25 ene 2010

Ruptura en el Olimpo

Columna Estrictamente Personal/Ruptura en el Olimpo (I)/Raymundo Riva Palacio
Ejecentral.com January 25, 2010;
Las pretendidas alianzas entre el PAN y la izquierda en varios estados –Durango, Hidalgo, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo y Sinaloa- para competir por gubernaturas con el PRI este año, exteriorizaron la lucha que se libra en el corazón del equipo político del presidente Felipe Calderón. El desencuentro de la semana pasada entre el secretario de Gobernación, que las descalificó plenamente, y el dirigente nacional del PAN, que las defendió, mostraron el fin de una postura homogénea en el calderonismo que, en realidad, había perdido su consenso hace tiempo.

El secretario Gómez Mont, que no suele actuar como político sino como aplanadora, debe haber estado tan molesto con el avance de la cocción de las alianzas que declaró una tontería: que son incongruentes y antidemocráticas. Un día después, tras haber razonado sus palabras y su error –las 32 legislaturas locales en México incorporan las alianzas en sus leyes electorales-, y entender que había quedado muy vulnerable –Vicente Fox y Felipe Calderón llegaron al poder producto de alianzas-, matizó su afirmación, pero el fondo del problema había quedado expuesto. Gómez Mont no habló de manera individual; representa una corriente de pensamiento dentro de Los Pinos que es ortodoxa y cada vez menos tolerante.

Las razones del embate retórico de Gómez Mont no son conocidas, y tampoco se sabe qué motivó su ataque público a las alianzas. Sí se sabe que la única en la que se involucró directamente fue en la de Oaxaca, donde el senador por Convergencia, Gabino Cué, hombre cercano al ex candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador, tuvo una reunión con el secretario hace menos de un mes donde le dijo que se olvidara de la alianza con el PAN porque no transitaría. Él mismo, le dijo a Cué, la frenaría. En ninguna otra alianza se metió tanto López Obrador, ni a otro precandidato se le vincula con él, ni hubo ningún gobernador priista que enfrentaría la posibilidad de una alianza electoral, salvo Ulises Ruiz de Oaxaca, que fuera a contracorriente con su partido durante la negociación del presupuesto, y cabildeara decididamente por el plan presentado por la Secretaría de Hacienda.

Si Gómez Mont está pagando el favor a Ruiz, a nombre del Presidente, no se sabe. Pero aún si este fuera el caso, la alianza en Oaxaca era un tema discutiéndose desde antes de la negociación del presupuesto. Ni el gobierno ni el PAN lo habían puesto sobre la mesa; el gobernador Ruiz sí: apoyo al presupuesto y el PAN no respalda a Cué. Para el presidente Calderón, que es un político táctico pero no estratégico, la coyuntura era el presupuesto. Para Nava, el líder del PAN, su objetivo era lograr que de las nueve gubernaturas del PRI que se ponen en juego este julio, pudieran quitarles al menos cinco: Durango, Hidalgo, Oaxaca, Puebla y Sinaloa. En Quintana Roo, donde quieren ir en alianza, no ven expectativas de triunfo, mientras que en Veracruz, donde no van en alianza, esperan sorprender al PRI.

Nava debe haber entendido que con fuertes maquinarias priistas en esos estados, el PAN sufriría mucho para obtener la victoria o no tendría oportunidad de lograrla. En la lógica de la política moderna, las alianzas eran la salida, entendidas estas como una negociación entre partidos a nivel local con una plataforma común y un programa aceptable para todos. Las alianzas a nivel local no significan, como se alega ligeramente, que se claudiquen las posiciones y los programas que mantienen los partidos a nivel nacional. Por ejemplo, una alianza local no implicaría que el PAN o el PRD tuvieran que mover su postura con respecto a la apertura energética. Las alianzas locales acotan su rango de objetivo a los intereses particulares de sus gobernados, para lo cual son las negociaciones. Precisamente, el matiz de Gómez Mont al día siguiente de su declaración disruptiva, se refirió a que una alianza requería un programa común, lo cual sí se encuentra en la lógica de la negociación.

El problema que afloró con ese enfrentamiento entre Gómez Mont y Nava no responde, como sugieren algunos observadores agudos, en un problema estructural entre el gobierno y el partido, lo que podría explicar la reacción del secretario a partir de un posible acuerdo con Ruiz en materia del presupuesto. Aceptar este alegato, sin embargo, podría desviar la atención de lo que está sucediendo hacia el interior del equipo del Presidente, pues se asumiría que la dinámica es funcionalista. No lo es. No hay una línea clara entre el interés gubernamental y el partidista. Calderón envió a Nava al partido para ganar elecciones, y en esa perspectiva se pueden inscribir su propuesta de reforma política –donde se abroga el Ejecutivo atribuciones metaconstitucionales a costa del Legislativo-, o el haber sacrificado un gran aspirante a la gubernatura de Sinaloa, Heriberto Félix, para llevarlo a la Secretaría de Desarrollo Social.

Pero Nava, que responde al Presidente de manera incondicional, no tiene el mismo apoyo del equipo político de Calderón. Gómez Mont es la cabeza visible, pero una pieza clave es la primera dama, Margarita Zavala, un cuadro político con amplia experiencia que ha ido copando posiciones, como la de la poderosa jefa de la Oficina de la Presidencia, Patricia Flores, recomendada por ella. Nava salió de la secretaría particular de la Presidencia por gestiones de la señora Zavala, quien ha operado en binomio con Gómez Mont para el control en áreas de seguridad, como la PGR, la pistola cargada que tienen para los procesos electorales venideros.

Cuando Gómez Mont le dijo a Cué que se olvidara de la alianza, un político de altura le recomendó al senador buscar a Nava. “Tienen diferentes resortes”, le comentó. Eso hizo. Se comprometió a reconocer a Calderón como Presidente y tan pronto lo hizo, el secretario de Gobernación trató de reventar la alianza. Nava no es bien visto en Los Pinos o en Gobernación, y llegó al PAN porque era el único que respondería a los intereses del presidente Calderón. Quien se encuentra en la contradicción es el Presidente, que tiene que conciliar a los grupos en pugna abierta dentro del Olimpo presidencial antes que esa lucha termine arrollándolo a él también.



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