11 jun 2008

"España es nuestra", Felipe Calderón



El presidente de México, llegó hoy a España en la que supone su primera visita de Estado desde que fuera investido presidente en diciembre de 2006. José Bono le ha hecho entrega de la medalla del Congreso.
En tanto, el Rey ha trasladado también a Calderón el "pleno apoyo" de España en la "valerosa" lucha contra el narcotráfico que el presidente mexicano ha emprendido desde el comienzo de su mandato, al tiempo que ha destacado el "mercado estable, dinámico, estratégicamente situado y abierto al exterior" que representa México, que se ha ganado la "confianza" de los empresarios españoles.
En respuesta, Felipe Calderón ha intervenido para asegurar que las relaciones entre ambos países son hoy más fuertes que nunca gracias a la trayectoria del Rey, y ha manifestado que el futuro de España y México "depende de nuestra capacidad de imaginar y trascender".
El presidente ha apostado por incrementar unas relaciones de por sí excelentes, ha hecho un llamamiento por la democracia y la libertad y ha puntualizado que ningún otro país es aliado suyo como España.
Además, Calderón ha coincidido con el Rey al destacar la importancia del Bicentenario del inicio de la Independencia de México, que se celebrará en 2009, así como el centenario de la Revolución, que tendrá lugar en 2010, y ha subrayado la importancia de la lengua común de los dos países.
A la cena, asistieron también los Príncipes de Asturias, así como los presidentes del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, del Congreso, José Bono, del Senado, Javier Rojo, del Tribunal Constitucional, María Emilia Casas, y del Tribunal Supremo, Francisco Hernando.
Discurso en el Congreso
El Presidente Calderón ha visitado el Congreso de los Diputados, que interrumpió la sesión de control al Gobierno para recibir al presidente mexicano y abrir una sesión extraordinaria en la que tanto el presidente de la Cámara, José Bono, como el propio Calderón destacaron las buenas relaciones que existen entre ambos países. (leer discursos)
Bono hizo un discurso de bienvenida cargado de referencias históricas, en el que, entre otras cosas, lamentó la dureza con la que algunos españoles llegaron a América y recordó la importancia de la Constitución de 1812, rubricada por representantes de lo que entonces se conocía como la "Nueva España".
Además, el presidente del Congreso aprovechó para hacer algo que "nunca se había hecho antes" desde la "sede de la soberanía española": agradecer al presidente Calderón y a México, el hecho de que la República se convirtiera en el refugio de muchos españoles, tras la Guerra Civil. Una iniciativa que arrancó los aplausos el hemiciclo.
Calderón agradeció las palabras de Bono, al tiempo que hizo un análisis de la actual situación de América Latina, en donde la lucha política no se da, a su juicio, entre la derecha y la izquierda, sino entre dos modelos: el de los "autoritarismos personles" y el de las "democracias consolidadas". Una disyuntiva que comparó a una elección entre "el presente y el pasado".
Discursos:
Intervención de José Bono Martínez, Presidente del Congreso de los Diputados, en el Acto Institucional del Congreso de los Diputados
Señor Presidente de los Estados Unidos Mexicanos; señor Presidente del Senado, señorías.
La primera vez que un Presidente de México entró a este hemiciclo fue en 1977. Acababan de restablecerse las relaciones diplomáticas entre México y España. Todavía no teníamos Constitución y en la vida pública española se mezclaban en igual dosis la esperanza y la incertidumbre.
Hoy, 31 años después, con nuestra democracia consolidada, recibimos al Presidente de los mexicanos y lo hacemos con satisfacción. Y con aprecio sincero os damos la bienvenida al Congreso de los Diputados, a las Cortes Generales.
El pueblo mexicano y el pueblo español tienen pasados diferentes, pero no indiferentes. Sería una descortesía a vuestro recibimiento enmascarar la historia y reducirla a las epopeyas de reyes o mandatarios escritas sobre las aspiraciones de millones de hombres y mujeres que, pese a cuatro romances inexactos, no fueron sumisos ni complacientes.
La historia de un pueblo no es lo que le ocurre a su clase gobernante, sino lo que le ocurre a la gente. La historia de los mexicanos y de los españoles es lo que importa. Nuestros pueblos han sufrido derrotas, han padecido similares despotismos y, a veces, han soportado hasta los mismos tiranos.
No hay que engañarse, hemos sido perseguidos, señor Presidente, por los mismos inquisidores; sin embargo, los pueblos mexicano y español han sido también insurgentes, insurgentes por la libertad, y esos sufrimientos, y sobre todo esa lucha común, es lo que constituye la verdadera historia, la que nos hermana en la profundidad de los tiempos.
Desde esa hermandad, sin miedo a la verdad, no despreciamos las aportaciones, ni mitificamos el papel de los primeros españoles que llegaron a América.
Es más, sabemos que con alguna frecuencia la civilización occidental se asentó sobre una dureza, que ni entonces ni ahora puede encontrar justificación entre las personas de bien.
Hoy somos capaces de mirar aquel tiempo pasado con el orgullo de saber que el mundo estaría notablemente incompleto sin España, y que España no es sólo una nación europea, sino que tiene una historia, un alma y una vocación americanas.
Señor Presidente:
Los pilares de nuestra libertad cívica se forjaron en la Constitución gaditana de 1812, cuyo original ha tenido, señor Presidente, en sus manos hace escasamente unos instantes.
En ella se proclama por vez primera la soberanía nacional y se afirma, con un idealismo esperanzado, que el objeto del gobierno es la felicidad de la nación.
Pero esa Constitución no la hicieron sólo los españoles europeos, sino que tuvieron una especial participación 20 diputados: 14 eclesiásticos, tres funcionarios, dos militares y un comerciante, de la Nueva España, venidos de México, de Veracruz, de Guanajuato, de Yucatán; de Guadalajara, Jalisco; de Tabasco, de Zacatecas, de Coahuila, de Puebla, de Querétaro, de Tlaxcala, de Chiapas; o de Valladolid, de Michoacán, la actual Morelia, su ciudad, y cuyas rúbricas quedaron estampadas como signo de autoría y de aprobación.
Ellos cooperaron a que los españoles tuviesen por fin una Patria, en feliz expresión de don Agustín de Argüelles y, en contrapartida, la Constitución del 12 les ayudó a ustedes, luego, a fraguar legítimamente la suya, la Patria mexicana.
Pero hubo entre nuestros pueblos otro encuentro fecundo en ocasión trágica para España y que debo mencionar ante usted, señor Presidente. México fue la Patria de acogida de más de 30 mil españoles que se vieron forzados a dejar su tierra por defender la libertad y la legalidad.
Allí recalaron los diputados que habían ocupado justamente los bancos de esta misma Cámara, y junto a ellos artistas, escritores, filósofos o científicos, además de decenas de miles de españoles y españolas anónimos que dieron a México lo mejor de sí mismos.
Ustedes les acogieron fraternalmente. Les habían robado trágicamente su pasado y ustedes les regalaron generosamente su futuro.
Nunca se había dicho claramente gracias a un Presidente de México desde la sede de la soberanía nacional de España.
Gracias, señor Presidente. Gracias, señor Presidente y gracias a México.
Permítame evocar la memoria de quien tanto honró en aquellas circunstancias a España: el Presidente don Lázaro Cárdenas.
Es un deber moral recordarlo y agradecerle, porque hay cosas que sí deben quedar grabadas de modo indeleble en la memoria histórica de los pueblos.
Nuestras diferencias, señor Presidente, nos enriquecen. Nuestras afinidades nos proyectan en fructífera complicidad. Nos une una lengua común, una tradición cultural que nos trasciende y una pasión compartida por la libertad.
Permítame hacer mías las palabras de un compatriota suyo, don Carlos Fuentes, que dice: Nos necesitamos. Pero también el mundo necesita a España y a la América española; no habrá concierto sin nosotros, dice Carlos Fuentes. Pero antes, añade, debe haber concierto entre nosotros.
A España le concierne lo que ocurre en Hispanoamérica, sigue, y en Hispanoamérica concierne lo que ocurre en España. Sólo necesitábamos, y acaba, entre nosotros, que nos necesitemos, y así el mundo nos necesitará también.
Ha dicho usted, señor Presidente, ayer mismo, que en México se quiere a España. Tenga la seguridad de que los españoles también queremos a México y que nos sentimos hermanados con los mexicanos.
Señor Presidente:
Las Cortes Generales de España quieren escucharle.
Tiene la palabra.
El Presidente Calderón en el Acto Institucional del Congreso de los Diputados
Señor don José Bono Martínez, Presidente del Congreso de los Diputados.
Señor Francisco Javier Rojo García, Presidente del Senado.
Señorías.
Señoras y señores:
Es un honor para mí estar en el Palacio de las Cortes, una de las expresiones más vigorosas y fructíferas de la democracia universal.
Agradezco al Presidente del Congreso de los Diputados, al excelentísimo señor José Bono, por sus palabras de bienvenida y sus muestras de afecto.
Desde esta alta tribuna, quiero transmitir a los miembros de las Cortes Generales de España y, desde luego, a través de ustedes, a todo el pueblo español, el mensaje fraterno y solidario de México y de los mexicanos.
Ya don José Bono ha hablado de las grandes cosas que nos han unido en el pasado. Yo quiero comparti
r con ustedes ahora reflexiones del futuro que queremos, de las transformaciones que en busca de este futuro está viviendo México y sobre el papel estratégico que tiene para nosotros la relación con España en este proceso de cambio.
En los albores de este Siglo XXI, el siglo del conocimiento y la globalidad, América Latina se enfrenta a la disyuntiva que definirá el éxito o el fracaso de sus pueblos.
Cabe decir que en las últimas décadas, Latinoamérica ha ensayado una a una prácticamente todas las formas de superarse. Ensayó dictaduras férreas, desde la derecha hasta la izquierda y desde la Patagonia hasta el Caribe.
Ha ensalzado al mercado y al Estado, invitó las inversiones y ha expropiado también las inversiones, ha derrocado gobiernos, ha creado nuevos sistemas económicos, ha ensalzado los nacionalismos y también los autoritarismos personales, y para muchos pueblos y para mucha gente, el triste resultado parece ser la frustración y la decepción colectiva acerca del futuro de nuestro continente.
Al propio tiempo, en los últimos años el mundo también ha cambiado dramáticamente.
Las nuevas realidades y desafíos del comercio, de la política, de la tecnología, de la energía, del medio ambiente, todo ha modificado la realidad de nuestros pueblos.
La aldea global se ha vuelto una realidad cotidiana, más que nunca, y rige universalmente.
Puesta en esa encrucijada, en América Latina se debate hoy el rumbo de sus políticas públicas, de sus gobiernos y, en consecuencia, de sus naciones.
Y esta disyuntiva que América Latina enfrenta con todos sus matices, es una disyuntiva difícil; es entre la vuelta atrás en lo económico, economías cerradas o centralmente planificadas, o la apertura franca al comercio y la inversión en el mundo, entre el control de precios o el mercado.
En política es también entre autoritarismos personales, o entre democracias consolidadas, con todas sus debilidades y consecuencias.
Hoy la disputa en América Latina no es meramente entre izquierda o derecha; quizá no sea eso, sino entre modelos, muchos que ya han demostrado su fracaso y otros que aún no terminan de mostrar claros beneficios.
La disyuntiva de América Latina, quizá no sea tanto entre la izquierda o la derecha, sino más bien entre el pasado y el futuro.
Y puestos en este dilema inevitable, con sus enormes contrastes y posibilidades, México ha decidido caminar hacia la consolidación de la democracia y el respeto a los derechos humanos; hacia la libertad y la justicia, a favor de la inversión y la apertura, por la igualdad de oportunidades y por el respeto al medio ambiente y el desarrollo sustentable. Es decir, en esta encrucijada, entre pasado y futuro, los mexicanos hemos apostado y, de manera decisiva, hacia el futuro.
Y sabemos que es ahora, en esta primera década del siglo, cuando deben tomarse las decisiones y hacerse los cambios que permitan que nuestro México se convierta en el México seguro, próspero, justo y desarrollado; en el México democrático y libre que queremos para el futuro.
Así hemos entendido en mi Gobierno esta tarea trascendental que nos toca realizar. No es lo nuestro simplemente sobrevivir o sobrellevar circunstancias globales o administrar parálisis.
La tarea del Gobierno mexicano, y así lo entendemos quienes trabajamos en él, es transformar a México, es actuar ahora para que nuestra Nación sea en el futuro la Patria que merece ser.
Y en este proceso, en el que la relación de México con España tiene un carácter estratégico, mi Gobierno sigue una agenda integral de desarrollo en varios frentes.
En primer lugar, queremos hacer de México un país seguro, un auténtico país de leyes, por eso hoy libramos una guerra frontal por el Estado de Derecho y la seguridad pública, y en contra de la delincuencia organizada; por eso actuamos con firmeza y determinación empleando toda la fuerza del Estado para combatir estos males.
De España hemos conocido y apreciado su lucha constante por la paz y contra el terror, hemos visto que por encima de diferencias políticas ha sido capaz de enfrentarle y condenarle.
Y ante la confusión en nuestra región, que no termina de distinguir entre románticos ideales libertarios y francas criminalidades terroristas.
Ante el desconcierto ideológico, al cual no está exenta Latinoamérica, nos une con España una apuesta clara e indeclinable a favor de la democracia y de las instituciones, una exigencia de seguridad y certeza personal y colectiva de respeto a la vida y a la libertad, que se traduce en políticas públicas que enfrentan de manera decidida la criminalidad y el terror.
Por eso hemos emprendido esta lucha sin cuartel por garantizar la seguridad de los mexicanos. Hemos golpeado las estructuras operativas y financieras de las organizaciones criminales y trabajamos día con día, tenazmente, para depurar y fortalecer nuestras policías.
Soy de la tesis de que los problemas se resuelven enfrentándolos y no evadiéndolos. Advertí desde el principio de mi Gobierno a mi pueblo que sería una batalla larga, costosa, y por desgracia implicaría la pérdida de vidas humanas, como efectivamente ha ocurrido. Pero en el propósito de contar con un México libre y seguro para las futuras generaciones de mexicanos, habremos de perseverar y de ganar esta batalla.
En este afán transformador de la vida institucional, el Congreso de la Unión y el Poder Constituyente aprobó una importante reforma que permitirá la transformación del sistema de justicia penal en México.
Dejamos atrás un proceso penal inquisitorial y entramos a un sistema acusatorio, con juicios orales, que garantizan certeza jurídica e imparcialidad para todos.
En especial, protegerá los derechos de las víctimas y de los ciudadanos y, al propio tiempo, dará un margen de acción al Estado en su lucha contra la criminalidad.
En este marco, señoras y señores, la cooperación internacional es fundamental. Las redes del crimen organizado transnacional, sea de tráfico de drogas, de armas o de personas, no reconocen fronteras. Por ello, España y México debemos estrechar nuestra colaboración en este frente y unir fuerzas contra toda organización criminal que atente contra libertades, la legalidad o las instituciones de nuestros países.
En segundo lugar. El Gobierno mexicano está determinado a desarrollar una economía verdaderamente competitiva y generadora de empleos. Con ese fin impulsamos reformas estructurales, que preservan la estabilidad macroeconómica y fortalecen los cimientos del desarrollo.
Durante más de una década, en México había sido imposible procesar reformas estructurales que tuviesen impactos determinantes en las finanzas públicas o en la economía; sin embargo, y gracias a la voluntad de diálogo y entendimiento de las fuerzas políticas, el Congreso ha aprobado reformas sustanciales que permitirán modernizar al país.
Aprobó, por ejemplo, una reforma al sistema de pensiones de los empleados y servidores públicos, al cambiar el tradicional régimen solidario de retiro, por un sistema de cuentas de ahorro individuales, una aspiración común a países de distinto nivel de desarrollo en ambos lados del Atlántico. México ha resuelto, quizá, el desafío más grande para sus finanzas públicas en el mediano plazo.
Al propio tiempo, el Congreso aprobó una importante reforma fiscal que permitirá aumentar la recaudación pública y con ello ampliar la capacidad del Estado para apoyar a quienes menos tienen, para financiar la educación, la salud, la infraestructura y la seguridad que el país necesita.
Este equilibrio presupuestal ha permitido reducir sustancialmente la deuda externa del país y fortalecer su futuro. Y para incrementar la competitividad en nuestra economía, hemos decidido darle un sólido impulso a la inversión y, en particular, a la inversión en infraestructura.
México tiene una posición geográfica privilegiada en el mundo global: es la única economía emergente con más de tres mil kilómetros de frontera con la economía más grande del mundo.
Al propio tiempo, tiene más de 11 mil kilómetros de litorales que lo comunican por mar a través del Pacífico y el Atlántico con las economías asiáticas y europeas, por lo cual es vital para el país contar con la infraestructura necesaria y hacer de México, como nos lo hemos propuesto, un eslabón natural y una plataforma logística para el comercio y la inversión en la economía global.
México se esfuerza en convertirse en uno de los mejores lugares para invertir en el mundo, y esa política deliberada de atracción de inversión, combinado con el fortalecimiento de las finanzas del Estado ha permitido al Gobierno de México poner en marcha un ambicioso programa de infraestructura.
Nos hemos propuesto incrementar a partir de este mismo año el gasto público y privado hasta alcanzar un ritmo de inversión en infraestructura de 30 mil millones de euros cada año, durante los próximos cinco años.
Otra parte medular de nuestra estrategia consiste en reducir la dependencia económica respecto de Estados Unidos, mediante la diversificación del comercio y de la inversión. Esta es una de las razones por las cuales estamos hoy aquí en España.
El año pasado, por ejemplo, las exportaciones mexicanas a Europa crecieron más del 30 por ciento y, al mismo tiempo, alcanzamos un récord de casi 16 mil millones de euros de inversión extranjera directa, de los cuales el 54 por ciento provino de Europa y, por primera vez, no provino de los Estados Unidos, como era tradición.
Es por estas razones que a pesar del estancamiento de la economía mundial, y en especial de la de Estados Unidos, donde se concentraba tradicionalmente cerca del 80 por ciento de nuestro comercio, nuestra economía ha seguido registrando tasas de crecimiento de 3.7 por ciento anual para el primer trimestre de este año.
En esta lógica de diversificación, España, insisto, es socio estratégico de primer orden. En siete años, desde el Acuerdo para la Cooperación Económica y Concertación Política entre México y la Unión Europea, nuestro comercio bilateral se ha triplicado, llegando a cerca de cinco mil millones de euros.
Podemos y debemos aprovechar oportunidades de comercio y de inversión entre España y entre México.
Este gran país ya es el segundo inversionista de México a nivel mundial, con un capital acumulado de más de 18 mil millones de euros en los últimos ocho años y tiene el potencial de ir mucho más allá.
De acuerdo con previsiones de firmas internacionales, como Goldman Sachs, México será, en el año 2050, una de las cinco economías más grandes del mundo.
Queremos más México en el mundo y más mundo en México; queremos, desde luego, más México en España y también más España en México.
Mi visita busca promover, precisamente, el incremento del intercambio, la inversión y el comercio entre España y nuestro país.
En tercer lugar. Mi Gobierno tiene un claro compromiso con la igualdad de oportunidades. Es un Gobierno que se ha planteado gobernar con sensibilidad y rostro humano, y asume como el principal desafío de esta generación reducir la pobreza extrema en la que viven millones de mexicanos.
Nos hemos propuesto en el Proyecto de Gran Visión México 2030 eliminar por completo la pobreza extrema y la marginación en nuestro país.
Estamos encarando ese desafío con políticas sociales responsables y activas, y destinando recursos sin precedentes a la inversión en las personas, a la creación de valor humano en alimentación, salud y educación.
Hemos firmado acuerdos sólidos con los maestros y los padres de familia para no sólo aumentar la cobertura educativa, sino incrementar la calidad educativa del país.
En materia de salud, por ejemplo, hemos duplicado el presupuesto federal en los últimos tres años.
A mi llegada al Gobierno pusimos en marcha un programa que asegura que cada niña y cada niño nacido en el territorio nacional cuente con un seguro médico eficaz para él y su familia que lo cubra de por vida.
El ritmo del crecimiento actual de cobertura de servicios de salud, a través de éste y otros instrumentos, nos permitirá que hacia el final de mi Gobierno todas las mexicanas y todos los mexicanos, sin importar su condición social o económica, tendrán garantizado médico, medicinas y tratamiento hospitalario. Es decir, México habrá alcanzado la cobertura universal de salud, que es anhelo de cualquier pueblo.
Ante desafíos globales, como los que nos plantea a todos el alza internacional de alimentos o de combustibles, estamos tomando también acciones concretas para evitar que este problema afecte a las familias más pobres de México.
Eliminamos las barreras arancelarias a la importación de alimentos, incrementamos los recursos a la reconversión productiva del campo, hemos hecho ajustes suaves y graduales en los precios de algunos combustibles y aumentamos las transferencias de efectivo a las familias con menores recursos.
Hoy, las seis millones de familias más pobres del país y que constituyen la cuarta parte de la población, reciben un apoyo económico que llega, en algunos casos, hasta 140 euros al mes como ayuda para la adquisición de alimentos.
Esta situación alimentaria global debe convocar y comprometer a todas las naciones; por eso, como lo expresé recientemente en la Cumbre México-Unión Europea, la colaboración internacional es central para asegurar que el tema del desarrollo y la lucha contra la pobreza sea la prioridad de la agenda mundial.
En eso también somos y queremos ser aliados de España.
Nos hemos propuesto, por otra parte, y este es el cuarto eje de mi Gobierno, un compromiso fundamental con el desarrollo sustentable. Yo no participo de la idea de que un país en desarrollo, por el hecho de estar en desarrollo, no tenga un compromiso que asumir en materia ambiental.
Mi Gobierno lo ha asumido de manera clara con la preservación del ambiente y en especial de la lucha contra el cambio climático. México tiene y ha presentado una estrategia completa en la materia, contempla una agenda de eficiencia energética y reducción de emisiones, y una Agenda Verde para la captura de carbono.
México es el único país en desarrollo que ha presentado ya tres comunicaciones nacionales sobre inventarios de gases de efecto invernadero ante la Convención Marco de las Naciones Unidas contra el Cambio Climático.
Hemos respondido también a iniciativas globales. Por ejemplo, el año pasado a la convocatoria de las Naciones Unidas de plantar a nivel global mil millones de árboles. México plantó por sí solo 250 millones, la cuarta parte de la meta mundial.
Hace unas semanas presenté en la Cumbre de América Latina y el Caribe-Unión Europea la propuesta de la creación de un Fondo Verde complementario a las medidas globales que existen para combatir el cambio climático.
El Fondo Verde permitiría a los integrantes disponer de recursos para tomar acciones concretas a fin de mitigar emisiones de carbono y partiría del principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas.
Nuestro propósito es que todas las naciones, desarrolladas o no, trabajemos en programas que permitan enfrentar los retos globales más importantes y de manera simultánea combatir el calentamiento global.
En el mediano plazo, por ejemplo, sé que en la producción de biodiesel puede estar parte de la solución a la crisis global de combustibles que afecta a España, como a todas las Naciones.
Y también sé que ahí está la posibilidad de reducir emisiones de carbono y, al propio tiempo, ahí también la oportunidad de desarrollo del México pobre, del México campesino e indígena que está en el sureste de nuestra Nación.
Lo que quiero decirles, amigas y amigos, es que la lucha contra el cambio climático es una lucha global, y México está decidido a enfrentar solidariamente con todas las naciones del mundo estas y otras luchas globales.
Sé que España comparte con México el compromiso de trabajar juntos para encontrar respuestas a los desafíos de la humanidad.
México y España tienen visión clara de los problemas y las necesidades de nuestras regiones, en particular, de Latinoamérica.
Nos hemos convertido en promotores del diálogo y la cooperación entre América Latina y el Caribe, con la Unión Europea y con España, y en ese contexto, reconocemos en España a un aliado vigoroso y a un promotor de México.
España ha sido clave para conseguir que mi país sea considerado socio estratégico de la Unión Europea.
Lo fundamental es profundizar los contactos con dicho bloque, que está llamado a jugar un papel cada vez más importante en el mundo.
Señoras y señores parlamentarios:
El tradicional anhelo de diversificación de México está empezando a ser una realidad. A partir del año pasado, la Unión Europea se ha convertido en el principal inversionista de nuestro país, gracias al liderazgo español.
Hace un momento se hacía un recuento de las grandes cosas que hemos hecho juntos.
En el Siglo XX, ha sido determinante para México la aportación enriquecedora de quienes perseguidos en su tierra, encontraron en la nuestra un refugio, una casa y un verdadero hogar.
Sabemos que en el encuentro de españoles y mexicanos, por encima de las diferencias que nos han dividido en el camino de la historia, está la fortaleza de nuestras coincidencias y de nuestros ideales.
Está, como ya se ha citado aquí, el anhelo de Carlos Fuentes, de que sólo necesitándonos entre nosotros, el mundo nos necesitará también.
Sé que España y México están llamados a jugar, juntos, una tarea común en beneficio de sus pueblos y en beneficio de la humanidad.
Estoy convencido de que estos vínculos entre España y México son indestructibles y, por eso, sé que seguiremos avanzando por la vía de la paz, de la justicia, de la libertad y de la democracia.
Tal y como lo ha expresado Su Majestad, el Rey Juan Carlos, juntos, españoles y mexicanos nos complementamos; y separados, nos disminuimos.
Los invito a que, como socios y aliados, optemos por el futuro, y que conduzcamos a España y a México a un porvenir de prosperidad y de progreso, que anhelan y merecen nuestras sociedades.
Reciban ustedes el afecto y el aprecio del pueblo de México, y transmítanlo al pueblo español, a quien dignamente representan. Muchísimas gracias.
El Presidente Calderón en la cena que ofrecieron en su honor SS. MM. los Reyes de España
Sus Majestades don Juan Carlos y doña Sofía.
Sus Altezas Reales don Felipe y doña Letizia.
Señoras y señores.
Señor Presidente del Gobierno, señora:
Es para mí un honor estar nuevamente con Sus Majestades, don Juan Carlos y doña Sofía, así como con Sus Altezas Reales, don Felipe y doña Letizia.
Quiero agradecer la cálida recepción que nos han brindado, la cual es símbolo de amistad y afecto hacia México.
Sus Majestades han demostrado incontables veces, en el terreno de los hechos, su cariño hacia el pueblo mexicano, eso lo agradecemos, lo apreciamos.
Y quiero decirles que este sentimiento es recíproco. En México, se les aprecia y se reconoce su labor para acercar y hermanar aún más a nuestros pueblos.
Sé que gracias a ustedes los lazos de amistad entre México y España son más fuertes que nunca, nuestros países tienen vínculos históricos indisolubles, valores culturales comunes, sobre todo un mismo idioma, del cual nos sentimos orgullosos.
La rica lengua española, vehículo del alma, forma de expresión de millones y millones de personas en el mundo entero, y en particular, de nuestra América Latina.
El español es lengua de genios universales de todos los tiempos, del ayer y el del ahora: con Miguel de Cervantes, con Juan Francisco de Quevedo, con Juan Ruiz de Alarcón o Sor Juana Inés de la Cruz.
El español ha permitido que nuestras mujeres y nuestros hombres de letras hispanoamericanos deslumbren al mundo entero y expresen el crisol de nuestro espíritu.
Así lo hicieron y lo hacen Andrés Bello, Alfonso Reyes, que usted citaba; Javier Marías, Pablo Neruda, nuestro Octavio Paz, Rosario Castellanos, García Márquez o Carlos Fuentes.
Por ello, México y España promovemos activamente a nuestro idioma como patrimonio común y símbolo de identidad compartida en Hispanoamérica.
En el caso del Rey don Juan Carlos a través del Premio Cervantes, también es el caso de México a través del Fondo de Cultura Económica, que promueve intensamente la obra de un gran número de autores hispanoamericanos.
Como señalara Carlos Fuentes, Premio Príncipe de Asturias, y a quien citara hoy el Presidente del Congreso de los Diputados: Mantener el lenguaje y mantener la imaginación son dos hechos fundamentales para la salud de cualquier sociedad.
El lenguaje nos ha permitido a mexicanos y a españoles no solamente dialogar, comunicarnos y fomentar los lazos de unión, sino además crear sueños y luchar decididamente por alcanzarlos. México y España compartimos un rico pasado y el mismo anhelo de progreso y de bienestar para el futuro. Eso es quizá más importante.
Sustentamos nuestra acción en valores como la democracia, la tolerancia, el respeto a los derechos y libertades de las personas; la cooperación internacional, la promoción del progreso y de la libertad, la protección del medio ambiente y la corrección de las desigualdades.
Con ningún otro país europeo México mantiene una relación tan dinámica como la que hemos desarrollado con España, y de manera similar, nuestro país se ha convertido en un interlocutor de España entre naciones de Latinoamérica.
El diálogo político entre México y España es permanente y es un diálogo franco. Mi visita, Su Majestad, tiene precisamente el propósito de reforzar la colaboración entre nuestros países, estrechar los lazos de afecto y solidaridad, e identificar nuevas fórmulas de cooperación para beneficio de nuestros pueblos.
Hace casi un año, en julio de 2007, suscribimos un ambicioso documento denominado Declaración para Profundizar la Asociación Estratégica entre los Estados Unidos Mexicanos y el Reino de España.
Ahí se establecen las líneas de acción que regirán nuestras relaciones en los próximos años, pero, y sobre todo, nuestra voluntad y nuestro propósito de un acercamiento y fortalecimiento de dicha relación.
Uno de los principales pilares de la misma, y de la asociación estratégica entre nuestras naciones, es la intensa relación económica y comercial que hemos desarrollado en los últimos años y que habremos de multiplicar, estoy seguro, en los venideros.
Hoy España es nuestro segundo socio comercial entre los países de la Unión Europea, y mi país se ha convertido en uno de los principales destinos para la inversión de capitales españoles.
Otro enriquecedor ámbito de nuestra relación es la cooperación educativo-cultural. Precisamente en ese marco, ambos gobiernos nos hemos comprometido a colaborar activamente en los preparativos de los festejos del Bicentenario de la Independencia de México y del Centenario de la Revolución Mexicana, que tendrán lugar en el año 2010.
Será un honor contar con la participación de España y su fraternidad en las actividades, obras que haremos y festejos que los mexicanos tendremos con motivo de tan singulares eventos.
Sus Majestades, señoras y señores:
Los mexicanos sabemos que España no sólo está en nuestras raíces, es una de nuestras raíces. A veces lo rechazamos, generalmente lo omitimos, pero lo sabemos. Y pienso que en esa raíz nuestra, está la razón para poder decir que España no es sólo un país para México, un país amigo, como lo son muchos otros, sino también en ese preciso sentido, en esa parte, España también es nuestra.
Por eso, estoy seguro que el horizonte de nuestras relaciones será cada vez más esperanzador. A través de nuestra raíz, que nos une y que nos identifica con España, pensamos y dialogamos, vivimos; hemos desarrollado nuestras creencias y nuestras costumbres, nuestra manera de ser y de pensar, de enfrentar la vida y de disfrutarla.
Sé que si en los últimos años y décadas hemos alcanzado logros importantes, lo que en años venideros podamos hacer dependerá de nuestra capacidad de imaginar y de trascender; de imaginar el mundo común en el que queremos vivir y de trascender a las coyunturas y adversidades que en este momento histórico a nuestros pueblos y al mundo le son presentadas. Porque más allá de las relaciones estratégicas o de los intercambios, están los sueños, los cuales sólo se alcanzan con una gran voluntad y con un gran esfuerzo.
Así lo demostró, quizá, la figura más señera de España en el México después de la Conquista, Vasco de Quiroga hace cuatro siglos, soñó construir un mundo nuevo. Este español ejemplar, Tata Vasco para nosotros, para los purépechas en mi propia tierra, en Michoacán, habló maravillado sobre la novedad histórica y conceptual que significó el descubrimiento de tierras americanas, y específicamente de su experiencia en los territorios de mi pueblo, el pueblo purépecha.
Y cito a Tata Vasco: con mucha causa y razón, este de acá se llama Nuevo Mundo, porque la verdad lo es en todo, y así en todo para el remedio de él se había de proveer y ordenar las cosas de nueva manera, conforme a la condición, usos y costumbres de sus habitantes.
Y en esa concepción del Nuevo Mundo, Tata Vasco diseñó el suyo; los hospitales, las comunidades, la nueva visión indígena, la igualdad de las almas, de los naturales del continente descubierto.
Más recientemente y en el mismo sentido, el gran Ortega y Gasset hacía un llamado a su generación a soñar y a superarse a sí misma, y decía que la imaginación es el poder liberador que el hombre tiene.
Yo sé que ese poder liberador está en la relación presente entre España y México, porque podemos imaginar un futuro mejor para nuestros pueblos y estoy seguro de que podemos trabajar unidos para lograrlo.
Por eso, quiero invitarles a todos ustedes a brindar por Sus Majestades, don Juan Carlos y doña Sofía, por Sus Altezas Reales, los Príncipes de Asturias, por el bienestar y prosperidad del noble pueblo español y por el promisorio futuro de las relaciones entre México y España.
Salud.
Intervención de S. M. el Rey Juan Carlos I
Señor Presidente:
La profunda amistad entre México y España se refleja en el especial afecto que nos une, así como en la frecuencia e intensidad de nuestras relaciones y contactos.
Contactos que para nuestra mutua satisfacción y alegría crecen día a día entre nuestros dos países.
Hace año y medio que lo recibíamos en Visita Oficial como nuevo Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, nos dio la oportunidad de reportar el clima de profunda sintonía que nos liga tanto en el plano personal como en el institucional.
Desde entonces, las relaciones hispanomexicanas, ya de por sí excelentes, no han dejado de registrar nuevos avances y de perseguir nuevos objetivos.
Por todo ello, mucho nos alegra daros hoy de nuevo la más calurosa bienvenida a España junto a vuestra esposa y a la importante delegación que os acompaña en esta Visita de Estado que consideramos de especial trascendencia.
México y España son dos naciones amigas y hermanas, ligadas por la historia, que se perciben mutuamente como socios estratégicos de primer orden.
Nuestros respectivos gobiernos mantienen un valioso intercambio de ideas y experiencias que se traducen en un estrecho diálogo político en muchas realidades y proyectos.
De ahí, los más de 50 acuerdos bilaterales que hemos concluido en las tres últimas décadas. Pero la nuestra, es una relación que desborda con creces el ámbito oficial y diplomático.
Cuenta con un profundo sustrato humano, hoy alimentado por estudiantes, profesionales y empresarios que se asientan en nuestros respectivos países.
Demuestran la vitalidad de nuestras relaciones y son la mejor base para construir un futuro de mayor cercanía y colaboración.
Esas nuevas generaciones de españoles se unen a los miles de hombres y mujeres que vuestro país recibió tan generosamente al verse forzados a abandonar España en circunstancias tan difíciles.
Estoy seguro de que hoy, como ayer, sabrán aportar lo mejor de su experiencia y su trabajo para promover el mayor progreso de México y el bienestar de los mexicanos.
Huelga decir que también nos une, y de manera particularmente intensa, la cultura hecha en español, pues nuestro idioma común es una de las mayores riquezas y valores de futuro que disponemos para trabajar juntos.
Nuestros grandes creadores, intelectuales y artistas, desempeñan un papel clave en la comunidad de emociones, sentimientos y valores que distinguen a la cultura iberoamericana en el mundo.
En 1941, ya decía el gran Alfonso Reyes, que nuestra lengua y cultura hispanas van transportadas algunas simientes de porvenir. Somos, añadía, una porción integrante y necesaria del pensamiento universal.
A partir de esos vínculos de historia y de sangre, de lengua y de cultura, se explica buena parte de nuestro ser y de nuestra identidad, de modo que ni España ni México pueden entenderse plenamente el uno sin el otro.
Orgulloso de su pasado y de su presente, México celebrará el próximo año el bicentenario del inicio de su independencia, decisiva para la construcción de la realidad contemporánea.
Una aportación que la España moderna y democrática valora especialmente, desde el respeto a nuestras respectivas identidades.
Señor Presidente:
Nuestras relaciones económicas y comerciales viven, asimismo un momento particularmente satisfactorio.
En los últimos años, México se ha consolidado como primer destino de la exportación española a Iberoamérica. También las exportaciones mexicanas a España no han cesado de crecer. Nuestro intercambio comercial logró su máximo histórico el año pasado.
España es el segundo inversor mundial en México y estamos igualmente muy satisfechos por el interés creciente de la inversión mexicana en España.
Nos complace comprobar vuestro empeño por hacer de México un país competitivo con oportunidades para todos.
Compartimos vuestra ambición de que haya más mundo en México y más México en el mundo.
Además, la confianza del empresariado español en vuestro país se basa en múltiples razones: México es un mercado estable, dinámico, estratégicamente situado y abierto al exterior.
Por otro lado, las reformas que habéis impulsado fortalecerán la economía y con ella el bienestar de todos los mexicanos.
Agradecemos la cálida acogida de México a las empresas españolas, bien sabéis de su voluntad de permanencia y de su compromiso para contribuir al progreso de México y a su desarrollo tecnológico.
Señor Presidente:
México y España son piezas claves en las relaciones entre Iberoamérica y la Unión Europea, respaldamos el establecimiento de una Asociación Estratégica entre México y la Unión Europea.
Por otro lado, compartimos desde sus inicios la voluntad de seguir fortaleciendo el sistema de cumbres iberoamericanas, que anima la participación de nuestros dos países en su próxima edición en El Salvador.
Las iniciativas que se han puesto en marcha demuestran la utilidad de unas cumbres que han contado con el impulso de México desde su primera reunión en Guadalajara.
En el ámbito multilateral nuestros dos gobiernos colaboran conjuntamente en la defensa y promoción de la democracia, los derechos humanos y el Estado de Derecho.
Y es que nos enfrentamos a retos globales que desbordan nuestras fronteras y requieren respuestas conjuntas a las que México ha sabido aportar su mejor colaboración.
En este marco, os reitero el agradecimiento del pueblo español por la gran colaboración que México ha prestado a España en la lucha contra el azote terrorista.
También el crimen organizado se sirve de la globalización para sus fines, contáis con el pleno apoyo de España en la valerosa lucha contra el narcotráfico que habéis emprendido desde el comienzo de vuestro mandato.
Acabar con la pobreza, resolver el apremiante problema del hambre y proteger el medio ambiente son otras responsabilidades ineludibles en las que debemos seguir conjugando esfuerzos.
Por ello, agradezco vuestra participación con un destacado pabellón en la Exposición Internacional de Zaragoza que inauguraremos al término de vuestra estancia en España y que abrirá sus puertas con la celebración del Día Nacional de México, el próximo sábado.
Señor Presidente:
Las relaciones hispano-mexicanas son en definitiva especialmente sólidas y están llenas de futuro, pero debemos ser ambiciosos y seguir alcanzando nuevas metas.
Estoy persuadido de que juntos vamos a trabajar en esa dirección para servir así a la mayor prosperidad y proximidad de nuestros pueblos.
Os reitero, junto a la Reina y a los Príncipes de Asturias, nuestra profunda alegría al recibiros hoy en Madrid.
Con ese ánimo levanto mi copa para brindar por vuestra ventura personal y la de vuestra esposa, y por la amistad fraterna entre México y España.

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