30 jun 2009

El Guerrero de Bucareli

Columna Estrictamente Personal/ Raymundo Riva Palacio
(Fernando Gómez Mont) El guerrero de Bucareli
Ejecentral.com.mx, 28 de junio de 2009;
Demoró siete meses en sacar las garras, pero cuando finalmente Fernando Gómez Mont las mostró en el circo de la política, el destinatario de su furia, el engallado gobernador de Sonora, Eduardo Bours, resintió el golpe. “Altanero”, le dijo el secretario de Gobernación, “ni acepto ni aceptaré que le hable así al Presidente”. Bours se había excedido, es cierto, cuando espetó a Felipe
Calderón que no se hiciera la víctima en el caso de la tragedia en la guardería de Hermosillo, y que si no le gustaba el tono que utiliza para hablar con él, que se aguantara. El que no se aguantó fue Gómez Mont, que como depredador se lanzó sobre de él. Los gobernadores priistas hablaron entre ellos, coincidieron que el secretario de Gobernación se había extralimitado y que tenían que hacer algo público para mostrar su molestia. Prefirieron no hacerlo.
El verdadero Gómez Mont emergió del Palacio de Covián como lo que es: un guerrero. Él es a uno de los muy pocos funcionarios que no se les puede acreditar que al llegar al poder abusan de él. Sin poder en las manos, en desventaja política, Gómez Mont ha mostrado reiteradamente a lo largo de su vida pública y privada, que la sangre caliente viene de familia, donde él es último de 13 hijos que cuando murió su padre fueron cuidados, educados y procurados por su hermana mayor, Teresa Gómez Mont, que empezó periodista y terminó como politóloga con doctorado.
Una de sus batallas épicas la dio desde fuera del poder, como abogado litigante que tenía en sus manos el caso de la toma de las instalaciones de la vieja empresa CNI Canal 40 en el Cerro del Chiquihuite, por parte de TV Azteca. Gómez Mont prestaba servicios al ex dueño de CNI, Javier Moreno Valle, y se enfrentó públicamente con el presidente de TV Azteca, Ricardo Salinas, acusando a sus abogados de amenazas, denunciando a la televisora de enderezarle una campaña en la pantalla, subrayando que no era nuevo que las utilizara para sus fines personales, que cada vez, describió, se vuelven “más patéticos”.
Controvertido, polémico, codiciado como penalista del despacho de abogados Zinser, Esponda, Gómez Mont, que fundó cuando renunció al Comité Ejecutivo Nacional del PAN, dejó la política partidista, pero no la abandonó por completo. Cuando Felipe Calderón lanzó su precandidatura a la Presidencia, listo para enfrentarse con el precandidato de Vicente Fox, Santiago Creel, Gómez Mont habló con Santiago, su amigo desde los años mozos de la pandilla de San Ángel, y le dijo abiertamente que ayudaría a su otro amigo Felipe, hijo también de un fundador del PAN, con quien había coincidido en la carrera en la Escuela Libre de Derecho. Desde afuera de la campaña, Calderón sabía que ahí estaba Gómez Mont.
La relación de él y de su otro socio de despacho, Julio Esponda con Calderón y su esposa, Margarita Zavala, era muy estrecha. Tanto, que el nombre de Esponda se mencionó insistentemente como posible procurador general cuando se estaba armando el gabinete. No se sabe en qué momento desapareció el nombre de Esponda de la lista de selección, que hubiera sido muy controvertido por la fama que tiene como litigante en los ministerios públicos federales. Zinser, Esponda y Gómez Mont son un despacho de primer nivel, reconocidos públicamente que han llevado varios de los asuntos político-jurídicos más delicados de los últimos 15 años.
Para Gómez Mont, actuar a contra corriente le viene en la sangre. Su padre era socio de Raúl F. Cárdenas, otro de los grandes penalistas del último medio siglo, y había defendido a David Alfaro Siqueiros, cuando lo perseguía el régimen priista, y a Fidel Castro, cuando lo detuvieron en México armando la guerrilla contra Fulgencio Batista. Como digno heredero, Fernando tomó la defensa penal de Carlos y Raúl Salinas cuando lo necesitaron, la de Gerardo de Prevoisin cuando los acusaron de administración fraudulenta en Aeroméxico, la de Carlos Cabal cuando le llovieron acusaciones, como otorgar créditos sin garantías en el Banco Unión, la de Jorge Lankenau cuando enfrentó la furia de los accionistas defraudados en Confía, la de Tomás Peñaloza cuando el IMSS lo acusó de fraude, y la de Rogelio Montemayor cuando lo involucraron en el Pemexgate, la de Germán Larrea en contra del líder minero prófugo Napoleón Gómez Urrutia.
Está probado que sabe caminar sobre el fuego. Pero no sólo es un acreditado penalista, sino un fogueado político. En los tiempos en que el entonces presidente Salinas y la dirigencia del PAN, con Diego Fernández de Cevallos y Carlos Castillo Peraza a la cabeza, fueron él por los panistas, y Manlio Fabio Beltrones
por los priistas, quienes se encargaron de ponerle ruedas a las diferentes piezas legislativas que sacaron por acuerdo cupular. En el gobierno de Ernesto Zedillo, comenzó como asesor del coordinador de asesores presidencial, Luis Téllez, y pasó a colaborar con el procurador general, el panista Antonio Lozano Gracia, quien también había salido del establo de Fernández de Cevallos.
En el PAN, El Jefe Diego fue su tutor, mientras Castillo Peraza lo era de Calderón y en menor grado del actual líder del PAN, Germán Martínez. Calderón traicionó a Castillo Peraza cuando lo remplazó en la dirigencia del partido, pero no cruzó líneas. Casi jubiló a Fernández de Cevallos, pero nunca dejó de tener abierta la línea con Gómez Mont. Esa vieja relación política explica de alguna manera que cuando inició la carrera por la Presidencia, decidiera respaldar a Calderón no a Creel, y alimenta la suspicacia del porqué cuando se comenzó a pensar en que el secretario de Gobernación Juan Camilo Mouriño renunciara para contender por un puesto de elección popular, Martínez le hiciera una discreta invitación -que aceptó-, para regresar a formar parte de los órganos de dirección política del partido.
Gómez Mont es un secretario de Gobernación atípico a los que ha habido, que jamás habrían pensado enfrentar a un gobernador en forma tan frontal como lo hizo con Bours, porque, en las categorías de análisis del viejo sistema político, perdería muchos puntos para ser Presidente. A él no le importa. Dice en público que no le interesa ser candidato. En privado ratifica con un agregado: “No puedo ser candidato, porque soy doble AA”. Tampoco parece que quiera a Los Pinos en su destino. Es un gran fajador, que le puede poner picante a la política, aunque en realidad eso no es por lo que lo nombraron secretario de Gobernación, cuya descripción de puesto es arbitrar los diferendos políticos, administrar las crisis, controlar los daños y serenar a los políticos. Lo que nunca ha hecho algún antecesor de él, es incendiar la pradera.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx

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