6 feb 2010

Reunión de la República en Quéretaro

Celebración del XCIII Aniversario de la promulgación de la Constitución Política.
En el Teatro de la República, acompañado del gobernador de Querétaro y ante representantes de los tres Poderes de la Unión, el Presidente señaló que es momento de debatir, pensar, proponer y tener la madurez política para encontrar consensos y, quienes por su mandato representan a los mexicanos, deben logar acuerdos medulares que permitan transitar del conflicto político y la amenaza de la parálisis a la cooperación.
Discurso del Presidente
Señor Diputado Francisco Ramírez Acuña, Presidente de la Mesa Directiva de la Honorable Cámara de Diputados.
Señor Senador Carlos Navarrete, Presidente de la Mesa Directiva del Senado de la República.
Señor Ministro Guillermo Ortiz Mayagoitia, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Señor licenciado José Eduardo Calzada Rovirosa, Gobernador del Estado de Querétaro.
Maestro Leonel Godoy Rangel, Gobernador del Estado de Michoacán y Presidente de la Conferencia Nacional de Gobernadores.
Señores Gobernadores.
Maestro Leonardo Valdés Zurita, Consejero Presidente del Instituto Federal Electoral.
Doctor Agustín Carstens, Gobernador del Banco de México.
Doctor Raúl Plascencia, Presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
Doctora Jacqueline Peschard, Presidenta del Instituto Federal de Acceso a la Información.
Licenciada María del Carmen Alanís, Presidenta del Tribunal Federal Electoral.
Señoras y señores legisladores.
Señores magistrados y ministros, integrantes del Poder Judicial.
Señoras y señores:
Nos hemos congregado en esta sesión solemne, a fin de conmemorar el XCIII Aniversario de la Promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Hoy recordamos y recordamos con honda gratitud a nuestros Constituyentes del 17, que reunidos, precisamente, en este mismo recinto, supieron dar rumbo y dar destino a México.
Honramos a quienes, a pesar de sus diferencias y desencuentros, supieron ponerse de acuerdo para construir un país más libre, más justo, democrático y equitativo. Los Constituyentes sembraron semilla de futuro, eran plenamente conscientes de que de sus resoluciones dependía el porvenir de la Patria, y por eso no dejaron de lado ninguno de los temas cruciales de la Nación.
En este Teatro de la República asumieron el reto de otorgar más libertades y más derechos a los ciudadanos; establecieron los derechos sociales que México privilegió en su Carta Magna e introdujeron, precisamente, una nueva dimensión en la organización de la sociedad y de las relaciones entre ésta y el Gobierno.
Trabajaron arduamente para diseñar un sistema democrático que impidiera la concentración del poder; discutieron y definieron los pesos y contrapesos entre los poderes y las facultades de cada uno de ellos; protagonizaron debates históricos sobre la economía del país, sobre el papel del Estado en el desarrollo del campo y en los recursos naturales.
Acordaron que éstos debían ser propiedad de la Nación, para que de ellos nos beneficiásemos todos los mexicanos.
Intercambiaron argumentos sobre la importancia de la educación, el papel del Estado en la materia y el carácter laico de su naturaleza.
Sabían que en la formación de nuestros niños y jóvenes radicaba el porvenir de la Patria, y por eso, establecieron también el mismo carácter a la instrucción pública.
Ningún ámbito de la vida nacional, de los relevantes, quedó fuera, entonces, de la discusión de los legisladores de 1917.
En este Teatro de la República se discutió, desde luego, con pasión e incluso con rispidez, pero también con altura de miras y con franqueza y, sobre todo, con generosidad y con un profundo amor a México.
Los Constituyentes sabían que lo que estaba de por medio era el proyecto de nuestra Nación. Hoy, nosotros recordamos a los legisladores del 17 por su patriotismo y porque supieron estar a la altura de la historia.
En este 2010, en el que celebramos el Bicentenario del Inicio de la Independencia y el Centenario de la Revolución, las mexicanas y los mexicanos debemos honrar la memoria de nuestros Constituyentes, enarbolando sus ideales y luchando por darles cumplimiento.
No sólo tenemos el compromiso de hacer realidad el espíritu y el mandato de la Constitución, sino que además debemos ser capaces de construir los acuerdos que nos permitan responder a los grandes retos que enfrenta la Nación.
Los mexicanos hemos demostrado una y otra vez que sí es posible hacer a un lado las diferencias y trabajar unidos en una causa común. Lo hemos hecho en nuestra historia y lo hemos hecho en el pasado reciente, a través de reformas importantes que dejarán estela de beneficio a las futuras generaciones de mexicanos.
Fue precisamente esa unidad y ese impulso lo que nos permitió construir, con grandes esfuerzos, la democracia plural y vibrante que hoy tenemos, y gracias a la cual todos podemos expresarnos, participar, opinar y votar con libertad; buscar el legítimo acceso al ejercicio del poder, ejercerlo y vigilar también el poder que se ejerce.
Sin embargo, también debemos reconocer que el actual diseño no permite generar todos los consensos que México necesita para poder resolver las necesidades de su gente.
La dinámica de la competencia democrática hace también muy difícil la construcción de consensos entre los actores políticos. La falta de estímulos e incentivos que permitan la construcción de políticas generales más allá de las contiendas electorales, impacta, precisamente, en que México no realice las transformaciones con la profundidad y la velocidad que necesita.
Los temas realmente importantes se ven permanentemente desafiados o incluso sustituidos por la agenda pública, por la contienda electoral en algún punto del país, por temas de coyuntura, por descalificaciones, no siempre acompañadas de propuestas; y lamentablemente, el encono, en no pocas ocasiones, termina sustituyendo la razón.
No hemos podido hacer de nuestra democracia un ejercicio de disenso fértil que genere, a partir del contraste razonado de ideas y de propuestas, mejores leyes, instituciones más efectivas y gobiernos con más capacidad de respuesta.
Ante esto, no es extraño que los ciudadanos expresen cada vez mayor insatisfacción. Es claro que ellos perciben que la brecha entre sus necesidades y preocupaciones, y la política y los políticos, es cada vez mayor.
Muestran su rechazo a la situación, absteniéndose de votar, anulando su voto o simplemente dándole la espalda a la política y a los asuntos públicos.
Se requieren cambios de fondo para que la voluntad ciudadana esté debidamente representada en las decisiones democráticas, y para que la democracia misma le resulte útil y le resulte eficaz al ciudadano en su vida cotidiana.
Tenemos diferencias sobre cómo abordar estos temas, sí; pero me parece que lo importante es analizarlos desde la pluralidad, discutirlos con razones y argumentos, y resolverlos asumiendo la capacidad de las instituciones, de los Poderes y de los partidos para tomar decisiones.
No por otra razón hemos propuesto al Poder Legislativo una iniciativa de Reforma Política que tiene dos propósitos fundamentales. Por un lado, dar más poder al ciudadano para participar en la toma de decisiones y hacer, por otro, más eficientes y más representativas las instituciones democráticas del país.
Se busca crear mecanismos institucionales que faciliten los acuerdos y que permitan a México avanzar más rápido hacia el progreso y la equidad.
El espíritu de la reforma es llevar al sistema político al Siglo XXI, transformándolo para que tenga como eje principal a los ciudadanos, dar más voz y más voto a los electores, oxigenar la vida pública con las ideas y las propuestas de la ciudadanía, y abrir nuevas avenidas a la participación de la gente en los asuntos que son de todos, a fin de cerrar la brecha que existe, efectivamente, entre política y sociedad.
Pero más importante que ello, señoras y señores, es poder asumir en la vida nacional, con claridad, las diferencias entre los asuntos que son de Estado, que corresponden estrictamente al interés nacional, de aquellos temas que son de competencia y diferencia político partidista.
Cada vez que los mexicanos hemos sabido hacer esta valiosa distinción, cada vez que hemos asumido en nuestros actos las consecuencias de esta verdad elemental, de saber distinguir los asuntos que son de interés nacional de aquellos que son de interés político partidista, México ha avanzado, ha podido construir consensos, ha impulsado reformas indispensables y, en suma, se ha fortalecido como Nación.
Por el contrario, el no saber distinguir entre ambos el interés nacional y el interés parcial, por legítimo que éste sea, ha hecho que nuestro país limite su capacidad de avanzar y ha provocado que México sufra limitaciones que le han impedido, durante décadas salir más rápido del subdesarrollo, de la pobreza.
Una fecha tan singular, como el Bicentenario y el Centenario, debe ser, sin lugar a dudas, ocasión para poder distinguir con nitidez lo que es de la República y lo que es de los partidos; los temas que requieren como condición indispensable la unidad de todos, por encima de las diferencias, y aquellos que corresponden a la válida estrategia electoral de cada quien.
Si ello no fuera posible, si el empeño por destruir al adversario prevaleciera, incluso en los temas que requieren la unidad de todos, la vida de la Nación se debilitaría, la política se empobrece y queda convertida en alternativas que están lejos de la dimensión de la dignidad de los ciudadanos. Lo más grave es que se pierde en el momento de la historia que nos toca vivir la oportunidad de avanzar y de transformar.
Este XCIII Aniversario de nuestra Carga Magna nos invita a una reflexión histórica, no sólo del pasado, sino del presente. Aquellos mexicanos del 17 tenían ante sí una tarea titánica; sin duda estaban obligados a discutir temas complejos para la Nación.
Tenían también, diferencias políticas naturales, que obedecían a la pluralidad de pensamiento de su época, pero ni sus diferentes puntos de vista ni la dificultad de la tarea fueron un obstáculo para que cumplieran con el papel que la historia les había encomendado.
Por eso, hoy nuestra obligación es estar a la altura de aquella generación valiosa de Constituyentes, y discutir abierta y francamente lo que sea mejor para México.
Por difícil que parezca la tarea, por controversiales que resulten los temas, por diferentes que sean nuestros puntos de vista y por hondos que sean los agravios, es momento de debatir, de pensar, de proponer y de tener la madurez política para encontrar el amplio caudal del consenso, en el cual la Nación a todos nos une.
Eso, y no menos, esperan los ciudadanos de nosotros. Y tengo plena confianza en que el bien superior de la Nación será lo que guíe a quienes representamos al pueblo de México en sus diferentes expresiones constitucionales.
Señoras y señores:
2010 es el Año de la Patria. En cada hogar y en cada rincón de nuestro país vibra con fuerza el orgullo de ser mexicano, el orgullo de nuestra historia y de nuestras raíces.
Por lo mismo, éste debe ser un año de reconciliación nacional, debe ser el año en el que todas las mexicanas y los mexicanos, todos los que deseamos lo mejor para nuestro país, reconozcamos lo mucho que nos une, lo mucho que nos hermana y lo que nos hace ser un solo pueblo, con una misma historia, un mismo ideal, y una misma Bandera, una misma Constitución.
Sé que se requerirá un enorme esfuerzo, una gran madurez y generosidad de todos los actores políticos, sin distinción.
Por eso, bienvenida la propuesta que aquí han hecho los señores gobernadores, de un pacto social sobre la base de reconocer la preeminencia del interés nacional por encima de cualquier interés parcial, partidista o de grupo, así sea interés legítimo.
Decía Octavio Paz que la Revolución trajo la reconciliación del mexicano con su historia y con su origen. El Centenario de la Revolución debe traer ahora la reconciliación de todos los mexicanos en su presente y para con su futuro. Traer consigo la unidad de todos para poder sumar esfuerzos y luchar por un porvenir posible y mejor para México.
Nosotros, quienes conformamos la generación del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución, debemos ser capaces de alcanzar los acuerdos que transformen a la Nación en esta hora crucial, sin que eso implique en lo mínimo renuncia o claudicación alguna a las diferencias de ideas, de propuestas y de puntos de vista.
Simplemente, el poder de la Nación misma, la tarea que representa, precisamente, el encauzarla en este trascendental e histórico momento es, precisamente, motivo y razón suficiente para poder encauzar lo que son las coincidencias y las prioridades nacionales.
Nosotros, quienes por su mandato representamos a los mexicanos, debemos lograr acuerdos medulares que cambien, no sólo las reglas del juego, sino que nos permitan eficazmente transitar del conflicto político y la amenaza de parálisis a la cooperación y el consenso, que es precisamente lo que nos ha permitido avanzar en cada momento histórico.
Como generación debemos decidir si queremos dejar las cosas como están y que nos lleve años o décadas para superar los desafíos enormes que México tiene, o si somos capaces de tener la altura de miras necesaria para derribar los obstáculos que inhiben el desarrollo humano sustentable del país.
Aprendamos de la visión de Estado que caracterizó a los Constituyentes del 17; aprendamos de su capacidad para superar diferencias políticas e ideológicas y transformar a la Nación.
Por muchas que puedan ser las propuestas e iniciativas para superar los desafíos nacionales, si no existe voluntad política para discutirlas en el plano de la diferencia y de la pluralidad, simple y sencillamente no será posible impulsar el rumbo que merece México.
Hoy la Nación nos exige, no sólo que seamos auténticos demócratas, sino que tengamos la visión de Estado necesaria para ir más allá de la coyuntura y poner a México en la ruta del desarrollo y de la justicia.
Hoy la Nación exige de cada uno de nosotros que levantemos la mirada más allá de lo inmediato para alcanzar, finalmente, los ideales que trazaron las mujeres y los hombres que nos dieron Patria y que nos dieron Constitución.
Las mujeres y los hombres que han luchado valientemente por la Independencia de México, por la justicia entre los mexicanos, por la libertad de cada una y de cada uno de nosotros, de quienes han luchado por el progreso de esta gran Nación.
Asumir como propio el interés nacional y encontrar en él la necesaria coincidencia en favor de México, es la mejor manera de honrar, ahora y siempre, a quienes nos dieron, precisamente, la organización moderna del Estado mexicano en la Constitución de 1917.
Que el Año de la Patria sea, no sólo el año en el que celebremos nuestro pasado, sino en el que definamos los trazos generosos de un mejor futuro para nuestro país.
Antes hablaron:
1. José Eduardo Calzada Rovirosa, Gobernador del Estado de Querétaro.
Ciudadano Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, licenciado Felipe Calderón Hinojosa.
Ministro Guillermo Ortiz Mayagoitia, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Senador Carlos Navarrete Ruiz, Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Senadores.
Diputado Francisco Ramírez Acuña, Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados.
Doctor Leonel Godoy Rangel, Gobernador del Estado de Michoacán y Presidente de la CONAGO.
Señoras y señores gobernadores.
Legisladores federales y locales.
Ciudadanos presidentes municipales.
Señoras y señores:
Si las reuniones de la República siempre han encontrado plena justificación y simbolismo, en la Conmemoración del Aniversario de la Promulgación de la Carta Magna, el significado de este encuentro tiene una trascendencia singular. Por la memoria, por los días que nos ha tocado vivir y por el México que deseamos para las generaciones venideras, la ocasión es pródiga para la reflexión y los acuerdos.
Este es un año de memorias eminentes. Pero no basta recordar las gestas, sino también imitar los ejemplos de sus protagonistas y ser dignos herederos de sus frutos.
Los festejos de los centenarios deben servir para repensar los afanes de quienes nos dieron una Patria independiente y establecieron el punto de partida de instituciones sólidas.
Los ciclos fundacionales se reviven en la capacidad que tengamos para reconstruir, transformar y reconciliar.
De qué serviría el homenaje a los héroes que nos dieron libertad y a los apasionados Constituyentes que forjaron los principios de nuestro Estado de Derecho, si no somos leales a sus sueños de unidad nacional y de paz social.
La República se ha vuelto a reunir. Tal como lo hicieron hace 93 años, poco más de 200 hombres que se encontraron en la palabra y en las ideas.
Aquel grupo de inteligencias y pensamientos heterogéneos coincidieron en las razones y en los anhelos, supieron ponerse de acuerdo al margen de sus diferencias para crear un proyecto que pusiera fin a la lucha armada, y sirviera de marco legal para dar cauce y sentido a sus afanes de justicia.
El mejor homenaje a la Ley Suprema es que bajo, cualquier circunstancia, estemos convencidos que debe servir para cumplirla y hacerla cumplir, para normar nuestra convivencia, para fortalecer nuestra democracia.
El espíritu de nuestra Constitución trascendió a la letra. El objetivo, sin duda, fue sentar las bases para forjar un país de oportunidades para todos.
Por ello, no puede haber libertad cuando existe desigualdad, cuando se carece de satisfactores, cuando no se tiene una vida digna, cuando no se disfruta de paz social, cuando la política económica no alcanza la política de los individuos en sus hogares.
No basta el reconocimiento de la ley. La existencia de derechos civiles, políticos y sociales requiere de una puesta en práctica de su sentido primordial: la justicia como valor superior, la justicia en su connotación más amplia, como garantía de los mexicanos al bienestar dentro de la paz.
Los días complejos en materia económica y las jornadas de violencia nos urgen a una nueva reingeniería institucional. Acordemos el diseño y la aplicación de políticas públicas que, primero, nos hagan reconocer en dónde hemos fallado, para coincidir en las medidas necesarias para recomponer el rumbo en torno a las necesidades de nuestra gente.
Lo que aspiramos para nuestros hijos es un México en progreso y en concordia. Lo que queremos para las generaciones que ya están aquí y las generaciones que vienen es la legalidad y la ética como valores indeclinables del pacto social.
Es la redefinición de los destinos de la Nación sin renuncia a la tradición república, y con apego a los ideales de quienes lucharon por una Nación justa y una Nación independiente.
Las conmemoraciones, incluso este aniversario del orden constitucional, que fue el epílogo de un periodo sangriento, deben ser propicias para la gran reconciliación nacional.
Es hora de hacer una tregua en nuestros enconos históricos, es hora de las reformas profundas, sin egoísmos partidistas, sin oportunismos pragmáticos. Esa gran reforma que recupere el sentido de las instituciones republicanas, que se perdió en las exigencias de la inmediatez.
Señoras y señores:
Querétaro ha sido el cruce de caminos en los momentos decisivos que forjaron a la Nación mexicana: en la lucha emancipadora, en la consolidación de la República, y en el debate del proyecto que ha servido como marco jurídico para resolver en la paz social y en la equidad los grandes problemas de México.
Desde aquí han surgido los llamados culminantes de nuestra historia. Desde esta ciudad los mexicanos podemos reemprender una marcha que convoque a la acción colectiva, con el objeto de lograr la unidad nacional y el replanteamiento de aquellas estrategias políticas y sociales que cumplan con las expectativas del pueblo, que respondan al clamor de las familias mexicanas que aspiran y merecen una vida mejor.
Desde este recinto, donde hace 93 años se acordaron cambios trascendentales para la vida de la Nación convulsa y contrastante, intentemos un nuevo pacto social.
Renovemos el compromiso de actuar con oportunidad y decisión para frenar los enconos y atemperar las contradicciones.
Bienvenido siempre a esta tierra generosa, prodiga de anhelos libertarios y crisol de la memoria que siempre seremos.
Muchas gracias.
***
2. Leonel Godoy Rangel, Gobernador del Estado de Michoacán y Presidente de la Conferencia Nacional de Gobernadores.
Licenciado Felipe Calderón Hinojosa, Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos.
Licenciado Guillermo Ortiz Mayagoitia, Ministro Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Senador Carlos Navarrete Ruiz, Presidente de la Cámara de Senadores.
Diputado Francisco Javier Ramírez Acuña, Presidente de la Cámara de Diputados.
Licenciado José Eduardo Calzada Rovirosa, Gobernador Constitucional del Estado de Querétaro.
Distinguidos miembros del presídium.
Señoras y señores:
Hoy celebramos el XCIII Aniversario de la Promulgación de la Constitución Mexicana. El 5 de febrero de 1917 aquí, en Querétaro, se aprobó el Pacto Social que dio a México rumbo e instituciones.
Los Constituyentes tuvieron el talento y la sabiduría de plasmar los anhelos de quienes ofrendaron su vida por un país democrático, con profundo sentido social.
Estamos en pleno Siglo XXI y, por ello, es necesario reflexionar qué de ese consenso nacional, surgido de los sentimientos profundos de la Revolución Mexicana, nos sirven para avanzar y cuales deben de ser revisados y proponer nuevos acuerdos para enfrentar mejor los retos de esta nueva centuria.
De unos años para acá se ha discutido si debe de darse una nueva Constitución o sólo hacerle modificaciones a la actual para adecuarla a nuestros tiempos.
En estricta teoría constitucional no puede derogarse la actual Carta Magna, sólo puede reformarse. A mi juicio, dejando para otro momento ese debate, lo que está claro es que sí se requieren cambios constitucionales.
Cuáles.
Primero. Plantearía qué es lo que está vigente conforme al desarrollo actual de México. Creo, sin duda, que los derechos sociales, las garantías individuales y los derechos humanos, las garantías procesales, los derechos políticos, la división de poderes y la separación Estado-Iglesia son conquistas del pueblo que están vigentes y, por tanto, no deben modificarse.
Por ejemplo, nadie pone en duda que en un país pobre la educación pública, el sistema de salud, la seguridad social, el ejido, la comunidad indígena, la pequeña propiedad, las libertades públicas de expresión y asociación, el sistema de justicia basado en la presunción de inocencia, la soberanía nacional, los derechos laborales y el Estado laico deben prevalecer, pues le dan certeza a los más pobres y evitan riesgos de inestabilidad social y política.
Qué se requiere revisar.
Según nosotros, el procedimiento judicial, el régimen político, el sistema electoral, el sistema de partidos, urgen las candidaturas independientes; el modelo económico, el Régimen Fiscal y el Hacendario, y las modalidades del Pacto Federal.
Hoy son tiempos de cambio en base a profundas reflexiones, debates serios y responsables, en donde debe de plantearse un nuevo pacto social propio de este Siglo XXI.
Cómo lograrlo.
En base a grandes acuerdos nacionales, donde prevalezca el interés público sobre cualquier interés personal, de grupo o de partido. Debe de sobreponerse el interés de la Nación para darle oportunidades al pueblo mexicano: oportunidades de desarrollo, de igualdad, de justicia y de democracia.
Los grandes retos nacionales, como la pobreza, la democracia, la seguridad y la Independencia de México, se enfrentan mejor respetando el Estado de Derecho, que para mí es el respeto a la Constitución Mexicana.
Este es el significado concreto, no abstracto, de un país de leyes. Sin duda, debe de sufrir cambios nuestra Constitución, pero hoy, por ser Ley Suprema vigente debe de observarse. Sólo así México tendrá certeza jurídica y rumbo seguro. Nada por encima de la Constitución.
Hoy invito a velar por el respeto irrestricto a nuestra Constitución, tal como juramos al rendir protesta en nuestro cargos.
La Conferencia Nacional de Gobernadores surge con el noble fin de respetar el Federalismo, para llegar a acuerdos mediante los consensos entre las entidades y el Gobierno Federal, siempre pensando en México más allá de intereses partidistas o regionales. Mejorar el Pacto Federal es su objetivo.
Como Presidente en turno de este espacio de ejecutivos locales, convoco a que busquemos las soluciones que el país requiere, estemos a la altura, que el México del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución, de las mujeres y de los hombres que nos han dado patria.
Este será el mejor homenaje que les debemos a los revolucionarios que hace 100 años lucharon por un México sin desigualdades, y que los Constituyentes del 17 de manera genial plasmaron en el Documento Patrio suscrito ese 5 de febrero aquí, en el Querétaro Constituyente.
Muchas gracias y buenos días.
***
3. Carlos Navarrete Ruiz, Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Senadores del Honorable Congreso de la Unión.
Ciudadano Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, licenciado Felipe Calderón Hinojosa.
Ciudadano Ministro Guillermo Ortiz Mayagoitia.
Ciudadano Diputado Francisco Javier Ramírez Acuña.
Ciudadano Leonel Godoy.
Señores gobernadores.
Señoras y señores:
Hace 93 años, en este mismo escenario y después de dos meses de intensas deliberaciones, los diputados Constituyentes entregaron a la Nación un nuevo Pacto Social.
El Congreso aprobó una nueva Constitución cuando el país pendía de un hilo y en el aire podía respirarse el olor de la pólvora, después de cinco años de guerra civil y de enfrentamientos entre las facciones y grupos que se disputaban la conducción de la Revolución.
El 1º de diciembre de 1916, el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, encargado del Poder Ejecutivo de la Nación, Venustiano Carranza, entregó al Congreso Constituyente un proyecto de reforma a la Constitución de 1857.
El 5 de febrero, al final de los trabajos, los diputados aprobaron no una reforma, sino una nueva Constitución, que sustentada en la de 1857, recogió los ideales y los anhelos revolucionarios.
Uno de los historiadores más destacados de la época escribió: Carranza apareció en la Sala de Sesiones debidamente escoltado. Un auditorio joven, en donde había obreros, profesionales, liberales, pequeños comerciantes, periodistas, maestros, escuchó su discurso con respeto, pero sin sumisión. Carranza les hablaba desde otro siglo. Ellos eran impacientes y románticos y sólo confiaban en la ley como palanca inmediata del cambio revolucionario. No representaban a la Reforma. Representaban a la Revolución.
Sí, así fue, porque los Constituyentes de 1917, provenían de la vida, no de la academia. Por eso, hicieron una Constitución social.
En el proceso de discusión y de aprobación se formaron dos bandos: uno a favor y otro en contra del proyecto enviado al Congreso por Carranza.
Los diputados Constituyentes, con visión, responsabilidad y habilidad, lograron una mayoría parlamentaria que asumió decisiones fundamentales para el Estado Mexicano y el destino que, a partir de ese momento, siguió a la Revolución.
El Artículo 27 del proyecto decía que el texto original de la Constitución del 57 era suficiente para el propósito de adquirir tierras y repartirlas. Pero la realidad no era así.
El estallido social de los campesinos del Sur, encabezados por Zapata, y los pequeños propietarios del Norte demandaban un cambio de fondo en la posesión de la tierra y explotación de los recursos naturales.
Sensibles a esta situación, en este mismo Artículo, la mayoría de los diputados establecieron claramente que la propiedad de la tierra, las aguas y los recursos naturales del suelo y del subsuelo correspondían originariamente a la Nación.
El Artículo 5º del proyecto incluía algunos cambios referentes a los derechos individuales de los trabajadores. Los Constituyentes reaccionaron a esta propuesta. Se creó una comisión para el caso, y de aquellas maratónicas y apasionadas sesiones emergió el Artículo 123 Constitucional.
La pretensión de encauzar los grandes temas nacidos de la Revolución sólo mediante reformas a las leyes y la expedición de decretos, como lo quería Venustiano Carranza, fue rebasada por los integrantes del Congreso, decididos a plasmar en tinta lo que había costado sangre.
Señoras y señores:
En la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos de 1857, una generación brillante de compatriotas introdujo la separación del Estado y de la Iglesia. Hoy, tenemos que reafirmar con toda energía el carácter laico del Estado mexicano.
Es necesario reafirmarlo. El Estado laico no es religioso, pero tampoco anticlerical; desde la ley garantiza la plena libertad y el respeto a cada mexicano para profesar la religión que desee, así como la más libre expresión de sus puntos de vista y convicciones sin que creyentes o iglesias tengan que enfrentar persecución, hostigamiento o censura.
Hoy, en 2010, la aseveración de que a partir de la pluralidad y la alternancia en el Gobierno existe parálisis legislativa y que no han existido reformas de fondo a nuestra Constitución, resulta equivocado.
Para demostrarlo, basta recordar que de 2000 a 2006, con un Gobierno sin mayoría en las Cámaras del Congreso se hicieron 17 reformas. Y de 2006 a la fecha, con una situación similar en el Congreso, han sido aprobados y publicados 22 decretos con diversas modificaciones a nuestra Carta Magna.
Ya transcurrió la primera década de este siglo, son tiempos difíciles para la Nación. Los 20 años de paulatino avance hacia la democracia no han propiciado un mejoramiento significativo de las condiciones de vida de un importante segmento de la población que hoy, pese a los esfuerzos de diferentes gobiernos, sigue viviendo en condiciones de pobreza y desigualdad.
Desde finales de 2008, el país atraviesa por una crisis económica que ha afectado severamente a todos los sectores de la economía; ha propiciado el cierre de empresas y la pérdida de empleos, y ha mermado los niveles de vida de los mexicanos.
Por si esto fuera poco, el país padece la violencia del crimen organizado y el embate de fenómenos naturales y epidemias. Hoy mismo el ciudadano Presidente de la República, deberá atender la emergencia en Michoacán, porque las cosas están difíciles.
Ante estos retos necesitamos tener la altura de miras de los Constituyentes. El país exige políticos con visión de Estado y no jefes de facción que sólo vean por la defensa de su tendencia política.
Los políticos que estén en el Gobierno o los políticos que estemos en la oposición, a todos nos exige lo mismo.
Estoy seguro que con responsabilidad y trabajo los grupos parlamentarios, representados en el Senado de la República, en una relación de respeto, sin sumisión, con los otros poderes de la Unión, podrán lograr los acuerdos para el beneficio del país y de los mexicanos.
Les agradezco mucho su atención. Muchas gracias.
***
4 . Francisco Javier Ramírez Acuña, Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados del Honorable Congreso de la Unión.
Señor licenciado Felipe Calderón Hinojosa, Presidente de los Estados Unidos Mexicanos.
Senador Carlos Navarrete Ruiz, Presidente de la Mesa Directiva del Senado de la República.
Ministro Guillermo Ortiz Mayagoitia, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Licenciado José Eduardo Calzada Rovirosa, Gobernador Constitucional del Estado de Querétaro.
Maestro Leonel Godoy Rangel, Gobernador Constitucional del Estado de Michoacán y Presidente de la Conferencia Nacional de Gobernadores.
Señores Gobernadores.
Distinguidos miembros del presídium:
Hoy celebramos el Aniversario de la Promulgación de la Constitución de 1917, aquella que las diferentes fuerzas políticas crearon con el claro objetivo de darle a México una Carta Magna, un rumbo, acorde a la realidad del México posrevolucionario.
Nuestra Constitución es el punto de partida para iniciar la pacificación del país, de ahí de que cobre especial significado conmemorar nuestras Gestas históricas, el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución, luchas en las cuales nuestros ideales de libertad y progreso han transformado a nuestra Patria.
Esta celebración debe ser, además del festejo, impulso para el trabajo comprometido por nuestra Patria. Los mexicanos debemos hacer una contribución más clara y decidida al crecimiento de nuestro país con altas exigencias, principalmente para aquellos que tenemos mayor responsabilidad y que debemos de estar más cerca de los que menos tienen.
Todos debemos trabajar para garantizar el desarrollo integral de las personas, a través de la generación de condiciones sociales y económicas, y políticas, que nos permitan ejercer plenamente nuestras libertades que quedaron consagradas en esta Constitución.
Este aniversario es también una oportunidad para un ejercicio de reflexión sobre el México que queremos construir y que queremos dejar a las nuevas generaciones. El Constituyente de Querétaro resolvió las diferencias ideológicas, puso por encima el bien de todos los mexicanos, la construcción del México que hoy gozamos.
Hoy, como entonces, el interés por atender las necesidades de los ciudadanos debe superar cualquier diferendo ideológico y doctrinario; más allá de los compromisos políticos está el compromiso con nuestra Patria.
Al igual que los hombres y las mujeres nos dieron Patria, trabajaron para alcanzar acuerdos que permitieran construir una nueva Nación, los actores políticos del México de hoy, independientemente de nuestro signo o filiación partidista, debemos dar respuesta clara y decidida a las exigencias que los mexicanos nos demandan en ejercicio de sus derechos consagrados en la Constitución.
Hoy los mexicanos nos exigen que atendamos requerimientos sociales, que resolvamos de manera puntual la necesidad de una mayor seguridad, que brindemos una mejor atención a las víctimas del delito y que devolvamos a través de ejercicios políticos los derechos libertarios a cada uno de los ciudadanos.
Hoy es el día en que la historia nos recuerda que la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos es la norma jurídica fundamental y más importante que rige a nuestro país, forjándonos como una Nación libre e independiente y de nuestras responsabilidades hacia el futuro.
Nuestra Constitución es la gran convocatoria que cohesiona a los mexicanos y llama a la participación de todos en la tarea de consolidar un Estado fuerte y soberano, donde todos cabemos, donde todos somos necesarios, donde todos tenemos y debemos de comprometernos para solucionar todos los problemas que hoy pasan en nuestro país.
Esta ocasión nos invita a que acudamos a la historia para darnos cuenta de que los procesos de reformas constitucionales son imperativos, dado los cambios políticos y sociales que acontecen.
El sinnúmero de iniciativas presentadas tanto en la Cámara de Senadores, como en la Cámara de Diputados, es una prueba inequívoca de que estamos ciertos, que es urgente realizar grandes modificaciones a nuestro Derecho Constitucional para crear el México del futuro.
El Constituyente de Querétaro plasmó su huella de pasión e ingenio, traduciendo el reclamo social de la ciudadanía en la norma fundamental de los mexicanos, tomando en cuenta postulados tan importantes, como el derecho a la libertad de expresión, el derecho a la vida y a la educación, los derechos agrarios y laborales y la consolidación de los derechos del ciudadano.
Hoy la sociedad mexicana exige, exige ser escuchada, exige que estemos atentos a sus necesidades, nos exige a los políticos verticalidad, a sus dirigentes transparencia tanto en el manejo de sus dineros, como en el proceso de los asuntos públicos.
Los legisladores como representantes populares, sea cual fuere nuestro punto de vista personal, debemos privilegiar la tarea legislativa, eficiente y el debate parlamentario responsable, a fin de incorporar en la Reforma Política la opinión de la ciudadanía que exige mayores y mejores espacios de participación para ejercicios de sus derechos.
México enfrenta en la actualidad muchos desafíos que no podemos ocultar, ni debemos ignorar. No podemos pasar por alto los recientes acontecimientos de violencia en nuestra Patria.
Los mexicanos debemos de cerrar filas, cada uno desde nuestra trinchera para no dejar espacio a que estos lamentables hechos vuelvan a repetirse. Es indispensable que los tres niveles de Gobierno se coordinen de manera estrecha y eficiente para combatir la delincuencia en cualquiera de sus expresiones.
Por su parte, la sociedad debe estar alerta y denunciar ante las autoridades las irregularidades, delitos y abusos que se vean en su entorno. Este año, en el que celebramos los acontecimientos medulares de la historia de México, debemos actuar con responsabilidad, conciencia social y civismo, a fin de alcanzar el bienestar que México hoy demanda, y que llegando al Centenario de la Constitución, el 2017, con una nueva realidad en la cual nuestra democracia ofrezca a la sociedad mexicana mayores y mejores oportunidades.
Muchas gracias.
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5. Ministro Guillermo Iberio Ortiz Mayagoitia, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Que todo aquel que se queje con justicia tenga un tribunal que lo escuche, lo ampare y lo defienda contra el fuerte y el arbitrario. Con esta frase que hemos repetido en todos los tribunales y juzgados federales, don José María Morelos y Pavón preconizó para todos el Derecho de Acceso a la Justicia.
Señor licenciado Felipe Calderón Hinojosa, Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos.
Señor Diputado Francisco Ramírez Acuña, Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados.
Señor Senador Carlos Navarrete Ruiz, Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Senadores.
Señor licenciado José Eduardo Calzada Rovirosa, Gobernador Constitucional del Estado de Querétaro.
Señor licenciado Leonel Godoy, Gobernador Constitucional del Estado de Michoacán y Presidente de la Conferencia Nacional de Gobernadores.
Señores Secretarios de Estado.
Señores Gobernadores.
Señora y señores titulares de los órganos constitucionales autónomos.
Distinguidos asistentes.
Congregados en este recinto, los tres Poderes de la Unión regresan a la Ciudad de Querétaro donde fueron reconstituidos hace exactamente 93 años por el Congreso Constituyente de 1917, resultado del Movimiento Revolucionario de 1910, cuyo Centenario conmemoramos este mismo año junto con el Bicentenario el inicio del Movimiento de la Independencia.
Es así que en este histórico Teatro de la República se une, en nuestra mente y en nuestro recuerdo el corazón y la sangre, el alma y el espíritu, la idea y la palabra de quienes nos precedieron, de aquellos que hace 93 años discutían aquí el futuro de México, convencidos en hacer de la ley justicia, de la Constitución garantía y protección, de la igualdad y la libertad una convicción y del orden jurídico un instrumento de convivencia y de solución, y no un motivo de conflictos. Esa misma esencia constituyente se respira en esta fecha y nos invita a reflexionar en el siglo por venir.
Conmemorar a nuestra Constitución, a la Revolución que le dio origen y al movimiento que nos dio nombre como mexicanos, significa ser los responsables de la gran herencia recibida y del legado que estamos obligados a transmitir a quienes nos sigan.
La Independencia dio curso a la voluntad nacional de hacerse cargo del destino propio y a la determinación de reconocer la soberanía del pueblo en la igualdad y en la libertad del otro.
La Revolución fue el reconocimiento de las legítimas diferencias que organizan a la sociedad en grupos, que debemos convivir con mucho más compromiso que la simple y pasiva tolerancia, para sabernos y sentirnos socios en lo económico, corresponsables en lo político, copropietarios de la gran riqueza nacional y, sobre todo, parientes y hermanos unidos en el linaje de la historia y del futuro de México, porque para nuestra Constitución todos somos iguales, por nuestra propia decisión soberana.
Nuestra esencia constitucional mexicana nació, seguramente desde la abolición de la esclavitud decretada por don Miguel Hidalgo y Costilla en 1810. Está en los Sentimientos de la Nación de 1813 y en la Constitución de Apatzingán de 1814. Está en el Acta Constitutiva y en la Constitución Federal de 1824; en las Siete Leyes Constitucionales de 1836, en las Bases Orgánicas de 1843, en el Acta Constitutiva de 1847 y en la Constitución de 1857.
Todos ellos, antecedentes evolutivos del texto sancionado en este Teatro de la República, que a su vez ha merecido innumerables reformas que lo adaptan a nuevas condiciones, siempre para dar respuesta y solución pacífica a los problemas que enfrentamos.
Por eso, conmemorar nuestra historia constitucional es recordar la decisión nacional de convertir nuestros más graves enfrentamientos y conflictos en soluciones normativas exigibles mediante procedimientos jurídicos.
Ese es el relato de los caminos de la justicia en México; esa es la historia del acceso a la justicia y la razón de ser del Poder Judicial de la Federación. Por eso, en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, como tributo respetuoso a las conmemoraciones centenarias y como exhorto público para que los mexicanos sigamos defendiendo nuestros derechos y libertades, hemos designado al 2010 como el Año del Acceso a la Justicia.
Señoras y señores:
La justicia no se reduce a su expresión jurídica, demanda una convicción social, un compromiso de la sociedad consigo mismo y un ideal compartido.
Sea este día una fecha propicia para refrendar nuestra voluntad individual y colectiva, para seguir construyendo con ahínco el país que nació hace 200 años y que ha tenido la capacidad de reconstituirse para bien y para darnos cobijo.
Es preciso que todos veamos en las leyes y en la Constitución una cultura y un modo de vida digno de ser enseñado, transmitido y compartido.
Es preciso que la legalidad se ostente como virtud social para que la ilegalidad no sea admiraba como válida astucia.
Es preciso que proclamemos juntos que nadie tiene jamás derecho ni razón para hacerse justicia por propia mano, ni hay cabida para que mecanismos o corporaciones paralelas, resuelvan nuestros problemas individuales o colectivos.
Es preciso que todo individuo se sujete al orden previsto en las leyes, porque ese es el equilibrio que nos garantiza la tranquilidad y la seguridad como sociedad.
Es preciso que los derechos humanos y las libertades fundamentales sean nuestro más valioso tesoro en lo más cotidiano de nuestra existencia social.
Así, la justicia no estará únicamente en las sentencias y en los procesos judiciales, porque se volverá parte de nuestro código moral de convivencia.
El valioso aprendizaje revolucionario que culminó aquí, en esta sede, es que sólo la discusión democrática y la deliberación Constituyente son el camino para ordenar nuestra vida pública y nuestro entorno social. Sólo la Constitución garantiza paz y orden, y fuera de ella la justicia no puede tener lugar.
Revolución es cambio. Actualmente importantes iniciativas buscan modificar el Juicio de Amparo, ampliar el acceso a la justicia mediante acciones colectivas, hacer posible la defensa de los derechos humanos, económicos, sociales y culturales ante los tribunales y hacer más dinámica la jurisprudencia para que sea más útil a la sociedad en cada región.
La justicia penal, también está en proceso de renovación. La Constitución, ella misma, nos ha ordenado a todos los poderes y órdenes de Gobierno a concurrir en una instancia de coordinación para ello.
El fortalecimiento y modernización de la justicia es objetivo común de todos, absolutamente todos los juzgadores mexicanos.
Distinguido auditorio:
La Suprema Corte de Justicia de la Nación y el Poder Judicial de la Federación en su conjunto, son producto de la Constitución; son baluarte de la Constitución y son fieles custodios de los grandes anhelos que nos mueven a seguir avanzando y construyendo los caminos de la justicia en México.
A nosotros nos corresponde garantizar que todo aquél que se queje con justicia tenga un Tribunal que lo escuche, lo ampare y lo defienda contra el fuerte y el arbitrario.
Esa es nuestra esencia Constitucional, esa es nuestra razón de ser, ese es nuestro compromiso y en eso estamos empeñados, porque somos convencidos de que el mejor homenaje que podemos rendirle a nuestra Constitución es honrar la protesta de cumplirla y hacer cumplir las disposiciones que emanan de ella.
Muchas gracias.
El presiente Calderón fue el sexto orador (su discurso arriba)

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