22 nov 2009

El libro de Diego Osorno

En su libro sobre el cártel de Sinaloa, el periodista comprueba que “la guerra contra el narco” es una mera estrategia de legitimación gubernamental y, además, errónea.
Domingo 22 de Noviembre de 2009
Milenio semanal
Con 29 años de edad y 10 de reportero del Grupo Milenio, Diego Enrique Osorno destaca por sus crónicas y reportajes sobre conflictos bélicos y movimientos políticos y sociales. “Como reportero —comenta— uno debe estar en el lugar donde están las contradicciones, donde está el conflicto, porque es ahí donde están las mejores historias desde el punto de vista periodístico”. El crimen organizado es otro de los temas frecuentados por Osorno en su trabajo, quien en su reciente libro El cártel de Sinaloa. Una historia del uso político del narco (Grijalbo, 2009), traza un amplio y documentado panorama del narcotráfico en nuestro país. Es precisamente esta investigación el punto de partida de la siguiente conversación con el también autor de Oaxaca sitiada. La primera insurrección del siglo XXI.
JLMS: -¿Qué nos puedes decir del libro El cártel de Sinaloa...?
DEO: Es un reportaje acerca del narcotráfico en Sinaloa. En los últimos siete años, en mis viajes a ese estado he tomado apuntes y recopilado datos sobre el tema, algunas cosas las he publicado y otras las fui guardando. A principios de este año, cuando conseguí las memorias de Miguel Ángel Félix Gallardo, uno de los capos más importantes que han existido en Sinaloa, decidí escribir este libro. Esos documentos me permitieron llenar varios huecos de una historia que me parece necesario contar, sobre todo cuando un presidente como Felipe Calderón utiliza la retórica de la guerra contra el narco para justificar su política.
JLMS: En tu libro hay muchas voces, versiones que se entrecruzan…
DEO: Así es, es un libro raro en el que un narcotraficante como Félix Gallardo tiene la voz preponderante; existen otros personajes, como el empresario Mauricio Fernández, quien habla de la presencia de narcos sinaloenses en el municipio más rico del país, San Pedro Garza García, del que es actualmente alcalde. Está también la opinión del comandante Ramiro, del Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI), quien afirma que la estrategia de combate al narcotráfico por el gobierno federal es falsa (dice que en Guerrero los narcos participan en reuniones con el Ejército). Están las voces de académicos como Luis Astorga y Froylán Enciso, quien escribe el prólogo del libro.
Al abordar un tema de seguridad nacional como el narcotráfico, me pareció oportuno incluir a estos personajes alternativos, ellos son el centro de la investigación. Me resistí a la tentación de meter una gran cantidad de expedientes de la Procuraduría General de la República (PGR) o del Ejército, porque si bien son atractivos en cuanto a las descripciones y los sucesos que cuentan, no necesariamente conducen a la verdad, tienen un sesgo que yo traté de burlar al contrastarlos con las otras versiones que presento en el libro.
JLMS: Acudes, sin embargo, a materiales del Archivo General de la Nación.
DEO: Con ayuda de la historiadora Ángeles Magdaleno conseguí un gran número de documentos acerca de la presencia del Ejército en Sinaloa en los años setenta, cuando, con el pretexto de combatir al narcotráfico, en realidad se persiguió a la guerrilla. Otros materiales nos permiten conocer la migración china al estado en los años veinte; los chinos entran por los puertos de Mazatlán y Topolobampo y con ellos llega la costumbre de fumar opio. Son perseguidos como criminales y muchos son expulsados de Sinaloa, no tanto por su relación con la droga sino porque con su trabajo y sus cultivos comienzan a representar una seria amenaza para los comerciantes locales.
En el libro hay un perfil que a mí me encanta, el del pistolero Rodolfo Valdés, El Gitano, quien el 21 de febrero de 1944, durante el carnaval de Mazatlán, asesinó al gobernador Rodolfo T. Loaiza con un tiro que le entró por la nuca y le salió entre los ojos. Después de una breve temporada en la cárcel, quedó en libertad y se dedicó a la importación de cocaína colombiana. El Gitano es una leyenda en Sinaloa, un personaje mítico del que existe muy poca información documental, entonces encontrar un archivo sobre él y presentarlo en mi libro me parece un logro personal, un logro como reportero.
JLMS: Uno de los mitos que derrumbas en tu reportaje es que el cultivo de amapola en Sinaloa fue impulsado desde el gobierno de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial.
DEO: Es un mito al que han contribuido varios gobernadores, secretarios de la Defensa y presidentes de la República. Ha servido para justificar el crecimiento de la siembra de enervantes en Sinaloa. Sí hay presencia de estadunidenses en el estado en los años cuarenta, fomentando el cultivo de la marihuana, de la adormidera, como el mafioso Benjamin Siegel, mejor conocido como Bugsy —del que se hizo incluso una película. Pero de lo que no hay evidencia alguna —que en la actualidad sería muy fácil de conseguir porque los archivos estadunidenses han sido desclasificados— es que haya existido un pacto entre los gobiernos de México y Estados Unidos para el cultivo de enervantes en Sinaloa de manera industrial, copiosa, durante la Segunda Guerra Mundial. No hay nada escrito al respecto, como sí lo hay de los convenios con Turquía, Irán y la India que le aseguraban a Estados Unidos un gran suministro de opio.
JLMS: De tu investigación se desprende que el narcotráfico en México siempre ha estado asociado a los políticos, al poder…
DEO: Sí, indiscutiblemente. En sus diarios, Félix Gallardo cuenta cómo en los años ochenta el negocio de las drogas era manejado por un solo grupo: el cártel de Sinaloa, que él dirigía. El cártel tenía a los hermanos Arellano Félix en Tijuana, a los Carrillo Fuentes en Ciudad Juárez, al Chapo Guzmán en Mexicali, al Güero Palma en Guadalajara. Cuando Félix Gallardo es detenido, en marzo de 1987, Jesús Blancornelas, un gran periodista, el mejor en temas del narco, escribe que el llamado Jefe de Jefes hace un reparto de las plazas y de ahí surgen los otros cárteles. Pero Félix Gallardo dice que él no hizo ningún reparto, que quien lo hizo fue Guillermo González Calderoni, subdirector de la Policía Judicial Federal y luego director de la División de Investigación contra el Narcotráfico durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Esto me parece muy significativo y echa abajo la idea de que todo el tiempo los narcos han actuado por cuenta propia. El narco en México siempre ha funcionado como una paraestatal; en la época del PRI era aún más evidente cómo algunos gobernadores tenían prácticamente una subsecretaría del narcotráfico que, por ejemplo, Amado Carrillo ocupó en los años noventa, proporcionándoles muchos recursos a numerosos políticos y derramando grandes cantidades de dinero en varias ciudades del país.
JLMS: En tu libro criticas abiertamente la decisión del gobierno federal de emprender una guerra contra el narcotráfico. ¿No era necesaria?
DEO: La situación en el país es desesperanzadora, no sólo por la crisis económica y la crispación política que vivimos, también por la cruzada contra el narco de Felipe Calderón. Diez días después de asumir la Presidencia, Calderón declara esta guerra que, si lo vemos bien, no era prioritaria en la agenda nacional cuando había hechos como el conflicto en Atenco, el problema con los mineros de Pasta de Conchos, la rebelión en Oaxaca. Lanza la guerra —está reporteado y lo consigno en el capítulo final de mi libro— sin ninguna planeación, sin consultar a los expertos. Utiliza políticamente al narco para legitimarse después de las elecciones tan cuestionadas de 2006, para hacerle ver a la gente que él lleva las riendas del país, que tiene el poder.
A los 20 días se disfraza de soldado y hace todo un performance de una guerra en la cual los objetivos han cambiado varias veces, como lo ha hecho notar el ex canciller Jorge Castañeda. Primero la justifica como la única manera de evitar que el narcotráfico carcoma al estado, porque es un cáncer social. Al poco tiempo cambia su discurso y dice que es para que las drogas no lleguen a los niños mexicanos, y en los últimos meses ha dicho que es parte de una cruzada global en la cual nuestro país también tiene que dar la lucha. En una guerra real no puedes cambiar de objetivos de manera tan constante y superflua como lo hace el presidente Calderón.
El gobierno federal, por otra parte, ha capturado la agenda mediática. Dice que somos los periodistas quienes hemos malinformado y alarmado a la sociedad al consignar los hechos, los crímenes que ocurren relacionados con el narco. Pero es Calderón quien declara que el narco lo tiene amenazado de muerte y lanza una cantidad increíble de spots en la televisión que dan cuenta de una guerra que realmente no existe, porque el narcotráfico sigue en aumento, no ha bajado el consumo de drogas en México ni se ha incrementado de manera significativa el decomiso de estupefacientes en el país. Por eso creo que vivimos un momento desesperanzador, como mucho miedo y paranoia. Y cómo no va a ser así cuando el propio presidente de la República sale, curiosamente en momentos de crisis política, a decir que está amenazado de muerte por el narco.
JLMS: ¿Tiene futuro esta guerra?
DEO: Citando a Colin Powell, Jorge Castañeda dice: “Para empezar una guerra tienes que tener una estrategia de salida”. Y por lo que se ve, en esta guerra el gobierno federal no tiene una estrategia de salida. Además de los miles de muertos que ha provocado, una prueba fehaciente de su fracaso es la incursión del Ejército y la Policía Federal Judicial en Ciudad Juárez. Llegaron alrededor de 10 mil efectivos y la violencia sigue en aumento. La estampa de Ciudad Juárez es la estampa del fracaso de esta guerra entre comillas lanzada por Felipe Calderón.

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