los cuerpos represivos e integrarse a las de los diversos movimientos populares".
La lucha armada ­advierte José Arturo­ no se explica si no es con el apoyo de diferentes grupos y sectores, incluidos militares y policías que integraron los cuerpos represores. Se dio históricamente, se está dando en ese momento, y se seguirá dando".

Los dirigentes responden convencidos a las preguntas, mientras los jóvenes milicianos con uniformes castrenses dispares, del verde olivo al camuflaje, hacen un marcial cambio de guardia a un costado de sus líderes. Pese a que la entrevista transcurre tranquila, los guardianes se mantienen alertas.
La Jornada, Pp, 15/12/2006);

http://www.jornada.unam.mx/2006/12/15/index.php?section=politica&article=012e1pol

El dialogo con IRAN es la clave

No hay que contar con que Iran nos saque las castañas del fuego/Kenneth M. Pollack, director de investigación del Saban Center for Middle East Policy, de la Brookings Institution, y autor de El rompecabezas persa: el conflicto entre Irán y los Estados Unidos.
Publicado en EL MUNDO, el jueves 14/12/2006);
Tal y como se esperaba, el Grupo de Estudio de Irak [así se conoce a la comisión independiente encabezada por el ex secretario de Estado James Baker y el ex congresista demócrata Lee Hamilton] ha recomendado en su informe final que EE UU emprenda conversaciones con Irán para solicitar su ayuda con vistas a la estabilización de Irak. Esta recomendación resulta en principio tan sensata que no se comprende la resistencia a seguirla mostrada hasta ahora por el Gobierno de Bush. Aun así, tienen razón algunos altos cargos del mismo cuando subrayan que entablar conversaciones con el régimen de los ayatolás no constituye una política como tal y mucho menos una solución a los problemas de Irak.

En realidad, habría que hacerse varias preguntas. ¿Qué les decimos a los iraníes si conseguimos sentarlos a la mesa? ¿Qué pueden hacer ellos y qué estarían dispuestos a hacer en Irak? Y por supuesto, ¿qué van a querer a cambio?
Deberíamos haber implicado a los iraníes en Irak hace ya unos cuantos años. Antes y durante la guerra de Afganistán, la ayuda de los iraníes fue bastante importante para EE UU. Compartían la misma animadversión hacia Al Qaeda y los talibán y proporcionaron una ayuda muy considerable en áreas como información, logística, diplomacia y política interior afgana. Cuando la atención estadounidense se volvió hacia Sadam Husein, los iraníes dieron a entender que también estaban dispuestos a colaborar en este asunto. Desgraciadamente, el Gobierno de Bush rechazó la oferta y prefirió incluir a Teherán en el «eje del mal» junto con Bagdad, Damasco y Pyongyang.

Ninguno de estos datos invitaría a pensar que Irán ahora vaya a echar una mano a EE UU salvo por interés propio -o porque, de repente, los iraníes olviden su antipatía por el gigante americano-. Sin embargo, el régimen iraní ha demostrado un pragmatismo a toda prueba y se ha mostrado muy colaborador en temas de interés mutuo, cosa que debería ser suficiente para empezar a establecer el diálogo.

En la actualidad, hay un gran número de agentes del espionaje iraní infiltrados en Irak, donde, por lo que parece, se dedican a proporcionar dinero, armas y otros pertrechos a prácticamente todas las milicias chiíes de Irak, sin excepción. También circulan informes que constatan que Hizbulá se encarga de la instrucción de milicianos chiíes iraquíes en el Líbano a requerimiento de Irán. Por otra parte, los caudillos militares chiíes son perfectamente conscientes de que, en una guerra civil abierta y generalizada, Irán representaría su único respaldo. Todo ello otorga a los iraníes influencia sobre las milicias, una influencia que podría ser beneficiosa para EE UU precisamente ahora, cuando hay un intento de definir una nueva estrategia en el país.

Sin embargo, es necesario no exagerar la influencia de Irán. Los problemas de Irak no han sido causados por los iraníes ni están éstos en condiciones de resolverlos todos. En su mayor parte, los iraquíes no pueden ver a los iraníes. A decir verdad, lo de que no pueden ver es una expresión excesivamente suave. En 2004 y a principios de 2005, cuando todavía parecía que podía saldarse con éxito la reconstrucción de Irak bajo la dirección de EE UU, los políticos chiíes hacían lo imposible por demostrar que eran independientes de Irán por miedo a que, de no ser así, sus seguidores les retiraran su apoyo.

Es más, siendo cierto que el apoyo iraní se recibe con gratitud, ahora mismo éste constituye más un complemento que una necesidad para las milicias más importantes. En este punto, los principales grupos chiíes (el Consejo Supremo de la Revolución Islámica de Irak, el Ejército del Mahdi y el Partido Fadhila, entre otros) cuentan con un apoyo considerable de la población y pesa sobre ellos la acusación de que están amasando cantidades incalculables de dinero gracias al contrabando de petróleo y a la delincuencia organizada. Más aún, no hay escasez ninguna de armas en Irak y el abastecimiento de las que hagan falta está garantizado al instante en el mercado negro de la zona.
Así pues, Teherán puede ejercer influencia en el comportamiento de los grupos chiíes, pero probablemente encontraría dificultades en obligarles a hacer cosas que no quisieran como, por ejemplo, disolver sus milicias, aceptar un acuerdo de reconciliación nacional, participar en un plan de reparto equitativo del petróleo o dar su asentimiento a alguno de los otros cambios de gran calado que Bush pretende sacar adelante. Si Irán diera el paso de amenazar con poner fin a la ayuda que facilita a estos grupos, lo más probable es que todos ellos mandaran a Teherán a hacer puñetas. Es más, da la impresión de que los iraníes también lo entienden así, puesto que hasta el momento se han mostrado muy reticentes a todo intento de obligar a cualquiera de los grupos chiíes a cambiar radicalmente su trayectoria.

En la actualidad, a Irán y a su rimbombante presidente les va estupendamente bien en Oriente Próximo y, sin duda alguna, querrán algo a cambio de ayudar a afrontar el problema iraquí. Pueden pedir, por ejemplo, que EE UU retire sus objeciones a su programa nuclear o que ceda a las exigencias de Hizbulá de que en el Líbano se tengan más en cuenta sus puntos de vista.

Especialmente a la vista de los límites, más que probables, de lo que Irán puede proporcionar respecto de Irak, estaríamos hablando de precios que no merecería la pena pagar. En lugar de ello, EEUU debería poner el énfasis en el interés compartido de impedir el hundimiento total de Irak en la violencia, puesto que el caos se podría propagar fácilmente a Irán, un riesgo del que los dirigentes de Teherán, en su mayor parte, parecen ser conscientes.
A cambio de la ayuda iraní, Washington debería reconocer los legítimos intereses de Irán en Irak, mantener informado a Teherán de las operaciones militares (en términos generales) y, posiblemente, desarrollar incluso unas relaciones de coordinación con sus fuerzas armadas y servicios de información, a través de las cuales ambas partes podrían intercambiarse información de alcance limitado, con lo que se disiparían los temores iraníes respecto de las intenciones malignas de los norteamericanos.
Casi todo esto podría conseguirse mediante la constitución de un grupo de contacto permanente integrado por los países vecinos de Irak, similar al grupo de apoyo internacional propuesto por la comisión Baker-Hamilton. El Gobierno iraquí y las fuerzas de la coalición informarían periódicamente a este grupo y solicitarían su consejo, que sólo debería desoírse por alguna razón de peso. A cambio de ello, los miembros del grupo de contacto se comprometerían a proporcionar diferentes clases de ayuda, económica, política, diplomática y militar, incluso.
Hay al menos tres buenas razones para intentar la vía diplomática con el régimen de los ayatolás. En primer lugar, es muy poco probable que alguno de los estados vecinos vaya a influir de manera incontestable en un cambio de estrategia. En segundo lugar, los esfuerzos estadounidenses no pueden producirse a expensas de sus aliados tradicionales: los estados suníes de la zona, es decir, Jordania, Kuwait, Arabia Saudí y Turquía. Por último, los problemas de Irak han llegado a ser tan tremendos y tan interrelacionados entre sí que se va a necesitar hasta el último átomo de ayuda que sea posible recabar, cualquiera que sea su origen.

Pero, dicho sea con toda crudeza, no se puede esperar que Irán nos saque las castañas del fuego en Irak. Ni siquiera todos los países vecinos de Irak, trabajando de manera concertada, van a jugar un papel que no sea secundario. Sólo EE UU, en estrecha colaboración con las fuerzas que en el interior de Irak luchan todavía en colaboración con las potencias ocupantes occidentales, van a poder enderezar la trayectoria catastrófica del país árabe.

Es necesario un plan propio, estadounidense, que sea factible. Sólo entonces sabremos exactamente cuál es la mejor manera en que Irán puede ayudar a EE UU y qué es lo que está dispuesto a pagar por esa ayuda. Hablar con los iraníes sin un plan así sería absolutamente infructuoso o, peor aún, un disparate.

El melodrama mexicano


Por Jorge Volpi, escritor mexicano
Tomado de EL PAÍS, 14/12/2006);
Cuando los ciudadanos mexicanos encendieron sus televisores el primero de diciembre, día señalado para la investidura de Felipe Calderón como presidente de la República, no sólo comprobaron la crisis que azota al país, sino que observaron las condiciones en que habrá de continuar el melodrama en que se ha transformado nuestra vida política. Desde las primeras horas, en cuanto se rompió la tregua pactada entre las fracciones del Partido Acción Nacional y el Partido de la Revolución Democrática, el Congreso de la Unión volvió a ser escenario de trifulcas y denuestos. Más que en una arena de lucha libre especialidad nacional, la Cámara de Diputados se convirtió en el plató de una suerte de Big Brother político: las imágenes del Canal del Congreso mostraban, de manera ininterrumpida, a los legisladores que permanecían voluntariamente encerrados en el recinto a fin de defender sus trincheras. Decididos a no ceder en centímetro de terreno, los diputados del PAN y el PRD se enfrentaron una y otra vez, en rounds cada vez más burdos, y por fin decidieron pernoctar en el salón de sesiones. A fin de pasar aquellas horas de la manera más agradable, nuestros representantes no dudaron en encargar pizzas y tacos, prepararon sus sacos de dormir y, en los momentos más aburridos, se atrevieron a entonar rancheras al modo de Pedro Infante y Jorge Negrete en Dos tipos de cuidado. Nunca el rating del Canal del Congreso había sido tan elevado, y los espectadores sólo podían echar de menos la imposibilidad de expulsar a los diputados menos carismáticos.

Más allá de la náusea que provoca, el zafarrancho protagonizado por los legisladores ha de ser visto como la quintaesencia de nuestra democracia: un espectáculo vacuo e intrascendente, desprovisto de contenido, en el que se imponen las posiciones más radicales. Una democracia cada vez más risible y patética, en donde el desprecio hacia los ciudadanos sólo es comparable con la vulgaridad de un reality show.

Tras las elecciones de julio pasado, el país no ha dejado de estar sometido a este alud de vejaciones por parte de su clase política. Como el propio Tribunal Federal Electoral reconoció, la intervención ilegal del presidente y de los empresarios llegó a poner en peligro la validez de la elección, y aun así el PAN y los sectores afines al Gobierno no han cesado de continuar su campaña de odio. El propio Vicente Fox, en el colmo de la insensibilidad, se atrevió a presumir que él había ganado dos elecciones consecutivas. Felipe Calderón, por su parte, también pareció ignorar el significado real del 2 de julio y, sometido a presiones de toda clase, integró un Gabinete mucho más conservador que el de su predecesor (con sus peores ejemplos en las secretarías de Gobernación y Salud). Andrés Manuel López Obrador, por su parte, continuó su feroz campaña contra la izquierda, protagonizando actos tan irresponsables y delirantes como su particular “toma de posesión” y sus constantes amenazas a la estabilidad institucional.

El primero de diciembre se abrió, pues, con las peores expectativas. Fue entonces, cuando los legisladores del PAN y el PRD mantenían su enfrentamiento frente a un PRI más divertido que escandalizado cuando, como deus ex machina, Felipe Calderón hizo su mágica aparición en el Palacio Legislativo, acompañado por el fantasma de Vicente Fox. Apenas la noche anterior, en una maniobra que muchos celebran ya como muestra del temple del nuevo presidente, éste le había entregado ya la banda tricolor. De pronto, sin que nadie supiese cómo, la ceremonia dio inicio en medio de un impresionante griterío, sólo minimizado por los conductores que se hicieron cargo de la transmisión oficial.
Gracias a la eficacia del Estado Mayor, Calderón pudo jurar su cargo en sólo cinco minutos, dejando claro que su Gobierno no será tan timorato como el de Fox. Pero, más que demostrar su firmeza repentinamente avalada por toda la opinión pública, esta aparición súbita demuestra que Calderón está dispuesto a batirse contra López Obrador en el terreno que éste ha hecho suyo a lo largo de los últimos meses, el de los símbolos. Es allí, en ese México etéreo e inmaterial, construido por las dos fuerzas políticas antagónicas, donde habrá de continuar la feroz guerra que mantiene en vilo al México real, al de esos espectadores que han vuelto a quedar fuera de las prioridades de unos y otros y que han de contentarse con aplaudir o abuchear a sus representantes en virtud de su talento histriónico.
Por si esta batalla simbólica no hubiese quedado demostrada, vale la pena destacar cómo, en un retroceso a la peor época priísta, los comentaristas de la transmisión oficial se referían a la “tranquilidad” con que se había llevado a cabo la ceremonia mientras atrás se escuchaban los insultos perredistas, o cómo Diane Pérez se atrevió a loar la “mano dura” del nuevo presidente, sólo para ser corregida por su colega. No se trató de un simple descuido, sino un insulto a la inteligencia ciudadana. Un ultraje que se prolongó con el silencio que la televisión tuvo, a lo largo del día, hacia la marcha encabezada por López Obrador. Porque, si bien éste no hace sino perseverar en su autodestrucción mientras también inventa su México privado, los medios de comunicación no pueden suprimirlo sin más.
El primero de diciembre representó, pues, el triunfo de la ficción. O, en otras palabras, el disparo de salida del feroz combate por los símbolos que protagonizarán Calderón y López Obrador en los próximos meses. Por el bien del país, esperemos que uno y otro terminen por sepultar esta querella y, desde sus respectivos campos, se preocupen más por ese México real, cada vez más humillado, cuyo bienestar dependerá en buena medida de sus decisiones.

El "coloquio" de Teheran


Hace unos dias 150 expertos e investigadores de 30 países, incluidos europeos e islámicos, celebraron en Teherán una conferencia sobre el holocausto.
El ministro iraní de Asuntos Exteriores, Manusher Muttaki -cuyo país no reconoce el Estado judío-, afirmó en la sesión inaugural que la reunión "no busca negar o confirmar el Holocausto, sino permitir que los intelectuales se expresen libremente sobre este asunto". "Con esta iniciativa, Irán prepara la posibilidad para que los intelectuales y los investigadores puedan reflexionar con libertad sobre el Holocausto ya que en Occidente, que pretende defender las libertades, no existe la posibilidad de hablar sobre ese tema", dijo.
El primer ministro israelí Ehud Olmert condeno de inmediato el coloquio al calificalro como "un fenómeno enfermizo". "La negación del holocausto (Shoá) indica cuán profundo es el odio y el extremismo del Gobierno iraní", agrego.
El viceprimer ministro Simón Peres tachó esa reunión como "un simposio de mentirosos", e invitó a quienes niegan ese genocidio durante la Segunda Guerra Mundial a visitar los campos de trabajos forzados y exterminio en distintos puntos de Europa convertidos en museos.
El coloquio supuestamente era para que los "especialistas" de la existencia del Holocausto presentaran sus teorías. Sin embargo, sólo ofrecieron los testimonios de los participantes que ponen en duda el holocausto o que critican la utilización que de éste hacen en la actualidad los sionistas.
Robert Faurisson, catedrático de la universidad parisina de la Sorbona, dijo a la televisión iraní que "las cámaras de gas y la matanza de los judíos son una mentira histórica". Por su parte, Nabil Suleiman, el ministro sirio de Donaciones, dijo que "el verdadero Holocausto es la matanza de los palestinos". "Nadie hace caso al Holocausto de ahora", recalcó el responsable sirio participante en la conferencia de Teherán al subrayar que "si muere un sionista es un delito imperdonable, pero si mueren miles de palestinos nadie mueve el dedo". En esta línea se mostró el secretario general de la conferencia internacional para el apoyo de la "intifada", Ali Akbar Mohtashemipur, que aseguró que "los sionistas tienen que presentar pruebas sólidas y fehacientes de que ha sucedido el holocausto", según la agencia oficial IRNA.
En el evento también estuvo presente el investigador austríaco, Wolfgang Froehlich, quien rechazó ofrecer su discurso "por miedo a ser perseguido en Austria", según informo la agencia iraní Fars. "Me encarcelaron dos años en Austria por haber expresado mis ideas sobre el Holocausto y ahora mi abogado ha insistido en que volveré a la cárcel si ofrezco mi articulo", dijo.
Recomiendo dos texto sobre el tema; la editorial del periodico colombiano El Tiempo Negando el Holocausto (16/12/2006) y el de Serafin Fanjul publicado en el periodico español ABC.
  • Negando el Holocausto
Una delirante convención en Teherán atrae a políticos enemigos de Israel y a toda suerte de curiosos elementos.
Según la leyenda, el concejo de un municipio colombiano, agitado por debates religiosos, puso a consideración de los ediles la existencia de un Ser Supremo, y Dios se salvó por un voto. Si no fuera porque el asunto que se debatió en Teherán (Irán) esta semana es mucho más serio, habría podido pensarse que la reunión internacional promovida por el presidente Mahmoud Ahmadinejad pertenece al enajenado mundo del anterior ejemplo.
Pero no. Los delegados de los treinta países invitados a discutir sobre el Holocausto no han hecho otra cosa que aplicar la negación de una evidencia histórica a sus propósitos políticos contemporáneos. El año pasado, Ahmadinejad declaró que el exterminio de 6 millones de judíos durante la II Guerra Mundial era una patraña y, a renglón seguido, propuso "borrar del mapa a Israel". La verdad histórica, aceptada por miles de especialistas e investigadores, avalada por una infinidad de pruebas y recogida en numerosos testimonios personales, revela cómo el gobierno de Hitler diseñó un proyecto construido en torno a la raza aria y, en el ensayo de la "solución final", encerró en campos de concentración, torturó y dio muerte a millones de judíos, gitanos, homosexuales y opositores. Parte de la estrategia nazi consistía, por supuesto, en negar esta certidumbre, que afloró, sobre todo, cuando los aliados consiguieron derrotar a Alemania y liberar a Polonia, Holanda y Austria.

Muchos de los modernos enemigos de Israel han echado mano al recurso nazi de la negación y afirman ahora que nunca existió semejante genocidio y que todo ha sido una colosal mentira.

Acuden a distintos argumentos, pero nunca han podido explicar cómo miles de gobernantes e historiadores a lo largo de 60 años habrían fraguado tan extraordinaria conspiración para fabricar el que ellos llaman mito y ocultar la realidad.
La delirante "convención negacionista" de Irán no solo atrae a políticos interesados en atacar a Israel, sino a toda suerte de curiosos elementos y supuestos gurúes de la inteligencia marginal.
Allí llegaron Bendikt Frings, psicólogo alemán que considera a Ahmadinejad "un hombre honesto y directo"; Fredrick Toben, un australiano según el cual el tema del Holocausto "aqueja moral e intelectualmente a la sociedad occidental" (¿?); George Thiel, escritor francés que fue procesado por negar el Holocausto, y David Duke, célebre racista estadounidense del Ku Klux Klan que defiende la supremacía de los blancos. Las conferencias de estos y otros personajes han sido apoyadas por una exposición fotográfica que sostiene la tesis de que los muertos no fueron víctimas de la represión nazi sino del tifo, y variada literatura antisionista.

Semejante congreso ofrece algunas similitudes con ciertos simposios de amigos de los platillos voladores, donde también abundan las fotografías enderezadas a demostrar que los seres de otros planetas nos han invadido. La diferencia es que tras la reunión de Teherán hay un propósito político, que utiliza por igual a los historiadores despistados y a los teorizantes lunáticos. Ya lo manifestó Ahmadinejad: perseguir a Israel. Por torpe que parezca la tesis expuesta, sirve para alimentar a grupos neonazis, fomentar el odio hacia los judíos y despojarlos de la condición de víctimas que les dejó el exterminio.
Tanta insensatez, sin embargo, no puede contrarrestarse con otra que sostienen algunos países europeos, donde el hecho de negar el Holocausto es crimen pagadero con cárcel. Una democracia no puede convertir en delito una opinión, sea esta tan absurda como se quiera, y semejante error ha servido para otorgar un halo heroico a individuos procesados por su torpe punto de vista. Lo lógico es descriminalizar el negacionismo y combatirlo con las armas de la historia, la razón y la evidencia.
editorial@eltiempo.com.co

  • Teheran dicta la historia/Serafín Fanjul
ABC, 15/12/2006;
Segun la Escuela de Berkeley (Dobyns, Cook, Borah) la población del continente americano en 1492 rebasaba de largo los cien millones de habitantes; mientras, otros historiadores como Kroeber o Rosenblat argumentan sobre cifras mucho más reducidas (entre 8 y 13 millones). El asunto no es baladí ni se circunscribe a mera discusión entre especialistas: dependiendo del número aceptado -más bien enarbolado- el «genocidio» (verdadero, falso, parcial o discutible) perpetrado por los europeos habría sido mayor o menor, aunque los inculpados generalmente son los españoles. Recordamos este ejemplo para llamar la atención sobre la trascendencia o veracidad reales de acontecimientos del pasado, controvertidos por razones, de ordinario, poco inocentes. Podríamos agregar otros casos similares (v.g. la revisión de la versión progre y ya canonizada sobre la última Guerra Civil española), pero el aducido basta para mostrar cómo el afianzamiento, la negación o las dudas en torno a lo pretérito sirven a fines muy concretos del presente, una de las más severas críticas que se formulan contra la Historia -o más bien contra su utilización-, de forma desmesurada e injusta a nuestro juicio.

En Teherán se ha celebrado en estos días un congreso -«mundial» lo llaman sus organizadores- para negar la realidad del Holocausto que padecieron los judíos en la Europa de los años 30 y 40. Que un evento de tal naturaleza busque un fin concreto, más allá del conocimiento, ya lo pone en solfa, máxime si la otra meta perseguida, a bombo y platillo, es la desaparición de Israel. La intendencia, pródiga ella, ha convidado y reunido a 150 «especialistas» y gentes de muy varia condición: desde judíos ultraortodoxos contrarios, por alambicadas motivaciones religiosas, a la existencia del estado hebreo, hasta simpatizantes más o menos encubiertos del nazismo que inciden especialmente en uno de los puntos cruciales del asunto (la existencia de cámaras de gas), pasando, como es natural, por el anfitrión Ahmad ed-Din Eyad y sus secuaces musulmanes, fieles continuadores de los viejos y nunca aminorados odio y desprecio contra los judíos que han acompañado al islam a lo largo de toda su historia y que tan estupendamente documentó Bernard Lewis en su obra Los judíos del islam.

Hostilidad reflejada -incluso en colaboración práctica con el nazismo- en las andanzas del muftí Amin el-Huseini o en la división Janyar de las Waffen SS compuesta por musulmanes bosniacos. Que los mismos nazis no tomaran muy en serio a estos entusiastas aliados y colaboradores no resta importancia al hecho de que los árabes y musulmanes del tiempo veían amigos en los enemigos de sus enemigos. El cómo les hubiera ido, de ganar Hitler la contienda, es un capítulo en que prefieren no escarbar, en especial si los objetivos de Teherán son exterminar a los israelíes y volver irreversible la posesión de armas nucleares y, de tal guisa, afianzar su liderazgo en el mundo musulmán. Los chiíes, eternos hermanos pobres, siempre despreciados, perseguidos y aplastados por los sunníes, ocupando el lugar de honor al frente de la umma islámica: expansionismo político, hegemonía militar, imposición violenta de su propio fanatismo son los móviles del régimen de los ayatollahs, en la línea de la exposición de dibujos insultantes sobre el Holocausto o las muy agresivas manifestaciones recientes contra Dinamarca o contra el Papa, en sintonía y rivalizando con los asesinatos esporádicos de cristianos desde Indonesia a Marruecos o con la monotemática propaganda anticristiana de la editorial egipcia At-Tanwir. Y tanto ha gustado el género congresual a los dueños de casa que -en gesto tal vez humorístico, aunque con la obligada asistencia, modositos y sumisos, de representantes de Rodríguez (Zapatero) y su Alianza de Civilizaciones- convocan a una Conferencia sobre «Derechos Humanos y Religión», a celebrar en Qom los días 16 y 17 de mayo de 2007. Los temas que se desarrollarán son : La Religión y las bases de los Derechos Humanos; Los Derechos Humanos, la Concordia entre religiones y la paz mundial; La Religión y la aplicación de los Derechos Humanos; Los Derechos de la religión en el Sistema internacional de Derechos Humanos… Los interesados en viajar pueden escribir y mandar currículo.

Sin embargo, como sucede en otros terrenos de la actual confrontación sociorreligiosa y cultural provocada por el islam, el auténtico problema no reside en las alharacas o fintas más o menos bufas, a veces trágicas y criminales, desplegadas por los islamistas: el conflicto lo alimentamos nosotros mismos, europeos, por no haber sido capaces, pese al tiempo transcurrido, de digerir, racionalizar y limitar a la discusión histórica el fenómeno del nazismo. Las cosas están superadas cuando se puede hablar de ellas sosegadamente, pero mantener el tabú -por ejemplo, mediante legislaciones represivas- sólo conduce a su explotación nociva y hostil por desaprensivos dispuestos a obtener algo aireando lo innombrable, como es el presente caso iraní. Bien es cierto que aun viven algunas de las víctimas directas y pedirles objetividad y distanciamiento es demasiado, mas el Foro de Teherán sólo debería concitar nuestra risa si Alemania en primer término y detrás los otros países involucrados hubieran vencido el trauma que el nazismo infligió a todo el continente. Porque, a diferencia de la lejana historia de América, aquí los sucesos son cercanos, los testimonios próximos y las evidencias excesivas, como para temer a un grupo de turistas revisadores o rabinos despistados (¿Qué habrán dicho éstos ante las intervenciones de sus compañeros de pupitre?).

Con cámaras o sin ellas, la persecución antijudía fue algo tan lacerante como injusto. Más que los grandes -y siniestros- números a mí me conmueven imágenes objetivamente de gravedad menor: fotografías de judíos obligados a limpiar suelos o retretes con las manos o la boca, otras de mujeres alemanas flanqueadas por miembros de las S.A. y exhibidas con carteles infamantes al cuello por mantener relaciones sexuales con judíos, discriminaciones en servicios públicos, cines, colegios, contra niños y adultos. La deshumanización de las víctimas, su humillación, expolio de propiedades, deportación, utilización de trabajo esclavo y, finalmente, matanzas masivas están bien probados, por tanto no hay razones de fondo para seguir hurtando la discusión sobre la actuación de las «Tropas y comandos especiales de las SS»: ¿quién puede defender en serio sus crímenes?
Europa y Alemania no han digerido el nazismo, quizás por los muchos apoyos y connivencias con que contó dentro y fuera del Reich, complicidades que luego se han tratado de ocultar con varia fortuna y cuya denuncia tanto incomoda en Inglaterra, pero también en Noruega, Suecia, Francia, Austria… La ingenua bobería de Von Papen y Hugenberg, propiciadores del ascenso de Hitler a la Cancillería y persuadidos de que domarían al «pequeño cabo de Bohemia» -como le llamaba Hindenburg- y en pocos meses desplazados ellos mismos, se mestura en un feo cóctel con la megalomanía visionaria del personaje, «presto a sacrificar dos millones de alemanes» para lograr el espacio vital, se entrevera con la sebosa y corrupta glotonería de Goering o la minuciosa frialdad asesina de Himmler, ahíto de folklóricasfantasías raciales. Es difícil distraer la atención de todo eso y de una de sus consecuencias más dramáticas, los asesinatos masivos de judíos. Ante todo ello es innecesario inventar testimonios, como hicieron los heroicos republicanos españoles Enric Marco y Antonio Pastor, que jamás pisaron Flossenburg y Mauthausen respectivamente. Pero tampoco hay que temer los tíovivos que organicen unos defensores de los Derechos Humanos como los ayatollahs del Irán.

El profesor Fernando Reinares

Experto en terrorismo; entre sus libros conocidos se encuentran:
- Terrorismo y antiterrorismo, Paidós, Barcelona, 1998.
-
European democracies against terrorism: governmental policies and
intergovernmental cooperation,
Ashgate, Hampshire, 2000.
- Patriotas de la muerte. Quiénes han militado en ETA y por qué, Taurus, Madrid,2001.

- Terrorismo global, Taurus, Madrid, 2003.
- El nuevo terrorismo islamista, Temas de Hoy, Madrid, 2004.

  • ¿Alianza de civilizaciones frente al terrorismo?/Fernando Reinares, catedrático de Ciencia Política y Estudios de Seguridad en la Universidad Rey Juan Carlos .

Publicado en EL PAÍS, 14/12/2006;

Desde que en septiembre de 2004 fuese enunciada por el presidente del Gobierno, en un discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas, la Alianza de Civilizaciones es una iniciativa bien valorada por la opinión pública española, aun ignorándose sus contenidos específicos y careciendo de consenso político nacional. Como declaración de buenas intenciones en tres palabras, se convirtió pronto en un instrumento de diplomacia pública que ha mejorado la imagen de nuestro país tanto en otros del mundo árabe e islámico como en las comunidades musulmanas establecidas entre nosotros. Una imagen deteriorada a consecuencia del alineamiento del anterior Ejecutivo con Estados Unidos en la guerra de Irak y, desde el pasado año, del encarcelamiento de un periodista de Al Yazira condenado en la Audiencia Nacional por sus ligámenes con Al Qaeda, cuyas vicisitudes han sido utilizadas para transmitir la impresión de que aquí se persigue indiscriminadamente a devotos de Alá cuando la policía efectúa operaciones contra el terrorismo yihadista.
Ahora bien, los apoyos que ha concitado la Alianza de Civilizaciones distan de ser satisfactorios. Algunos de los Gobiernos que la respaldan no contribuyen a darle crédito, debido a los constreñimientos que imponen sobre libertad religiosa en sus respectivas jurisdicciones estatales. Incluso el primer ministro turco, copatrocinador de la iniciativa, ha venido actuando de manera nada acorde con lo que se supone es el espíritu de la misma. Pero las reticencias abundan también en nuestro inmediato entorno occidental, como ha quedado de manifiesto con la parca mención a la Alianza de Civilizaciones en el más reducido y menos elaborado de los cuarenta y seis puntos de la declaración con que concluyó la cumbre de la OTAN celebrada recientemente en Riga. Cierto que ese foro no es el más idóneo para suscitar un tema así, pero cabe preguntarse si el concepto que subyace a lo que, un tanto sorprendentemente, es asunto central en la acción exterior del Estado, adolece de problemas que no facilitan su comprensión y endoso.

En primer lugar, es discutible que en este momento de la historia el conjunto de la humanidad y las personas que la constituyen podamos ser diferenciados según civilizaciones. No es fácil delimitarlas ni adscribirnos unidimensionalmente a ellas. Al final se utiliza como criterio de demarcación el religioso, algo equívoco que puede ser interpretado como reconocimiento de la alteridad o, en sentido opuesto, como argumento contra las identidades compartidas y una multiculturalidad con valores fundamentales de obligado respeto. En segundo lugar, el hecho de que la Alianza de Civilizaciones haya sido literal y reiteradamente presentada como “entre el mundo occidental y el mundo árabe y musulmán”, se corresponde con la distancia social, política y económica observable entre ambos.
Pero una propuesta que se pretende universal cayó en la desviación etnocéntrica de subrayar una fractura especialmente inquietante para los intereses occidentales. Muchos dirían que dando por descontado un choque de civilizaciones que la iniciativa misma perseguiría evitar. Como consecuencia, excluyó de su enunciado a ámbitos como el sínico o el hindú, de los que igualmente podrían predicarse tensiones respecto al mundo islámico.
Por otra parte, la Alianza de Civilizaciones está asociada desde su inicio con los debates sobre cómo reaccionar frente al terrorismo yihadista. No en vano fue planteada seis meses después de los atentados del 11 de marzo en Madrid. En tanto que iniciativa multilateral de actuación frente a Al Qaeda y sus redes terroristas, complementaria del tratamiento policial y judicial que requiere una amenaza real e inmediata, se pretende contrapuesta a los enfoques unilaterales que conceden preferencia a uso de medios militares. Ahora bien, su formulación no resulta del todo consistente con la realidad de aquel fenómeno. Para cuando José Luis Rodríguez Zapatero anuncia su propuesta era ya evidente que los blancos afectados por ese terrorismo internacional estaban sobre todo en países con poblaciones mayoritariamente musulmanas y la gran mayoría de sus víctimas eran precisamente musulmanes. Se trata de una violencia convertida más en exponente de un conflicto entre musulmanes que en corolario de cualesquiera otros antagonismos, no por ello inexistentes.
Haber planteado la Alianza de Civilizaciones tras afirmar respecto al terrorismo que “se puede y se deben conocer sus raíces”, como hizo el presidente del Gobierno, es asimismo problemático. Esas palabras encajarían mal en el discurso político sobre ETA y oficialmente las autoridades españolas no ponen predicados al terrorismo. Pero incluso si hablamos de terrorismo internacional, es imposible remitirnos a raíces o causas últimas salvo que el catálogo sea inabarcable. Relacionar ese terrorismo con desigualdades económicas o conflictos regionales, así en genérico, es una simplificación imprecisa que distorsiona las percepciones sociales sobre el asunto e involuntariamente puede proporcionar justificaciones para la violencia. Desheredados y oprimidos ni tienen que ser musulmanes ni menos aún producir terrorismo para que les sea deparada la debida atención. Una cosa es hablar de raíces o causas y otra distinta es hacerlo exclusivamente de condiciones que favorecen la opción y el eventual éxito de estrategias terroristas.
Si de esto se trata, el documento de recomendaciones elaborado por el grupo de alto nivel que ha desarrollado la Alianza de Civilizaciones poco de sustancioso añade a las medidas que, para inhibir procesos de radicalización violenta y erosionar el apoyo popular al terrorismo, contemplan las estrategias gubernamentales e intergubernamentales ya conocidas, incluyendo las de la Unión Europea o Naciones Unidas. Llama la atención que, pese a ser en sus orígenes una idea planteada como reacción al terrorismo relacionado con Al Qaeda, los patrocinadores y plasmadores de la iniciativa hayan acabado centrándose en el conflicto entre palestinos e israelíes. En este conflicto, cuya gravedad y efectos tanto dentro como fuera de la zona están fuera de duda, sigue habiendo conductas terroristas. Pero el actual terrorismo global no surgió y evolucionó allí, sino donde confluyeron el wahabismo saudí y la yihad afgana. Eso sí, Osama Bin Laden y Ayman al Zawahiri quieren beneficiarse de aquella disputa o entrometerse en sus avatares. No lo facilitemos con diagnósticos que den pábulo a sus pretensiones.

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