4 ago 2010

Ferrari, y el padre Maciel

Ferrari y Maciel
Columna Plaza Pública/Miguel Ángel Granados Chapa
Reforma, 4 Ago. 10;
Una lógica enrevesada ha solido regir la mudanza de miembros del gabinete presidencial. Los funcionarios despedidos son elogiados con tal desmesura que obliga a preguntar por qué si están adornados con tantas virtudes y talentos se les separa del cargo. Y viceversa: se designa a personas que en su trabajo previo han mostrado un triste desempeño, para decirlo de modo suave.
Esto último fue el caso del secretario de Gobernación, José Francisco Blake Mora, a quien muchas personas después del 4 de julio esperaban que fuera despedido de la secretaría de Gobierno de Baja California, debido a su fracaso electoral, que eliminó el predominio panista que en el ámbito municipal de esa entidad alcanzaba ya por lo menos dos décadas. Y cuando el Presidente elogió sus aptitudes en el manejo de la seguridad pública, de inmediato quedó claro que exageraba, pues el combate a la delincuencia organizada, principalmente en Tijuana, y en todo el estado, ha corrido a cargo del Ejército que, no exento de excesos y deformaciones, realiza tareas propias de las policías y contuvo la violencia criminal, y que por lo tanto el secretario de Gobierno era ajeno a la proeza.
El mismo día en que fue designado Blake Mora por las sinrazones anotadas, fue nombrado secretario de Economía el doctor Bruno Ferrari, durante los últimos años director de ProMéxico, un organismo cuya función primordial era atraer inversión extranjera a nuestro país. Poco después de su designación apareció el motivo de su ascenso: la colocación de capitales foráneos en nuestro país ha descendido de modo muy pronunciado (51 por ciento menos en 2009 que en 2008, que fue también un año malo). Un informe de la Comisión Económica para América Latina documentó el fracaso de la atracción de inversiones, lo que equivale a hablar de la ineficacia de Ferrari. Claro que un fenómeno económico de esa magnitud no es generado por una sola causa y mucho menos por la incapacidad de una sola persona. Pero las cuentas que rindió Ferrari al frente de ProMéxico (también encargado de promover el comercio exterior mexicano, tarea que por ley está reservada al banco nacional correspondiente, Bancomext) lo mostraron como un funcionario que no pudo enfrentar con armas suficientes, institucionales y personales, la crisis de 2009. No necesariamente él causó el fracaso, pero la disminución de las inversiones extranjeras se anota en el debe del organismo encargado de atraerlas. No se puede responsabilizar al secretario de Salud de que el dengue se extienda, pues el mal se origina en muchas fuentes, pero si no fuera atendido apropiadamente, la tacha sería para el funcionario.
Si no queremos atribuir a esa ineptitud de Ferrari su elevación al gabinete -como ocurrió en el caso de Blake Mora-, entonces deberíamos buscar la causa de su incorporación al primer nivel del gobierno en otra franja de su biografía. Desde que se difundió la misma se esbozaron las probables causas de su nombramiento. Se han hecho bromas al respecto, pues su formación en ciencias religiosas y familiares, y en derecho canónico, suscita la idea de que la economía nacional sólo alcanzará velocidades y ritmos de crecimiento incuestionables mediante un milagro, para solicitar el cual conviene contar con alguien familiarizado con asuntos religiosos o por lo menos eclesiásticos.
Ferrari ha sido un apologista de la Legión de Cristo y panegirista de Marcial Maciel, su fundador. Ferrari se ufanaba de su proximidad con esa congregación y el prohombre que la creó. Y si bien es cierto que sólo recientemente, con los graduales y diversos cuestionamientos asestados a Maciel y su obra, la perversión y perversidad de ese hombre son definición oficial, también lo es que al menos desde 1997 había sido presentada tal evidencia de sus deleznables conductas, que al menos hubiera mitigado los entusiasmos que el cotijense despertaba a su alrededor.
Cuando se cumplieron 60 años de la fundación de los Legionarios, en enero de 2001 Ferrari cantó su "alegría de ver la abundancia de los frutos resultado de la entrega de un hombre que ha dado todo en su vida por seguir a Jesucristo". Narró que "el acto central de las celebraciones lo constituyó la ordenación de 37 jóvenes legionarios de Cristo originarios de 9 países: 10 de España, 10 de Estados Unidos, 9 de México, 2 de Alemania, 2 de Francia, 1 de Brasil, 1 de Irlanda, 1 de Italia y el primer legionario holandés. Con éstos son ya 470 los sacerdotes de la congregación provenientes de 40 distintas naciones, siendo éste un signo inequívoco de la universalidad de la Iglesia.
"No puedo dejar de mencionar lo impresionante que es constatar cuánto ha crecido la Legión en tan poco tiempo, sobre todo considerando que al momento de la fundación el padre Marcial Maciel era un seminarista con sólo 20 años de edad seguido por 13 adolescentes en una sede que no era otra cosa que el sótano de una casa del Distrito Federal...
"Al celebrar este aniversario, los Legionarios guiados por la mano de su fundador y con renovadas fuerzas y esperanzas se aprestan para continuar cumpliendo la misión que les asignara el papa Pío XII. En este momento tan especial que se da a pocos días de que el padre Marcial Maciel cumpla 80 años de edad, nos sumamos a la alegría de esta congregación religiosa con la satisfacción de saber que la labor de un mexicano trasciende fronteras, convirtiéndose en un ejemplo a seguir" (El Norte, 25 de enero de 2001).
Nadie objeta las convicciones de Ferrari. Únicamente las recordamos.
Cajón de Sastre
Un informe de la Sedena a senadores, en abril pasado, situó en 22 mil 700 el número de vidas segadas por las diversas caras de la violencia criminal: disputas entre bandas y la guerra que el Estado les declaró. El incremento de víctimas, que no cesa, ha hecho subir la cifra a 28 mil, según informó el director del Centro de investigaciones en seguridad nacional, Cisen, Guillermo Valdés. La inmensa mayoría de esos homicidios queda sin investigar, y buena parte de quienes los padecen van a dar a la fosa común, a diferencia de lo que ocurrió con los jefes de alto nivel como Arturo Beltrán Leyva o Ignacio Coronel, cuyos familiares se presentaron a demandar la entrega de los cadáveres. Es una mortandad notoriamente superior a la que ocurre en los países donde combaten tropas norteamericanas invasoras, en lucha contra la resistencia local.


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