16 sept 2010

CC Aniversario

Ceremonia del CC Aniversario del Inicio de la Independencia de México en el Monumento a la Independencia
2010-09-16 | Discurso
El Senador Manlio Fabio Beltrones Rivera, Presidente de la Mesa Directiva de la Honorable Cámara de Senadores : Señor licenciado Felipe Calderón Hinojosa, Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos; señor Diputado Jorge Carlos Ramírez Marín, Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados; señor Ministro Guillermo Ortiz Mayagoitia, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación; amigos invitados principales a esta ceremonia; nuestros millones de hermanos mexicanos en todo el país y en cualquier parte del mundo, que hoy celebran; señoras, señores:
La Independencia nos hizo libres, pero no iguales. Hoy celebramos los 200 años de un ideal cumplido. Nunca, como en este día, han sido tan vigentes las palabras de Morelos en Los Sentimientos de la Nación, al pedir, textualmente cito:
Que se solemnice el día 16 de septiembre, todos los años, como el día en que se levantó la voz de la Independencia, y nuestra santa libertad comenzó, ese día se desplegaron los labios de la Nación para reclamar sus derechos, con espada en mano, para ser oída, recordando siempre el mérito del gran héroe, del señor don Miguel Hidalgo y Costilla y su compañero don Ignacio Allende.
Bien se ha escrito que el pueblo que olvida su historia, corre el riesgo de repetirla. Un pueblo con memoria se sabe capaz de mantener su libertad y soberanía.
Hoy celebramos el movimiento que nos hizo libres y nos generó la identidad que todos los mexicanos compartimos y conmemoramos con orgullo. No obstante, las tareas de construcción de una Patria libre y feliz no están concluidas.
Hoy, tras 200 años de historia, los nuevos olvidados ahora empuñan una espada de apatía e indiferencia a las convocatorias ante la falta de empleo, la delincuencia y la pobreza.
Así quieren ser escuchados, saben que no hay futuro mejor sino es compartido en sus resultados. A cada generación le toca aportar su esfuerzo en la incesante edificación de México. Es tarea de nuestra generación demostrar que 200 años de vida independiente no están recordados o representados únicamente en monumentos y registros históricos.
En septiembre de 1821 fuimos libres por fin de los fueros y tributos de la dominación peninsular. Nuestro primer dilema fue la forma de Gobierno idónea para cumplir las aspiraciones de los patriotas Insurgentes. Monarquía o República. Acaso un Imperio, se preguntaban.
Nos decidimos por la República para luego debatirnos entre una estructura centralizada y una federalista. Así los mexicanos tardamos más de 60 años en ponernos de acuerdo sobre la República Representativa, Democrática y Federal; el Estado laico, el Constitucionalismo liberal y el régimen Presidencial que queríamos.
Cincuenta años más tarde, definimos una República que además de progreso, cumpliera las aspiraciones democráticas de justicia social. Más de 70 años después, la ciudadanía emprendió una revolución pacífica para pasar de la hegemonía política a la alternancia y a la búsqueda de nuevas instituciones y nueva gobernabilidad democrática en la pluralidad.
Si en el Siglo XIX fuimos capaces de consolidar los derechos cívicos de todos los mexicanos, y en el Siglo XX conquistamos los derechos políticos plenos, hoy tiene que ser el Siglo XXI de la conquista de los derechos sociales.
En palabras del poeta universal Octavio Paz: Resolver ese dilema nos acercará a la reconciliación con nosotros mismos y con la historia.
La inaplazable tarea de nuestra generación consiste, entonces, en reordenar y redefinir el rumbo de la Nación, a partir de la plena aceptación de lo que somos, de lo que tenemos y de lo que queremos ser. Decididos esfuerzos en esa dirección ya los está haciendo el actual Gobierno. Es menester reconocerlo.
No obstante, en esta conmemoración, tenemos la obligación de llevar a cabo una autocritica y una serena reflexión sobre los millones de mexicanos que carecen en efectivo del cumplimiento a sus derechos sociales. La mejor forma de conmemorar es asumir ese reto.
Retomemos el escepticismo constructivo del patriotismo criollo inspirador de la rebelión popular. Recordemos que, desde entonces, somos una Nación fragmentada por la desigualdad que busca reconciliarse consigo misma y con su historia.
Ciudadanos del Bicentenario:
Es la hora, sin duda, de los acuerdos políticos y sociales para reordenar a nuestro país y concluir grandes pendientes con nuestra historia. No podemos perder más tiempo.
Poner orden en México es tener la capacidad de comprender la diversidad y construir en esta divergencia, los acuerdos que generen políticas públicas, políticas de Estado que trasciendan a los gobiernos en turno.
La sociedad nos exige sentar las bases de un nuevo Acuerdo Nacional para hacer efectivos los derechos sociales para todos los mexicanos.
Nadie es propietario de la verdad, pero menos los que sólo homologan, ajenos a las dolorosas circunstancias que vivimos. Es nuestra obligación dejar atrás cualquier confrontación de grupo para impulsar acuerdos políticos, acuerdos políticos y sociales que logren inaugurar un nuevo eje articulador que nos lleve a los cambios que resultan impostergables.
El diálogo entre los poderes públicos es una gran oportunidad para superar la profunda brecha que hay entre el México real y el México ideal; entre el México bárbaro y el México moderno; entre la dura realidad de la desigualdad y la impunidad, y lo que establecen nuestras leyes.
Señoras, señores:
Los mexicanos sabemos que podemos superar opiniones e influencias irracionales de aquellos que se empeñan en mantenernos en la mediocridad, la discordia y el engaño que impiden que nos veamos a los ojos y contemplemos al mundo de frente.
Se requiere que seamos nosotros, los gobiernos, los legisladores, así como la sociedad civil organizada y la representación política plural los que encabecemos la meditada insurgencia contemporánea.
Estoy convencido que de los rencores políticos jamás surgirá una solución definitiva. Debemos ser nosotros los que con rectitud y convicción republicana, demos el primer ejemplo que arroje el lastre de los grandes defectos de la práctica política inmadura.
Asumamos el desafío, sigamos el ejemplo de los patriotas Insurgentes.
Como mencionaba al principio, la Independencia nos hizo libres. Ahora, en este tercer siglo, tenemos que poner cada uno de nosotros lo mejor de sí mismos, para no sólo celebrar la libertad, sino también alcanzar la igualdad.
Sí, hay mucho por hacer aún, pero este es un gran país, un país libre, un país de gente alegre, trabajadora, creativa, donde la gran mayoría es gente buena y quiere lo mejor para México.
Invitémonos a que no sólo digamos Viva México cada 15 de septiembre, sino que digamos Viva México cada mañana, cada tarde, cada noche, construyéndolo con trabajo, con orden, con amor.
A diferencia de hace 200 años, hoy iniciamos la tercer centuria con el máximo valor, somos orgullosamente mexicanos.
Viva México y vivan todos ustedes, los mexicanos que construyen día a día, nuestro gran país.
Muchas gracias.
-MODERADOR: Hace uso de la palabra el ciudadano Diputado Jorge Carlos Ramírez Marín, Presidente de la Mesa Directiva de la Honorable Cámara de Diputados.
-DIPUTADO JORGE CARLOS RAMÍREZ MARÍN: Señor Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Felipe Calderón Hinojosa; señor Presidente de la Honorable Cámara de Senadores, don Manlio Fabio Beltrones Rivera, señor Presidente de la Suprema Corte de Justicia, Ministro Guillermo Ortiz Mayagoitia; ciudadanos y ciudadanas:
Hay que estar un momento en la escalinata de la Iglesia de Dolores; hay que estar un momento en esa escalinata para entender, para pensar cómo alguien pudo, con nada, desde nada, desde un punto que pudo ser desde ningún lugar, iniciar una gesta que hoy nos convierte a todos en hombres libres, que hoy nos hace a todos hombres libres.
Es imprescindible esta reflexión, porque la conmemoración del Bicentenario, la conmemoración de este momento histórico es, precisamente, eso, conmemorar, recordar y reflexionar en colectivo el significado profundo de este hecho: del momento en que alguien, de la nada, inició un movimiento, algunos dicen, inclusive, que sin saber hacia dónde.
Pienso que es, incluso, mayor el mérito. Porque, sin saber hacia dónde, estuvo dispuesto a dar absolutamente todo; y sin saber hacia en dónde, nos permite a nosotros, los mexicanos de hoy saber exactamente dónde estamos.
El Bicentenario, y su conmemoración es, forzosamente, un alto necesario en el camino de una historia inmensa, con un destino, quizá contradictorio en el presente que vivimos y con monumentales retos que afrontar, pero también, no se nos olvide nunca iluminado por la grandeza de la mexicaneidad.
Hace dos siglos nuestro país se lanzó a la aventura y a la proeza de darse una soberanía nacional. Dos siglos desde que la palabra México significa identidad, sentido de pueblo y es un referente en el concierto de las naciones.
México es una tradición enraizada en la memoria de quienes nos sabemos mexicanos. Y una historia construida a lo largo de generaciones y es también, no lo dudemos, un destino cuyo porvenir es nuestra responsabilidad de inventar ahora, honrando a quienes nos precedieron y a quienes dieron su vida por hacernos Nación.
Hace 100 años, justo en este lugar, se conmemoraban los 100 años de la Gesta de Independencia, y hace 100 años se erigían a todo lo largo y ancho del país enormes monumentos, se realizaban fastuosas ceremonias y la pompa adornaba lo que trataba una verdad evidente de ocultar. Los mexicanos otra vez no éramos libres.
Por eso, al recordar que así se dio lugar a la Gesta Insurgente en la que un pueblo oprimido se decidió a despertar y darse un nombre propio, hemos recorrido un camino no exento de paradojas y contradicciones en el que hasta hoy, es cierto, persisten carencias, deudas no saldadas por las clases populares, pero ha sido también un trayecto de aciertos y logros.
Ningún daño puede ser mayor a un pueblo que abatir el ánimo popular; ningún daño puede ser mayor a un pueblo, antes que su economía o a su seguridad que el minar su entereza, su esperanza, su ardor y su deseo de lucha.
Por eso, ciudadanos mexicanos, aún con esas deudas no pagadas, aún con un presente contradictorio, la grandeza de nuestra historia gestada gracias al arrojo y sabiduría de un pueblo que ha sabido siempre como proseguir, hace de éste, un día, el 16 de septiembre en el que es la ocasión una pausa para rendir homenaje a los fundadores de la Patria, y también para repensar el futuro.
Como dijera Luis Cabrera, ideólogo de la Revolución Mexicana con motivo del primer Centenario de la Independencia: La conmemoración de todo aniversario es un balance moral. La conmemoración del Centenario de nuestra Independencia debe ser el grandioso balance de nuestra vida autónoma, que todas las clases sociales deberíamos presentar a nuestros héroes como el homenaje más grato a su memoria.
El camino emprendido en 1810 no concluyó con la Gesta de 1910, ni ha concluido en el 2010. Se sembró en aquél entonces la semilla para las libertades de los mexicanos, libertades que al paso del tiempo han tenido que ser defendidas una y otra vez para hacerse realidad, para ejercerlas en toda la amplitud con la que soñaron cada uno de los próceres de nuestra historia.
El Bicentenario y Centenario que conmemoramos este año dan cuenta de generaciones que supieron cambiar porque no siempre el orden establecido es el más adecuado, porque no siempre las condiciones son las más apropiadas para que los individuos crezcan en la prosperidad y la civilidad, en las que no sean rasgos distintivos la desigualdad, la impunidad y la violencia.
Celebramos esta Gesta porque hubo hombres decididos a cambiar pero, sobre todo, porque ningún cambio es de una vez y para siempre, el mundo cambia y los países también, los modelos económicos no son estáticos ni las reglas sociales ni la cultura.
La historia no es inamovible. Cada generación de una u otra imprime su impronta en un pueblo vivo como el nuestro, pero también es cierto, absolutamente cierto, que la historia no se inventa cada vez que un partido gana o que un partido pierde. Las elecciones no son más que un impase, un rasgo, un sesgo de la historia. De ninguna manera, nace o perece la historia cuando alguien gana o pierde. La historia es la historia.
Es perder el tiempo al tratar de escribirla a partir de procesos electorales, es perder el tiempo fijar el trabajo de la Patria a partir de procesos electorales. Y es una tarea de todos, absolutamente todos los mexicanos, hacer que la historia sea la que construyen cada día los héroes de todos los días.
Recordemos que al final del ciclo de la violencia, tanto en la Independencia como la Revolución, estuvieron marcados por el acuerdo en torno a las leyes que nos habrían de regir. Por eso, valoremos en nuestra historia el papel que desempeñan los centros de diálogo como, por ejemplo, el Poder Legislativo, que pueden ser capaces de sintetizar y dar forma a la coexistencia nacional de las regiones y de las distintas maneras de pensar y de ver el futuro del país.
Así se dio origen la Constitución de Apatzingán, así tuvo lugar la Constitución del 24 y así se estableció la Constitución del 17, generando acuerdos a partir de las leyes. Este es el momento histórico para hacerlo.
En este principio del Siglo XXI la historia nos presenta nuevos desafíos, es por tanto, tiempo de cambios. Es época de transformaciones que asimilen y recojan el acervo del pasado, sólo para apresurar el ritmo del desarrollo nacional.
Por otro lado, hay situaciones en las que no podemos permanecer anclados al pasado. Esa, precisamente, fue la lógica de la Independencia: La activación de un espíritu que supo identificar que la situación económica, legal y social del país había agotado sus posibilidades y sus oportunidades de quienes habitaban en esta tierra.
En este 2010 estamos ante una nueva encrucijada, con la misma agudeza y sensibilidad es tiempo para todos, particularmente para quienes formamos parte de la hora de la toma de las decisiones.
Es el momento de elevar las miras, es el momento de demostrar altura, es el momento de pensar más allá de procesos electorales y tiempo de elecciones. Hay más coincidencias entre todos nosotros que las que, incluso, a veces, estamos dispuestos a reconocer.
Llegamos ya este siglo con una democracia genuina y competitiva; hay un sentimiento y conciencia nacional de rechazo absoluto a la violencia criminal que pretendiera vulnerar ese estado de la democracia.
Tenemos una clase empresarial que realiza todos los días un enorme esfuerzo, y ha sabido sortear dificultades de la economía mundial; tenemos una clase trabajadora, que ha sido capaz de aprender y adaptarse a la apertura comercial, a nuevas inversiones. Tenemos un pueblo con ímpetu, ávido de nuevos espacios de trabajo, no de dadivas; una juventud que nos demanda, con razón, mayores oportunidades para estudiar y para trabajar; y mujeres, la mitad de la población, la mitad de nuestros recursos humanos, una fuerza pujante, dispuesta a estar codo con codo en el desarrollo por el país. Tenemos, reconozcámoslo, Fuerzas Armadas leales, institucionales al Estado Mexicano, y con voluntad de servicio a su pueblo.
Entonces, conciudadanos, corresponde a nuestra generación en el presente, hacer más y un mejor país. Corresponde, sobre todo, a quienes formamos parte de los Poderes del Estado, hacer más, y a hacer un mejor país.
Reivindicar nuestra soberanía en el mundo del Siglo XXI, ensanchar las libertades de los individuos, cuestionar el tejido social, reconociéndonos y aceptándonos en la diversidad que somos. Asumir la gravedad de nuestros problemas con realismo y responsabilidad, así como nuestras potencialidades para tener una plataforma que pueda superar esa hora.
No es viendo fantasmas como resolveremos nuestro destino. Los fantasmas se exorcizan sacándolos a la luz. Eso, precisamente, hicieron Hidalgo, Allende, Abasolo, Jiménez, pusieron a un lado todo y, enfocados exclusivamente a la realidad, vencieron el fantasma del miedo, vencieron el fantasma de los recursos, y empezaron de la nada la lucha que nos puso aquí, hoy.
Nos corresponde la oportunidad de reinventar ese futuro ahora, de volver a decirnos entre nosotros que tenemos la capacidad de escucharnos entre todas, entre todos. Que este no es el país que aspiramos a ser, pero este es nuestro país y juntos construiremos el país que aspiramos a ser.
Confiemos en nosotros mismos. Atrevámonos a recuperar nuestra posibilidad de utopía. Hace tiempo que no somos aquel país de edad de la fantasía que describía Samuel Ramos, en 1934, pero terrible sería que fuéramos un país que muerto su ánimo, decidiera dejar de soñar.
Sólo así, mexicanos de hoy, mexicanos del Bicentenario, sólo confrontando la realidad y comprendiendo todo nuestro ser para transformarla, haremos el país que merecemos y entonces, tendremos una Patria suave para todos.
Muchas gracias.
-MODERADOR: Toma la palabra el ciudadano Ministro Guillermo Ortiz Mayagoitia, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
-MINISTRO GUILLERMO ORTIZ MAYAGOITIA: Señor licenciado Felipe Calderón Hinojosa, Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos; señor Diputado Jorge Carlos Ramírez Marín, Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados; señor licenciado y Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Senadores; distinguidos miembros del presídium; distinguidos invitados; mexicanas y mexicanos; integrantes de esta generación privilegiada que ha vivido el fin de un milenio, y que ahora iniciamos en común este tercer siglo de la Patria.
El 16 de septiembre, como se ya se ha dicho, fue designado por José María Morelos y Pavón, como el día en que cada año habríamos de recordar el nacimiento de nuestra libertad. Por ello, en este día, son Los Sentimientos de la Nación los que nos convocan a todos los mexicanos.
La división de Poderes simboliza el respeto a la libertad de los ciudadanos y consolida la unidad de la Nación mexicana dentro de un gran acuerdo colectivo.
La autonomía de los estados construye la gran soberanía nacional y expresa también la soberanía del pueblo. La autonomía de los casi dos mil 500 municipios, delimita los linderos que entretejen a un solo territorio nacional.
La pluralidad de ideologías y pensamientos integra la gran cultura nacional que evoluciona a través de las décadas y de los siglos, ésta es la independencia de una Nación; la capacidad de definir lo que se es, a partir de lo que se desea ser, la capacidad de convertir las grandes aspiraciones y anhelos, en decisiones soberanas.
La Independencia se ostenta con orgullo como el ángel dorado que corona esta columna conmemorativa, para hacer de la libertad una convicción y de los derechos fundamentales, una razón para la paz y para la convivencia pacífica.
Recordar el nacimiento de México como Nación independiente es traer a la memoria colectiva las razones, las demandas y los sueños que movieron a nuestros antecesores a forjar un país de profundas raíces constitucionales con inquebrantable vocación por el derecho y la solución pacífica de todos sus conflictos.
Qué es la Independencia sino la responsabilidad de ser libres y el deber de hacer de la libertad evolución, orden y paz.
Qué es la Independencia sino la declaración pública de conciencias libres que se respetan y que desean el bien, presente y futuro para quienes habitan dentro de un territorio soberano.
La justicia constitucional es el baluarte de nuestras convicciones históricas, la supremacía constitucional es una expresión fundamental de la Independencia, porque salvaguarda los derechos fundamentales que son tesoro de la Nación que heredamos y que estamos obligados a procurar, a conservar y a mejorar.
En esta conmemoración, los tres Poderes que se dividen por razón de su ejercicio, se unifican de cara a la Nación para refrendar su compromiso con los mexicanos de ayer, con los de hoy, con los del futuro.
Gobierno y sociedad debemos conmemorar nuestro origen para tener en mente nuestras responsabilidades compartidas, nuestras obligaciones recíprocas y nuestros puntos de unión, sobre todo, la construcción interminable de la justicia en México desde 1810 hasta 2010, y de aquí en adelante.
La justicia es un asunto de todos, es un valor que debemos observar día a día, porque la justicia es necesaria e inherente para la democracia, para el desarrollo y para una sociedad mejor.
La justicia de la unión es parte del México independiente, que en estos 200 años, sabe mirar hacia adelante y comprometerse consigo mismo como país para ser cada día más justo, cada día más incluyente.
Conmemoramos dos siglos de historia independiente y al hacerlo debemos elevar nuestra vista a los 100 años por venir, al nuevo siglo, cuyas primeras páginas nos corresponde escribir.
En este prólogo del Tricentenario, queremos dejar un mensaje propio de nuestros tiempos. La sociedad mexicana cuenta con sus jueces y los jueces cuentan con una sociedad que observa y vigila.
La justicia del nuevo milenio es una justicia socializada, transparente y corresponsable en todas sus dimensiones.
A nombre de las señoras y señores Ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, de los Magistrados y Jueces Federales, y de todos los órganos impartidores de justicia del país, expreso aquí el respeto que tenemos por nuestra historia, por nuestra Constitución, por la sociedad mexicana y por la noble tarea que nos ha sido encomendada.
Trabajando por nuestros ideales de justicia, los juzgadores del país conmemoramos el Bicentenario del Inicio de la Independencia con la sociedad a la que servimos.
Hemos dicho reiteradamente que la conmemoración de nuestros acontecimientos de mayor trascendencia, como son los que nos dieron Patria, libertad, justicia, progreso y paz; es ocasión propicia para la reflexión serena, para sumar esfuerzos y para diseñar, con entusiasmo, el futuro de esperanza y de grandeza que siempre nos ha animado. Nuestro destino de eternidad al que estamos llamado, porque fue escrito por el dedo de Dios.
Por eso, podemos con orgullo y satisfacción, decir una vez más: ¡Qué viva México para siempre!
Muchas gracias.

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