31 oct 2008

Adicciones

¿Es suficiente la ley/Néstor Szerman Bolotner, psiquiatra en el hospital Virgen de la Torre de Madrid y presidente de la Asociación Española de Patología Dual
Publicado en EL PAÍS, 09/01/2007;
La entrada en vigor hace un año de la Ley Antitabaco, al haber disminuido la permisividad y la visión positiva que se tenía del acto de fumar, ha supuesto una medida eficaz de protección de los no fumadores, así como de los fumadores no adictos, ya que ha inducido al 8% de éstos a su abandono, según lo avala, entre otros, la encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de noviembre de 2006, para mayores de 18 años.
¿Pero qué pasa con los fumadores que no pueden o no quieren dejarlo?
Toda persona que necesita de una sustancia cualquiera para vivir, funcionar, trabajar y
disfrutar de la vida sufre de una conducta adictiva. ¿Cómo explicar si no los resultados del estudio publicado recientemente en Cancer Epidemiology Biomarkers & Prevention, que confirman que casi la mitad de los fumadores diagnosticados con cáncer de pulmón recaen en el hábito de fumar en las fases iniciales de su tratamiento, reduciendo la eficacia de las terapias oncológicas y su esperanza de vida?
Los estudios en neurociencias han puesto de manifiesto que hay personas que presentan disfunciones cerebrales que las hacen más vulnerables a las conductas adictivas.
Para corregir estas alteraciones son necesarias, en ocasiones, determinadas sustancias como los fármacos. Pero en la vida diaria, el sujeto puede hallarlas de forma casual (drogas estimulantes, sedantes, nicotina, etc.) y éstas, al mitigar de momento su sufrimiento, generan dependencia, dando origen así a la adicción.
Para una de estas sustancias -la nicotina- el cerebro tiene un sistema de receptores naturales donde ésta actúa, llamados receptores colinérgicos nicotínicos que estimulan el sistema de recompensa cerebral por el cual el sujeto siente placer y alivio.
La nicotina puede mejorar algunas de las funciones cognitivas como la memoria, la atención y la concentración, y además presenta efectos ansiolíticos y antidepresivos.
Por esto, y según lo señalan los estudios epidemiológicos, en las personas que padecen la adicción al tabaco se constata la presencia de estas alteraciones cerebrales.
Esta afirmación no pretende avalar los efectos beneficiosos del tabaco, ya que a la nicotina, que es su principio activo, se le unen cientos de gases y sustancias tóxicas que, inhaladas en aire caliente, son devastadoramente perjudiciales para la salud de los fumadores activos y pasivos.
¿Cómo se diagnostica la adicción al tabaco? Diagnosticar la adicción significa encontrar la causa que la origina.
En esta búsqueda, pueden aparecer distintas patologías mentales relacionadas entre sí, que cursan al mismo tiempo, y que pueden resultar desconocidas incluso para el propio afectado. Esta concurrencia entre la adicción y otra enfermedad mental se conoce como “patología dual”.
¿Cómo se trata la adicción? El tratamiento para los adictos tiene dos vertientes: una psicosocial y psicoeducativa, y otra farmacológica. En esta última se están produciendo avances terapéuticos importantes. Hasta ahora, uno de los principales fármacos para tratar la adicción al tabaco era un antidepresivo conocido en Estados Unidos desde mediados de los años ochenta. En septiembre de 2006, la Agencia Europea del Medicamento aprobó un nuevo fármaco que actúa como agonista-antagonista de los receptores cerebrales antes mencionados que mejora temporalmente los resultados del anterior producto.
Pero, probablemente, el tratamiento más importante para los adictos al tabaco sea la propia nicotina.
Al igual que sucede en otras adicciones, hay adictos graves que necesitan un tratamiento sustitutivo de su droga objeto, y no la abstinencia. Esto se puede comprobar en los resultados exitosos de los tratamientos con heroína y metadona a los adictos a opiáceos, o la administración de anfetaminas o estimulantes a los adictos a la cocaína con déficit de atención e hiperactividad.
¿Pero no es que la nicotina mata?
En términos coloquiales y contundentes, el tabaco mata, pero la nicotina, no. Muy al contrario, la nicotina puede ser necesaria durante años para estos pacientes adictos como fármaco regulador de sus disfunciones cerebrales. Se objetaba hasta hace muy poco tiempo que los efectos perniciosos de la nicotina sobre el sistema cardiovascular la desaconsejaban, aunque los estudios más recientes muestran su poca o nula relevancia sobre este sistema. Actualmente se están mejorando sus formas de administración para que sus efectos sobre el cerebro sean a veces tan inmediatos como la calada de un pitillo.
¿La Ley Antitabaco ha contribuido en la comprensión de la patología dual, y a contrarrestar la imagen negativa asociada a la palabra “adicto”?
A un año de la implantación de la Ley Antitabaco que protege a los no fumadores, los fumadores adictos están indefensos. Esta ley, que ha sido definida como el mayor avance en salud pública en los últimos 20 años, se ha basado en la prohibición generalizada, y en la confianza de que los fumadores de forma individual optarían por dejar de fumar o, en el peor de los casos, se verían obligados a ello.
No parece razonable que una ley con un objetivo tan ambicioso no haya incorporado los nuevos conocimientos aportados por las neurociencias, que confirman los efectos beneficiosos de los tratamientos sustitutivos de nicotina y otros, y haya dejado fuera de la financiación del sistema sanitario público los tratamientos para dejar de fumar, como si esta adicción fuera un vicio o, en el mejor de los casos, un hábito pernicioso y no una enfermedad cerebral.
Tampoco se han puesto en marcha las suficientes unidades de patología dual que impulsen el abordaje multidisciplinar para el tratamiento de estas patologías múltiples y complejas, en los que principalmente estén involucrados personal de salud mental y de dispositivos de drogas.
La ley ha supuesto un gran paso adelante, pero necesita profundizarse en el sector más desprotegido que es el de los fumadores adictos que, al sentirse ignorados, se reafirman en su conducta defensiva, apelando a las libertades individuales, y a su derecho de libre elección.

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