Coluna Cuenta atrás/ Antonio Navalón,
El Universal, 31 de mayo de 2010
Cancún connection
Aunque la mayoría no sabemos nada, en la tercera semana del secuestro público con solución privada más famoso de la historia de México hay tres cuartos de guerra para operar la desaparición de El Jefe Diego.
El de la familia: con el procurador que fue y con el subprocurador de la PGR que hoy es, comunicándose a través de los parientes de Diego con quienes lo tienen. El del gobierno, ausente pero atentísimo a lo que se ofrezca para salvar una vida, y de paso, al Estado.
El war room de la embajada de Estados Unidos, donde se observa a México como una versión filantrópica, humanitaria e inédita que se permite el lujo de privatizar el secuestro de un protagonista político como Diego, mientras que allá no pueden, ni quieren, darse ese lujo, así sean nuestros socios en esta falsa guerra contra el narco.
Y mientras tanto, la ignorancia como caldo de cultivo y la madre de cualquier teoría. De este catálogo se desprende una que por la conclusión en el tiempo y en el espacio quizá tenga algún sentido.
Cancún, ciudad tan epidérmica como profunda, tiene una alcaldía extrañamente privilegiada: la de Benito Juárez. Si uno toma los casos del ex gobernador Villanueva, El Chueco, y de Greg Sánchez, indiciado candidato a gobernador –con su cauda de parientes, inversionistas y tesorero en fuga–, queda la impresión de que Cancún se ha convertido en un centro de operaciones que en Italia equivaldría a Nápoles y la Camorra en lo que se refiere a narcotráfico y crimen organizado.
Hace unos años, cierto alcalde tuvo problemas por conexión y lavado de dinero; de hecho, estuvo en la cárcel y también pertenecía al partido entonces triunfante y parecía más brillante que los mil soles de Andrés Manuel López Obrador.
El alcalde y su hermano tenían un par de abogados que son los mismos que en este momento negocian con quien tiene a Diego: uno desde la familia y el otro desde la PGR como subprocurador.
En el pasillo del desconocimiento general del caso Diego corren dos teorías: lavado de dinero o violación al código interno del crimen organizado. Ambas pasan por la conexión Cancún y no para bañarse en las azules aguas del Caribe.
En tanto, la cosecha roja electoral da especulaciones e hipótesis para todos. Ahora, después del fiasco legal michoacano y para que no se diga que se aplica justicia sólo contra unos, ya se prepara la detención de dos gobernadores, uno panista y otro priísta. ¿Será?
Obviamente, no quiero decir con esto que Diego esté secuestrado en Cancún, ni siquiera que su desaparición tenga una relación directa con esa ciudad, pero una de las hipótesis generada por la ausencia del Estado –y claro, de Diego– apunta directamente a Cancún y es por lavado de dinero. Cuando no hay información la especulación tiende su manto...¨
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Al margen:
El senador Carlos Navarrete, advirtió recientemente al Presidente Felipe Calderón que su gobierno no debe ponerse de rodillas ante los secuestradores, sólo porque la víctima, Diego Fernández de Cevallos, es un panista importante.
"Sí, hay que preservar la vida del secuestrado, pero no replegando la acción de la PGR y de los aparatos de inteligencia. En conferencia de prensa deijo:
"¿Para eso nos piden la ley antisecuestro? ¿Para eso quieren más facultades para el Ejecutivo? ¿Para eso piden las reformas que les hemos dado en el Senado, para que a la hora que uno de los suyos es secuestrado y es tocado, la red de protección se mueva para facilitar la negociación? No lo comparto porque ¿y después de Diego quién?", cuestionó.
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Cuenta atrás/ A Navalón
El Universal, 24 de mayo de 2010
Cevallos: ¿el fin del Estado?
En cualquier país, incluso en México, los delitos comunes se persiguen de oficio, pero si el de Diego es un secuestro privado donde el Estado declara su inexistencia, estamos en graves problemas. Si Diego posee 30 años de secretos, el Estado no puede quedar como un invitado de piedra. Y si mañana secuestran a cualquiera de nosotros, a quién recurrimos, ¿a la PGR o a la familia Cevallos?
La exigencia de la familia de no intervención del gobierno aclara todo: uno, explica la rápida reacción de los organismos de seguridad —regularmente ineficientes— para decirle a Calderón que se podía ir tranquilo de gira y que el problema no tenía que ver con el narco. Dos, que el secuestro se resolverá de forma privada porque la familia sabe quién lo tiene y para qué, como lo revela la fotografía del Diego vendado.
Sabemos que en Derecho el primer bien a conservar es la vida, pero, ahora sólo podrán estar seguros quienes lleven algún chip en el cuerpo y se puedan dar el lujo de prescindir de un gobierno que ya no protege a nadie. Y si no fuera porque está confirmado que él no se encuentra ni en su casa ni en su despacho, la actuación y el aplomo de su familia nos haría pensar que no está secuestrado, que es un secuestro digital o que la omisión gubernamental es en el fondo una lección de templanza.
Hay cuestionamientos que acrecientan el enigma: ¿quién le aseguró al Presidente, en horas, que no había sido el narco?, ¿quién determinó garantizar que no habría ninguna noticia antes de que Calderón volviera de su gira?, ¿por qué un perito acepta como válido el deslinde del EPR?
Y si no han sido el narco, el EPR, su familia, ni cualquier damnificado de sus brillantes triunfos judiciales, entonces ¿quién lo tiene? ¿Es posible que con el secuestro de Cevallos esté secuestrada una parte del Estado?, ¿por qué se publica esa foto de Diego casi momificado en perfecta sincronía con el momento en que Calderón regresa a México? Los creyentes pueden rezar y los demás trataremos de entender quién lo tiene, por qué se lo llevaron, por qué disco duro lo van a intercambiar y por qué todos parecen estar tan tranquilos y seguros.
Dentro de ese aparente control absoluto de la crisis alguien está barajando el escenario, tal vez preparando algún video del Jefe Diego, el inequívoco, haciendo alguna confesión de lo hecho por sus socios en cómodas entregas de ocho minutos subidas a YouTube.
Yo agradezco a los poderes públicos que no angustiaran al pueblo de México, manejando el tema como si pudiera ser resuelto por la policía, cuando en realidad es un juego que sólo ellos conocen y pueden jugar. Mientras tanto, los demás, como pasa siempre, contenemos la respiración y presenciamos los ajustes en el cielo de los beatos, mientras sufrimos el infierno en la tierra.
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