Apropósito de las muertes en New’s Divine/ Texto de Ignacio Pinacho, dirigente social.A propósito de las sugerentes dos últimas columnas del periodista Ricardo Alemán (25 y 26 de junio en El Universal), deseo compartir mis comentarios y reflexiones, a partir de ciertos datos duros y conocimiento de causa. Nuestra indignación por los graves sucesos en la discoteca New’s Divine debe pasar a la realización de una profunda reflexión y autocritica, desde cualquier punto de vista de izquierda.
En los principios de los años 90s tuve la oportunidad de ser representante vecinal (primero como Presidente de Colonia y luego como Consejero Ciudadano). En 1993, acudimos al llamado de un grupo plural de legisladores locales de la extinta Asamblea Legislativa, para incorporarnos a la consulta ciudadana por una reforma democrática en la ciudad.
En aquel entonces Marcelo Ebrard y Joel Ortega eran los principales operadores políticos y financieros del entonces Regente Manuel Camacho Solís. Todos ellos se opusieron a la realización del plebiscito ciudadano de aquel 21 de marzo de 1993.
En contra del plebiscito ciudadano los gobernantes de la ciudad, hoy prominentes líderes de la izquierda, organizaron una Mesa de Concertación para disertar ahí los temas de la ciudad. En ambas convocatorias me tocó participar. En la primera con mucho entusiasmo, siendo presidente por el comité organizador del plebiscito por el extinto II Distrito Electoral. En la segunda con la presentación de ponencias, a través de la representación vecinal que presidia.
Otras de las batallas que sorteamos por aquellos años fueron en contra de los llamados giros negros en la Delegación Cuauhtémoc. En esos tiempos fuimos testigos de cómo prominentes policías, como el propio Jefe de la Policía Santiago Tapia Aceves, eran padrinos y dueños de muchos antros, dónde corría droga y servía de refugio de prominentes líderes de la delincuencia. Estas informaciones las compartíamos en aquel entonces con diversos Asambleístas, a los cuales recurríamos para solicitarles apoyo en nuestras demandas vecinales.
No era un secreto saber que en la Policía existía la llamada Hermandad. El propio Secretario de Seguridad Alejandro Gertz Manero del gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas lo reconoció. Pero lo importante de esto es que esa herencia venía y viene de los Tiempos de Camacho Solís y Marcelo Ebrard. En los sótanos del poder y en los policías de tropa se decía que tras bambalinas y después desde la Secretaria de Gobierno el controlador de esa mafia era Marcelo Ebrard. El otro frente de operación de éste último, junto con su inseparable amigo Joel Ortega, era el de las grandes Obras Públicas. Aquí también hicieron sus buenos bisnes, cítese el caso del Auditorio Nacional. Tómese en cuenta que entre Ebrard y Joel Ortega no han soltado la plaza de la Policía Capitalina, exceptuando el breve periodo de Gertz y Godoy, cuando la hermandad desató verdaderas revueltas a su interior. Más de 20 años dirigiendo a los cuerpos policiacos ¿y aún no conocen a la policía, por inepta y corrupta?
Hoy nadie lo dice pero en aquel entonces sus propios subalternos conocían al hoy Jefe de Gobierno como El Chucky, por terrorífico, maquiavélico y tramposo, que manejaba su propio grupo de inteligencia. Manuel Camacho Solís, siendo regente de la Ciudad, logró tender puentes con muchos grupos opositores de izquierda gracias a Ebrard; éste contaba con un grupo de operadores menores que menudeaban los movimientos y que se encargaban de repartir dinero cuando los convencían de desistir de sus protestas. Quien no recuerda, en una dimensión mayor, como Camacho Solís y Marcelo Ebrard apoyaban con recursos económicos a los éxodos de López Obrador.
Esa relación entre estos personajes ha crecido inmensamente gracias a que la izquierda histórica se ha callado y se ha dejado corromper. Haber permitido que Marcelo Ebrard se convirtiera en prominente “gobernante de izquierda” es un verdadero desastre, es un gran retroceso histórico. López Obrador fue domesticado por ese grupo en sus tiempos de líder social, después los hizo sus principales colaboradores siendo Jefe de Gobierno, que operaron como saben hacerlo para luego seducir al propio López Obrador y “convencerlo” que les dejará la plaza política y cultural más importante de la izquierda.
Hoy, sus principales aliados dentro del gobierno, el grupo Bejaranista y de Martí Batres (que por sus prácticas son lo mismo), en su momento fueron domesticados por el gobierno de Camacho Solís y Marcelo Ebrard. Fueron de los grupos más beneficiados, a través de su organización Nueva Tenochtitlan, con sendos proyectos de vivienda y toneladas de despensas del DIF. La coronación de sus acciones que evidenciaron su ya acabada mística y ética de izquierda, fue cuando se pusieron a vender leche con heces fecales a bajo costo entre sus agremiados.
El antecedente de cómo esta izquierda enfrenta los accidentes como los de New’s Divine es el de la discoteca Lobombo. Por cierto, quien gobernaba la Delegación dónde se presentaron los hechos era Dolores Padierna, del mismo grupo. Hubo muchas muertes, incluso, un mayor impacto mediático, pero no hubo renuncias y las investigaciones terminaron con el dueño del antro. En aquel entonces se decía que Dolores Padierna golpeaba con la izquierda a los giros negros indisciplinados y cobraba con la derecha a sus aliados.
Quienes hemos observado de cerca estas etapas distintas de esta izquierda perredista, podemos decir con toda certeza que esto no es izquierda, como histórica y éticamente la hemos concebido, es un verdadero remedo.
Una izquierda diferente no puede quedarse cruzada de brazos ante estos lamentables sucesos, tiene que alzar la voz y cubrir los vacios éticos que gobiernos como el de Marcelo Ebrard y Joel Ortega nunca cubrirán. Las crisis pueden convertirse en grandes oportunidades para otros sectores de la izquierda que sí tengan vergüenza.
En los principios de los años 90s tuve la oportunidad de ser representante vecinal (primero como Presidente de Colonia y luego como Consejero Ciudadano). En 1993, acudimos al llamado de un grupo plural de legisladores locales de la extinta Asamblea Legislativa, para incorporarnos a la consulta ciudadana por una reforma democrática en la ciudad.
En aquel entonces Marcelo Ebrard y Joel Ortega eran los principales operadores políticos y financieros del entonces Regente Manuel Camacho Solís. Todos ellos se opusieron a la realización del plebiscito ciudadano de aquel 21 de marzo de 1993.
En contra del plebiscito ciudadano los gobernantes de la ciudad, hoy prominentes líderes de la izquierda, organizaron una Mesa de Concertación para disertar ahí los temas de la ciudad. En ambas convocatorias me tocó participar. En la primera con mucho entusiasmo, siendo presidente por el comité organizador del plebiscito por el extinto II Distrito Electoral. En la segunda con la presentación de ponencias, a través de la representación vecinal que presidia.
Otras de las batallas que sorteamos por aquellos años fueron en contra de los llamados giros negros en la Delegación Cuauhtémoc. En esos tiempos fuimos testigos de cómo prominentes policías, como el propio Jefe de la Policía Santiago Tapia Aceves, eran padrinos y dueños de muchos antros, dónde corría droga y servía de refugio de prominentes líderes de la delincuencia. Estas informaciones las compartíamos en aquel entonces con diversos Asambleístas, a los cuales recurríamos para solicitarles apoyo en nuestras demandas vecinales.
No era un secreto saber que en la Policía existía la llamada Hermandad. El propio Secretario de Seguridad Alejandro Gertz Manero del gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas lo reconoció. Pero lo importante de esto es que esa herencia venía y viene de los Tiempos de Camacho Solís y Marcelo Ebrard. En los sótanos del poder y en los policías de tropa se decía que tras bambalinas y después desde la Secretaria de Gobierno el controlador de esa mafia era Marcelo Ebrard. El otro frente de operación de éste último, junto con su inseparable amigo Joel Ortega, era el de las grandes Obras Públicas. Aquí también hicieron sus buenos bisnes, cítese el caso del Auditorio Nacional. Tómese en cuenta que entre Ebrard y Joel Ortega no han soltado la plaza de la Policía Capitalina, exceptuando el breve periodo de Gertz y Godoy, cuando la hermandad desató verdaderas revueltas a su interior. Más de 20 años dirigiendo a los cuerpos policiacos ¿y aún no conocen a la policía, por inepta y corrupta?
Hoy nadie lo dice pero en aquel entonces sus propios subalternos conocían al hoy Jefe de Gobierno como El Chucky, por terrorífico, maquiavélico y tramposo, que manejaba su propio grupo de inteligencia. Manuel Camacho Solís, siendo regente de la Ciudad, logró tender puentes con muchos grupos opositores de izquierda gracias a Ebrard; éste contaba con un grupo de operadores menores que menudeaban los movimientos y que se encargaban de repartir dinero cuando los convencían de desistir de sus protestas. Quien no recuerda, en una dimensión mayor, como Camacho Solís y Marcelo Ebrard apoyaban con recursos económicos a los éxodos de López Obrador.
Esa relación entre estos personajes ha crecido inmensamente gracias a que la izquierda histórica se ha callado y se ha dejado corromper. Haber permitido que Marcelo Ebrard se convirtiera en prominente “gobernante de izquierda” es un verdadero desastre, es un gran retroceso histórico. López Obrador fue domesticado por ese grupo en sus tiempos de líder social, después los hizo sus principales colaboradores siendo Jefe de Gobierno, que operaron como saben hacerlo para luego seducir al propio López Obrador y “convencerlo” que les dejará la plaza política y cultural más importante de la izquierda.
Hoy, sus principales aliados dentro del gobierno, el grupo Bejaranista y de Martí Batres (que por sus prácticas son lo mismo), en su momento fueron domesticados por el gobierno de Camacho Solís y Marcelo Ebrard. Fueron de los grupos más beneficiados, a través de su organización Nueva Tenochtitlan, con sendos proyectos de vivienda y toneladas de despensas del DIF. La coronación de sus acciones que evidenciaron su ya acabada mística y ética de izquierda, fue cuando se pusieron a vender leche con heces fecales a bajo costo entre sus agremiados.
El antecedente de cómo esta izquierda enfrenta los accidentes como los de New’s Divine es el de la discoteca Lobombo. Por cierto, quien gobernaba la Delegación dónde se presentaron los hechos era Dolores Padierna, del mismo grupo. Hubo muchas muertes, incluso, un mayor impacto mediático, pero no hubo renuncias y las investigaciones terminaron con el dueño del antro. En aquel entonces se decía que Dolores Padierna golpeaba con la izquierda a los giros negros indisciplinados y cobraba con la derecha a sus aliados.
Quienes hemos observado de cerca estas etapas distintas de esta izquierda perredista, podemos decir con toda certeza que esto no es izquierda, como histórica y éticamente la hemos concebido, es un verdadero remedo.
Una izquierda diferente no puede quedarse cruzada de brazos ante estos lamentables sucesos, tiene que alzar la voz y cubrir los vacios éticos que gobiernos como el de Marcelo Ebrard y Joel Ortega nunca cubrirán. Las crisis pueden convertirse en grandes oportunidades para otros sectores de la izquierda que sí tengan vergüenza.
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