20 feb 2008

México y Cuba

“Dejaron de existir las relaciones de México con la Revolución cubana y han comenzado con la República de Cuba...” ; Jorge Castañeda.
Reportaje;
La tormentosa relación entre México y Cuba
Después de estar alejados durante largo tiempo, han vuelto a acercarse
María Luisa Arredondo, reportera
La Opinión, 20 de febrero de 2008
Del amor al repudio y finalmente a la reconciliación. En los 106 años que tienen de haber formalizado sus vínculos diplomáticos, los gobiernos de México y Cuba pasaron de ser aliados incondicionales a rivales declarados. Hoy, después de un largo período de distanciamiento, han dado pasos firmes para acercarse
La relación, sin embargo, nunca volverá a ser igual.
El retiro de Fidel Castro —quien estuvo exiliado en México antes de iniciar la revolución cubana— abre una ruta totalmente distinta a la que ambos países transitaron durante los últimos 49 años, en los que la figura del líder isleño fue clave para marcar el tono de los encuentros y también de los desencuentros.
Durante todos esos años, la relación bilateral fue fundamental. Para la isla, México representó un interlocutor estratégico por su peso político y económico en la región, así como por su vecindad geográfica con Estados Unidos. Para los mexicanos, el engarce con Cuba no sólo fue un factor de estabilización sino el puente para mantener lazos firmes con Latinoamérica y gran parte del orbe.
Como apuntaba hace unos meses el periodista mexicano, ahora director de El Universal, Raymundo Riva Palacio: "Cuba tiene influencia sobre más de 80 países del mundo en desarrollo que en el concierto internacional valen igual que las naciones industrializadas. Cuando México necesitaba su respaldo para iniciativas multilaterales, Cuba era su llave para lograrlo".
Esta alianza, que se hizo legendaria, quedó gravemente quebrantada durante el gobierno de Vicente Fox (2000-2006) debido al acercamiento que el mandatario mexicano buscó con Washington y que derivó en el rompimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países.
La enemistad de esos años ha quedado en el pasado. Desde el inicio de su gobierno Felipe Calderón expresó su intención de reencauzar la relación que, poco a poco, ha empezado a restablecerse al punto que la canciller mexicana Patricia Espinosa ha señalado que los lazos entre las dos naciones son "indestructibles".
Prueba de que la situación ha mejorado significativamente es que, al conocerse la noticia de la dimisión de Castro, el gobierno mexicano emitió un comunicado en el que destaca al dirigente cubano como "un destacado actor del acontecer internacional en el último siglo" y reafirma su intención de "avanzar en el proceso de acercamiento bilateral, encaminado al restablecimiento pleno de relaciones respetuosas y mutuamente benéficas para ambos países".
El punto más alto del alejamiento entre México y Cuba sobrevino en marzo de 2002, cuando Castro acusó públicamente a Fox de pedirle que saliera apresuradamente de una reunión internacional en la ciudad mexicana de Monterrey, para no incomodar al jefe de la Casa Blanca, George W. Bush, invitado también a esa cumbre.
Durante semanas, Fox negó las acusaciones. La tensión creció cuando en abril de ese mismo año, el gobierno mexicano decidió apoyar una resolución de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para exigirle a Cuba respeto a los derechos humanos.
Fue entonces cuando estalló la crisis. Castro decidió hacer pública una conversación privada con Fox, en la que el mandatario mexicano le pide al líder cubano irse lo más rápido posible de Monterrey. "Comes y te vas" fueron las palabras que utilizó Fox y que quedaron ya para la posteridad.
A partir de ese momento, ambos gobiernos se embarcaron en un intercambio de dimes y diretes.
Tanto en México como en Cuba muchos piensan que Fox rompió una amistad legendaria que tenía su base en la Doctrina Estrada, cuyo principio fundamental es abstenerse de intervenir en los asuntos de otras naciones y que por años guió la política exterior mexicana.
La leyenda sobre la amistad entre ambos gobiernos se remonta a principios de la década de los 60 cuando, a instancias de Washington, todos los gobiernos latinoamericanos rompieron relaciones con Cuba, excepto el de México.
En las décadas que siguieron Castro afianzó sus lazos con los presidentes mexicanos de ese entonces, sobre todo con Luis Echeverría (1970-1976) y José López Portillo (1976-1982), quien llegó a declarar que lo que le hicieran a Cuba era como si se lo hicieran a México.
Desde el triunfo de la Revolución Cubana en 1959, los mandatarios mexicanos alardearon de su alianza con Cuba y mostraron sin reservas su admiración por el discurso de Castro contra EU.
Durante estos años, como señala el historiador mexicano Lorenzo Meyer, los gobiernos de México —revolucionarios sólo en el discurso— llegaron a un acuerdo informal con Castro, muy conveniente para ambos. México apoyaría internacionalmente a la isla y, a cambio, Cuba se abstendría de fomentar la guerrilla en México.
Hace unos años se reveló también que México se vio forzado a jugar otro doble juego en esta relación. Un artículo publicado por la revista Proceso en marzo de 2003 y escrito por Kate Doyle, con base en archivos recientemente desclasificados de EU, indica que la relación entre México y Cuba ha sido más compleja de lo que se conoce.
Doyle apunta que durante la década de los 60 México se vio sometido a intensas presiones por parte de la Casa Blanca por su decisión de mantener lazos diplomáticos con la isla. Para evitar un enfrentamiento directo con el coloso del norte, sin renunciar a romper con Cuba, los presidentes Adolfo López Mateos (1958-1964) y Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) se vieron obligados a asegurarle a Washington que, en situaciones de alto riesgo estarían definitivamente de su lado. Para probar esta lealtad, los gobiernos mexicanos tuvieron que permitir que, a través de sus embajadas en la isla, se recabara información secreta sobre Castro para EU.
Al concluir la Guerra Fría, los lazos de amistad entre México y Cuba empezaron a distenderse, especialmente durante el sexenio de Ernesto Zedillo, quien en varias ocasiones manifestó la necesidad de que la isla se democratizara.
Meyer apunta que el distanciamiento se marcó más con la llegada al poder de Fox y el PAN y con el hecho de que Cuba dejó de ser una amenaza para la estabilidad de México al perder el apoyo de la desaparecida URSS. Al mismo tiempo, el nuevo gobierno mexicano dejó de ver a EU como el enemigo eterno y se declaró partidario de una colaboración abierta con este país.
Nuevo rumbo
Hoy las voces están divididas sobre el rumbo que debe tomar la compleja relación y lo que pasará después de Castro. La mayoría de los analistas considera que, si bien, la renuncia del dirigente cubano representa un giro en la relación, ésta no sufrirá un cambio radical.
En opinión de Alejandro Anaya, director de Estudios Internacionales de la Universidad Iberoamericana, el retiro de Castro no será total y lo más probable es que siga vigilante del sistema hasta que fallezca. A su juicio, tampoco es previsible que las nuevas generaciones de políticos cubanos transformen radicalmente el sistema porque creen en él. Lo que sí podría ocurrir es que se logren cambios graduales, por ejemplo, en el sentido de permitir la visita de observadores de derechos humanos.
César Cansino, director del Centro de Estudios de Política Comparada en México, considera que ha llegado la hora que México privilegie la democracia en todas partes, incluyendo Cuba y adopte una política más honesta que en el pasado. "Si en el viejo régimen priista la política de no intervención fue para impedir que otros países cuestionaran los excesos de la clase gobernante, el nuevo régimen requiere ser más incisivo en la defensa de los derechos humanos en cualquier lugar donde éstos se violen", dice.

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