27 mar 2009

Una familia rota por las FARC

Una familia rota por las FARC
Tres de los Lozada fueron secuestrados, y el padre, asesinado por la guerrilla
YUMA GÓMEZ-CORNEJO - Madrid -
Publicado en El País, 27/03/2009;
Juan Sebastián Lozada tenía 15 años cuando la violencia del conflicto colombiano irrumpió en su vida la noche del 26 de julio de 2001: decenas de guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) tomaron al asalto el edificio Miraflores, en la ciudad de Neiva, y le secuestraron, junto a su madre, Gloria Polanco de Lozada; su hermano, Andrés Felipe, y otras 13 personas más. Pasó en cautiverio tres años, hasta que fue liberado junto a su hermano tras el pago de un rescate, mientras que su madre permaneció secuestrada hasta el 28 febrero de 2008. Su padre, el senador Jaime Lozada, fue asesinado por las FARC el 3 de diciembre de 2005.
Esta trágica experiencia no ha embotado la esperanza y el optimismo de Juan Sebastián, que actualmente está terminando sus estudios de Administración de Negocios Internacionales. Esta semana está en Madrid, donde ha llegado para participar en el foro Justicia por Colombia, que finaliza hoy en la Universidad Carlos III. Juan Sebastián defiende una solución negociada al conflicto colombiano, aunque apoya también la política del Gobierno de Álvaro Uribe de ejercer presión militar sobre la guerrilla.
El día que fue secuestrado, Juan Sebastián había salido con sus amigos para ver un partido de fútbol. "Ese día estaba jugándose la Copa de América en Colombia, jugaba Colombia frente a Honduras", cuenta a EL PAÍS. Tras volver a casa y acostarse, "hacia las 11 de la noche, mi mamá nos levantó a mi hermano y a mí, angustiada, porque algo estaba pasando. Los guerrilleros estaban pegándole a la puerta del apartamento con las culatas del fusil. Nos preguntaron por mi papá. Él se había quedado en Bogotá. Entonces procedieron a llevarnos a mi mamá, a mi hermano y a mí". En el apartamento quedó, dormido y solo, el pequeño de la familia, Daniel Julián.
Los guerrilleros llevaron a los secuestrados a un campamento situado en la llamada zona de distensión: un área de 42.000 kilómetros cuadrados al sur de Colombia, desmilitarizada por el Gobierno del entonces presidente, Andrés Pastrana, para la negociación de un proceso de paz con la guerrilla. El Ejército no entró en esa zona hasta febrero de 2002, tras la ruptura de las conversaciones de paz.
Mientras permanecía secuestrada, Gloria Polanco fue elegida miembro de la Cámara de Representantes por el departamento del Huila. Poco después la separaron de sus hijos. "Le dijeron que a los dos días vendrían para transportarnos a nosotros. Se la llevaron, pasaron los dos días, pasó un mes, y nunca llegaron a por nosotros". Finalmente, el comandante encargado del campamento les dijo que ella "había pasado a formar parte del grupo de canjeables", los rehenes susceptibles de ser intercambiados por guerrilleros presos.
Juan Sebastián y Andrés Felipe fueron liberados cuando su padre logró reunir el dinero que las FARC exigían. Atrás quedaron tres años de cautiverio. "Teníamos muy claro que si el Ejército trataba de rescatarnos, las FARC nos asesinaban, porque nos lo habían hecho saber. Sabíamos quién era el guerrillero encargado de matar a cada secuestrado". Por la noche oían cómo ensayaban su muerte. "Un guerrillero decía: 'Juan Sebastián' y disparaba".
El senador Lozada se convirtió en adalid de un acuerdo humanitario que permitiera la liberación de su esposa y los demás secuestrados. Sin embargo, no logró ver a Gloria en libertad: en diciembre de 2005 fue asesinado por las FARC. Fue "un error" de la guerrilla, dice Juan Sebastián. "Posteriormente fue capturada la persona encargada de llevar a cabo el ataque y dijo que era un atentado planeado para otra persona, pero que, por falta de comunicación entre ellos, habían asesinado a mi papá".
Finalmente, el 27 de febrero de 2008, a través de la mediación de la senadora Piedad Córdoba y del presidente venezolano, Hugo Chávez, Gloria Polanco fue liberada junto a otros tres rehenes. La familia por fin volvió a reunirse. "Hoy en día ya estamos los cuatro, gracias a Dios, con la dolorosa ausencia de mi padre, pero saliendo adelante con su aliento y con su legado".
Ahora, Juan Sebastián espera que la guerrilla "entienda pronto que esta confrontación ya no tiene sentido y que lo que deseamos cada uno de los colombianos es que llegue una paz estable y duradera". "Estoy convencido de que la paz y la solución al conflicto es político-negociada. Pero estoy convencido también de que lo que ha venido haciendo el presidente Uribe es totalmente necesario. Creo que el presidente Pastrana, en un acto muy generoso, trató de construir un proceso de paz serio y las FARC fallaron, desaprovecharon esa oportunidad, y el ejemplo más concreto es que, mientras dialogaban, nos secuestraron a nosotros y utilizaron esa zona de diálogo para refugiarnos. No se les veía una voluntad de paz, porque, además, llegaban fortalecidos a la mesa de diálogo. Creo que ahora ha disminuido mucho su capacidad de acción y cuando ellos sientan que la presión ya es muy grande, que su lucha no va para ningún lado, ahí sí se van a sentar a negociar seriamente".
Además, Juan Sebastián se ha sumado a una iniciativa llamada Responsabilidad Compartida, que busca "crear conciencia de que el delito de la droga no es sólo responsabilidad de Colombia, sino que es del mundo entero. Nosotros la producimos, pero los consumidores están en otros lados. Y hay que crear sinergia en ese sentido", explica.
El día a día de los cautivos
Los secuestrados en los campamentos de la guerrilla ven pasar los días con una desesperante lentitud y monotonía, como relata Juan Sebastián Lozada, prisionero de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) durante tres años.
Los rehenes se levantaban hacia las cinco y media de la mañana y entonces sus captores les llevaban el desayuno, "que consistía en un caldo con arepa", como es común en Colombia, explica Lozada. Sin embargo, "ese caldo realmente era un agua con sal, porque no se encontraba absolutamente nada para echarle".
Después tenían un tiempo asignado para bañarse y a las 11.30 les llevaban el almuerzo. "Un día te daban fríjol con arroz, otro día lenteja con arroz, otro día arveja con arroz, y así se repetía la dieta todo el tiempo, todos los días lo mismo".
Después de comer llegaba la tarde, que "era lo más difícil del día, porque las horas se hacían eternas. No había más que esperar a que pasara el día: contar las horas, preguntar la hora; a veces dialogábamos entre nosotros, por supuesto, pero era eterno".
A las cinco tomaban la cena, "que era lo que quedara del almuerzo. A las cinco y media ya estábamos acostados, escuchando radio, a las seis ya estaba totalmente oscuro, y a las ocho y media de la noche ya estábamos durmiendo, y al otro día la misma rutina".
Sin embargo, esta dura experiencia ha mejorado la actitud ante la vida de Juan Sebastián: "Lo importante realmente es la familia, lo demás es efímero, es pasajero. Nosotros sobrevivimos sin ninguna clase de ayuda material, nunca tuvimos acceso a cosas que uno estando libre cree que sin ellas no puede vivir. Por ejemplo, nunca nos tomamos una Coca-Cola, la comida no era gran cosa, pero aún así, sobrevivimos

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