22 mar 2009

La fuerza de EE UU

Estados Unidos conserva el liderazgo moral/Felipe Fernández-Armesto, catedrático de Historia en la Universidad de Tufts (Boston, EEUU). Su última obra publicada es Américo. El hombre que dio su nombre a un continente, Tusquets Editores
Publicado en EL MUNDO, 19/03/09;
Acabo de encontrar las pruebas: Estados Unidos superará la actual crisis y seguirá ejerciendo el liderazgo mundial. Las pruebas no constan ni en las estadísticas económicas, que son nefastas, ni en la situación geoestratégica, que sigue siendo desesperada, ni en el sistema político que, a pesar de las esperanzas suscitadas por la elección de Barack Obama, es irremediablemente corrupto.
En cambio, he encontrado esas pruebas en Greenville, una pequeña población del Estado de Carolina del Norte, donde estuve días atrás para dar una conferencia en la East Carolina University.
Una Universidad como ésta es una de esas instituciones que, sencillamente, serían impensables fuera de Norteamérica. Este año, la East Carolina University está celebrando su centenario: un siglo de enorme servicio a una comunidad cien por cien regional, financiada por el Estado pero con fondos adicionales proporcionados por ciudadanos ricos de la zona y por antiguos alumnos, quienes, cuando acaban su formación y empiezan a ganar dinero trabajando siguen apoyando a las siguientes generaciones con donaciones muy generosas.
Es por ello que la Universidad dispone de fondos suficientes para llevar a conferenciantes y profesores desde cualquier parte de Europa y Norteamérica. Allí me tropezé, por ejemplo, con un antiguo compañero de Oxford, catedrático de Historia de las ciencias naturales, que se encontraba en Carolina como profesor invitado.
Además, las instalaciones -un campus hermoso y arbolado, aulas espléndidas y bien equiparadas-, las escuelas profesionales de artes prácticas y de medicina, los campos de deportes bien equipados, los programas de enseñanza especializados -entre ellos, unos estudios marítimos de fama internacional-, serían la envidia de cualquier Universidad española.
Los alumnos son, en general, personas modestas, en el sentido económico de la palabra, que viven en la zona y que eligen esta Universidad en lugar de buscar una plaza en una escuela más famosa o más prestigiosa, para ahorrar dinero, aprovechando la posibilidad de seguir viviendo en casa, y pagando unas tasas de matrícula relativamente bajas, al tratarse de una institución estatal.
En pocas palabras, la Universidad es una muestra de la gloria de Estados Unidos: un país donde la enseñanza y la investigación son -junto a las Fuerzas Armadas y la Salud Pública- la mayor prioridad para el conjunto de la sociedad.
En Estados Unidos se gasta al año más del doble por persona en el sistema universitario que en los 15 países más ricos de la Unión Europea. Según datos de la Asociación Europea de Universidades, la cuantía que el viejo continente destina a la investigación universitaria representa, por término medio, la décima parte de la de Estados Unidos. Mientras siga existiendo tal desequilibrio, la actual superpotencia mundial seguirá teniendo las mejores perspectivas para el futuro, ya que sus estudiantes serán los mejor preparados y el país seguirá atrayendo a los profesores e investigadores más competentes.
Sí, Estados Unidos seguirá dominando en los campos de la innovación tecnológica y en la generación de nuevas y potentes ideas. Y, además, ese predominio es cada vez más fuerte. En los años 60, sólo el 40% de los Premios Nobel se concedían a residentes estadounidenses. En cambio, en años recientes, la cifra media ha rondado el 80%.
Pero en el pueblo de Greenville, las pruebas más fehacientes del valor inacabable de Estados Unidos se hallan fuera del ámbito universitario, en las páginas del periódico del periódico local, el Greenville Times. No se trata de un diario de grandes ambiciones.Tiene unas pocas hojas, reunidas por algunos ciudadanos como obligación cívica, distribuidas gratuitamente y financiadas a través de los anuncios de empresas locales -el restaurante «auténticamente italiano», una cooperativa de jardineros, el peluquero de perros, la tienda de antigüedades, el club de fútbol americano de la Universidad, o el suministrador de las costillas de cerdo a la barbacoa, sabrosa especialidad de la zona-.
Para apreciar lo que los editores han logrado con su sencillo periódico, hay que saber que Greenville es un lugar pequeño, aislado, y sin grandes oportunidades económicas. La Universidad cuenta con un número más alto de alumnos que habitantes tiene el pueblo -poco más de 20.000-. Antiguamente, la industria tabacalera enriquecía a los dueños de las tierras circundantes, y las casas elegantes de principios del siglo pasado que rodean al campus universitario son vestigio de aquella época dorada. Pero ahora, por supuesto, no hay salida para quien produzca tabaco, y Greenville se ha quedado sin industrias rentables.
En los alrededores, la campiña llana, verde y vacía se estremece hacia el mar, que queda a unos 60 kilómetros. Los únicos recursos del lugar son la tranquilidad, que a veces se parece a la de la muerte pero que tiene cierto valor en un mundo ruidoso, y la Universidad, que garantiza a los habitantes del pueblo una vida cultural animada y bastante empleo.
En lugar de industrias prósperas y ventajas naturales, los habitantes de Greenville se mantienen ayudándose unos a otros y creando una comunidad entrañable. El concepto que tenemos los europeos del carácter estadounidense es mítico. Nuestra imagen de una nación de seres solitarios que llevan sus pistolas al cinto está sacada de las películas de Hollywood y de las novelas de Zane Grey y Raymond Chandler, no de los barrios y las calles de la actualidad.
La imagen de un país individualista, donde rige la competición a ultranza, es producto de la retórica del capitalismo, no de la realidad de las empresas pequeñas y medianas donde trabaja la gran mayoría de los estadounidenses.
Las grandes virtudes estadounidenses son solidarias y amigables.Los vecinos de los pueblos y los barrios de muchas de las ciudades del país se conocen, se reúnen en sus clubes, iglesias, colegios y campos de beisbol. Su héroe no es ni un Rambo ni un pistolero del Oeste salvaje cargado de odio y venganza, sino un filántropo apacible, dotado de un gran espíritu cívico, que suele fundar bibliotecas y hospitales, apoyar colegios, pagar las visitas de grandes orquestas y compañías de teatro. Por cada pistolero en la calle hay un montón de vecinos solidarios que colaboran en la
creación de una gran civilización.
En el Greenville Times, por ejemplo, de hace solo unos días, se puede leer el anuncio del festival de pesquería que se celebrará a mediados de abril, con cinco orquestas y conjuntos folclóricos, una banda de bailarines mexicanos (ya que hay muchos inmigrantes sinaloenses en esta parte de Carolina del Norte), unos payasos para divertir a los niños, una muestra de las obras de artistas locales, y un acuario científico patrocinado por el Departamento de Medioambiente del Gobierno estatal. En el mismo ejemplar, aparece el reportaje de una ceremonia celebrada para honrar a un perro que se sacrificó intentando defender a su dueño, víctima de una bomba terrorista en Irak.
Y entre otras muchas más noticias de actos cívicos de la localidad, se encuentra un reportaje sobre una reunión de una sociedad dedicada a mantener la limpieza y belleza de las calles del pueblo, cuyos socios dedican de manera altruista sus horas de ocio a plantar y mantener jardines y árboles, y a colocar cubos de basura. Tal encuentro sirvió, como se puede leer en el periódico, para homenajear a una tal Loretta Pruitt, «socia hasta el día de su fallecimiento el pasado febrero… Su enorme interés por mejorar nuestro pueblo se manifestaba de formas muy diversas. También trabaja mucho por la congregación de su parroquia. Un jardín se creará para conmemorarla».
He aquí la grandeza de Estados Unidos y el espíritu de sus ciudadanos, que le mantendrá grande. La gloria del país no consiste en su capacidad militar, ni en las guerras emprendidas -desastrosas aun cuando se ganan- ni en sus monumentos capitalistas, ni en sus Wall Street, MacDonalds, Coca-Cola.
No hallaremos su grandeza en sus cursis películas de Hollywood, ni en su música ruidosa ni en las voces estridentes de sus políticos arrogantes y sus millonarios chillones y charlatanes. Pero mientras Lorena Pruitt tenga sucesores, y sigan en vigor universidades como la de East Carolina, y mientras los estadounidenses sigan habitando comunidades como Greenville, Estados Unidos no dejará de ser la superpotencia moral del mundo y un digno modelo para todos

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