El Vargas Llosa articulista
Por Francesc de Carreras, catedrático de Derecho Constitucional de la UAB
Publicado en LA VANGUARDIA, 14/10/10;
El periodista de La Vanguardia Xavi Ayén, en su oportuna entrevista a Mario Vargas Llosa pocas horas después de hacerse público que le había sido otorgado el Nobel de Literatura, mencionaba que la nueva novela del galardonado autor, El sueño del celta, a punto de publicarse, está encabezada por una cita del injustamente olvidado escritor uruguayo José Enrique Rodó: “Un hombre es muchos hombres”. Desconozco el motivo de la cita, pero encaja a la perfección con la personalidad del reciente Nobel: también Vargas Llosa es muchos Vargas Llosas.
En efecto, Vargas Llosa es conocido, sobre todo, como narrador, un fabulador extraordinario, tal como ha demostrado en todas sus numerosas novelas. Pero su verdadera dimensión no acaba ahí, ya que, habitualmente, también se prodiga como articulista, reportero, ensayista, conferenciante y profesor de universidad. En todas estas facetas ha alcanzado el máximo rango y consideración. Además, de manera más ocasional, ha sido también dramaturgo, actor, cineasta y hasta político. En definitiva, es un escritor, un intelectual y un artista total. Vargas Llosa es muchos Vargas Llosas: pocas veces se ha concedido un Nobel de Literatura con mayores merecimientos.
¿Cuál es el secreto de esta enorme y variada producción?
Se lo pregunté hace poco con ocasión de compartir su mesa tras habérsele concedido el premio anual que otorga la barcelonesa Asociación por la Tolerancia. Me contestó con rapidez: “La disciplina, el trabajo diario, el método, la perseverancia. Sin ello no hubiera escrito casi nada”. Y al mismo Xavi Ayén le confiesa en la citada entrevista: “Trabajo mucho y cuando no trabajo siento un vacío, un gran trastorno, una especie de descomposición, de desorganización de la vida. Lo que me da equilibrio es mantener la rutina de trabajo. Nunca dejo de trabajar, ni siquiera en vacaciones”. Me recuerda aquella afirmación atribuida a Pablo Picasso: “No sé si existe la inspiración, pero, por si acaso llega, procuro que me encuentre trabajando”.
Pero no basta la simple disciplina de trabajo. En Vargas Llosa confluyen naturalmente otras circunstancias: vocación, curiosidad, talento. No soy crítico literario, me abstendré por tanto de hablar de su obra narrativa, el aspecto lógicamente más comentado estos días y que sólo conozco en parte. En cambio, soy un voraz lector de sus artículos, donde se entremezclan vocación y curiosidad. En efecto, un novelista de la talla de Vargas Llosa se podría haber dedicado únicamente a la novela sin emplear una parte importante de su tiempo en opinar sobre las más variadas cuestiones del mundo actual. Pero su irrefrenable necesidad de escribir, su afán de conocimientos, que no otra cosa es la curiosidad, y su conciencia de intelectual comprometido le han conducido al reportaje, al artículo y al ensayo.
Según él mismo confiesa, esta labor periodística, en la que trata de la realidad y de las ideas, le ha sugerido en muchos casos los temas de su obra narrativa. Pero también podría decirse lo contrario: su obra narrativa le ha servido para escribir unos extraordinarios ensayos, artículos y reportajes. Ciñámonos a los artículos de periódico, piezas literarias que cultiva quincenalmente desde hace muchos años y en las que es imprescindible la brevedad. Ahí encontramos todas las virtudes de un buen narrador: hay planteamiento, nudo y desenlace. El lector queda enganchado desde el primer párrafo y sigue leyendo intrigado hasta el final.
Pero vayamos por partes. En primer lugar, la gran mayoría de los artículos de Vargas Llosa exigen un gran esfuerzo de estudio y, en casos, de una minuciosa investigación previa. Un escritor con su facilidad literaria podría despachar la faena con algunos pases al natural, un par de manoletinas y un bajonazo, si se me permite el símil taurino. Tras sus artículos, sin embargo, hay un notable esfuerzo en encontrar un buen tema, valentía en escoger materias conflictivas, examinarlas desde todos los ángulos posibles, exponerlas con sintética claridad y argumentar bien sus conclusiones, sin miedo a que estas le puedan resultar incómodas. Artículos, pues, modélicos, escritos además con tal sobriedad y limpieza expresivas que permiten un proceso de lectura sin tropezones que puede llevarse a cabo con sostenida atención.
El lector de los artículos de Vargas Llosa queda, además, contagiado por su pasión argumentativa, ya que sabe transmitir entusiasmo por los hechos y las ideas que expone. El resultado puede ser el acuerdo o el rechazo del lector, nunca la indiferencia. En esto es fiel al racionalismo crítico de su maestro Karl Popper: “El verdadero ilustrado, el verdadero racionalista, nunca quiere convencer, antes bien quiere provocar desacuerdos, crítica razonable y disciplinada, animar a formar opiniones libres”. Vargas Llosa, como Popper, pretende hacer reflexionar al lector y a quienes más teme es a los profetas, aquellos que todo lo saben, sobre todo opinan y siempre creen estar en posesión de la verdad. Popper y Vargas son siempre conscientes de que se pueden equivocar.
Vargas Llosa es muchos Vargas Llosas. El Vargas Llosa articulista no es, desde luego, el menor.
Publicado en LA VANGUARDIA, 14/10/10;
El periodista de La Vanguardia Xavi Ayén, en su oportuna entrevista a Mario Vargas Llosa pocas horas después de hacerse público que le había sido otorgado el Nobel de Literatura, mencionaba que la nueva novela del galardonado autor, El sueño del celta, a punto de publicarse, está encabezada por una cita del injustamente olvidado escritor uruguayo José Enrique Rodó: “Un hombre es muchos hombres”. Desconozco el motivo de la cita, pero encaja a la perfección con la personalidad del reciente Nobel: también Vargas Llosa es muchos Vargas Llosas.
En efecto, Vargas Llosa es conocido, sobre todo, como narrador, un fabulador extraordinario, tal como ha demostrado en todas sus numerosas novelas. Pero su verdadera dimensión no acaba ahí, ya que, habitualmente, también se prodiga como articulista, reportero, ensayista, conferenciante y profesor de universidad. En todas estas facetas ha alcanzado el máximo rango y consideración. Además, de manera más ocasional, ha sido también dramaturgo, actor, cineasta y hasta político. En definitiva, es un escritor, un intelectual y un artista total. Vargas Llosa es muchos Vargas Llosas: pocas veces se ha concedido un Nobel de Literatura con mayores merecimientos.
¿Cuál es el secreto de esta enorme y variada producción?
Se lo pregunté hace poco con ocasión de compartir su mesa tras habérsele concedido el premio anual que otorga la barcelonesa Asociación por la Tolerancia. Me contestó con rapidez: “La disciplina, el trabajo diario, el método, la perseverancia. Sin ello no hubiera escrito casi nada”. Y al mismo Xavi Ayén le confiesa en la citada entrevista: “Trabajo mucho y cuando no trabajo siento un vacío, un gran trastorno, una especie de descomposición, de desorganización de la vida. Lo que me da equilibrio es mantener la rutina de trabajo. Nunca dejo de trabajar, ni siquiera en vacaciones”. Me recuerda aquella afirmación atribuida a Pablo Picasso: “No sé si existe la inspiración, pero, por si acaso llega, procuro que me encuentre trabajando”.
Pero no basta la simple disciplina de trabajo. En Vargas Llosa confluyen naturalmente otras circunstancias: vocación, curiosidad, talento. No soy crítico literario, me abstendré por tanto de hablar de su obra narrativa, el aspecto lógicamente más comentado estos días y que sólo conozco en parte. En cambio, soy un voraz lector de sus artículos, donde se entremezclan vocación y curiosidad. En efecto, un novelista de la talla de Vargas Llosa se podría haber dedicado únicamente a la novela sin emplear una parte importante de su tiempo en opinar sobre las más variadas cuestiones del mundo actual. Pero su irrefrenable necesidad de escribir, su afán de conocimientos, que no otra cosa es la curiosidad, y su conciencia de intelectual comprometido le han conducido al reportaje, al artículo y al ensayo.
Según él mismo confiesa, esta labor periodística, en la que trata de la realidad y de las ideas, le ha sugerido en muchos casos los temas de su obra narrativa. Pero también podría decirse lo contrario: su obra narrativa le ha servido para escribir unos extraordinarios ensayos, artículos y reportajes. Ciñámonos a los artículos de periódico, piezas literarias que cultiva quincenalmente desde hace muchos años y en las que es imprescindible la brevedad. Ahí encontramos todas las virtudes de un buen narrador: hay planteamiento, nudo y desenlace. El lector queda enganchado desde el primer párrafo y sigue leyendo intrigado hasta el final.
Pero vayamos por partes. En primer lugar, la gran mayoría de los artículos de Vargas Llosa exigen un gran esfuerzo de estudio y, en casos, de una minuciosa investigación previa. Un escritor con su facilidad literaria podría despachar la faena con algunos pases al natural, un par de manoletinas y un bajonazo, si se me permite el símil taurino. Tras sus artículos, sin embargo, hay un notable esfuerzo en encontrar un buen tema, valentía en escoger materias conflictivas, examinarlas desde todos los ángulos posibles, exponerlas con sintética claridad y argumentar bien sus conclusiones, sin miedo a que estas le puedan resultar incómodas. Artículos, pues, modélicos, escritos además con tal sobriedad y limpieza expresivas que permiten un proceso de lectura sin tropezones que puede llevarse a cabo con sostenida atención.
El lector de los artículos de Vargas Llosa queda, además, contagiado por su pasión argumentativa, ya que sabe transmitir entusiasmo por los hechos y las ideas que expone. El resultado puede ser el acuerdo o el rechazo del lector, nunca la indiferencia. En esto es fiel al racionalismo crítico de su maestro Karl Popper: “El verdadero ilustrado, el verdadero racionalista, nunca quiere convencer, antes bien quiere provocar desacuerdos, crítica razonable y disciplinada, animar a formar opiniones libres”. Vargas Llosa, como Popper, pretende hacer reflexionar al lector y a quienes más teme es a los profetas, aquellos que todo lo saben, sobre todo opinan y siempre creen estar en posesión de la verdad. Popper y Vargas son siempre conscientes de que se pueden equivocar.
Vargas Llosa es muchos Vargas Llosas. El Vargas Llosa articulista no es, desde luego, el menor.
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