13 mar 2007

El padre Jon Sobrino


  • La Compañía de Jesús en El Salvador está a la espera de la notificación de una sanción, que el Vaticano, a través de la Congregación para la Doctrina de la Fe- léase la Santa inquisición- le habría impuesto al sacerdote de origen vasco Jon Sobrino.
    "Estamos a la espera, no sabemos qué sanción le van a imponer, esa notificación le llegará el próximo jueves 15, "así que tenemos que esperar", dijo a la agencia alemán DPA el también sacerdote jesuita Eduardo Valdés, director del Centro Pastoral de la Universidad Centroamericana (UCA), de El Salvador.
    Sobrino, es -junto con Leonardo Boff, Gustavo Gutiérrez y
    Juan Luis Segundo- uno de los padres de la Teología de la Liberación; uno de los teólogos jesuitas más importantes de América Latina, y que ha contribuido de manera decisiva al desarrollo de "una cristología latinoamericana elaborada desde el mundo de los pobres."

    Es fundador y académico de la UCA; es quizás, el jesuita con más renombre de El Salvador, junto al recién fallecido Jon Cortina, fundador de la asociación humanitaria 'Pro-Búsqueda', que se encarga de localizar a los menores de edad desaparecidos en la guerra civil (1980-1992).
    Sobrevivió - por no estar en El Salvador en ese momento a la mayor masacre cometida contra la Compañía de Jesús, por Escuadrones de la muerte
    cuando en 1989 asesinaron a seis sacerdotes, cinco de ellos españoles. Entre los muertos estaba Ignacio Ellacuría, rector de la UCA, además de Segundo Montes, Juan Ramón Moreno; Ignacio Martín Baró, Armando López y una mujer (Elba Ramos ) y su hija menor de edad (Celina) .
    La sanción hasta hoy no se conoce, empero, fue reconocida ya el domingo pasado por el arzobispo de San Salvador, y miembro del Opus Dei monseñor Fernando Sáenz Lacalle, quien dijo públicamente: "Pido al Señor por el padre Jon Sobrino para que sea dócil a las enseñanzas de la iglesia y que revise sus conclusiones".
    Según filtraciones la Congregación de la Doctrina de la Fe acusa a Sobrino de "falsear la figura del Jesús histórico al subrayar en demasía la humanidad de Cristo, ocultando por el contrario, su divinidad". Al parecer la sanción consiste en prohibirle al padre sobrino escribir o halar del tema relacionado con Jesús: ¡O sea, matarlo!, debido a que no hay nada peor que hacerlos guardar silencio.

    Sobrino fue cercano a Monseñor Oscar Arnulfo
    Romero , Arzobispo de San Salvador, asesinado el 24 de marzo de 1980. Sus adversarios desde hace años son, el cardenal colombiano Alfonso López Trujillo (otrora papable), y el Arzobispo Fernando Sáenz Lacalle, miembro del Opus Dei. La sanción es una medida excepcional que en más de 40 años sólo ha sido utilizada contra otros once teólogos y religiosos.
    Está previsto que el sacerdote -uno de los últimos de los teólogos de la liberación-, dé a conocer su posición después de que sea notificado, es decir, el jueves 15.
    Mientras tanto ya dos teólogos - Javier Vitoria y Juan José Tamayo-, han salido en su defensa:
    Dice el teólogo español Javier Vitoria, (EL CORREO DIGITAL, 13/03/2007); "Escribo como conocedor del tema (...) Desde la condición de un modesto profesor de teología quiero afirmar que me parece muy improbable que se puedan encontrar atisbos de herejía en el pensamiento de Sobrino. Y me consta además que teólogos de primera fila como B. Sesboué, M. Maier, M. Gesteira, C. Palacio, por citar solamente cuatro teólogos libres de toda sospecha, no han encontrado ningún error doctrinal en su obra."Agrega "Todo este disparate eclesiástico, que tanto sufrimiento produce y tanto escándalo provoca a la gente sencilla dentro y fuera de la Iglesia, no es más que el desenlace de una estrategia vaticana que dura más de treinta años: se buscaba condenar y silenciar a Sobrino. Desde 1976 el teólogo jesuita ha respondido con honradez, fidelidad y humildad a advertencias y acusaciones doctrinales del Vaticano."
    Subraya: "Cuando dentro de cien años se quiera acreditar el comportamiento de la Iglesia católica de finales del siglo XX y principios del XXI, estoy seguro de que los apologetas eclesiásticos recurrirán a Jon Sobrino y silenciaran vergonzantemente los nombres de López Trujillo, Sáenz Lacalle y Levada, cardenal prefecto de la Congregación."
    "La Teología de Sobrino puede gustar o no, ser más o menos significativa para la fe de los creyentes cristianos y la vida de los increyentes, pero en ningún caso es irrelevante desde el punto de vista del anuncio de la fe cristiana en nuestro mundo bárbaro y cruel. Su lectura a nadie deja indiferente Aquí es donde radica el gran problema de su teología. Su reflexión nos plantea cuestionamientos radicales a quienes vivimos adormecidos en las sociedades ricas y resignados en esta Iglesia gobernada por funcionarios incapaces de percibir las señales del Dios de los pobres. Sus textos sobre Jesucristo nos pueden parecer peligrosos, justamente porque ponen en entredicho nuestros privilegios y nuestra indiferencia. Pero precisamente en ese peligro se encierra la oferta salvífica de Dios y de Jesús de Nazaret, su Hijo, el de la misma naturaleza que el Padre, que se expresa en este axioma: "Fuera de los pobres no hay salvación"
    En tanto, Juan José Tamayo, director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones Ignacio Ellacuría en la Universidad Carlos III de Madrid, comenta en El País (13/03/2007);
    "Sobrino es uno de los más cualificados teólogos latinoamericanos de la liberación. Su principal aportación radica en la historificación de los contenidos teológicos, y su reubicación y recategorización en el contexto de los oprimidos. Su influencia va más allá de América Latina. Sus investigaciones son una de las más consistentes y mejor fundamentadas de la teología católica posconciliar. Entre sus aportaciones más relevantes cabe destacar: el método teológico, la cristología, la eclesiología, la espiritualidad y Dios."
    "Junto con otros teólogos de la liberación, como Leonardo Boff y Juan Luis Segundo, Sobrino ha contribuido de manera decisiva al desarrollo de una cristología latinoamericana elaborada desde el mundo de los pobres. Es una cristología guiada por la parcialidad a favor de los excluidos, la esperanza y la praxis. El objetivo es recuperar al Jesús histórico y lo más histórico de Jesús de Nazaret: su práctica liberadora.
    Concluye diciendo :"El asesinato de seis compañeros jesuitas y de dos mujeres en 1989 a manos de miembros del Ejército salvadoreño, estableció un antes y un después en la vida y obra de Sobrino, marcadas desde entonces por el sello del martirio. Seguro que la condena del Vaticano dejará menos huella en su vida y en su trabajo intelectual que aquella tragedia."
  • Caso Jon Sobrino, otro abuso eclesiástico de poder/F. Javier Vitoria Cormenzana, teólogo
Publicado en EL CORREO DIGITAL, 13/03/2007);
Desde hace un par de meses el círculo más íntimo de familiares, amigos y compañeros de Jon Sobrino esperábamos la noticia. El domingo Fernando Sáenz Lacalle, arzobispo de San Salvador y miembro del Opus Dei, la confirmó, prediciendo además que Sobrino había sido sancionado con la prohibición de dar clases en cualquier centro católico mientras no revise las conclusiones de su Cristología. La temida sanción, si se confirma, es una novedad que casi nadie conocía. Ni siquiera el propio jesuita bilbaino-salvadoreño. Por lo visto la orden vaticana de embargo hasta el 14 de marzo que recaía sobre el documento de la Congregación de la Doctrina de la Fe, e imagino que sobre el dato de la sanción, no obliga al arzobispo navarro Sáenz Lacalle. Rotas la reglas de juego por tan alta jerarquía eclesiástica, me siento liberado de mi compromiso de guardar silencio en este asunto y legitimado para comparecer ante la opinión pública con objeto de ofrecer mi opinión, basada en informaciones fidedignas.
Escribo como conocedor del tema. Hace más de veinte años tuve la oportunidad de realizar un estudio sobre la primera Cristología de Sobrino que acredité académicamente y más tarde publiqué en una editorial vasca. Llevo alrededor de veinte años impartiendo la asignatura de Cristología en la Facultad de Teología de la Universidad de Deusto. Y ahora estoy dirigiendo un curso de licenciatura sobre los dos volúmenes, ‘Jesucristo Liberador’ y ‘La fe en Jesucristo’, objeto del examen de la Congregación de la Fe. Desde la condición de un modesto profesor de teología quiero afirmar que me parece muy improbable que se puedan encontrar atisbos de herejía en el pensamiento de Sobrino. Y me consta además que teólogos de primera fila como B. Sesboué, M. Maier, M. Gesteira, C. Palacio, por citar solamente cuatro teólogos libres de toda sospecha, no han encontrado ningún error doctrinal en su obra. Aún añadiré algo más. Su segunda Cristología, la que examina la Congregación, es en su conjunto mucho más matizada y católica que la primera. Sobrino se ha desembarazado de la ‘influencia protestante’ en el tratamiento de algún tema central como la cruz de Jesús y responde de manera sistemática, y no esquemática, a cuestiones centrales de la cristología como son la resurrección y la dogmática cristológica.
El documento de la Sagrada Congregación de la Fe, si no se ha corregido para su publicación definitiva, es fruto de un método indagatorio que privilegia exagerada y deliberadamente la sospecha. Hasta el punto de que la presunción de inocencia no tiene ninguna cabida en él. Siguiendo su sistema, seguramente podríamos encontrar herejías en las mismas encíclicas papales. Solamente haré una cata en un texto del magisterio, que aparece citado por el documento de la Congregación a propósito de la autoconciencia de Jesucristo, que es uno de los temas en litigio. En la encíclica ‘Mystici Corporis’, el Papa Pío XII escribió los siguiente: «Aquel amorosísimo conocimiento que desde el primer momento de su encarnación tuvo de nosotros el Redentor divino está por encima de todo el alcance escrutador de la mente humana; toda vez que, en virtud de aquella visión beatífica de que gozó apenas acogido en el seno de la madre divina, tiene siempre y continuamente presentes a todos los miembros del Cuerpo místico». Sometido este texto papal a la mirada llena de prejuicios de la Congregación, tendría serias dificultades para salvarse de la acusación de ser, para decirlo con términos teológicos técnicos, o doceta o monofisita. Es decir, explicado en términos más inteligibles, la condición embrionaria del Redentor en el momento de ser concebido sería una mera apariencia y no algo real y sustancial, o la condición verdadera de la naturaleza humana de Jesús se niega, ya que su naturaleza divina la absorbe hasta el punto de afirmar la consciencia humana de un embrión. Obviamente a nadie en su sano juicio se le ocurriría acusar de herejía a Pío XII o al padre Tromp (autor material de la encíclica). Ambos no firmarían hoy ese texto. Entonces, el año 1943, fueron deudores de los planteamientos doctrinales cristológicos hegemónicos, algunos de los cuales, en opinión del gran teólogo K. Rahner, podían ser tachados claramente de criptoherejías.
Todo este disparate eclesiástico, que tanto sufrimiento produce y tanto escándalo provoca a la gente sencilla dentro y fuera de la Iglesia, no es más que el desenlace de una estrategia vaticana que dura más de treinta años: se buscaba condenar y silenciar a Sobrino. Desde 1976 el teólogo jesuita ha respondido con honradez, fidelidad y humildad a advertencias y acusaciones doctrinales del Vaticano. Algunas de sus repuestas las hizo públicas en su libro ‘Jesús en América Latina’ (1982). Pero hay que añadir que desde sus primeros escritos se creó a priori un ambiente en el Vaticano, en varias curias diocesanas y entre varios obispos en contra de su teología, y en general contra la teología de la liberación. El cardenal Alfonso López Trujillo ha sido el impulsor principal de esta historia de caza y captura. Seguramente ahora también, como el arzobispo Lacalle, orará al Señor para que el padre Sobrino sea dócil a las enseñanzas de la Iglesia. En realidad sus prejuicios le ciegan para poder ver que su modo de proceder no tiene el aire de Jesús, pues así no se trata a los hermanos.
Lamentablemente Sobrino viene a engrosar una larga lista de perseguidos en la Iglesia por la curia vaticana. H. de Lubac e Y. Congar son nombres que están en la mente de todos. A ambos se les prohibió enseñar en centros católicos y se les obligó a guardar silencio. La impresionante carta que Congar escribió a su madre en aquellas circunstancias y que recogen sus memorias debiera haber sido suficientemente elocuente como para que la curia no cometiera más atropellos.
El caso que nos ocupa me parece especialmente cruel. Sobrino es (de hecho y porque tuvo la suerte de estar fuera de El Salvador cuando le hubiese tocado morir en la hora en que fueron asesinados Ignacio Ellacuría y compañeros) testigo de miles de víctimas de la violencia establecida en América Latina, muchas de ellas merecedoras del título de mártires porque murieron por el odio que su fe suscitaba y que su caridad heroica ponía en evidencia. Su condena afecta a sus compañeros mártires. Su voz es la de ellos. Silenciándole vuelven a callar a las víctimas de la barbarie asesina. Pero los curiales son ciegos justamente porque creen que ven. Cuando dentro de cien años se quiera acreditar el comportamiento de la Iglesia católica de finales del siglo XX y principios del XXI, estoy seguro de que los apologetas eclesiásticos recurrirán a Jon Sobrino y silenciaran vergonzantemente los nombres de López Trujillo, Sáenz Lacalle y Levada, cardenal prefecto de la Congregación.
La teología de Sobrino puede gustar o no, ser más o menos significativa para la fe de los creyentes cristianos y la vida de los increyentes, pero en ningún caso es irrelevante desde el punto de vista del anuncio de la fe cristiana en nuestro mundo bárbaro y cruel. Su lectura a nadie deja indiferente Aquí es donde radica el gran problema de su teología. Su reflexión nos plantea cuestionamientos radicales a quienes vivimos adormecidos en las sociedades ricas y resignados en esta Iglesia gobernada por funcionarios incapaces de percibir las señales del Dios de los pobres. Sus textos sobre Jesucristo nos pueden parecer peligrosos, justamente porque ponen en entredicho nuestros privilegios y nuestra indiferencia. Pero precisamente en ese peligro se encierra la oferta salvífica de Dios y de Jesús de Nazaret, su Hijo, el de la misma naturaleza que el Padre, que se expresa en este axioma: «Fuera de los pobres no hay salvación».

Entre el martirio y la liberación/
Juan José Tamayo, director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones Ignacio Ellacuría en la Universidad Carlos III de Madrid
Publicado en EL PAÍS, 13/03/2007);
Sobrino es uno de los más cualificados teólogos latinoamericanos de la liberación. Su principal aportación radica en la historificación de los contenidos teológicos, y su reubicación y recategorización en el contexto de los oprimidos. Su influencia va más allá de América Latina. Sus investigaciones son una de las más consistentes y mejor fundamentadas de la teología católica posconciliar. Entre sus aportaciones más relevantes cabe destacar: el método teológico, la cristología, la eclesiología, la espiritualidad y Dios.
La teología de Sobrino tiene una ubicación definida: las mayorías populares de América Latina, y muy especialmente de El Salvador, pequeño país desangrando por una guerra de casi 20 años con más de 80,000 muertos y cientos de miles de desplazados y exiliados. El horizonte de su reflexión es la misericordia. La teología no puede limitarse a ser una fría inteligencia de la fe que pase de largo ante el sufrimiento de los seres humanos, como el sacerdote y el levita de la Parábola del Buen Samaritano. Ha de entenderse como inteligencia del amor y de la misericordia, que se hace cargo del dolor de las víctimas desde la compasión, denuncia a quienes lo provocan y toma partido por los empobrecidos.
Junto con otros teólogos de la liberación, como Leonardo Boff y Juan Luis Segundo, Sobrino ha contribuido de manera decisiva al desarrollo de una cristología latinoamericana elaborada desde el mundo de los pobres. Es una cristología guiada por la parcialidad a favor de los excluidos, la esperanza y la praxis. El objetivo es recuperar al Jesús histórico y lo más histórico de Jesús de Nazaret: su práctica liberadora. Subraya el carácter relacional de Jesús con respecto a Dios y su Reino. Pone el acento en la cruz y la resurrección. Su reflexión sobre la resurrección se centra en el Dios de Jesús que hace justicia a las víctimas poniéndose de su lado y devolviéndoles la vida.
Sobrino ha desarrollado una amplia producción eclesiológica, articulada en torno a los pobres, que constituyen el horizonte y la misión de la Iglesia. La nueva forma de ser comunidad es la Iglesia de los pobres. La espiritualidad es otro de los campos donde brilla Sobrino. El teólogo saca la espiritualidad cristiana del mundo de la ascética. La espiritualidad no es una actividad autónoma del sujeto. Es constitutiva del ser humano, y se convierte en una dimensión tan necesaria del ser cristiano como la liberación. Sobrino destaca la conexión entre espíritu y práctica, liberación y seguimiento de Jesús. La santidad no puede quedarse en la esfera privada, sino que tiene que influir en el cambio de las estructuras. El encuentro entre espiritualidad y liberación da como resultado la “santidad política”.
En su reflexión sobre Dios parte de la experiencia latinoamericana. En un continente donde la vida de las mayorías oprimidas se ve amenazada a diario, Dios aparece como generador, defensor y garante de la vida, y es experimentado como protesta última contra la muerte. La afirmación del Dios de la vida lleva derechamente a optar por la vida de los pobres e incluso a dar la propia vida.
El asesinato de seis compañeros jesuitas y de dos mujeres en 1989 a manos de miembros del Ejército salvadoreño, estableció un antes y un después en la vida y obra de Sobrino, marcadas desde entonces por el sello del martirio. Seguro que la condena del Vaticano dejará menos huella en su vida y en su trabajo intelectual que aquella tragedia.

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